Las bacantes

Las bacantes Resumen y Análisis Primera parte (vv. 1-369)

Resumen

La acción pasa frente al palacio real de Tebas. Entra Dioniso encarnado en un joven que lleva un tirso (tallo coronado por hojas de hiedra) y viste piel de gamuza. Se presenta: es un dios, hijo de Zeus y se encuentra de regreso a Tebas, su ciudad natal, disfrazado de mortal. Cuenta que Sémele, su madre, era una mujer mortal, hija de Cadmo, entonces rey de Tebas. Sémele murió mientras daba a luz a Dioniso, víctima de un rayo lanzado por Hera, la esposa de Zeus. Dioniso habría sobrevivido porque su padre, Zeus, lo salvó a tiempo y lo llevó a Asia, donde el pequeño dios se crió y es adorado. Dioniso volvió a Tebas para instaurar allí también su culto y vengarse de las hermanas de Sémele, que negaron que él fuera hijo de Zeus. Ahora, esas mujeres son sus devotas, junto con todas las tebanas: están poseídas por el éxtasis dionisíaco, abandonaron la ciudad para vivir en la naturaleza, en el monte Citerón, realizando ritos dionisíacos.

En Tebas, el viejo Cadmo abdicó y su joven nieto Penteo tomó el trono. Este niega la validez del culto dionisíaco.

Dioniso ha traído consigo a las bacantes, mujeres de Oriente que le rinden culto. Estas componen el coro y dedican alabanzas a Dioniso, dios de las danzas y el éxtasis.

Entran Tiresias, el inmortal sabio ciego de Tebas, y Cadmo. Ambos están vestidos con piel de cervatillo y llevan tirsos, prendas propias del culto a Dioniso. Cadmo y Tiresias son los únicos hombres de Tebas que subirán al monte Citerón y participarán en los rituales para mostrar respeto al dios.

Entra Penteo. Critica el fervor religioso que se ha apoderado de las mujeres de Tebas. Afirma con desprecio que las mujeres participan en orgías en las montañas, entregándose a cualquier hombre que pasa. Luego envía a sus tropas a capturar a todos, acabar con el culto, y capturar al extranjero recién provenido de Oriente que arma revuelo en Tebas.

Penteo se fastidia con Cadmo y Tiresias por adorar a Dioniso. Tiresias sostiene que el nuevo dios será grande en toda la Hélade (las tierras de los griegos), que sería una locura oponerse a él. Cadmo sostiene que Penteo debería ver con buenos ojos el tener un dios en la familia (Dioniso es su primo), y que desafiar a los dioses es peligroso.

Penteo no cambia sus planes. Tiresias teme que Dioniso castigue a Tebas por la blasfemia de Penteo. Los dos ancianos salen y Penteo entra en el palacio.

Análisis

La obra se abre con un prólogo en donde el protagonista se presenta a sí mismo. Dioniso, que ha tomado la figura de un mortal, revela a público su identidad divina. Al mismo tiempo, narra su origen y sus motivos de acción, que serán los conductores de la trama. Desde el inicio se comprende entonces que la obra de Eurípides gira en torno a Dioniso, un dios que vuelve a su lugar de origen, para instaurar allí su culto y también para vengarse de quienes negaron su carácter divino. El tema de la venganza aparece desde un principio encarnado en Dioniso, lo cual funciona como una suerte de advertencia: es un dios que puede actuar motivado por el rencor, un dios que castiga a quienes lo desafían, tal como se demostrará hacia el final de la pieza.

Eurípides coloca como protagonista de su obra a un dios particular, y las particularidades del personaje principal condicionarán o guiarán gran parte de la trama y temáticas de la pieza. Dioniso es joven, su elemento es la naturaleza salvaje, el éxtasis, el frenesí, el festejo, la embriaguez. Un elemento asociado a él es el vino, que ayuda a los hombres a perder las inhibiciones, y también es una sustancia de potencial peligro en tanto puede hacer perder el control de las personas y volcarlas, en ciertos casos, a la violencia. Al igual que este elemento, Dioniso es una figura ambivalente: tan beneficioso como potencialmente peligroso. El dios es símbolo y encarnación de la fuerza misma (destructiva y creativa) de la naturaleza. Su aspecto andrógino, por otra parte, refleja su naturaleza dual. Todos estos aspectos, vinculados a Dioniso, constituirán el eje dramático de Las bacantes.

Como lo es la naturaleza de este dios, los temas de la obra implican dualidad y fuerzas opuestas. En efecto, el Otro, como la encarnación de lo externo, es un tema central de Las bacantes. El dios, aunque nació en Tebas, en muchos sentidos no es griego. Es importante, para tratar esta cuestión, tener en cuenta el espacio en que sucede la acción de la obra: en la concepción de Eurípides, lo que se ve durante la obra es el palacio, de cuyos laterales surgen dos caminos. Uno conduce a la ciudad, símbolo de la civilización griega; el otro, hacia el desierto, territorio de las bacantes, y más allá, el Oriente. Estos dos caminos enfrentan la civilización helénica (griega antigua) al mundo desconocido, extranjero, asociado a Oriente, que en este contexto configura la idea de la otredad. La oposición se establece entre lo conocido y lo desconocido, entre lo propio y lo ajeno, lo griego y lo extranjero. En este juego de opuestos, Dioniso configura un símbolo de lo desconocido, lo ajeno, lo misterioso, lo Otro. Eurípides incorpora la idea de otredad tal y como esta aparecía en la época para los griegos, quienes concebían al mundo no griego como salvaje. El público original de Las bacantes tenía ciertas concepciones acerca de Oriente, sobre todo de Asia, hasta entonces para ellos inexplorada y desconocida. En la época, todo lo que no fuera la civilización griega era fuente de invenciones, terrores, fascinaciones. Y Dioniso proviene de este mundo inmenso y desconocido. Penteo encarna al hombre griego que opta por oponerse violentamente a la vastedad misteriosa que rodea a su civilización.

Esta noción de otredad se materializa también en esta obra en el coro, compuesto por un grupo de mujeres extranjeras, las bacantes, devotas de Dioniso (también llamado Baco). Estos elementos eran exóticos y extraños para el público griego de la época, y construyen entonces una atmósfera donde prima lo desconocido. Desde los primeros parlamentos se dialoga acerca de los ritos dionisíacos ejercidos por las bacantes, a las que ahora se unieron las tebanas. Estos implicaban una posesión divina, tenían lugar en entornos salvajes y naturales, incluían bebidas, bailes frenéticos, y caza de animales que luego eran comidos. Como parte de los rituales, un animal era influido, poseído, por la fuerza espiritual dionisíaca y luego asesinado. Las bacantes comían la carne de esta presa, transformada por el ritual en la carne de su dios (ya que había sido poseído por la divinidad), y así compartían la naturaleza divina de Baco. El elemento de la caza será, como veremos, importante en el devenir dramático de la pieza.

Luego de introducir el dionisismo, la obra inaugura una escena en donde quedan enfrentadas dos posiciones en torno a esta nueva religión. Cadmo y Tiresias se reconocen seguidores de Dioniso, mientras que Penteo queda singularizado como antagonista. Estas dos posiciones plantean a su vez dos concepciones muy distintas sobre el mundo, el deber, el humano y la divinidad. Cadmo y Tiresias encarnarían una postura ligada a la prudencia, al respeto que el hombre debe a los dioses. Estos dos personajes, ya ancianos, parecen sostener una sabiduría más ligada a la vejez y la experiencia: su templanza y humildad se contraponen al fervor que se apodera de personajes jóvenes como Penteo y Dioniso. Los parlamentos de Cadmo y Tiresias en esta instancia de la obra funcionan como advertencia y predicción: ambos alertan sobre el desastre que supondría oponerse a una divinidad, e intentan evitar que Penteo inicie esa batalla, pero la decisión del joven rey es irrefrenable.

El orden y el caos configuran una oposición temática importante de la obra. Penteo habla de la necesidad de restablecer el orden en Tebas y quiere desarraigar esta nueva religión porque amenaza las normas establecidas. Pero aunque el joven rey denuncia los ritos dionisíacos de irracionales, vemos muy rápidamente que él está lejos de ser racional. Tiresias denuncia las acciones de Penteo como “una locura” (v. 359) y, desde el principio, se observa que el joven es violento y que sus órdenes son productos de la ira. Cuando ordena capturar a las bacantes es difícil ver en esa decisión sabiduría. En su lugar, se observa más bien un arrebato soberbio propio de la inmadurez.

La sabiduría (en griego, sophia), en su variedad de formas, es otro tema fundamental de la obra. También lo es la amathia, el concepto opuesto a la sophia. La crítica ha señalado a Penteo como la encarnación de la idea de amathia en esta obra, en tanto se entiende a este concepto como el fracaso de un hombre para reconocer su propia naturaleza. Penteo rechaza todo lo relacionado con Dioniso sin observar que parte de eso que considera un otro, le es en realidad también propio. El joven rey acusa de irracional, violenta y salvaje a la nueva religión, sin ver que esos atributos le pertenecen también a él. Así, negando que lo dionisíaco es parte del mundo, de la verdad, y por ende también de su propia naturaleza, se condena a sí mismo. Un elemento interesante con relación a esto es el vínculo familiar que une a Penteo y a Dioniso: ellos son primos que comparten la sangre, por ende el vínculo entre ambos es mayor al que Penteo quiere reconocer. Cuando Penteo niega a Baco, se niega a sí mismo, y así desata su condena.