La dama boba

La dama boba El barroco en 'La dama boba'

En el estilo de la comedia nueva que Lope de Vega ensaya en sus obras de madurez, y en particular en La dama boba, se destaca una serie de elementos que son característicos del barroco como marco estético y conceptual de una época que reflexiona sobre la entidad de lo real, poniendo en cuestión la relación entre el ser y el parecer. Esto se manifiesta en la obra a partir de juegos con el fingimiento y el engaño, lo que da lugar a situaciones de confusión respecto de la identidad de los personajes, así como también a partir de la alteración en la percepción sensorial que estos personajes tienen de sí mismos y de su entorno.

En La dama boba, el momento que mejor despliega esta concepción barroca de la realidad es el acto segundo, en el que se escenifica el cambio que experimenta la protagonista, Finea, que pasa de ser una dama boba a una dama ingeniosa. En la lógica barroca de los contrastes, Finea es el extremo de ignorancia y oscuridad que se opone al extremo de sabiduría y luz que es Nise, su hermana. Pero estos extremos empiezan a confundirse cuando, en el asunto del amor, la boba pasa a ser sabia, y la sabia se descubre boba.

En el acto segundo, Finea todavía tiene rasgos de boba: continúa en su infantil rechazo de las lecciones impartidas por el maestro de danza, y es víctima del engaño de Laurencio, que se aprovecha de su necedad para abrazarla y hacer que prometa ser su esposa sin el consentimiento paterno. Sin embargo, Finea empieza a experimentar la crisis de identidad que conlleva la necesidad de unirse con el ser amado; así asume que se transforma, no en otra mujer, sino en el otro, en Laurencio, a quien ve cuando se ve reflejada en el agua o en un espejo. De esta manera, el amor mueve al personaje a reconocer la alteración de su percepción sensorial y de la esencia de su carácter, algo que reconoce también Nise, que le dice: “De suerte te has engreído / que te voy desconociendo” (vv. 1668-1669).

Otro elemento que interactúa con la alteración barroca de la realidad y la identidad es la oscilación entre el sentido literal y figurado del lenguaje. Finea tiene de boba la incapacidad de comprender conceptos abstractos, los que entiende al pie de la letra y transforma en objetos concretos. Por eso, en el acto segundo, cuando Nise le ordena a Finea que Laurencio le quite los ojos que puso en ella, Finea le pide al joven que se los remueva con un lienzo, como si fuera algo que se pudiese quitar con las manos. A continuación, cuando Laurencio accede al desvarío de su amada y se retira a hablar con Nise, Finea empieza a padecer celos, lo que la lleva de nuevo a reflexionar sobre su propia condición de enamorada, hasta entonces desconocida: “¿Qué es esto que me enajena / de mi propia libertad? / No me hallo sin Laurencio…” (vv.1780-1782). Más adelante, en el acto tercero, Finea sabrá aprovechar esta condición doble del lenguaje, adoptando, según le conviene, el sentido literal o figurado de las palabras. Es así como adquiere la capacidad de fingirse boba como otra forma de alteración de su ser.

Por último, en el juego de las apariencias que desarrolla esta comedia, la que también padece el engaño es la docta Nise. En el acto segundo se muestra igual de ingenua que su hermana al creer que Laurencio corteja a Finea para engañarla. Así, le dice al padre que Laurencio le contó “que han tomado aquesta traza / Liseo y él para ver / si aquella rudeza labran” (vv. 1862-1964). Si bien Nise se da cuenta pronto del engaño, hay algo en ella que sufre una alteración, no tanto en su esencia, sino en la percepción que hasta entonces tenía del amor. En este sentido, la crisis de identidad que sufre este personaje tiene que ver con el reconocimiento del carácter ilusorio del amor ideal que aprendió de sus lecturas, y que es avasallado, en la obra, por el amor que se mueve por el interés económico.