Cuentos de la Alhambra

Cuentos de la Alhambra Resumen y Análisis Un paseo por las colinas, La leyenda del legado del moro, La Torre de las Infantas, Leyenda de las tres bellas princesas

Resumen

"Un paseo por las colinas"

Este capítulo sirve de introducción para el siguiente. Irving y Mateo salen a pasear por las colinas cercanas. En el camino, Mateo comparte con Irving las historias asociadas a los lugares por los que pasan. Por ejemplo, le cuenta sobre un duende o trasgo que guarda los tesoros del rey. Para Mateo estas no son meras fantasías, porque insiste que su padre o su abuelo presenciaron todo, lo que le permite asegurar que lo que cuenta es auténtico.

Uno de los cuentos de Mateo se trata de un pozo en el Cerro del Sol en el que se decía que en el pasado colgaba una caldera con tesoros. Cuando alguien trataba de acercarse a la caldera, esta se hundía un poco más hasta que alguien decidió tocar con una cruz y la caldera se hundió tanto que no fue vista nunca más.

"Leyenda del legado del moro"

Esta leyenda tiene como protagonista a Pedro Gil, conocido como Peregil, un gallego dedicado a la tarea de aguatero. Irving expresa la opinión de que por sus características estaba destinado a ser aguatero: "La Naturaleza parece haber preparado razas de hombres, como lo ha hecho con los animales, para determinados trabajos" (p.363).

Peregil trabaja esforzadamente subiendo y bajando la cuesta a la Alhambra para cargar vasijas con agua y venderla en Granada. Tiene una familia numerosa y una mujer que supone poca ayuda y muchos gastos. De todas maneras, Peregil no se queja sino que trabaja el doble para proveer para su familia. Es un buen hombre que se gana la estima de sus clientes. Para su suerte, consigue un burro para que cargar el agua del pozo a la ciudad sea menos laborioso.

En uno de sus viajes a la Alhambra, Peregil se encuentra con un moro que parece estar a punto de morir. El hombre le ofrece a Peregil pagar el doble si el aguatero lo lleva de regreso a Granada en su burro. Peregil acepta llevar al moro, pero no quiere dinero por ayudar a alguien que lo necesita. En Granada el moro no tienen dónde dormir y Peregil lo recibe en su casa, a pesar de las protestas de su mujer. Esa noche, el moro muere sin antes legarle al aguatero una caja de sándalo como regalo por su generosidad. Para evitar problemas con la ley, Peregil decide llevar el cuerpo del moro en su burro y enterrarlo lejos de su casa. De ese modo nadie se enteraría de que él había alojado a un infiel y que una persona había muerto en su casa.

Irving describe a Granada como una ciudad donde los chismes abundan. Frente a la casa de Peregil, vive el barbero Pedro Pedrillo Pedrugo, uno de los habitantes de Granada que más disfruta de llevar cuentos de acá para allá. Uno de sus clientes es el alcalde, un hombre sumamente ambicioso. Por desgracia, Pedrillo Pedrugo había visto todo lo sucedido con el moro en casa de Peregil desde su ventana y le llevó el cuento al alcalde, quien inmediatamente asume que Peregil debe haberse quedado con las pertenencias del moro.

Con la ayuda del alguacil, el alcalde detiene a Peregil. Este jura que no tiene nada de valor del moro y presenta la caja de sándalo para probar que no recibió ningún tesoro. El alcalde le devuelve la caja, pero se queda con el burro del aguatero.

Un día, Peregil decide ir a la tienda de un moro para mostrarle la caja de sándalo que contiene un pergamino con una inscripción en árabe. El moro le dice que se trata de un encantamiento para recuperar un tesoro escondido tras unas paredes selladas por un hechizo. El problema es que el encantamiento solo funciona en combinación con otro objeto mágico: el cabo de una vela hecha de especias ricas. Afortunadamente, el aguatero había guardado también el cabo de vela que también estaba dentro de la caja de sándalo que el moro le regaló.

Los dos deciden asociarse e ir en busca del tesoro juntos. Efectivamente, el encantamiento funciona y encuentran en la Torre de los Siete Suelos valiosas joyas y monedas de oro. Los dos hombres llenan sus bolsillos con tantos tesoros como pueden y salen de la sala. El encantamiento indicaba que si el cabo de vela se apaga, las personas que permanezcan en la sala se quedarían encerradas allí hasta que alguien más los libere.

En el camino de regreso, luego de la aventura, el moro le advierte a Peregil que no conviene que nadie sepa lo que han encontrado. Peregil se propone no revelarle nada a su mujer, pero cuando llega la encuentra llorando; está enojada con su marido por llegar tarde a casa. Para calmar sus ánimos, Peregil le regala a su mujer algunas de las joyas del tesoro y le cuenta sobre su fortuna, aunque le advierte que no debe decírselo a nadie ni mostrar su tesoro en público. La mujer cumple con su palabra, excepto que dentro de la casa se pone todas las joyas para desfilar por sus cuartos.

Desde su ventana, Pedrillo Pedrugo alcanza a ver a la mujer de Peregil enjoyada y va con el chisme al alcalde. Nuevamente queda Peregil detenido por el alguacil, quien revela la historia detrás de esas joyas. El alcalde detiene al moro también, quien intenta negociar para repartirse el botín entre todos los interesados: Peregil, el alcalde, el alguacil, el barbero y él mismo.

El alcalde pretende aceptar el arreglo, aunque planea estafar a todos. Van todos juntos a la sala del tesoro y cargan todo lo que puede llevar sobre el burro. Queda todavía dentro de la sala un arcón con tesoros. El moro y Peregil se niegan a volver a bajar a la sala, el alcalde con sus dos amigos, el barbero y el alguacil, bajan nuevamente. En ese momento, el moro aprovecha para apagar el cabo de vela y tirar lo queda entre unos matorrales dejando a los hombres encerrados allí.

Peregil se muda a Portugal con su mujer y sus hijos. Allí pasa a llamarse Don Pedro Gil y disfruta de una vida cómoda.

"La Torre de las Infantas"

Este capítulo sirve de introducción a la leyenda que sigue. Irving describe una torre que, según la tradición, estaba destinada a las princesas moras. En una de las ventanas ve a una mujer muy bella que despierta su imaginación en torno a las numerosas leyendas sobre mujeres cautivas. En las tertulias en la casa de la tía Antonia, Irving escucha una leyenda sobre tres hijas de un rey despótico que las mantenía encerradas. Al final descubre que la mujer que vio en la ventana y que despertó su curiosidad es la mujer de un funcionario que vive en la Alhambra.

"Leyenda de las tres bellas princesas"

Esta leyenda retoma la figura de Hayzari, el rey zurdo que aparece en los relatos relacionados con los Abencerrages. En este caso, la leyenda se centra en su vida doméstica.

En una de las tantas incursiones de los moros en territorio cristiano, toman prisioneros y entre ellos se encuentra una hermosa mujer cristiana, hija de un alcalde. Hayzari se enamora de ella y la incorpora a su harén. Como estaba tan enamorado de ella, le propone que sea su reina, pero se encuentra con el rechazo de la mujer cristiana. Para conseguir que ella cambie de opinión, el rey acude a la mujer de compañía que había sido capturada junto a su señora. La dama de compañía persuade a su señora para que acepte ser reina. Ambas mujeres se convierten a la religión musulmana, pero la señora lo hace solo de palabra, mientras que la sirvienta se convierte en una fiel seguidora del islam y cambia su nombre cristiano por Kadiga, un nombre moro.

El rey zurdo tiene con esta mujer cristiana trillizas. Los astrólogos le advierten que, si bien todas las hijas demandan un cuidado especial, estas tres niñas deberán estar bajo aún más vigilancia. Por eso, el rey decide enviarlas al castillo de la Salobreña para que vivan alejadas del mundo y de cualquier peligro. Como su madre había muerto, a Kadiga, la antigua sirvienta, le es encomendada la tarea de cuidar de las tres niñas. La más grande se llama Zayda y es curiosa e indagadora. Zorayda, la segunda que nació apenas tres minutos después de Zayda, tiene especial sensibilidad para la belleza y es vanidosa. La tercera, Zorahayda, es la más sensible y amable.

El castillo da al mar y justo en una de las murallas bajas hay un pabellón con unas ventanas con celosías donde las hermanas pasan muchas horas de sus días. En una ocasión, Zayda ve desde el pabellón un barco que lleva prisioneros cristianos; entre ellos hay tres caballeros españoles muy bien vestidos. Las tres hermanas han vivido toda su vida rodeadas de sirvientas mujeres y solo han visto unos pocos hombres que no despiertan ningún interés, pero estos tres caballeros tienen un efecto poderoso en las hermanas.

Ante las insistentes preguntas de Zayda, Kadiga les cuenta a las tres hermanas sobre las costumbres de cortejo entre los caballeros y las damas cristianas. Sabe que sus historias pueden ser peligrosas por las emociones que despierten en las jóvenes, por lo que decide enviar un mensaje velado para el rey: envía un cesto con un melocotón, un albaricoque y una nectarina en su punto justo de maduración. El rey comprende lo que debe hacer y trae a las princesas desde el castillo de Salobreña hasta la Alhambra para cuidarlas más de cerca. En el camino, toda persona que se atreva a ver a las jóvenes será castigada con la muerte. En un momento dado, la comitiva que escolta a las princesas se cruza con un grupo de guardas y prisioneras, incluidos los tres caballeros españoles. Cuando los guardas se tiran al piso para no ver a las princesas, los caballeros cristianos permanecen de pie. El rey los condena a muerte, pero las princesas intervienen y piden clemencia. El rey accede y los condena a trabajos forzados, pero en medio de esa situación los caballeros cristianos pudieron ver el rostro de las princesas y se enamoran al instante.

En la Alhambra, las princesas permanecen prisioneras en una de las torres separadas del palacio principal. Tras un tiempo, pierden su espíritu y parecen enfermas sin que nadie comprenda bien por qué, excepto por Kadiga, quien sabe bien qué pasa con ellas. Para traer algo de consuelo a las jóvenes, Kadiga le paga unas monedas a Hussein, el guarda que cuida a los tres caballeros cristianos, para que los lleve a trabajar al pie de la torre de las princesas y que les permita tocar la guitarra y cantar. Durante algunos días, los caballeros tocan la guitarra y cantan canciones dedicadas a las princesas y estas responden con canciones acompañadas de un laúd.

Un día los caballeros dejan de acudir al pie de la torre y las princesas se enteran de que las familias de los caballeros han pagado su rescate. Kadiga les comenta cuán indignada está de que los caballeros le hayan propuesto traicionar a su rey para ayudarles a llevarse a las princesas con ellos hasta Córdoba. Las tres hermanas le dicen a Kadiga que ese es su deseo y la convencen de que forme parte del grupo que dejará Granada para volver a los reinos cristianos.

En la noche en la que deben huir, las dos hermanas más grandes bajan de la torre por la escalera de soga y se encuentran con Hussein, el guarda que va a conducirlas a encontrarse con sus caballeros. La última hermana duda muchas veces hasta que arroja la escalera de soga y toma la decisión de quedarse atrás. Las dos hermanas mayores, junto a Kadiga y Hussein cabalgan hasta llegar a las afueras de la Alhambra y allí siguen galopando para evitar que los encuentren porque la trampa ya se hizo pública y el rey mandó a sus soldados a atrapar a los fugitivos.

Cuando llegan a Córdoba se dan cuenta de que Kadiga ha quedado en el camino, no saben en qué momento. Las dos hermanas Zayda y Zorayda se casan con los caballeros y se convierten a la religión de su madre. De la hermana que quedó atrás se sabe poco; se dice que se arrepintió de su decisión y pasa sus días cantando tristes canciones sobre sus hermanas y el caballero que dejó ir.

Análisis

En "Leyenda del legado del moro" el protagonista es un hombre virtuoso que cumple con su rol de cuidar a la familia con esfuerzo y constancia. Además, se trata de alguien que es apreciado por todos por su rectitud. Por el contrario, la mujer es la debilidad de esa casa porque sus reproches le obligan a su marido a revelar la verdad detrás de los tesoros. La vanidad de la mujer es otro defecto que pone en riesgo a la familia porque su marido es detenido luego de que su vecino ve a la mujer enjoyada. A lo largo de la obra, la figura de los hombres como defensores y protectores del reino o del hogar en contraste con las mujeres como el elemento que trae inestabilidad o vulnerabilidad se repite en varias ocasiones.

De hecho, en la "Leyenda de las tres bellas princesas" las mujeres cumplen con lo dicho. Ellas son tratadas como objetos preciados que deben ser preservados por los que los poseen y conquistados por quienes los desean. Irving empieza la leyenda diciendo que, a diferencia de las historias sobre el Hayzari que relató anteriormente, en este caso se va a centrar en algo más doméstico. No obstante, no hay una clara división entre el espacio doméstico y lo público, porque el momento en que las hijas del rey se escapan a los reinos cristianos, el problema se torna público. Las mujeres son hijas de una mujer cristiana y un rey moro, la decisión de permanecer en el reino moro o regresar a los reinos cristianos tiene implicancias que superan lo privado.

En esta leyenda vemos que, a pesar de la admiración que Irving expresa continuamente por los musulmanes de la Península, el autor apunta a la superioridad de los reinos cristianos de manera sutil. En principio, la cautiva cristiana solo accede a casarse con el Hayzari porque su sirvienta le convence de que es lo que conviene: "Cuando se cae en manos de un ladrón más vale vender lo que se tiene al mejor precio posible que dejar que nos lo quiten a la fuerza" (p.387). Así intenta convencer a su señora y lo que vemos es que el único poder que tienen las mujeres es el ser objeto del deseo de los hombres y, por lo tanto, usar eso en su beneficio. Dado que el rey la quiere para su harén, la sirvienta le recomienda que por lo menos, para hacer valer su belleza y poder de seducción, elija ser reina y no solo una más entre las mujeres del rey. Ahora bien, la señora no se casa con el Hayzari deseándolo, sino que "secó sus lágrimas y se convirtió en la esposa de Mohammed el Zurdo" (p.388).

La obra sigue exponiendo un desequilibrio en el poder de seducción de moros y cristianos cuando las tres princesas no sienten ninguna curiosidad por el sexo opuesto hasta que ven a tres prisioneros cristianos:

Había entre los prisioneros tres caballeros españoles, ricamente ataviados. Estaban en plena juventud y tenían una noble presencia [...] Las princesas observaban con gran interés y conteniendo la respiración. Encerradas como habían estado en aquel castillo, rodeadas de servidoras femeninas, sin haber visto a nadie del sexo masculino salvo esclavos negros o los rudos pescadores de la costa, no es de extrañar que la aparición de estos tres caballeros les causase una cierta conmoción interior. (p.391)

No es la primera vez que se plantea el deseo como algo racializado: en "Leyenda del astrólogo árabe" lo que genera un quiebre entre el rey moro y su principal asesor es el deseo por una mujer cristiana. El príncipe Ahmed en "Peregrino de amor" deja el reino y se enfrenta a grandes desafíos, movido por un amor que se basa únicamente en el relato de la paloma y un retrato de la princesa toledana. En la leyenda que nos ocupa ahora, el costado racial del deseo aparece explícito cuando Kadiga ofrece traer a un cantor negro del harén de Marruecos para que suba sus ánimos; una de las hermanas contesta: "Me horroriza la vista de esos esclavos negros" (p.398).

La sirvienta Kadiga es un personaje ambiguo en esta leyenda porque Irving la presenta tanto como una fiel servidora del islam y de su rey, al mismo tiempo que demuestra su parcialidad por los caballeros cristianos y el retorno de sus tres tutoradas a los reinos cristianos. A pesar de que se supone que es una conversa convencida de su nueva fe y le es encomendada la tarea de cuidar de las hijas del rey, es a través de ella que se empieza a colar la discordia entre las hijas y el padre. Ella les habla a las tres princesas sobre los rituales de cortejo entre caballeros y damas cristianos. Se encarga también de pagar a Hussein para que los jóvenes enamorados puedan intercambiar canciones. El lector no puede pensar que su indignación ante la propuesta de los caballeros cristianos para traicionar al rey es auténtica; Kadiga sabe que las tres princesas están enamoradas y encubre en su relato la propuesta sabiendo que ellas van a desear escaparse con sus enamorados.

Hussein, el guarda de los prisioneros, participa del plan de escape de las princesas porque él también es un converso que quiere volver a los reinos cristianos. Tanto Kadiga como Hussein han vivido cómodamente en el reino moro profesando la religión musulmana, pero están dispuestos a abandonarlo todo por volver a los reinos cristianos. Las tres princesas se han criado toda su vida bajo la fe musulmana, no obstante, eligen el cristianismo de su madre de inmediato. Todo esto revela una valoración orientalista desbalanceada entre la cultura musulmana y cristiana porque se establece una superioridad marcada del cristianismo en torno al deseo.