Tío Vania

Tío Vania Resumen y Análisis Acto I, Escenas 1-4

Resumen

Escena 1

La acción tiene lugar en la hacienda de Serebriakov. Son las dos de la tarde. La anciana nodriza de la familia, Marina, dialoga con Astrov, médico. Se conocen hace más de diez años, cuando aún vivía la primera esposa de Serebriakov y madre de Sonia. Marina y Astrov hablan sobre el paso del tiempo. Astrov cuenta que envejeció muy rápido porque trabaja demasiado; hace diez años que no tiene descanso. Habla del absurdo de la vida, de la existencia aburrida y tonta. Dice ya no sentir ni desear nada, aunque recuerda el dolor terrible que sintió cuando se le murió un paciente en medio de una caótica epidemia. Se pregunta si las generaciones del futuro reconocerán el sacrificio y sufrimiento de los hombres de su época.

Escena 2

Entra Vania, recién despertado de la siesta. Se queja de los efectos que tuvo en la casa la llegada del profesor (Serebriakov) y su esposa (Elena). Todos los horarios se desvirtuaron. Antes, él y Sonia trabajaban todo el día; ahora solo ella trabaja, mientras él duerme y bebe. Sabe que no está bien, pero no puede corregirlo.

Marina también se queja: desde la llegada de Serebriakov, en la casa todo se hace tarde.

Escena 3

El anciano Teleguin se une a la conversación de Marina, Astrov y Vania. Vania habla de la belleza de Elena y luego describe a Serebriakov: un profesor retirado, viejo, enfermo de gota, de reumatismo, que está escribiendo todo el día y residiendo en la hacienda de su primera mujer porque no tiene dinero para vivir en la ciudad, lamentándose constantemente de sus desdichas. Según Vania, Serebriakov escribe sobre arte hace veinticinco años, sin conocer nada, masticando lo que escribieron otros… Se comporta como un semidiós, pero nadie sabe su nombre.

Astrov señala que Vania suena envidioso. Vania reconoce que lo envidia, sobre todo en su éxito con las mujeres: su primera esposa, hermana de Vania, era hermosa y maravillosa; la madre de ella (y de Vania, por ende) sigue adorándolo; ahora el profesor está casado con la bella y joven Elena. Astrov pregunta si Elena es fiel al profesor, y Vania responde que desgraciadamente sí. Esto ofende a Teleguin: su esposa se fugó, año atrás, con otro hombre, pero él sigue entregándole amor y dinero.

Escena 4

Entran Sonia, Elena y María (madre de Vania y la primera mujer de Serebriakov). Astrov se queja amablemente de haber sido llamado con urgencia para atender al profesor, que en verdad estaba sano. Elena asegura que la noche anterior Serebriakov moría de dolor. Astrov decide quedarse a dormir en la hacienda.

En un diálogo entre Elena y Telegin se cuenta que este último es padrino de Sonia, y que tras entregarle todo su dinero a su ex esposa y quedarse sin nada, vive en la hacienda donde pasa la acción.

María habla de un artículo y Vania le pide que se calle: según él, hace cincuenta años que no hacen sino hablar y leer artículos. María manifiesta que en el último año Vania cambió demasiado: antes tenía convicciones, una “personalidad clara” (p.41). Vania se ofende: hasta el año anterior no hizo sino trabajar para Serebriakov, y ahora que es viejo ve que desperdició su vida en eso. La discusión entre ambos sube de tono y Sonia la frena. Todos quedan en silencio. Marina corre llamando a unos pollitos que se escaparon de la jaula.

Análisis

Tío Vania empieza como la mayoría de las piezas de Chéjov: con un diálogo entre personajes secundarios que establece los temas principales que se desarrollarán en el drama. Astrov, médico que visita la hacienda a causa de la enfermedad de Serebriakov, y Marina, vieja nodriza, sostienen un intercambio sobre la vejez, el paso del tiempo, el trabajo y la vida campesina, que abre la puerta al abanico temático de Tío Vania. “En diez años me he vuelto otro hombre. Y ¿por qué causa?.. Porque trabajo demasiado” (p.37), se lamenta en la primera escena el médico de la obra. El pesar de gran parte de los personajes de Tío Vania tendrá que ver, efectivamente, con la sensación de que la vida ha pasado demasiado rápido, de que los mejores años se han perdido en un esfuerzo o sacrificio que no condujo, en el presente, a ninguna satisfacción (este será precisamente el caso del personaje de Vania). La vejez encuentra a estos seres inmersos en una vida que ya es demasiado tarde para modificar.

“La vida de por sí es aburrida, tonta, sucia… Eso también influye mucho” (p.37), señala también Astrov, instalando lo que será quizás su idea principal a lo largo de la pieza: la mediocridad de la vida campesina de los pueblos rusos, que contagia de sinsentido los años de quienes se encuentran sumergidos en su atmósfera: “A tu alrededor no ves más que gentes absurdas, y cuando llevas viviendo con ellas dos o tres años, tú mismo, poco a poco y sin darte cuenta, te vas volviendo también absurdo… Es un destino inevitable” (p.37).

Como en otras piezas de Chéjov, aquí el tema del paso del tiempo y la vejez aparece asociado a la locación campesina. Se presenta una dicotomía campo-ciudad que evidencia distintos estilos de vida, incluso distintos estados anímicos, entre quienes pueden, y quienes no, vivir en la ciudad. El campo, donde sucede la acción, no funciona, así, solamente como un escenario, sino también como una atmósfera cargada de sentido: configura el aire que respira la mayoría de los personajes, nutriendo su organismo, volviendo a los campesinos indesligables del entorno. Así como la edad tiene una importancia radical para los personajes, también lo hace su ubicación geográfica, el ambiente en que viven. Esa fatalidad de destino que se asocia a la vejez y se identifica, para los personajes chejovianos, con la anulación de la esperanza de cambios o de sueños propios de la juventud, se apareja al estancamiento propio de la vida en el campo, a su correspondiente ausencia de movimiento, a su monotonía.

La locación campesina encuentra a un grupo de personajes como residentes y a otros como visitantes ocasionales. Entre estos últimos encontramos a Serebriakov y su esposa Elena, cuya visita ha desarticulado todo el orden y la disciplina habituales en la hacienda familiar. Esto es ya presentado también desde la primera escena, donde Marina se queja de la perturbación de rutinas y horarios de la casa desde la llegada de Serebriakov. Ese diálogo inicial de la nodriza con el médico funciona también para infiltrar otra información útil para la comprensión del argumento: diez años atrás del presente de la acción, falleció la primera mujer de Serebriakov, hermana de Vania, a quien pertenece la hacienda en donde sucede la obra.

Algo muy interesante en la estructura dramática de Tío Vania es que el personaje de Serebriakov, de gran importancia argumental en la pieza, demora un acto entero en presentarse en escena. El carácter y la historia de este personaje son introducidos, en cambio, por otro personaje, Vania, quien le tiene especial rencor. Podría leerse en este tipo de estructuración de la trama que, para Chéjov, lo importante, más que el personaje de Serebriakov en sí mismo, es lo que este representa para Vania. En la segunda escena de la obra, es Vania, el protagonista de la obra, quien describe a Serebriakov como: “un profesor retirado, viejo mendrugo, enfermo de gota, de reumatismo, de jaqueca y con el hígado inflamado por los celos y la envidia” (p.39). En una obra donde muchos personajes proyectan en otros sus propias emociones y sentimientos, aquí ya puede verse el calificativo de “celoso y envidioso” de Vania a Serebriakov, que suena como una nota irónica: es Vania quien parece, en realidad, “inflamado por los celos y la envidia” al dedicarle un largo discurso a ese profesor al que supuestamente desprecia. Vania continúa hablando de Serebriakov, y se extiende en un discurso al que es importante atender:

(...) este hombre, durante exactamente veinticinco años, escribe sobre arte sin comprender absolutamente nada de arte… Durante veinticinco años exactamente, mastica las ideas ajenas sobre realismo, naturalismo y toda otra serie de tonterías… Durante veinticinco años lee y escribe sobre lo que para la gente instruida hace tiempo es conocido y para los necios no ofrece ningún interés… Lo cual quiere decir que su trabajo ha sido en vano… No obstante… ¡qué vanidad!, ¡qué pretensiones!... Retirado, no hay alma viviente que le conozca. Se le ignora completamente. Lo cual quiere decir que durante veinticinco años ha estado ocupando un lugar que no le correspondía… Y fíjate…, cuando anda, su paso es el de un semidiós. (p.39)

Esta descripción, por su extensión y por el ahínco del personaje que la profiere, nos informa más sobre el enunciador que sobre el referente. Aquí debe leerse no solo que Serebriakov es presentado por Vania, sino que, además, y más importante, el personaje de Vania se presenta a sí mismo hablando sobre Serebriakov. Efectivamente, Vania es un personaje cuya identidad se sostiene casi enteramente, en esta obra, en función del profesor. En el pasado, Vania trabajó para él y lo admiró grandemente. En el presente, ya no lo admira, y todo lo que sentía por él en términos positivos se transformó en negativo: Serebriakov funciona como el espejo distorsionado de su propia vida, el destinatario ingrato de una dedicación y un sacrificio sin beneficios y, como ahora puede comprobar, también sin motivos. “Hasta el año pasado me apliqué ex profeso a embrumar mis ojos con su escolástica, para no ver la verdadera vida” (p.41), se lamenta el protagonista. “Ahora, en cambio, ¡Si usted supiera!.. ¡Mi rabia, mi enojo por haber malgastado el tiempo de modo tan necio, cuando podía haber tenido todo cuanto ahora la vejez rehúsa, me hace pasar las noches en vela! (p.41). Si Vania había encontrado el sentido de su vida pasada en Serebriakov, ahora encuentra en este profesor la razón de todos sus sufrimientos, sus frustraciones, hasta de su vejez. Lo que al inicio de la obra Astrov presentaba como lamento, ahora, en boca de Vania, aparece como completa tragedia: el protagonista entiende que ha desperdiciado su vida al dedicar todos sus años a la obra de un profesor que ahora considera inmerecedor de sus aplausos.

Por supuesto que el rencor que consume al protagonista en relación con Serebriakov no se limita al plano intelectual. Su difunta hermana, de belleza e inteligencia sin igual, se abocó hasta su fallecimiento al cuidado de este profesor, así como ahora lo hace Elena. Esto también perturba a Vania: “su segunda mujer… bonita, inteligente (...) se casó con él cuando ya era viejo, entregándole su juventud, su belleza, su libertad y su esplendor… ¿Por qué? ¿Para qué?” (p.39). Arrepentido de haber entregado sus mejores años al profesor, ahora Vania se desespera al ver cómo mujeres hermosas e inteligentes como Elena le regalan también sus mayores energías a Serebriakov.

Una temática que también se inaugura en este inicio, aunque se desarrollará más adelante, es la del trabajo. Tal como se verá en las próximas escenas, se ofrecen diversas perspectivas sobre este asunto. Por un lado, el trabajo es lo que desgasta, lo que reúne sacrificios ingratos y hace envejecer rápidamente, como a Astrov. Por el otro, el trabajo implica una dignidad, una actitud virtuosa, que se opone a la viciosa y peligrosa pereza. “Desde que viven aquí el profesor y su mujer…, mi vida se ha salido de su carril” (p.38), protesta Vania en la segunda escena. “Antes no disponía de un minuto libre. Sonia y yo trabajábamos mucho; pero ahora es ella sola la que trabaja, mientras yo duermo, como, bebo… ¡No está bien, desde luego!” (p.38). El malestar asociado al aburrimiento, al resentimiento, al enojo, la envidia, parecen indesligables de la pereza, que se instaura como conducta con la visita de Serebriakov y de Elena, y que pone en peligro la relativa estabilidad emocional que daba la disciplina a la vida de Vania y Sonia, habitantes de la hacienda. “Me he vuelto perezoso, no haga nada y gruño como un viejo caduco” (p.39), confiesa el protagonista en la tercera escena.

El tiempo es algo muy relevante para los personajes chejovianos, y generalmente se manifiesta en diferentes estados de conmoción en torno al pasado, al presente y al futuro. El pasado produce nostalgia o arrepentimiento, mientras que el presente resulta siempre indeseable, insatisfactorio y, a la vez, estanco. Para ciertos personajes jóvenes, el propio futuro aloja aún alguna esperanza, permite sostener, aunque sea, un rapto de ilusión (esto sucede con Elena, aunque apenas por un instante). Pero también hay personajes jóvenes que, por no contar con ciertos privilegios, como la belleza física o el poder económico, no ven esperanzador su propio futuro en vida (como Sonia). Estos últimos, al igual que personajes ya envejecidos, cuando sueñan con el futuro, o lo imaginan, refieren a un momento que trasciende su propia existencia, un futuro en el que ellos ya no habitan esta vida.

Durante gran parte de la obra, el portavoz de esas reflexiones en torno a un futuro que los trasciende es Astrov. El doctor sufre por sus recuerdos tortuosos y por su presente desgastado, rememora escenas trágicas de su vida como médico y se pregunta: “aquellos que hayan de sucedernos dentro de cien o doscientos años, y para los que ahora desbrozamos el camino…, ¿tendrán para nosotros una palabra buena?”(p.38). La esperanza, para quien avanzó en edad y ve estanco su presente no se aloja en un futuro próximo, ni siquiera dentro de los límites de la propia vida. Una individualidad exhausta encuentra en la ilusión de un colectivo humano una suerte de redención que otorgue a su vida un reconocimiento, un consuelo. Esa Humanidad a la que apela Astrov es cuasi religiosa: el futuro redentor está a una distancia tan grande como la que guardan entre sí el cielo y la tierra. “La gente no la tendrá”, responde Marina a la pregunta del doctor, “pero Dios sí” (p.38), agrega. El consuelo divino, planteado en la primera escena de la obra, aparecerá también al final de la pieza, cuando Sonia no pueda encontrar en nada de su vida terrenal una razón por la cual sostener la esperanza, y asuma como única ilusión la compensación que Dios otorgará a su alma una vez finalizado el plano de la existencia en la Tierra.