He andado muchos caminos

He andado muchos caminos Resumen y Análisis Resumen y Análisis

Resumen

El poeta comienza hablando de los muchos puertos de ribera, caminos y mares que conoció. De esta forma, da a entender que ha recorrido el mundo, a lo ancho y a lo largo. A pesar de las diferencias, pudo encontrar en muchos lugares personas tristes, hombres melancólicos. También conoció a aquellos que no beben vino y, por tal, creen saberlo todo. A estos los llama “pedantones”, y pasa a compararlos con otro tipo de gente que ha encontrado, también, por todos lados: la gente humilde que baila, bebe y juega, que nunca tiene prisa y agradece lo que tiene; gente que trabaja la tierra y, cuando muere, descansa en ella con tranquilidad.

Análisis

Antonio Machado forma parte de uno de los movimientos estéticos más célebres de la literatura española moderna. Se trata de la vertiente artística del regeneracionismo español, que tenía como propósito darle solución a lo que consideraban la decadencia española en los siglos XIX y XX. Había, para ellos, una España hacia fuera, hipócrita y falsa, y una verdadera España, que era analfabeta, miserable y postergada en sus derechos sociales. En contra del conservadurismo de su país, escritores como Machado, Valle-Inclán, Pío Baroja o Unamuno, todos nacidos a fines del siglo XIX, se volcaron hacia ideas vanguardistas, a la vez que buscaban, también, revalorizar las tradiciones españolas y la identidad de su gente. De este modo nació la nivola en la narrativa, de la mano de Unamuno, o el esperpento en el teatro, a cargo de Valle-Inclán. Veremos en este análisis cómo Antonio Machado, por su parte, trabajó las formas líricas, a fin de renovar la poesía y, a la vez, incluir gestos políticos de denuncia de lo injusto y realce de una filosofía de vida española sencilla.

Como los otros poetas y prosistas de la Generación del 98, Machado tenía un gran amor por su gente simple y un fuerte rechazo por la soberbia de cierta clase alta ilustrada que menospreciaba la cultura andaluza y el campo en general. Por otro lado, también consideraba, como sus contemporáneos del movimiento, que España se encontraba estancada en una situación de pereza y retraso cultural muy grandes (Ver sección "Machado y la Generación del 98").

Es por esta razón que nos encontramos, en su obra, con poemas que critican a los andaluces ociosos para los que el mundo termina donde acaba su pueblo, y llevan una rutina de pereza y chatura. A su vez, también nos encontramos con poemas como el que nos compete en este análisis, donde se revaloriza lo prosaico y terrenal de la vida sencilla de campo, en oposición a la pedantería de la elite cosmopolita. Machado resolvió este gesto, a veces contradictorio, de su obra de un modo sencillo, al manifestar lo siguiente en su “Autobiografía, escrita en Baeza en 1913”: “Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo” (1969).

En el caso de “He andado muchos caminos”, nos encontramos con un poema, como dijimos, del segundo grupo. En él, el poeta se coloca, en primer lugar, a sí mismo como un hombre de mundo. Ha salido de su pueblo y ha recorrido “cien mares”, ha atracado en “cien riberas” y ha andado muchos caminos. En ellos, conoció lo diferente, pero también regularidades: los hombres melancólicos, las “caravanas tristes”, y también las gentes alegres y sencillas. Son estas a las que les canta.

Pero, antes de atender el contenido del poema, cabe detenerse en su forma, es decir, su métrica. Está compuesto por versos octosilábicos. El octosílabo es quizá el patrón con más tradición en la métrica española. Ya en los cantares de gesta lo encontramos en sus hemistiquios y, más adelante, en los refraneros y villancicos. Se impone como verso de arte menor en los cancioneros, y de este modo sobrevive a la exploración de formas nuevas antes del siglo XVII, que es cuando, con García Lorca a la cabeza, se retoma su forma como métrica popular por antonomasia. Con el triunfo del modernismo, movimiento de principios del siglo XX al que adscribe Machado, se retoma, pero ya de una manera asonantada, es decir, de rima asonante. Esto, si es que se conserva la rima en todos los versos: veremos que en “He caminado muchos caminos”, por ejemplo, esto no sucede.

La forma de las estrofas parece remitir también al cancionero tradicional. Machado opta por las célebres redondillas, que son cuartetos de octosílabos, y las interrumpe con una estrofa de versos pareados para enfatizar quizá las palabras más contundentes del poema: “Mala gente que camina/ y va apestando la tierra…”.

Cada estrofa tiene su propia rima, asonante y de estructura ABCB, es decir, que el segundo y cuarto verso riman entre sí, mientras los versos impares no lo hacen. La función de la rima, en general, es la de enfatizar ciertos versos por sobre otros, especialmente en el caso de poemas como el que nos compete, en el que no todos los finales de verso riman. De esta forma, se produce un juego entre el significado de una palabra y su significante, es decir, su huella acústica, su forma. La rima asonante resulta menos esquemática, ya que solo los sonidos vocálicos, con su respectivo acento, coinciden entre sí, a diferencia de las consonantes, que varían. Por ejemplo, en la primera estrofa, “vereda” rima con “ribera”, y así sucede a lo largo de todo el poema, a excepción de los mencionados versos pareados, en los que “camina” y “tierra” no riman entre sí. Este tipo de versos se llama “verso blanco”.

Machado sostenía que la poesía es palabra en el tiempo, y la desaparición de la palabra en el tiempo se defiende con sonidos que la recuerdan. De allí que la rima vincula un verso con otro. Los versos blancos, al carecer de rima, recurren a otros elementos para vincularse con el poema. Por ejemplo, en estos dos versos citados, el poeta menciona el verbo "caminar", que lo vincula con lo que lo antecede, “he caminado muchos caminos”, y la palabra “tierra”, que anticipa el campo semántico de la labor de campo de la gente sencilla que se describe en la segunda mitad. Podemos concluir, para clasificar el poema, que se trata de un romance, por sus versos octosilábicos y por su rima asonante par.

Ahora bien, como vemos, la forma no es arbitraria. Esta se vincula directamente con el contenido: la valoración de la canción popular, la falta de rima en los versos pareados que se suple con el vínculo entre palabras del campo semántico de la tierra, el viaje y la gente sencilla, y, por último, la adscripción al modernismo y la renovación de la poesía española mediante gestos como el verso blanco o la recuperación del octosílabo no son gestos arbitrarios, sino que dan cuenta de cómo las decisiones formales del poeta responden a las mismas ideas que sostiene en el contenido. Cabe abordar ahora, entonces, el contenido del poema con esta reflexión sobre la forma en el horizonte.

Podemos dividir el poema, para un mejor análisis, en dos partes, separadas por los versos pareados. En primer lugar, el poeta se presenta. Dice ser una persona de mundo, que ha salido de los límites de su ciudad natal, de forma hiperbólica: “he navegado en cien mares”, dice, dejando claro al lector que se trata de un trotamundos. Luego de tanto ver, sin embargo, se detiene, no en lo diferente, sino en las regularidades. En cada lugar ha encontrado hombres melancólicos, “caravanas tristes” y, sobre todo, personas arrogantes e hipócritas que desdeñan a quienes beben y piensan mal de quienes sí lo hacen en las tabernas. En esta pedantería se detiene en los versos pareados, con una sentencia contundente: a donde va la elite “pedantona”, arrasa con la tierra fértil, apestándola.

Aquí se inaugura la segunda parte del texto: el poeta, que es tan viajado y versado en lugares y personas como los “pedantones”, reconoce en la vida prosaica un gran valor que ellos no. En la parte anterior, se señala que el soberbio “cree que sabe” todo; en esta, el poeta nos muestra lo que esta “mala gente” desconoce: la vida sencilla puede ser gratificante. Los que laboran en el campo “danzan o juegan” aunque solo tengan “cuatro palmos de tierra” para sembrar. El poeta valora la gratitud de estas personas, que por la elite es interpretada como conformismo, cuando dice que ellos “donde hay vino; beben vino; / donde no hay vino, agua fresca”.

Las imágenes son sencillas y contundentes. La más relevante es la de la tierra: hay un contraste entre la imagen de la tierra de los humildes, en la que se baila y se juega, y es una tierra que se labora, y la de la tierra que el poeta ofrece en relación con la elite “pedantona”. Por donde la clase alta soberbia pasa, la tierra es arrasada por la peste. La última mención a la tierra es la que señala que allí tendrán su descanso final los labradores, a quienes aquella recibe gentilmente.

Como vemos, la simpleza de la imagen es contundente. A pesar de que se trata de un poema descriptivo de una forma de vida, no resulta para nada ornamentado por demás o barroco, sino más bien llano y directo. Son pocas las metáforas que podemos recuperar, y las imágenes poéticas destacan por su sutileza. Este tipo de lenguaje se condice con el estilo de vida simple y popular que el yo lírico busca representar, al igual que, como vimos, sucede con la métrica.

Por último, cabe resaltar que el poeta, que señaló versos atrás la ingratitud de los “pedantones” hacia la tierra, hace énfasis en el hecho de que, un buen día, luego de soñar y vivir, quienes sí la trabajaron son recibidos por ella para su descanso eterno.