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La unidad continental

Martí postula la importancia de la unión del continente latinoamericano, desde el Río Bravo, en México, hasta el extremo sur de Chile y Argentina, en el Estrecho de Magallanes. Para lograr esta unión, es necesario que los pueblos se conozcan entre sí. También es importante que solucionen sus problemas internos: que no haya enemistad entre pueblos vecinos y que, al interior de cada nación, los hombres y mujeres trabajen en pos de lo colectivo. Para resolver las cuestiones y contradicciones propias y para impedir que las potencias imperiales se instalen, cual pulpos, sobre los pueblos latinoamericanos, se vuelve imperiosa la unión continental.

La unidad de los pueblos latinoamericanos por la que pugna Martí se opone, deliberadamente, a la que propugna Estados Unidos desde, por ejemplo, la Conferencia Internacional Americana, celebrada entre octubre de 1889 y abril de 1990. Este es un evento que, indudablemente, inspira a Martí a escribir este ensayo. Mientras Estados Unidos propone la unión de los estados de América en una organización para promover el comercio, y comienza desde allí a instalar la idea de panamericanismo con su liderazgo a la cabeza, Martí advierte sobre el peligro que esa unidad propuesta supone y promulga otro tipo de unión: la de los países hispanohablantes del continente. La creación de este bloque es una estrategia ante el peligro acechante que percibe en las potencias imperialistas.

La identidad cultural de los pueblos latinoamericanos

Martí sostiene que hay una identidad autóctona de los pueblos latinoamericanos que está basada en la confluencia cultural que supone, en el territorio, la mezcla histórica de culturas, lenguas y experiencias. El ensayo tiene como uno de sus objetivos contribuir a la defensa de esta identidad. Revaloriza, de esta manera, elementos socioculturales de los habitantes originarios y de todos aquellos marginados históricamente para poner en un lugar privilegiado las raíces ancestrales y el mestizaje cultural. Alude a la importancia de conocerse y aceptarse y de no pretender encajar en moldes importados, que en nada se relacionan con las formas de vida de esta parte del mundo. Martí detecta que, históricamente, se aplican en el continente latinoamericano fórmulas y reglas que no se adecuan a los problemas y a las necesidades del territorio. La identidad cultural de los americanos exige sus propias reglas para los problemas que le son propios.

Es necesario identificarse con la tierra de uno, conocer la historia propia, compartirla con las comunidades vecinas y hacerse fuerte, de forma conjunta, ante el peligro inminente del imperialismo. En estas comunidades mestizas, hay ciertos factores internos en los que persisten ideas coloniales: contra eso sostiene que hay que luchar. El camino para la liberación está en la aceptación de la identidad latinoamericana y la estructuración de los estados latinoamericanos de acuerdo con sus realidades propias.

Los problemas internos a los que se enfrenta Latinoamérica

Son varios los problemas internos que Martí considera constituidos por el "tigre de adentro": la mentalidad colonial que se perpetúa, incluso, en las prácticas de las naciones ya independizadas; el desconocimiento con el que estas jóvenes naciones son gobernadas, muchas veces de forma tirana; la marginación y opresión de los habitantes que pueblan estos países, que son usados y desechados o desdeñados por sus compatriotas infinita cantidad de veces; la copia constante de modelos externos que corresponden a otras realidades; la falta de respeto hacia lo propio, lo nativo, lo autóctono y mestizo; el desconocimiento o la enemistad entre los pueblos que conforman el continente latinoamericano.

Martí considera que estos problemas internos son los causantes de la inestabilidad permanente en la que se encuentran los estados latinoamericanos, que, además, la debilitan ante otros peligros: los externos.

El imperialismo y el expansionismo estadounidense

El texto advierte sobre el mayor peligro para los pueblos de la América Latina: el poder expansivo de Estados Unidos de América. Estados Unidos se representa como un pulpo que despliega sus tentáculos sobre los países de habla hispana del continente: quiere implantar la idea de panamericanismo para promover el comercio y obtener ganancias de los países que se encuentran al sur de sus fronteras.

Este es el problema que, según Martí, viene del exterior: es el tigre de afuera. Martí postula que para poder vencerlo es necesario que los pueblos latinoamericanos se conozcan entre sí y se unan como árboles que no permiten el paso del enemigo. Latinoamérica debe darse a conocer, debe mostrar su fortaleza, para dejar de ser desdeñada por el país del norte, para que este conozca su grandeza y la respete, es decir, para que no despliegue sobre ella su auge imperialista, ávido de ganancias para sí y de opresión y pobreza para el resto.

El antiimperialismo

Todo el ensayo es profundamente antiimperialista. El autor señala varios problemas a los que se enfrenta Latinoamérica. A los problemas internos les asigna la imagen del tigre de adentro. Si esos problemas internos no están solucionados, es más probable que, entonces, América se enfrente a una nueva dificultad; al tigre de afuera, esto es, Estados Unidos, la gran potencia imperial en pleno desarrollo expansionista. La unión de los pueblos es necesaria para hacerle frente a ese peligro. El ensayo es una advertencia y un llamado a la acción defensiva antiimperialista.

El antirracismo

El ensayo funciona también como un alegato antirracista. "No hay odio de razas, porque no hay razas" (21), sostiene el autor en el último párrafo del texto. Se opone así al determinismo racial y al determinismo geográfico que muchas veces imperaron en los textos y en las ideas de los estudiosos de la época para postular conceptualizaciones sobre los habitantes de los pueblos latinoamericanos. Rechaza, de esta forma, hablar de razas y de odio a los pueblos: "Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras" (22). El rechazo hacia Estados Unidos está vinculado únicamente con la aversión a sus políticas expansionistas y al desdeño con el que trata a "Nuestra América"; no está relacionado, de ninguna manera, con cuestiones racistas.

Para terminar con esas nefastas ideas imperantes en la época, Martí llama a la paz y a la formación intelectual de los habitantes para conservarla. Además, cierra el ensayo con la revalorización de la condición mestiza del continente latinoamericano, aludiendo al mito antropogónico de los tamanacos.

El anticolonialismo

El ensayo de Martí es profundamente anticolonial. Es un texto que pugna por la independencia de los pueblos y sostiene que, para lograrla verdaderamente, hay que sortear dos peligros.

En primer lugar, hay que luchar contra el enemigo interno. Afirma que hay todavía ciertas prácticas, ideas y mentalidades en Latinoamérica propias del mundo colonial, incluso en naciones que se han independizado: "la colonia continuó viviendo en la república" (19). Para quebrar esos hábitos coloniales se vuelve fundamental la unión de los pueblos y la participación de los excluidos: "Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores" (19).

En segundo lugar, es importante la unión y el conocimiento mutuo de los pueblos para levantarse ante el mayor peligro, que es el enemigo que viene de afuera y que hace tambalear las independencias: el expansionismo norteamericano, que pone a las jóvenes repúblicas a merced de convertirse, nuevamente, en colonias, esta vez de otro imperio. Ese es el peligro que "no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque, demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña" (21).