Noches blancas

Noches blancas Resumen y Análisis Noche segunda, La historia de Nástenka

Resumen

Noche segunda

La segunda noche, ambos personajes se encuentran nuevamente en el muelle junto al río. Nástenka llega dos horas tarde, pero la alegría del hombre no se opaca con desplante alguno.

Nástenka dice estar determinada a replantearse el modo en que se conocieron la noche anterior y volver a comenzar de un modo más sensato. “En primer lugar, se lo suplico, no me apriete tanto las manos” (p. 218) le dice al narrador, que parece no poder contener su entusiasmo. Lo que le pide, en segundo lugar, es que le cuente su historia, puesto que él es un completo desconocido para ella. “No tengo ninguna historia” (Ibid.), se limita a responder el narrador: “¿Quiere saber quién soy? (...) soy… un tipo” (p. 219). Ella, contrariada, se ríe. Él intenta abordar el asunto por otra arista: “Escuche: ¿sabe usted lo que es un soñador?” (Ibid.). Ella parece saber a la perfección lo que significa ser un soñador, porque ella misma fantasea despierta muchas veces.

Nástenka escucha atentamente lo que él tiene para contar de su vida: el narrador habla de los rincones más oscuros y atípicos de San Petersburgo, en los que viven los soñadores, personas que se arrinconan en sus casas y que, cuando son visitadas, se incomodan al punto de que la visita se contagia y sale despavorida con alguna excusa. De este modo, oblicuo, el narrador describe a través del comportamiento de los soñadores su propio comportamiento ante la joven.

“Habla usted como si leyera un libro” (p. 222), interrumpe de repente Nástenka. Luego, él se compara con el espíritu del rey Salomón y pasa a contarle cómo este hombre huraño sale cada día a caminar por las calles. Es un buen observador, pero, por momentos se ensimisma y se pierde en su propio mundo de ensueño. Cuando se despabila, “todo un reino de sueños se acaba de derrumbar alrededor de él, destruyéndose sin dejar huella” (p. 225). Este mundo es valorado por él: lo hace tenerlo todo, ya que es artífice de su propio mundo.

Ella no comprende cómo el narrador pudo haber vivido así toda la vida, sin un contacto verdadero con los otros. Él dice comprender ahora que eso no está bien. “He malgastado los mejores años de mi vida” (p. 228), dice, y agrega: "Ya puedo decir que he vivido dos noches en mi vida” (p. 229). Ella le propone una amistad duradera, y le pide un consejo sobre la base de su historia, la cual pasa a relatarle a continuación.

La historia de Nástenka

Nástenka tiene una abuela, anciana y ciega, con la cual vive. Se trata de una mujer sobreprotectora que cuida a su nieta de la promiscuidad de los hombres y del mundo exterior. Vive con ellas Fiokla, la criada.

Cuando cumplió quince años, la abuela le dijo que, puesto que era una persona ciega, no podía vigilarla como quisiera. Por ende, cosió el vestido de la nieta al suyo con un alfiler imperdible. La única vez que Nástenka intentó burlar las medidas de seguridad de la abuela, hizo que Fiokla se siente en su lugar. La abuela, ciega, no descubrió el engaño hasta que le habló a Fiokla y ella, que era sorda, no pudo responderle. Nástenka fue reprendida con severidad, sin embargo, ahora se ríe al contar esta anécdota.

Durante un buen tiempo la abuela alquiló el desván como habitación para tener un dinero extra. Se instaló durante un tiempo un señor mayor y, tiempo después, un hombre más joven. Nástenka fue cortejada con astucia por este hombre, bajo la severa vigilancia de la abuela. Él les regalaba libros y las invitó al teatro a ver El barbero de Sevilla. Luego de ese evento, sin embargo, dejó de frecuentar a las mujeres y, al tiempo, les comunicó que iba a partir.

Esa noche, Nástenka empacó todas sus cosas e irrumpió en la habitación del joven. Él comprendió todo inmediatamente, le dijo que era pobre y que no podría ahora hacerla feliz. Prometió volver en un año a buscarla. Ahora ha pasado un año y él, que se encuentra en la ciudad, aún no se ha presentado a buscarla.

El narrador le aconseja escribirle una carta. Ante la poca destreza de ella, él la redacta oralmente casi por completo. Ella dice estar de acuerdo con esas palabras. Sin embargo, a la hora de despedirse para que el narrador pueda redactar la carta para el inquilino con calma y llevarle el manuscrito, ella saca una carta “escrita al parecer hacía ya tiempo, completamente preparada y con el sobre cerrado” (p. 241). El narrador se despide de ella, con la promesa de ir a llevar la carta al prometido.

Análisis

El protagonista de esta historia parece no desear nada, “pues está por encima de los deseos porque lo tiene todo, él mismo es el artífice de su vida, que va creando a su antojo cada momento” (p. 226). Se trata de, según sus palabras, un "soñador". Dice Dostoyevski en Crónica de San Petersburgo: “¿Saben ustedes, señores, lo que es un soñador? Es una pesadilla de San Petersburgo, un pecado personificado, una tragedia silenciosa, misteriosa, sombría y salvaje” (2010: p.65).

En “Noches blancas”, Dostoyevski compone al narrador bajo este modelo del soñador elaborado en sus crónicas: los soñadores “viven mayormente en una soledad profunda, en los rincones inaccesibles, como si se escondieran de la luz” (2010: p. 65). En el cuento, por su parte, el narrador confirma: “Hay en San Petersburgo, Nástenka, si no lo sabe usted, unos rincones bastante curiosos. En esos lugares parece que no asoma el mismo sol que para el resto de los petersburgueses” (p. 220). Algo similar sucede el carácter melodramático que, según la crónica, caracteriza a estos soñadores, que podemos observar también en el narrador del cuento. Sin embargo, esta personalidad, en cierto modo insufrible que los caracteriza, se reivindica más adelante en texto: “¡No es un pecado, no es un horror! ¡No es una caricatura! ¿No somos todos soñadores en cierta manera?” (2010: p.67).

Los sueños son, en buena medida, necesarios para el escritor, para el artista. Entre los célebres prototipos literarios de soñadores a los que Dostoyevski tuvo acceso se encuentran en primer plano el Piskarev de Gogol del cuento “La avenida Nevsky” y los héroes de las obras de Hoffmann que lo obsesionaban. Todos ellos se caracterizan por una fuerte insatisfacción con la vida que llevan y el deseo irrefrenable de escapar a un mundo ideal.

En principio, el narrador parece satisfecho de ser quien maneja los hilos de su vida al ser un soñador empedernido:

[El soñador] piensa que esta vida es pobre y triste, sin adivinar que también le llegará el día en que suene la hora fatal, en que por un día de esta triste vida entregaría él todos sus años fantásticos (...). Pero, hasta que llegue ese momento amenazador, no desea nada, pues está por encima de los deseos porque lo tiene todo, está saciado, él mismo es el artífice de su vida, que va creando a su antojo a cada momento (p. 226).

Sin embargo, dice últimamente sentirse arrepentido de esta vida que lleva:

Oyes cómo a tu alrededor, en un torbellino vital, la muchedumbre humana da vueltas estruendosamente; oyes y ves cómo vive la gente (que vive de verdad), y ves que la vida para ellos no está hecha por encargo, que su vida no se esfumará como un sueño o una visión; que su vida, siempre joven, se renueva continuamente, y ni una sola de sus horas se parece a otra, que lo que resulta aburrido y monótono hasta el extremo es la asustadiza fantasía, sierva de la sombra, de la idea (p. 229).

Para Dostoyevski, estos soñadores eran fruto de su tiempo, de las condiciones sociopolíticas de la Rusia de la época, que no lograba transmitir una sensación de unidad identitaria. Ciertos caracteres necesitados de vitalidad inmediata, pero débiles, tenían una tendencia a la ensoñación.

Cabe resaltar que el protagonista menciona en su confesión a Nástenka dos textos de Pushkin, el célebre padre de la literatura rusa, con obras como "Las noches egipcias" y "Casa en Kolomna". A principios de la década de 1860, Dostoyevski estudió detenidamente el papel de Pushkin en la cultura rusa y lo calificó como la personificación de la identidad nacional, y a "Las noches egipcias" en particular como la mayor obra de arte de la literatura rusa. La atmósfera de "La casita de Kolomna", también citada por el narrador en el cuento, puede rastrearse en la propia imagen del héroe solitario e inteligente, un extraño en una gran ciudad ruidosa. Así se siente el protagonista, que en ocho años no ha logrado hacer un solo amigo.

El amor idealizado y el amor no correspondido son dos tópicos que en “Noches blancas” se encuentran intrínsecamente relacionados. Desde un primer momento, el soñador idealiza a la joven y sus sentimientos por ella. Por primera vez en su vida se dirige a una mujer, y esto es porque se ha dicho a sí mismo a los instantes de verla: “Por muy vergonzoso que fuera yo con las mujeres, al tratarse de una cuestión así” (p. 211). Un suceso viene a ayudarlo: otro hombre aborda con violencia a la muchacha y el narrador tiene la oportunidad de salir en su defensa. Lo que para el sentido común puede no ser más que una concatenación de hechos fortuitos, para un soñador son muchas veces designios divinos y señales del universo. A partir de aquí, no importará que Nástenka le pida que no se enamore de ella, que le relate cómo conoció a su prometido y le diga que está esperándolo, perdida de amor, hace un año, el narrador solo puede poner el foco en sus propios sentimientos y, de alguna manera, intentar trabar amistad con ella.

El amor del narrador no es correspondido desde el primer momento. Como veremos en la siguiente sección, ella solo podrá pensar siquiera en amarlo cuando esté sumida en la derrota y en ausencia de su prometido. Por ahora busca un amigo, un confidente. Sin embargo, a pesar de que Nástenka le deja claro que no tiene intenciones amorosas, el narrador se sumerge en sus fantasías con la joven y se ilusiona.

Como decimos, puede establecerse un paralelismo entre la historia de Nástenka y la del narrador. Él se enamora de ella, la primera mujer con la que entabla una conversación de interés emocional, al igual que ella se enamora, un año antes, del inquilino, con quien entabla también un pequeño vínculo de interés emocional. Algo de esta relación entre ambas historias da cuenta de algunas ideas: el aislamiento involuntario de Nástenka por los cuidados represivos de la abuela y el propio aislamiento del narrador distorsionan la mirada sobre el objeto de deseo. La soledad coloca a estas personas en un estado de vulnerabilidad por el cual, cuando alguien franquea el velo que la distancia del mundo, se enamoran perdidamente. Vale remontarse a la sección anterior, cuando el narrador, en la desesperación por verla otra vez, le dice:

Soy un soñador; tengo tan poca vida privada, y unos minutos como estos, como los de ahora, se me presentan en tan escasas ocasiones que no puedo dejar de repetirlos en mis pensamientos. Estaré soñando con usted toda la noche, toda la semana, y el año entero (p. 216).