Matadero cinco

Matadero cinco Citas y Análisis

“(...) si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan”.

Narrador, Capítulo 1, p.24

El narrador deja asentado a lo largo del texto, por un lado, que está en contra de la estetización de la guerra. Aquí, además, deja en claro que nada inteligente o elocuente puede decirse al respecto. La guerra no es más que muerte y destrucción. No hay deseo, no hay nada. “Solamente los pájaros cantan” se relaciona con el “Pío-pío-pi” (p. 27) que cierra el primer y el último capítulo. Este sonido de las aves muestra el sinsentido de la guerra, de todo lo que se narra en Matadero cinco.

“La gente no debe mirar hacia atrás. Ciertamente, yo no volveré a hacerlo. Ahora que he terminado mi libro de guerra, prometo que el próximo que escriba será divertido”.

Narrador, Capítulo 1, p.27

Efectivamente, Vonnegut ha escrito una buena cantidad de libros cargados de humor y elocuencia. Aunque el tema que aborda es serio (la Segunda Guerra, los bombardeos de Dresde), Matadero cinco no carece de comicidad. A su vez, a pesar de que advierte que la gente no debe mirar hacia atrás, el texto es una gran denuncia en clave ficcional al espíritu negacionista de la sociedad norteamericana tanto de la posguerra luego del 45, como también de la guerra de Vietnam, en curso mientras se publica la novela. El texto no solo mira hacia atrás sino que, además, lo hace para echar luz sobre aspectos de la guerra, como el bombardeo a Dresde, que permanecen ocultos: lo que avergüenza, lo que es indigno, lo que es absurdo y sin sentido.

Además, esta cita es importante ya que llama “libro de guerra” a Matadero cinco, a pesar de que es, también, una ficción histórica y un relato de ciencia ficción. Sirve para resaltar el hecho de que es, ante todo, una novela antibélica.

“Había un fotógrafo, corresponsal de guerra alemán, que con una Leica tomó fotografías de los pies de Billy y de Roland Weary. La fotografía fue publicada dos días después como aplastante evidencia de lo miserablemente equipados que iban los soldados americanos, a pesar de la fama de ricos que tenían”.

Narrador, Capítulo 3, p.58

Este es uno de los tantos pasajes en donde se da cuenta de que, en la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos realizaban registros audiovisuales. El calzado de Billy es un asunto persistente a lo largo de todo el texto, como también el de Weary. Para el momento de la foto, Billy no tiene el calzado adecuado para atravesar largas caminatas en el frío alemán, pero tampoco lo tiene Weary: los alemanes le han quitado sus botas y en su lugar le dieron unos suecos. Más adelante, Billy conseguirá unas botas ridículas pero abrigadas, mientras que Weary morirá de gangrena.

“(…) el fotógrafo quería captar algo más vivo, por ejemplo una captura real, y los guardias hicieron una representación para complacerle. Escondieron a Billy entre unos arbustos y cuando este apareció, siguiendo sus órdenes, con su expresión de buena voluntad, le amenazaron con sus ametralladoras como si lo acabaran de capturar en aquel mismo momento”.

Narrador, Capítulo 3, p.58

Como bien dijimos en la cita anterior, los ejércitos realizaban un registro de la guerra. En este caso, sin embargo, van un paso más allá. No solo registran un evento sino que registran una representación teatral del evento, en este caso la captura de Billy.

La representación estetizada de la guerra es un tema en Matadero cinco. Ya en el primer capítulo Kurt le promete a Mary que no escribirá un libro de guerra que Frank Sinatra o John Wayne puedan representar en el cine, sino que va a dar cuenta de que quienes fueron a la guerra en verdad eran apenas niños. Es una postura firme en contra de la estetización de la violencia.

”Contestó. Al otro lado del hilo había un borracho. Billy casi olía su aliento de mostaza y rosas. Resultó que se había equivocado de número”.

Narrador, Capítulo 4, p.71

Kurt Vonnegut, en el primer capítulo, saca al perro a pasear y menciona el hecho de que ambos se gustan mutuamente: al perro “no le importa el olor a gas de mostaza y rosas” (p.14). Antes de eso, había dicho: “a veces, a altas horas de la noche, me da esa manía de mezclar el alcohol con el teléfono. Me emborracho y luego, gracias a mi aliento, que parece hecho de mostaza y rosas, alejo de mi lado a mi mujer” (p.12). Por "mostaza" refiere al gas mostaza utilizado en la guerra.

En esta cita, Billy Pilgrim atiende un llamado. Al otro lado del teléfono hay un borracho con aliento a mostaza y rosas. Es decir, al otro lado del teléfono está Kurt Vonnegut. Estos guiños atraviesan todo el texto, además de que la presencia de Kurt Vonnegut-narrador enmarca la historia de Billy tomando presencia en el primer y último capítulo.

“La formación volaba de espaldas hacia una ciudad alemana que era presa de las llamas. Cuando llegaron, los bombarderos abrieron sus portillones y merced a un milagroso magnetismo redujeron el fuego, concentrándolo en unos cilindros de acero que aspiraron hasta hacerlos entrar en sus entrañas. Los containers fueron almacenados con todo cuidado en hileras. Pero allí abajo, los alemanes también tenían sus propios inventos milagrosos, consistentes en largos tubos de acero que utilizaron para succionar más balas y trozos de metralla de los aviones y de sus tripulantes. Pero todavía quedaban algunos heridos americanos, y algunos de los aviones estaban en mal estado. A pesar de ello, al sobrevolar Francia aparecieron nuevos aviones alemanes que solucionaron el conflicto. Y todo el mundo estuvo de nuevo sano y salvo”.

Narrador, Capítulo 4, p.72

Esta cita es interesante porque, a pesar de que a lo largo de todo el texto Billy Pilgrim estará de acuerdo con la concepción del tiempo tralfamadoriana, el hecho de ver la película en reversa resucita el concepto de causa y consecuencia, basado en la linealidad del tiempo que los tralfamadorianos niegan.

Ver la película al revés y que esta se convierta en una película antibélica (las balas son absorbidas por las armas; los fuegos, extinguidos por los aviones que vuelan marcha atrás) contradice la idea de que los momentos están yuxtapuestos de modo tal que no importe cómo son percibidos. La decisión de Vonnegut de manipular la cronología en Matadero cinco parece en principio un modo de organización tralfamadoriano de la novela, pero en lugar de eso tan solo organiza los momentos de guerra y posguerra narrados de modo tal de darles un sentido diferente al que el sentido común les asignó.

"—Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío —dijo Billy Pilgrim.
—Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres —explicó el tralfamadoriano—, no tendría ni idea de lo que significa «libre albedrío». He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de «libre albedrío»”.

Billy y un habitante de Tralfamadore, Capítulo 4, p.82

De la concepción tralfamadoriana del tiempo y el espacio Billy Pilgrim deduce que estos seres no conocen la noción de “libre albedrío”. Según ellos, es una construcción puramente terrícola. Para Billy será un alivio adoptar esta concepción del mundo, ya que lo libera de culpas y responsabilidades tanto con respecto a la guerra como a su vida en general. Todo es inevitable, todo sucede simultáneamente y no hay relaciones de causa y efecto entre diferentes secuencias.

“Nosotros, los trafalmadorianos, los leemos [a los mensajes] todos a la vez y no uno después del otro. Por lo tanto, no puede haber ninguna relación concreta entre todos los mensajes, excepto la que el autor les otorga al seleccionarlos cuidadosamente. Así pues, cuando se ven todos a la vez dan una imagen de vida maravillosa, sorprendente e intensa. No hay principio, no hay mitad, no hay terminación, no hay “suspense”, no hay moral, no hay causas, no hay efectos. Lo que a nosotros nos gusta de nuestros libros es la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos todos a la vez”.

Un habitante de Tralfamadore, Capítulo 5, p.84

La novela tralfamadoriana es, en parte, la novela que tenemos en nuestras manos. Es decir, hay algo de la descripción del tiempo y de cómo funciona una novela en el planeta Tralfamadore que se emparenta con lo que leemos en Matadero cinco. No hay una relación concreta entre todas las escenas narradas azarosamente. No hay una concatenación lógica de hechos, relaciones temporales o de causa y efecto. Pero al leer la novela completa o, como dice la cita, “cuando se ven todos a la vez”, dan un panorama completo de Billy y, de este modo, de la experiencia de la guerra y la posguerra.

"Un americano que estaba cerca de Billy se lamentaba de que lo había defecado todo menos el cerebro. Momentos después decía:
-¡Ahí va! ¡Ahí va! -refiriéndose al cerebro.

Éste era yo. Este era yo en persona. El autor de este libro".

Narrador, Capítulo 5, p.114

El humor en Matadero cinco no solo cumple funciones en relación al entretenimiento: es un modo de contrarrestar, junto con el uso de la ciencia ficción, el absurdo y recursos de la novela posestructuralista (ver Resumen y Análisis Capítulos 1-2), las representaciones épicas de la guerra que se promovían en la literatura y el cine en aquellos años. El absurdo en la novela, el grotesco, el hecho de mostrar al autor, Vonnegut, defecando hasta su cerebro en una letrina, dialoga constantemente con la idea central de Matadero cinco: la guerra es ella misma absurda.

“Werner Gluck, que nunca hasta entonces había visto ninguna mujer desnuda, cerró la puerta. Billy estaba en las mismas condiciones que el alemán, era evidente. Pero para Derby aquello no era nada nuevo”.

Narrador, Capítulo 7, p.142

Poco antes, el narrador llama a Billy “el soldadito infantil”. El hecho de que tanto Gluck como Billy no hayan visto jamás a una mujer desnuda refuerza la idea del primer capítulo puesta en boca de Mary O’Hare, de que los soldados que fueron a la guerra eran tan solo unos niños. Inclusive, unos párrafos después, la cocinera en el matadero le pregunta a Gluck si no es demasiado joven para estar en la guerra, a lo que él responde que sí. La cocinera le dice que “los verdaderos soldados han muerto” (p.142): se refiere a esa representación de los soldados que Mary O’Hare denuncia en el capítulo 1, soldados llenos de “dignidad” en la pantalla grande representados por Frank Sinatra o John Wayne. Matadero cinco refuerza la idea de que los soldados, en realidad, no son los que vemos en el cine, sino los Billy Pilgrim y los Gluck.