María

María Citas y Análisis

DEDICATORIA A LOS HERMANOS DE EFRAÍN

He aquí, caros amigos míos, la historia de la adolescencia de aquel a quien tanto amasteis y que ya no existe. Mucho tiempo os he hecho esperar estas páginas. Después de escritas me han parecido pálidas e indignas de ser ofrecidas como un testimonio de mi gratitud y de mi afecto.

Vosotros no ignoráis las palabras que pronunció aquella noche terrible, al poner en mis manos el libro de sus recuerdos: "Lo que ahí le falta tú lo sabes; podrás leer hasta lo que mis lágrimas han borrado." ¡Dulce y triste misión! Leedlas, pues, y si suspendéis la lectura para llorar, ese llanto me probará que la he cumplido fielmente.

Autor, Dedicatoria, p. 1.

Esta dedicatoria, ubicada justo antes del primer capítulo, abre la novela y brinda algunas claves para la lectura. En primer lugar, anticipa la línea argumental de la narración: se trata de una historia de amor con un final trágico. En segundo lugar, señala que es un relato triste y que su lectura puede generar llanto. De ese modo, se enfatiza la importancia de las pasiones y las emociones para este texto. Todo ello permite identificar a María como novela sentimental.

Por otra parte, en este breve fragmento se confunden la voz de Jorge Isaacs, autor de la novela, y la de Efraín, su protagonista y narrador. La crítica literaria Doris Sommer dice que se trata de una novela "semiautobiográfica". Es decir que algunos elementos corresponden a la vida del autor. Por ejemplo, el nombre de la estancia donde transcurre la mayor parte de la novela es "El Paraíso", y así se llama también la hacienda donde creció Isaacs. Sin embargo, muchos otros elementos y líneas narrativas son puramente ficcionales.

María me ocultaba sus ojos tenazmente; pero pude admirar en ellos la brillantez y hermosura de los de las mujeres de su raza, en dos o tres veces que, a su pesar, se encontraron de lleno con los míos; sus labios rojos, húmedos y graciosamente imperativos, me mostraron sólo un instante el arco simétrico de su linda dentadura. Llevaba, como mis hermanas, la abundante cabellera castaño oscura arreglada en dos trenzas, sobre el nacimiento de una de las cuales se veía un clavel encarnado. Vestía un traje de muselina ligera, casi azul, del cual sólo se descubría parte del corpiño y la falda, pues un pañolón de algodón fino color de púrpura le ocultaba el seno hasta la base de su garganta, de blancura mate. Al volver las trenzas a la espalda, de donde rodaban al inclinarse ella a servir, admiré el envés de sus brazos deliciosamente torneados, y sus manos cuidadas como las de una reina.

Narrador, Capítulo III, p. 6.

Este es el primero de varios pasajes en los que Efraín describe a María. Se vale de muchas características típicas de la belleza noble, aristocrática y elegante para las mujeres de la época. Ella tiene una mirada profunda, brillante y al mismo tiempo inocente. Sus labios y mejillas tienen un rubor sutilmente sensual; su piel es tersa, sus hombros son como de porcelana. Además, tiene pies pequeños y delicados y se mueve con gracia y soltura. Por otra parte, usa vestimentas siempre elegantes, finas y muy femeninas. Es fundamental destacar la descripción de los cabellos de María, que tienen una importancia especial en la novela. Sus trenzas y sus bucles representan su belleza y su vitalidad y Efraín les presta mucha atención. De hecho, antes de morir ella le pide a Emma que corte sus trenzas para regalárselas a Efraín, y él las guarda como un tesoro, como el único resto vivo de su enamorada.

¡María amenazada de muerte; prometida así por recompensa a mi amor, mediante una ausencia terrible; prometida con la condición de amarla menos! ¡Yo obligado a moderar tan poderoso amor, amor adueñado para siempre de todo mi ser, so pena de verla desaparecer de la tierra como una de las beldades fugitivas de mis ensueños, y teniendo que aparecer en adelante ingrato e insensible tal vez a sus ojos, sólo por una conducta que la necesitdad y la razón me obligan a adoptar! Ya no podría yo volver a oírle aquellas confidencias hechas con voz conmovida; mis labios no podrían tocar ni siquiera el extremo de una de sus trenzas. Mía o de la muerte. Entre la muerte y yo, un paso más para acercarme a ella sería perderla; y dejarla llorar en abandono era un suplicio superior a mis fuerzas.

Narrador, Capítulo XVI, p. 37.

Esta cita condensa muchas cuestiones importantes de la novela. En primer lugar, es un indicio de que María va a morir. El narrador ya nos anticipa que esta historia de amor tendrá un final trágico. En sintonía, la muerte aparece personificada. La motivación que tenemos para seguir leyendo es conocer cómo pelean los protagonistas contra la muerte y qué pasará con el hombre que narra. En segundo lugar, estas palabras muestran la intensidad del amor de Efraín, gracias al uso de hipérboles. La retórica del amor es exagerada en las palabras del protagonista. Se trata de una forma de expresión típica del romanticismo literario y de las novelas sentimentales. Finalmente, esta cita corresponde a un momento clave para la narración: el diagnóstico de la enfermedad de María. Como es un mal relacionado con las emociones, Efraín debe mantener distancia de su enamorada para que ella no sufra nuevos ataques. Este es uno de los motivos que generan el enorme tormento y padecimiento de ambos.

La naturaleza es la más amorosa de las madres cuando el dolor se ha adueñado de nuestra alma y si la felicidad nos acaricia, ella nos sonríe.

Narrador, Capítulo XXI, p. 67.

El paisaje natural acompaña las emociones de Efraín a lo largo de toda la narración. La luna, las tormentas, los árboles, las colinas, los pajaritos y cada elemento del paisaje se describe con detalle, en sintonía con los estados de ánimo del narrador. Cuando los hechos son tristes, el paisaje y el narrador están tristes. En ese sentido, los altibajos de las pasiones del protagonista confluyen con un paisaje cambiante: a veces es paradisíaco y otras veces, infernal.

La naturaleza tiene una importancia tal en la novela que muchos de sus elementos aparecen personificados. Por ejemplo, uno de los remeros que lleva a Efraín de regreso al Cauca cuando María está enferma se refiere al río como "mi niña" (p. 240). Es importante destacar que esa personificación muestra cercanía y afecto por los elementos de la naturaleza. El amor por María, por la sociedad del Cauca y por la tierra natal se entrecruzan en las memorias de Efraín.

Ese sentimiento patriótico se ve en las descripciones del paisaje natural y también del entorno social. La naturaleza del Valle del Cauca es abundante y hermosa. Los miembros de su familia, los peones y los esclavos son amables, responsables y respetuosos. Todo parece convivir en armonía, a pesar de las desgracias que narra la novela. En ese sentido, es clara la pertenencia de María al romanticismo literario. Las novelas románticas, sobre todo las escritas en América Latina en el siglo XIX, aprovechan el amor por el paisaje natural para exaltar el sentimiento nacional y los elementos populares.

En el salón o en el comedor había siempre a su lado un asiento esperándome, y un tablero de damas o los naipes nos servían de pretexto para hablar a solas, menos con palabras que con miradas y sonrisas.

Narrador, Capítulo XXIX, p. 103.

En esta cita, el narrador menciona espacios de la casa habilitados para estar en soledad con María. Más adelante, también dan paseos por los huertos y jardines. En todas esas instancias, comparten una complicidad casi telepática; se aman tanto que pueden comunicarse sin palabras. De hecho, en el capítulo 46 conversan y ellos mismos se sorprenden por la fluidez de esta comunicación sin palabras. Se confiesan que pueden anticipar con sus mentes lo que el otro va a hacer y eso les resulta muy extraño. La explicación de esa conexión espiritual tiene que ver con la pureza y la profundidad del amor que los une.

¿Ves este rosal recién sembrado? Si me olvidas no florecerá; pero si sigues siendo como eres dará las más lindas rosas, y se las tengo prometidas a la Virgen, con tal de que me haga conocer por él si eres bueno siempre.

María, Capítulo XLV, p. 177.

Con estas palabras, María muestra la importancia de las flores como símbolo del amor entre los protagonistas. Ella planta un rosal y una mata de azucenas justo antes del viaje de Efraín. El objetivo es que, al florecer, ambas mantengan vivo el amor a la distancia. La muchacha ha prometido ofrendar esas flores a la Virgen. Cuando el joven ya está en Europa, recibe dentro de las cartas de su enamorada una flor de azucena. María usa esa flor para decirle cosas que no se atreve a escribir; son mensajes de amor en un código que solo ellos entienden.

Algo oscuro como la cabellera de María, y veloz como el pensamiento, cruzó por delante de nuestros ojos. María dio un grito ahogado, y cubriéndose el rostro con las manos exclamó horrorizada:

- ¡El ave negra!

Narrador, Capítulo XLVII, p. 185.

Esta cita corresponde a la primera y única vez que Efraín y María ven juntos al ave negra que trae malos augurios. Este pájaro ya se ha presentado ante él después del primer ataque de la enfermedad de la chica, y ante ella cuando Efraín está de viaje y recibe malas noticias para los negocios. En el pasaje citado, se encuentran ultimando los preparativos para el viaje de Efraín a Europa. Faltan solo algunas semanas para su partida y esto los apena mucho. Entonces se intercambian unas sortijas a modo de promesa de amor. Luego de ver al ave, María se asusta mucho y Efraín siente escalofríos. De inmediato aparece la madre, que también se asusta por ese mal presagio, pero intenta disimular y recomponerse.

Es interesante destacar la comparación inicial del pasaje: la oscuridad del ave es como los cabellos de María. El mal presagio se relaciona directamente con la vitalidad y la belleza de la joven. Efraín siente, asimismo, una atracción especial por las trenzas y bucles de su enamorada.

"Si las que derramo aún, al recordar los días que precedieron a mi viaje, pudieran servir para mojar mi pluma al historiarlos; si fuera posible a mi mente, tan solo una vez, por un instante siquiera, sorprender a mi corazón todo lo doloroso de su secreto para revelarlo, las líneas que voy a trazar serían bellas para los que mucho han llorado, pero acaso funestas para mí".

Narrador, Capítulo LIII, p. 217.

En esa cita se evidencia el carácter emocional de la escritura. El propio narrador declara que escribe estas palabras conmovido por la tristeza. Tal como en la dedicatoria, la novela nos recuerda su clave melancólica y angustiosa. A su vez, resalta nuevamente que los lectores podemos llorar al leerla. Por otra parte, el pasaje ordena temporalmente el relato, al recordarnos que el narrador rememora su juventud desde la adultez. Esta digresión del narrador se encuentra en medio del relato de su última noche en la casa, antes de partir hacia Europa. Piensa en María y repite que los momentos de felicidad son pocos y breves en la vida. El final trágico es inevitable para su historia de amor. Esa noche no puede dormir y a la mañana siguiente se despide de la familia. Es la última vez que ve a María con vida.

Braulio, José y cuatro peones más condujeron al pueblo el cadáver, cruzando esas llanuras y descansando bajo aquellos bosques por donde en una mañana feliz pasó María a mi lado, amante y amada, el día del matrimonio de Tránsito. Mi padre y el cura seguían paso ante paso al humilde convoy... ¡Ay de mí, humilde y silencioso como el de Nay!

Narrador, Capítulo LXII, p. 252.

La cita narra una parte del funeral de María. Es importante recordar que Efraín no lo vive en primera persona, sino que Emma le cuenta lo que ha pasado. El pasaje citado ejemplifica los paralelismos y reflejos del amor de Efraín y María en otras parejas: Tránsito y Braulio, por un lado, Nay y Sinar, por el otro. En el primer caso, como se ha mencionado, Tránsito y Braulio son también primos entre sí; pero ellos logran vivir un amor pleno y feliz. En el segundo caso, la comparación es más exacta, ya que Nay también vive una historia de amor con final trágico. La muerte de Nay/Feliciana, de hecho, anticipa la de María. En ese sentido, destaca el contraste entre el paseo feliz que hicieron en otros tiempos por el mismo paisaje y este recorrido fúnebre. El trayecto de María muerta se parece al de Nay (también muerta), no al de Tránsito (recién casada).

Había ya montado, y Braulio estrechaba en sus manos una de las mías, cuando el revuelo de un ave que al pasar sobre nuestras cabezas dio un graznido siniestro y conocido para mí, interrumpió nuestra despedida; la vi volar hacia la cruz de hierro, y posada en uno de sus brazos, aleteó repitiendo su espantoso canto.

Estremecido, partí a galope por en medio de la pampa solitaria, cuyo basto horizonte ennegrecía la noche.

Narrador, Capítulo LXV, p. 259.

Esta cita corresponde a las palabras finales de la novela. Efraín está visitando la tumba de su amada para despedirse de ella. En estas palabras reconocemos una vez más al ave negra que marcó malos augurios para el amor de los protagonistas. Al final, el muchacho parte adentrándose en la oscuridad de la noche. Con ello, el desenlace indica que, tras la muerte de María, la vida del narrador-protagonista queda desgraciada para siempre. Es interesante destacar la intertextualidad de este pasaje con uno equivalente de la novela Atala, de Chateaubriand, que Efraín y María han leído juntos. El protagonista de Atala también visita el sepulcro de su amada para despedirla, por lo que esta intertextualidad también funciona como indicio del final trágico de María.