Noches blancas

Noches blancas Temas

El amor no correspondido

El amor idealizado y no correspondido es, quizá, el tema más importante de esta historia. Cuando conoce a Nástenka, el narrador tiene una experiencia amatoria nula: “He perdido la costumbre de tratar con mujeres; quiero decir que nunca he tratado con ellas, soy un solitario” (p.213). Ello, sumado a la imaginación exaltada que lo domina, hace que el amor que siente inmediatamente por ella sea, ciertamente, inquietante: “—Es una quimera, pero yo la amo, Nástenka” (p.250). Así, el narrador sabe que sus sentimientos son una quimera, una ilusión, pero no por ello es menos hiperbólico y obsesivo.

Este amor idealizado está destinado a fracasar, en parte, porque el protagonista no escucha lo que Nástenka tiene para decir. Desde un principio, ella comunica:

Tenga en cuenta una cosa, venga con una condición. Sobre todo (sea amable y cumpla lo que le pida: está viendo que le hablo con franqueza): no se enamore de mí... Eso está prohibido, se lo aseguro. Estoy dispuesta a una amistad, y aquí tiene mi mano... Pero ¡no se enamore, se lo ruego!” (p. 216).

Le comunica también que está perdidamente enamorada de otro hombre que está en la ciudad, a quien espera hace un año. Es decir, el texto deja claro en más de una ocasión, una de ellas condensada en la cita anterior, que quien idealiza no escucha al objeto de fascinación.

Sin embargo, no es en realidad de la muchacha de quien se enamora el narrador, sino de la idea que él tiene de ella y de lo que él mismo construye en torno a la joven y lo que ella representa en su mundo de ensoñaciones. De este modo, el desencanto final es tanto fruto de la situación narrativa, en la cual el prometido retorna finalmente al tablero y desplaza al narrador de un plumazo, como también responsabilidad del mismo narrador, quien edificó el deseo sobre sus ilusiones y no sobre la verdadera Nástenka.

La fantasía y la desilusión

El protagonista de "Noches blancas" es un soñador que pasa más tiempo en el devenir mental de sus deseos e ilusiones que en la realidad. En principio, se siente satisfecho de ser el “artífice de su vida” (p.226), de poder evadirse de la realidad por completo y vivir en su mente situaciones y experiencias:

Piensa que esta vida es pobre y triste, sin adivinar que también le llegará el día en que suene la hora fatal, en que por un día de esta triste vida entregaría él todos sus años fantásticos (...). Pero, hasta que llegue ese momento amenazador, no desea nada, pues está por encima de los deseos porque lo tiene todo, está saciado, él mismo es el artífice de su vida, que va creando a su antojo a cada momento (p.226).

Hacia el final de la historia, sin embargo, parece haber comprendido lo que significa haber vivido durante tantos años sumido en ensoñaciones. De alguna manera, se arrepiente de haber desperdiciado tanto tiempo viviendo una vida de fantasía:

Oyes cómo a tu alrededor, en un torbellino vital, la muchedumbre humana da vueltas estruendosamente; oyes y ves cómo vive la gente (que vive de verdad), y ves que la vida para ellos no está hecha por encargo, que su vida no se esfumará como un sueño o una visión; que su vida, siempre joven, se renueva continuamente, y ni una sola de sus horas se parece a otra, que lo que resulta aburrido y monótono hasta el extremo es la asustadiza fantasía, sierva de la sombra, de la idea (p. 229).

En la Crónica de San Petersburgo de Dostoyevski, los soñadores “viven mayormente en una soledad profunda, en los rincones inaccesibles como si se escondieran de la luz” (2010: p. 65). El autor consideraba que el tipo emergente de soñador era un signo de su tiempo, un tipo social que surgía de los caracteres ávidos de actividad, de vida inmediata, pero débiles. Consideraba que estas características de este tipo de ciudadano surgían por la falta de intereses públicos unificadores en Rusia.

Cabe mencionar, por otra parte, que este carácter soñador y la sensibilidad del narrador es lo que le permite escribir. Por ende, hay un carácter dual en cuanto a la valoración de la ensoñación y el vínculo distante con la realidad. Mientras unos viven, algunos, que sueñan, escriben.

La soledad

La soledad es otro de los temas principales del cuento. El narrador se encuentra sumido en una soledad muy profunda: no hizo, en ocho años, ningún amigo en San Petersburgo; tampoco conoció mujer alguna, ni parece tener parientes. Su única compañía es la de Matriona, la mujer que trabaja en su casa y realiza los quehaceres domésticos.

Por momentos parece ser que su soledad es subsidiaria de su tendencia a las ensoñaciones. Cuando le explica a Nástenka este asunto, le dice:

El soñador (...) se ubica generalmente en algún rincón inaccesible, como si se escondiera del mundo, y se introduce en él apegándose a su rincón como un caracol, o al menos pareciéndose mucho a ese curioso animal que es casa y animal a la vez, como la tortuga (p.221).

A partir de allí, profundiza largamente sobre este sentimiento de aislamiento con respecto al resto del mundo. Por momentos dice padecer su situación (la mayoría), pero en otros transmite un aire de melancolía grandilocuente que parece valorar la soledad en función de sentirse diferente, especial. Esta particularidad que resalta el narrador recae sobre esta capacidad de soñar despierto con otras realidades y sobre su gran sensibilidad.

Es decir que si bien, por un lado, la soledad es una situación del narrador que lo angustia y deprime, por el otro lo vincula a los artistas, a los poetas, que se ven distanciados del mundo por su profunda sensibilidad.

La vida en la ciudad

“Noches blancas” es uno de los primeros relatos de Dostoyevski. El tema de la vida en la ciudad, tan explorado en sus novelas posteriores, no es en el caso de este cuento un tema principal. Sin embargo, su presencia es importante por esto mismo: prefigurar uno de los grandes tópicos de su literatura.

En el análisis se profundiza más aún en la relación entre este cuento y la Crónica de San Petersburgo, pero cabe en esta sección mencionar que el relato de este soñador petersburgués enamorado se basa en dicha crónica, escrita poco tiempo antes. Allí, Dostoyevski exploraba la ciudad, sus tipos sociales, su arquitectura, costumbres y clima. Algunos de sus párrafos han sido tomados casi textualmente por el autor para el cuento y puestos en boca del narrador.

La vida en la ciudad resulta, para un hombre sensible y ensimismado en su mundo de fantasías, algo hostil por momentos. Nuestro narrador solamente encuentra alegría al salir de sus límites hacia la naturaleza en las primeras páginas: “Es como si de pronto me encontrara en Italia… tanta fue la impresión que causó la naturaleza a un caballero enclenque como yo, que estaba a punto de ahogarse entre las paredes de la ciudad” (p.210).

En la ciudad, la cercanía con los otros evidencia el aislamiento en el que se encuentra el protagonista: aquel a quien ve todos los días, como el anciano de la Fontanka, siquiera lo saluda cuando lo ve. También da la sensación que la conversación entré él y la muchacha, en torno a la cual gira el relato, se da por mera concatenación de casualidades: su alegría por haber salido a la naturaleza y la primavera lo predisponen a seguirla, la aparición de otro varón acosador lo pone en guardia y, acto seguido, al defenderla, logra entablar conversación.

No hay que olvidar que en ocho años el narrador no ha hecho en la ciudad un solo amigo. En todo caso, es amigo de la ciudad misma: San Petersburgo parece ser la ciudad ideal para alojar soñadores, esos que se alojan en lugares en los que “no asoma el mismo sol que para el resto de los petersburgueses, sino otro, nuevo, como si se encargara a propósito para esos rincones, luciendo con una luz diferente, muy particular” (p.220).

La literatura

A través de distintas menciones y de la puesta en escena del acto de escribir por parte del narrador/protagonista del relato, la literatura tiene una presencia constante en toda la historia.

El siguiente pasaje, que se produce cuando el narrador repara en Nástenka, ilustra la centralidad de este tópico:

Y por muy vergonzoso que fuera yo con las mujeres, al tratarse de una cuestión así... me di la vuelta, retrocedí un paso hacia ella y al instante habría querido decirle: «¡Señorita!», de no ser porque esa exclamación había sido miles de veces empleada en todas las novelas rusas de alta sociedad. Eso fue lo único que me detuvo (pp. 211-212).

Como vemos, si hay algo que detiene o impulsa a este hombre es la consideración estética de sus acciones, algo que regula en función de sus saberes literarios. Situaciones similares se repiten en varias ocasiones, en las que el protagonista se desdobla y habla sobre los eventos que vivió o vive en términos literarios. En otro pasaje, por ejemplo, le dice a su amada: "Permítame Nástenka, hablar en tercera persona, porque en primera me resultaría tremendamente bochornoso contarle todo esto” (p.223).

Esta forma de metalenguaje se puede rastrear a lo largo de todo el texto. Nástenka también es consciente de lo poético del encuentro entre ambos y de cierta grandilocuencia que define su relación con el narrador: “Hasta mañana. Que de momento sea un secreto. Será mejor para usted; aunque lejanamente se parezca a una novela” (p. 217), le dice al despedirse la primera noche. Más adelante se sorprenderá de su modo de expresarse: “Escuche: usted lo narra maravillosamente, pero ¿no se podría contar de un modo más sencillo? Porque habla usted como si leyera un libro” (p. 222), le dice. Él, por su parte, acuerda con esta apreciación: “Me arrepentía de haber llegado tan lejos y de haber contado en vano aquello que bullía en mi corazón desde hacía tiempo y acerca de lo cual podía hablar como si leyera un libro” (p. 228). A su vez, Nástenka parece tener una inclinación por la lectura. Lo mismo sucede con su prometido, el inquilino, que regala a ella y a su madre ciega libros de Pushkin.

Las menciones a este autor se producen en otras ocasiones, e incluso el narrador alude a él en un largo discurso. Sin embargo, y ante todo, la presencia de la escritura literaria se expresa en primera persona mediante su forma de narrar, ya que todo el tiempo el narrador evidencia que está escribiendo: “Hacía una noche extraordinaria, como solo puede hacer, querido lector, cuando somos jóvenes” (p.206). Consciente de la dimensión literaria de muchos de los eventos que les suceden, asigna un valor literario al encuentro de esta mujer a pesar de que el amor no haya prosperado.