La marca en la pared

La marca en la pared Temas

El pensamiento

"La marca en la pared" es un relato que tematiza el pensamiento: el cuento aborda las asociaciones de ideas que realiza la narradora al ver una pequeña marca en la pared de la sala de estar. La narración progresa por medio de los pensamientos de la protagonista y no de acciones concretas. Con la técnica del fluir de la conciencia, la autora imita y expone las dinámicas arbitrarias del pensamiento, que salta azarosamente de un tema a otro, de lo banal a lo trascendental o de lo melancólico a lo agradable, generando en el lector la ilusión de que está atestiguando de manera directa la forma de pensar de la protagonista.

De este modo, el relato explora la dimensión incontrolable del pensamiento y, en este sentido, la marca en la pared funciona como un salvataje para la protagonista, que gracias a ese elemento concreto del mundo físico puede reconfigurar la dirección de sus devaneos mentales hacía lugares más placenteros y divertidos. Así, se comprende que la marca en la pared no importa por sí misma, sino por los pensamientos que genera en la mente de la protagonista.

La libertad

La libertad como tema se manifiesta cuando el tren de pensamientos de la protagonista la lleva a reflexionar sobre las reglas y estructuras de la realidad. Estas ideas la abruman rápidamente, ya que detecta que todas las situaciones sociales imaginables están estructuradas en función de una abundante cantidad de reglas. Consecuentemente, llega a ser consciente de la rigidez propia de la sociedad en la que vive, y de cómo sus libertades están coartadas y limitadas por ella. De esta forma, la libertad se configura como una sensación y no como algo real, ya que está cercenada por la sociedad. La narradora, con este descubrimiento, se siente maravillada y espantada al mismo tiempo, ya que reconoce que el único lugar en el que puede actuar con libertad es en el interior de su vida privada, en su casa y en sus pensamientos.

Además, la narradora reconoce que su condición de mujer es un factor limitante de la libertad. Tal como lo plantea con su fluir de pensamientos, Las instituciones sociales son estrictamente masculinas, están pensadas por hombres y favorecen a los hombres. Para una mujer de su época, las reglas sociales son mucho más estrictas que para ellos. Nuevamente, esta dimensión masculina que coarta la libertad impulsa a la narradora a pensar que el único lugar en el que una mujer puede ser verdaderamente libre es en su interioridad. En última instancia, entonces, el relato explora la posibilidad del flujo de pensamiento como una forma de expresar la falta de libertad efectiva de las mujeres.

Los hábitos y la cultura

"La marca en la pared" pone en relieve la relación entre el individuo y la estructura social. Esto se hace patente cuando la protagonista reflexiona acerca de todas las reglas que debe cumplir un mantel para poder ser un verdadero mantel. Tal reflexión la lleva a pensar en la rigidez de los hábitos que estructuran la vida cotidiana, en su dimensión cultural y en cómo atraviesan y dominan la vida de los individuos hasta generar una estructura histórica de ser y existir en el mundo. Desde esta perspectiva, la forma de ser de un individuo no resulta azarosa, sino que responde al tipo de organización social en la que dicho individuo se encuentra inmerso. A partir de esta consideración, la narradora caracteriza la organización social de la Inglaterra de principios de siglo XX como una cultura regida por un orden masculino, religioso, disciplinario y conservador.

La memoria y el recuerdo

El recuerdo como tema aparece al inicio del relato, cuando la narradora intenta rememorar el momento en que vio por primera vez la marca en la pared. Para lograrlo, Virginia Woolf reproduce las dinámicas de la memoria, que se compone a través de imágenes que se asocian y de las conclusiones que pueden derivarse de ellas. Por ejemplo, los crisantemos, que son plantas de floración tardía, indican en qué estación del año vio la marca. Por otra parte, la autora también explora la vinculación, a veces inexplicable y aleatoria, entre recuerdos. Por ejemplo, el carbón ardiendo en el hogar la lleva pensar en una imagen que alguna vez vio de una bandera roja flameando, y luego esa imagen la hace recordar los caballeros rojos subiendo por una ladera que contempló una vez cuando era niña. De esta forma, la estructura del relato intenta poner de manifiesto cómo un individuo construye su memoria y cómo los recuerdos se manifiestan y se vinculan de forma muchas veces azarosa.

La sociedad moderna

Durante el relato, la narradora se refiere constantemente al orden social imperante y caracteriza negativamente la sociedad moderna en la que vive. Una de las principales críticas que realiza está relacionada con el orden patriarcal, cristalizado en el punto de vista masculino, que fija el estándar de todas las dimensiones de la vida. Esa concepción masculina, simbolizada con la Tabla de Precedencia de Whitaker, se vincula en el cuento con la racionalidad exacerbada, con la guerra y las jerarquías sociales.

Otro aspecto de la sociedad moderna que aborda el cuento son los roles que se otorgan culturalmente a cada género y que se expresan claramente en los dos personajes del cuento. La narradora, al ser mujer y por ende excluida de muchos ámbitos sociales, queda relegada a la casa, al espacio interior y a la reflexión, único ámbito en el que puede ser libre. Por otro lado, el hombre que aparece al final es un personaje que habita el espacio exterior y a él le corresponde la acción; cuando anuncia que va a comprar el diario, por ejemplo, el lector comprende que es el hombre quien habita el ámbito público, en contraposición a la narradora.

Además del carácter patriarcal de la sociedad moderna, la protagonista también destaca otras características con igual carga negativa: la institución religiosa, las rigurosas tradiciones y el arte aristocrático. Estos son, para ella, aspectos de la sociedad que suscriben al orden conservador, masculino y opresor propio de la cultura occidental inglesa.

Pese a la severa caracterización que realiza del orden social, la narradora guarda algo de esperanza. Esto se vislumbra cuando explicita el descontento social que generó la guerra europea. Siendo el sistema patriarcal el culpable de la guerra, sospecha que su aceptación social está en crisis y que ha sido desacreditado como método eficiente para comprender y obrar en el mundo.

La vida

En los monólogos internos de la protagonista, las alusiones a su concepción sobre la vida aparecen reiteradamente y de maneras diversas. La narradora define la vida como algo misterioso y fortuito, cualidades que la impulsan a hacer un recuento de todo lo que perdió a lo largo de los años. A partir de este recuento, la protagonista reflexiona sobre su vida y llega a considerar que vivir es una experiencia vertiginosa y confusa, y la compara con la imagen de una persona que sale despedida de un túnel a ochenta kilómetros por hora.

Sin embargo, a pesar de sentirse abrumada, la narradora no deja de ver la belleza de la existencia. La vida es también tratada como algo hermoso y digno de asombro. En verdad, para la narradora resultan increíbles hasta las cosas más pequeñas y no ignora el valor de lo cotidiano. Es así que el simple hecho de estar en su hogar, vestida, sentada, entre sus muebles, le produce un gran placer.