Cuentos de la Alhambra

Cuentos de la Alhambra Resumen y Análisis Una fiesta en la Alhambra, La leyenda de las dos discretas estatuas, La cruzada del gran maestre de Alcántara, Idealismo español, Leyenda de don Munio Sancho de Hinojosa

Resumen

"Una fiesta en la Alhambra"

Irving describe los preparativos para celebrar el día del santo del conde que se había instalado en la Alhambra. Esta ocasión le da la oportunidad a Irving de ver de cerca las costumbres de los españoles y hacer comentarios sobre ellas. Por ejemplo, repara en cómo los nobles españoles se rodean de un número casi imposible de servidores que viven a sus expensas.

Durante la fiesta, la hija del conde hace algunas representaciones teatrales junto a sus amigos que entretienen a todos los invitados. En la noche, un grupo de jóvenes, entre los que se encuentra la hija del conde, va a explorar el palacio a los lugares más recónditos. Uno de los puntos que más fascinación causa es un corredor abovedado en cuya entrada hay dos estatuas de mármol que representan a dos ninfas. En la oscuridad, esas dos figuras incitan a imaginar a dos espectros custodiando esa entrada.

Uno de los invitados cuenta la leyenda en torno a esas dos figuras que es el cuento que sigue.

"Leyenda de las dos discretas estatuas"

La protagonista de la historia es Sanchica, una niña. Su padre es jardinero y, junto con su mujer y su única hija, vive en una de las habitaciones de la Alhambra.

En una noche de San Juan, Sanchica encuentra una pequeña mano negra tallada. Varias personas del pueblo están reunidas por la fiesta de San Juan y cuando ven esa mano opinan sobre qué puede significar. Algunos miran con desconfianza y piensan que puede ser un objeto maligno, pero uno de los presentes, que había vivido entre los bereberes, cree que se trata de un talismán de protección. La madre de Sanchica cuelga ese amuleto en el cuello de su hija.

Con la excusa de ese objeto, las personas reunidas empiezan a contar leyendas sobre los moros. Una mujer recuerda a un pastor que subió a la montaña a rescatar a una de sus cabras que había caído en una sima. En ese lugar se cree que hay un palacio subterráneo en el que se encuentra Boabdil el último rey moro y todo su ejército.

Los cuentos despiertan la imaginación y la curiosidad de Sanchica, que decide subir a la montaña a explorar esa sima o cavidad en la tierra. Una vez allí, lo único que puede ver es un agujero negro. Luego de sondar un poco más, unos ruidos se hacen perceptibles: son voces, el sonido de armas que entrechocan y trompetas de guerra. Sanchica sale corriendo hacia su casa en la Alhambra. Cuando llega, ya no queda nadie del pueblo. Se sienta en un banco en medio de un claro entre árboles. Mira hacia la montaña y ve a un ejército, presidido por Boabdil, que baja por la ladera de la montaña. Reconoce al rey de los moros por los retratos que había de él en palacio.

La escena es sobrenatural: los jinetes están pálidos como si se tratara de espectros. No obstante, Sanchica mira la escena sin miedo porque el talismán en su cuello le da valentía. En lugar de seguir al ejército, Sanchica se da cuenta de que hay un pasadizo que lleva debajo de los cimientos de una torre. Sanchica se adentra en la tierra por ese camino y llega a un salón en el que se encuentra un hombre viejo que sostiene un báculo y una mujer muy bella que toca la lira. La mujer se dirige a Sanchica y le explica que ella está presa en ese lugar hasta que el hechizo que la retiene junto al mago moro se rompa. Esta historia se vincula con la "Leyenda del astrólogo árabe".

Solamente en la víspera de San Juan y gracias al talismán que tiene Sanchica en su cuello, la mujer puede ser libre por una noche. Sanchica no duda en ayudarla y toca con su talismán las cadenas de oro que la retienen. Las dos mujeres salen de la habitación subterránea y se dirigen al palacio de la Alhambra. Allí Sanchica se encuentra con un escenario muy distinto al que suele ver: la corte de Boabdil se ha instalado nuevamente y el palacio vuelve a ser un lugar refinado y muy rico.

Bajo la Torre de Comares, hay dos estatuas de ninfas que miran a un punto en la bóveda. La mujer le explica a Sanchica que en ese punto se esconde un tesoro que solo las manos inocentes de la niña que posee el talismán pueden retirar. Una vez que saquen el tesoro y lo utilicen con discreción, una parte de él deberá ser utilizado para pedir misas diarias por ella, para que sea liberada de manos del mago moro. Como prueba de sus palabras, la mujer le pone una corona de mirto a Sanchica.

La mañana siguiente, Sanchica le cuenta la historia a su padre que la descarta como un sueño, pero la niña le muestra la corona de mirto que ahora está hecha de oro y esmeraldas. Todo el día el padre mira al punto en la bóveda donde se encuentra el tesoro y se enoja de que las estatuas miren fijamente a ese punto como si sus miradas fueran a alertar a otros sobre el tesoro. A la noche busca en la bóveda el tesoro y lo encuentra.

Desde ese momento, la vida del padre de Sanchica empeora porque vive pendiente de su riqueza y la posibilidad de perderlo todo. Su esposa decide confiar en su confesor y contarle la historia del tesoro. A partir de ese momento, el fraile confesor busca innumerables excusas para pedir más y más donaciones. Ante la situación imposible en la que se encuentra, el padre de Sanchica decide mudarse de ciudad para alejarse de la ambición de cura.

El plan consiste en enviar a su hija y mujer durante el día, mientras que él decide viajar a la noche con una mula cargada del tesoro. Esconde la mula en unos establos que nadie se anima a visitar porque existe la leyenda de que allí aparece cada noche el Belludo, un caballo árabe que es perseguido por una jauría de perros endemoniados. Se asegura de contarle el plan únicamente a su mujer. El fraile, por supuesto, se entera de los planes y se esconde en el camino, afuera del establo, para sorprender al hombre y robarle los tesoros. Cuando escucha los cascos acercarse, sale de su escondite y se sube a ancas del caballo pensando que allí van los tesoros. Resulta que se sube al Belludo y pasa toda la noche dando tumbos encima de él mientras este escapa de la jauría de perros.

Muchos años después, un soldado inválido viaja a Málaga y allí encuentra a un hombre rico y elegante. Lo reconoce como su antiguo amigo, el jardinero de la Alhambra. Al parecer los padres de Sanchica y ella viven como nobles en Málaga gracias al tesoro al que apuntaban las estatuas.

"La cruzada del gran maestre de Alcántara"

Irving narra la historia del gran maestre de Alcántara, Martín Yañez de Barbudo, que se siente inconforme con la tregua establecida entre moros y cristianos. En el año 1394, Enrique III y Yusef ben Mohammed están decididos a mantener la paz. No obstante, el gran maestre cree que su destino es servir a Dios luchando contra los moros.

Si bien hay versiones que sostienen que el gran maestre se procura su propia guerra, la versión que elige contar Irving incluye a un ermitaño que justifica las acciones del gran maestre en contra de la voluntad del rey Enrique III. El ermitaño, un soldado veterano que se había retirado a una cueva en penitencia, aparece en el salón del maestre y cuenta un sueño premonitorio. En él se ve la luna creciente expulsada del cielo por una estrella brillante. El gran maestre interpreta que él es esa estrella brillante y la luna creciente, los moros, y decide enviar a dos soldados para proponerle un reto al rey de Granada. Su propuesta consiste en un combate mano a mano o una batalla en la que los moros deben doblar el número de soldados cristianos. La lógica de esta proporción es que el gran maestre cree que Dios va a favorecer su empresa y que van a ganar a pesar de que los números estén en su contra.

El rey moro se indigna ante un reto tan descabellado y envía a los dos soldados mensajeros a la mazmorra. Esto le da la excusa perfecta al gran maestre para marchar hasta Granada. En el camino algunos hombres se unen a su causa, inspirados por el ermitaño que cabalga al frente llevando una cruz. Otros, en cambio, intentan convencer al gran maestre de que desista. Incluso el rey le envía una carta ordenando que regrese y no ponga en peligro la paz del reino. El gran maestre continúa pensando que su misión es divina y sigue adelante. Antes de llegar a Granada, intentan tomar una torre de vigía y allí mueren los primeros tres cristianos. El gran maestre le reclama al ermitaño por la muerte de estos tres porque el hombre santo había prometido que Dios iba a favorecerlos a ellos. El ermitaño pone como excusa que Dios no se va a ocupar de una empresa tan fácil como tomar una torre y que es en la gran batalla donde les dará la victoria.

No obstante, mientras esto sucede, aparece un ejército moro que ataca sin demora. Mueren todos los cristianos que acompañaban al gran maestre e incluso este y el ermitaño fallecen luchando. El rey moro comprende que se trata de la empresa de un solo hombre y no rompe el tratado con Enrique III. Permite que recuperen el cuerpo del gran maestre. En el camino de retorno con su cuerpo, todos en el pueblo celebran la valentía y lo consideran un mártir de la fe.

"Idealismo español"

Sobre sus lecturas, Irving reflexiona sobre el espíritu del pueblo español. Considera que el legado de los árabes en España y los siglos de guerra tuvieron como resultado esto: "las virtudes caballerescas se habían extremado de tal manera que en ocasiones llegaron a ser fastidiosas e inflexibles, pero otras veces resultaban nobles y afectuosas en extremo" (p.488). Asimismo, ese "puntilloso honor" que tanto se valora en España ha sido perpetuado por la literatura; obras de teatro, poemas nacionales, romances populares han continuado ejerciendo influencia sobre el carácter de los españoles. Irving concluye que con todos los defectos que pueda tener esta nación, "los españoles, incluso en estos días, son en muchos sentidos el pueblo más magnánimo y altivo de Europa" (p.489). Esta reflexión le sirve de introducción al texto que sigue.

"Leyenda de don Munio Sancho de Hinojosa"

La leyenda tiene como protagonista a Munio Sancho de Hinojosa, el señor de un castillo fronterizo, que tenía a setenta de los mejores caballeros bajo su mando. Al señor le gustaba salir de caza y en una de esas salidas se encuentra con una comitiva de moros y moras. La comitiva no viene armada, por lo que fácilmente la rodean para llevarlos prisioneros. El caballero moro que cabalga al frente reconoce en Munio Sancho de Hinojosa a un gran señor. Le ofrece entregarle todos los tesoros y la recompensa que se pida por ellos, a cambio de que los traten con honor porque estaban viajando para celebrar la boda entre él y una de las hermosas mujeres de la comitiva. El señor cristiano no solo acepta el pedido, sino que celebra la boda en su propio castillo con todo el lujo que corresponde a un caballero. Luego de quince días y una boda, el señor deja ir a sus prisioneros.

Luego de un tiempo, el rey de Castilla convoca a sus caballeros para una campaña contra los moros. La mujer de Munio Sancho de Hinojosa le implora a su marido que deje de luchar. El señor le promete a su mujer que esta será la última campaña y que luego irá con sus setenta caballeros a Jerusalén como última peregrinación antes de retirarse de las armas.

La campaña contra los moros fracasa y muchos caballeros cristianos mueren en batalla. Munio Sancho de Hinojosa muere a manos de un caballero moro. Cuando este se acerca a tomar los despojos de su enemigo, se da cuenta de que se trata del señor cristiano que había celebrado su boda. El caballero moro decide escoltar el cuerpo de su rival con toda la pompa para devolvérselo a su mujer en el castillo fronterizo. Además, financia la tumba con un relieve esculpido.

Paralelamente, el capellán del Santo Templo de Jerusalén ve llegar a una comitiva de caballeros cristianos. Están todos pálidos y en total silencio. El capellán reconoce al señor que lidera la comitiva: es Munio Sanchez de Hinojosa. El señor y sus caballeros entran al Templo, se arrodillan frente al sepulcro, rezan en silencio y salen sin interactuar con ninguno de los presentes. El capellán luego envía una carta para tener noticia del señor y descubre que el mismo día en que los vio entrar en el templo, Munio Sanchez de Hinojosa y sus setenta caballeros habían muerto en combate. Aun después de la muerte, los caballeros habían cumplido con su promesa de peregrinación.

Análisis

En la leyenda de las dos estatuas, hay dos mujeres en el relato y sus funciones son muy distintas. La niña, Sanchica, representa la inocencia y la apertura a la aventura y a lo desconocido. No solo se anima a explorar la fortaleza, esos mismos edificios que asustan a los invitados de la hija del conde en el capítulo "Una fiesta en la Alhambra", sino que tiene el valor de adentrarse en una sima y bajar unas escaleras misteriosas que la llevan a otro reino. Ya desde el principio vemos en Sanchica su apertura a una cultura ajena a la suya cuando el narrador comenta: "Entusiasmada por su buena suerte corrió a enseñar el hallazgo a su madre" (p.461). Ante el misterio del 'otro' que se presenta ante el personaje en la forma de un talismán tallado, Sanchica se siente afortunada. Frente a la mirada de los demás invitados que "lo contemplaron con supersticiosa desconfianza" (p.461), Sanchica recibe el regalo de otra cultura con entusiasmo.

El talismán da lugar a una serie de conversaciones que solo exacerban aún más el deseo de Sanchica de conocer más: "La pequeña Sanchica había escuchado aquella historia conteniendo la respiración. Era de naturaleza curiosa y sintió de inmediato una atracción irresistible" (p.462). A continuación, la niña se adentra cada vez más en el misterio de una cultura ajena a la de ella, presencia el regreso de un ejército fantasmal de moros liderados por su rey Boabdil, baja unas escaleras hasta que llega a una sala en la que se encuentra el astrólogo árabe y la cautiva cristiana del cuento "Leyenda del astrólogo árabe". Allí conversa con la mujer y en ningún momento demuestra aprehensión por lo desconocido, incluso dice el narrador: "La niña no dudó en tocar la banda dorada con la manita de azabache" (p.465).

Tras todos estos indicios que Irving deja en el cuento, la apertura de Sanchica a la cultura musulmana se ve premiada: la cautiva le dice "Aquí se oculta un gran secreto que te revelaré en pago a tu fidelidad y valor... solo tus manos inocentes, agraciadas como están por la posesión del talismán, pueden retirar el tesoro" (p.467). Podemos leer esta parte del episodio en clave metafórica. Sanchica, con su deseo de conocer a un 'otro', es la única que verdaderamente accede a la riqueza que se oculta en una cultura distinta a la suya. Recordemos el orientalismo en los románticos que buscan en las culturas que no son occidentales aquello que sienten que está agotado en su propia cultura. Sanchica es la representación del espíritu romántico que quiere experimentar emociones fuertes al acercarse a lo desconocido: "se aventuró hasta el borde y miró al interior. Era negro como boca de lobo y daba la impresión de tener una profundidad insondable. Se le heló la sangre; se apartó y luego volvió a mirar; salió corriendo, pero volvió para echarle otro vistazo; el mismo horror de la situación le producía cierta fascinación" (p.463). Los lectores no podemos evitar comparar estas actitudes con las que tiene Irving cuando desea dormir en la parte abandonada del palacio en "Las habitaciones misteriosas".

La otra mujer que aparece en esta leyenda coincide con lo que hemos venido diciendo sobre el rol de la mujer en la obra: se trata de la debilidad que pone en riesgo el tesoro del jardinero. La esposa del jardinero es una mujer devota e ingenua, incapaz de mantener un secreto. Nos damos cuenta cuánto molesta ese rasgo de su mujer al jardinero el momento en que se enoja con las estatuas por mostrarse imprudentes: "¡Maldita sea!, igual que todas las de su sexo; si no tienen lengua para chismorrearlo, ya buscarán la manera de hacerlo con los ojos" (p.470). De todas maneras, el problema de la imprudencia de las mujeres que constituye el punto flaco o la vulnerabilidad del hogar la resuelve de manera astuta el mismo jardinero. Como ha venido siendo el rol de los hombres, el jardinero protege su reino/hogar; lo hace utilizando la debilidad de su mujer para engañar al cura que termina cabalgando sobre el Belludo, un caballo encantado.

Los dos relatos que siguen, "La cruzada del gran maestre de Alcántara" y "Leyenda de don Munio Sancho de Hinojosa", encarnan en los protagonistas los valores que Irving destaca en los españoles en el ensayo "Idealismo español". Acá Irving se centra en el tema de los valores caballerescos en España. Primero, entonces, centrémonos en lo que Irving desarrolla en ese ensayo. Como hemos observado anteriormente, Irving considera que España es algo distinto al resto de Europa:

En efecto, España, aun en los tiempos actuales, es un país aparte, diferenciado del resto de Europa por su historia, sus costumbres, maneras y modos de pensar. Es un país romántico, pero su espíritu no tiene nada que ver con el sentimentalismo del moderno romanticismo europeo; provienen principalmente de las brillantes regiones del este y de la altruista escuela de los caballeros sarracenos. (p.487)

Desde su mirada orientalista, la esencia de España está determinada por su historia musulmana.

Más adelante en su argumentación, matiza esta opinión para decir que España está marcada por ambas culturas y el vaivén entre la colaboración entre ambas y la constante lucha. Irving considera que al tratarse de una guerra con un trasfondo religioso, ambas partes querían mostrarse más merecedoras de la victoria y por lo tanto: "deseosos de superarse unos a otros en magnanimidad al igual que en valor. Ciertamente, las virtudes caballerescas se habían extremado de tal manera que en ocasiones llegaron a ser fastidiosas e inflexibles; pero otras veces resultaban nobles y afectuosas en extremo" (p.488).

No sola la historia ha colaborado para generar esta caballerosidad en los españoles, sostiene Irving, sino que la tradición popular con romances, poemas y obras de teatro han mantenido vivas las historias de estos caballeros del pasado, influyendo así en el presente. Nuevamente, está claro que el espíritu detrás de estas reflexiones del autor es romántico porque considera que el rescatar el folclore para indagar en la esencia nacional puede ayudar a fortalecer los valores que hacen a un pueblo, es decir, lo que está detrás es el nacionalismo romántico.

Los dos cuentos que mencionamos muestran la caballerosidad. En el caso de "La cruzada del gran maestre de Alcántara", Irving trata su figura con mucho cuidado. El sentido del humor de Irving suele ser ácido y no es inusual encontrar en su obra sátiras que retratan sin piedad los vicios de la sociedad. En el caso del gran maestre, se podría prestar perfectamente para el ridículo. No obstante, Irving elige destacar la grandeza detrás de las intenciones del personaje más allá de la terquedad que lo conduce a una empresa ridícula y destinada al fracaso. En el fondo, el gran maestre está movido por la fe y por su sentido del deber para con Dios. Los personajes que rodean al gran maestre también muestran virtudes: los otros nobles tratan de disuadirlo sin humillarlo e incluso el rey moro permite que los cristianos recuperen su cuerpo y deciden no romper el tratado de paz. A pesar de tratarse de una empresa absurda, a Irving le interesa destacar que para el pueblo el gran maestre fue un héroe porque era noble lo que lo movió: "Por doquiera que pasaba [el cuerpo del gran maestre], ciudad o villa, la gente acompañaba con lágrimas y lamentos, plañiéndolo como al más valiente caballero y un mártir de la fe" (p.468).

Asimismo, en "Leyenda de don Munio Sancho de Hinojosa", el personaje encarna los valores caballerescos de los cristianos: su deber como vasallo y señor y su deber para con Dios. No solo responde al llamado del rey antes que todos los demás señores, sino que aun después de la muerte cumple con la promesa de peregrinar al Santo Templo de Jerusalén. Además, Irving destaca el modo en que se comporta con su enemigo cuando lo recibe más como un invitado de honor que como un prisionero.