Matadero cinco

Matadero cinco Resumen y Análisis Capítulos 3-4

Resumen

Capítulo 3

La tropa alemana que captura a Billy y a Weary es poco convencional: hombres recién alistados que usan el equipo de combate de otros soldados muertos y un perro llamado “Princesa” que toman prestado de una granja. Dos de los soldados no llegan a los veinte años, otros dos son tan viejos que están desdentados y no se pueden mantener en pie.

A la distancia se escuchan disparos: es el fusilamiento de los dos exploradores que antes viajaban con Billy y Weary. Los soldados alemanes más jóvenes desarman a Weary y se burlan de su equipamiento. Le quitan sus botas y le dan a cambio unos suecos que usaba uno de ellos. Quedan muchos kilómetros por delante y ni Weary ni Billy tienen ahora calzado adecuado.

Llegan a una casa de piedra luego de mucho vagar; allí se encuentran con muchos otros soldados americanos apresados. Billy apoya la cabeza sobre el hombro de un capitán que resulta ser un capellán judío. Viaja, nuevamente, en el tiempo.

Está en 1967, en su consultorio oftalmológico atendiendo a una paciente a la que receta anteojos para leer. Luego se queda solo en su consultorio y mira, por la ventana, su Cadillac estacionado. Billy es rico, propietario de una mansión, una tienda, tres puestos de un nuevo tipo de helado y una parte del nuevo hotel Holiday Inn.

De repente suena una sirena que lo sobresalta. Siente que está en la Tercera Guerra Mundial, pero es tan solo la sirena de bomberos. Cierra los ojos y, cuando vuelve a abrirlos, está nuevamente en la Segunda Guerra, con la cabeza apoyada en el hombro del capellán. Uno de los hombres intenta despertarlo para decirle que es hora de partir.

Los americanos marchan por la acera mientras, en sentido contrario, los alemanes van hacia el frente de batalla. Un fotógrafo alemán le toma fotografías a los pies de Weary y Billy; busca mostrar lo poco equipados que están los norteamericanos. También los hace actuar como si estuvieran siendo apresados en ese mismo momento. Billy sonríe, se siente allí y a la vez se siente en 1967, manejando su Cadillac.

Billy conduce su automóvil por las calles de Ilium, hacia una reunión del Club de los Leones. Un comandante de la Marina es el orador invitado de la noche. El comandante habla sobre la necesidad de bombardear Vietnam del norte. Billy se mantiene indiferente; no protesta contra los bombardeos ni tampoco se estremece al recordar sus propios padecimientos en la Segunda Guerra. Solo come su almuerzo. Luego va a su casa a dormir la siesta y, como de costumbre, llora.

Nuevamente en Luxemburgo, entre los prisioneros americanos, Billy camina con las manos en la cabeza. Weary tiene los ojos llenos de lágrimas por el dolor que le causan los girones de piel de sus pies arruinados por la caminata sin sus botas. Un soldado alemán con los dientes como teclas de piano escupe a Weary en la espalda.

Una vez en la estación de ferrocarril, los alemanes clasifican a los soldados segun su categoría militar. Un coronel llamado Wild Bob busca a “sus muchachos” (p.66), pero no hay nadie de su tropa. El narrador nos dice haber estado allí presente mientras esto sucedía, junto con su camarada O’Hare.

Billy Pilgrim es separado de Weary; ambos van a vagones diferentes. El tren es muy precario: solo pueden recibir comida y hacer sus necesidades a través de los respiraderos. Mientras unos duermen, otros deben mantenerse en pie, pues no hay lugar para que todos estén acostados al mismo tiempo. Un hombre grita que alguien murió en uno de los vagones: es el coronel Wild Bob.

Es Navidad y Billy está encogido como un bebé en el vagón; es su turno de estar acostado. Así, viaja en el tiempo nuevamente hasta 1967, la noche en que fue raptado por un platillo volador de Tralfamadore.

Capítulo 4

Billy Pilgrim tiene cuarenta y cuatro años y su hija acaba de casarse. No puede dormir. Sabe que esa noche será secuestrado por un platillo volador tralfamadoriano. Mientras tanto, mata el tiempo. Mira una película de guerra, primero de principio a fin, pero luego en reversa: entonces los aviones despegan de espaldas, vuelan hacia atrás, aspiran balas y trozos de metralla. Abren sobre una ciudad en llamas sus porticones y, como si se tratara de magia o magnetismo, reducen el fuego concentrándolo en cilindros de acero que aspiran “hasta hacerlos entrar en sus entrañas” (p.72).

Suena el teléfono. Billy Pilgrim atiende y es un hombre al otro lado de la línea con “aliento a gas de mostaza y rosas” (P.71). Corta la comunicación: el hombre al otro lado se equivocó de número.

Billy sale de su casa al encuentro del platillo volador y, en el momento en que es abducido, se transporta en el tiempo a 1944. Está nuevamente en el vagón del tren siendo hostigado por los demás soldados: nadie quiere que Billy duerma junto a ellos, porque en sueños grita y patalea. En otro coche, Weary muere por una gangrena en sus pies. Antes de morir le cuenta a todos sus compañeros de vagón que el causante de su muerte es Billy Pilgrim. Pide ser vengado.

El tren finalmente llega a un campamento y todos bajan de sus vagones. El campo está lleno de prisioneros en estado deplorable. A todos se les dan abrigos: a Billy es al único al que le toca usar una chaqueta que era de un civil, con “manchas pegajosas, como de mermelada de fresa” (P.78).

Se nos presenta brevemente a Edgar Derby, un hombre mayor para estar en el campo de batalla como soldado, tanto que su hijo está también sirviendo en la Guerra del Pacífico. También se nos presenta a Paul Lazzaro, un ladrón de coches de Illinois. Es el soldado menos saludable del grupo. Paul Lazzaro estaba en el vagón de Weary y juró vengarlo; prometió allí encontrar y matar a Billy Pilgrim.

Los soldados son llevados para ser higienizados, al igual que le sucedió a Billy en Tralfamadore. Mientras los duchan, Billy vuelve a su primera infancia, al momento en que su madre lo bañaba. Luego viaja en el tiempo a un partido de golf y, al sacar una bola del hoyo, se adormece. Despierta sentado en una silla, conversando con un tralfamadoriano. Los tralfamadorianos parecen no creer en el libre albedrío, y tienen una concepción del tiempo completamente diferente a la terrestre.


Análisis

Ya vimos cómo la representación de la guerra es un punto fuerte de conflicto en la novela. En el Capítulo 1 Mary increpa a Kurt cuando este le habla de escribir un libro sobre la guerra: “Pretenderás hacer creer que erais verdaderos hombres, no unos niños, y un día seréis representados en el cine por Frank Sinatra, John Wayne o cualquier otro de los encantadores y guerreros galanes de la pantalla. Y la guerra parecerá algo tan maravilloso que tendremos muchas más. Y la harán unos niños como los que están jugando arriba” (pp.20-21). En este capítulo, inclusive Billy recuerda el episodio en el que actuó su propia detención como “la comedia de la captura” que representó para el fotógrafo (p.63). Es decir, inclusive en el campo de batalla la estetización es importante.

Matadero cinco no solo evidencia estos gestos de alabanza a la guerra en el relato social y la cultura popular norteamericanos, sino que opone a estas representaciones una propia: la única batalla que se relata en todo el texto es la batalla aérea que Billy ve en un video en su casa en el Capítulo 4: “vio la última película, primero al revés, de fin a principio, y luego otra vez en sentido normal. Era una película sobre la actuación de los bombarderos americanos durante la Segunda Guerra Mundial y sobre los valientes hombres que los tripulaban” (p.71). El hecho de ver la película en reversa hace que los aviones vayan hacia atrás, que las armas absorban sus municiones, que el fuego se extinga recomponiendo lo antes destruido. Es decir, en la película tal y como la ve Billy, se deshace la guerra en lugar de hacerse:

La formación volaba de espaldas hacia una ciudad alemana que era presa de las llamas. Cuando llegaron, los bombarderos abrieron sus portillones y merced a un milagroso magnetismo redujeron el fuego, concentrándolo en unos cilindros de acero que aspiraron hasta hacerlos entrar en sus entrañas. Los containers fueron almacenados con todo cuidado en hileras. Pero allí abajo, los alemanes también tenían sus propios inventos milagrosos, consistentes en largos tubos de acero que utilizaron para succionar más balas y trozos de metralla de los aviones y de sus tripulantes. Pero todavía quedaban algunos heridos americanos, y algunos de los aviones estaban en mal estado. A pesar de ello, al sobrevolar Francia aparecieron nuevos aviones alemanes que solucionaron el conflicto. Y todo el mundo estuvo de nuevo sano y salvo (p.72).

Este deshacer la guerra es un gesto estético que contrarresta las representaciones que Mary O’Hare considera aberrantes.

También podemos pensar que esta inversión expone que el orden cronológico tal vez sí es significativo, contrariamente a lo que dicen los tralfamadorianos y lo que defiende Billy. La película en reversa resucita la idea de relaciones de causa y efecto; es un desafío a la negación tralfamadoriana de que el tiempo es lineal. El hecho de que Billy vea la película al revés contradice la idea de que los momentos están aglomerados de cierta manera sin importar el orden en que los percibas. Esta noción da peso a la decisión de Vonnegut de manipular la concepción del tiempo en Matadero cinco, de modo tal que sea una historia en la que el significado cambie según el orden de los eventos. Una historia del sinsentido de la guerra tenía que tener una estructura (en este caso temporal) que acompañara esa carencia de sentido.

Lo significativo o no de las relaciones causales y el devenir lineal de los acontecimientos son dos ideas que no terminan de resolverse en todo el texto. A pesar de todas estas consideraciones o cuestionamientos, Billy luego mira la película bélica en sentido normal. Esto enfatiza el hecho de que la guerra sucedió (sucede aún y sucederá, según los tralfamadorianos) y nada puede hacerse al respecto. No debemos olvidar que en la pared de su oficina Billy tiene una oración enmarcada que reza:

CONCÉDEME, SEÑOR

SERENIDAD PARA ACEPTAR

LAS COSAS QUE NO PUEDO CAMBIAR,

VALOR PARA CAMBIAR

LAS QUE SÍ PUEDO

Y SABIDURÍA PARA

DISTINGUIR LAS UNA

DE LAS OTRAS.

(p.60)

“Entre las cosas que Billy no podía cambiar se encontraban el pasado, el presente y el futuro” (p.61), leemos más adelante. Para los tralfamadorianos y para Billy no hay nada que pueda hacerse contra la guerra, mucho menos desde que Billy comprende que el tiempo no existe tal cual lo conocemos, que no es lineal, que no tiene sentido intentar modificar lo que está ahora mismo sucediendo, es decir, todo.

Por un lado, la representación de la guerra en reversa del video genera una sensación de alivio, de reconstrucción. A su vez, es tan solo una ilusión: la guerra está sucediendo a la vez que suceden tantas otras cosas en simultáneo. “—¿Sabes lo que les digo a las personas que están escribiendo libros anti-guerra? (...). Les digo, ¿por qué no escriben ustedes un libro anti-glaciar en lugar de eso? (...) Lo que quería decir es que siempre habría guerras y que serían tan difíciles de eliminar como lo son los glaciares” (p.11), le dice a Kurt en el Capítulo 1 Harrison Starr, productor de cine. La inevitabilidad de la guerra se asocia con esta representación del tiempo tralfamadoriana. Cualquier intento de cambiar la vida es inútil, las oraciones y la invocación de supuestos seres superiores no pueden alterar el inmutable pasado, presente o futuro de Billy.

El concepto tralfamadoriano del tiempo enfatiza el papel del destino en la existencia y rechaza por completo el libre albedrío. Cuando Billy es secuestrado, comprende que todas las personas, las cosas, los eventos, están atrapados en una colección de momentos de la vida, como insectos atrapados en ámbar. Billy está atrapado en su destino; cualquier resistencia a esta idea es inútil. "¿Por qué yo?", se pregunta Billy, y de este modo revela los límites de la conciencia humana. Los tralfamadorianos nunca pensarían en hacer una pregunta de este tipo. Ellos saben que la estructura del tiempo escapa a cualquier tipo de control. Lo importante, entonces, es cómo uno interpreta los eventos en la vida. Esto es lo que definitivamente se modifica en Billy al volver de la guerra. A su vez, esta negación del principio de libre albedrío libera a Billy de culpas de la guerra. La idea de libre albedrío va ligada por supuesto a la responsabilidad moral. La culpa que Billy, como tantos otros soldados que volvieron de la guerra, puede sentir se alivia al concebir el destino como inmutable.

Billy muestra signos de la tensión que proviene de la desesperanza de la guerra y del trauma de lo vivido. No tiene la capacidad de controlar sus viajes en el tiempo y, frecuentemente, se siente abrumado por episodios silenciosos de llanto espontáneo e inexplicable. Además, sufre graves trastornos del sueño: por un lado, se queda dormido en medio del examen de un paciente, pero a la vez, en su cama, necesita la ayuda de una manta vibradora para conciliar el sueño.

El trauma de la guerra causa frecuentemente trastornos mentales en los soldados: fatiga de combate, estrés postraumático, neurosis de guerra, síndrome del superviviente (este último hace referencia a la culpa antes mencionada, tanto por hechos cometidos para sobrevivir como, sobre todo, por el mero hecho de haber sobrevivido mientras que otros, como Roland Weary, no lo han logrado). Estos trastornos aquejaron a los soldados que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Es verdad que los problemas mentales que manifiesta, de hecho, Billy dan un trasfondo de falta de fiabilidad a su perspectiva. Es decir, no estamos seguros de que lo que Billy cuenta haya sido efectivamente así. Así, aunque accedemos a lo que llamamos "pacto ficcional", es decir, le cedemos al texto la necesidad de decidir si lo que se narra es verdadero o no, los lectores tenemos justificadas sospechas con respecto a lo que Billy cuenta, por ejemplo, de Tralfamadore. Como veremos más adelante, el narrador comparte estas sospechas.

Por último, en el Capítulo 3 el narrador confirma lo que Mary O’Hare le dijo en el primer encuentro: “La mayoría de los soldados que ocupaban el vagón donde iba Billy eran jóvenes, acababan de salir de la infancia” (p.67). Billy Pilgrim, Roland Weary, inclusive algunos soldados alemanes, son retratados como lo que efectivamente son: jovencitos que no han terminado de salir de la infancia, que nunca han visto a una mujer desnuda, que cargan con una foto erótica en su uniforme y que tienen frío, hambre y miedo.