Yo, Robot

Yo, Robot Resumen y Análisis ¡Embustero!

Resumen

Peter Bogert, Susan Calvin, Milton Ashe y Alfred Lanning, director de la U.S. Robots, conversan sobre Herbie, un robot que desarrolla la capacidad de leer la mente. Milton Ashe es quien un día descubre esta habilidad de Herbie, al recibir respuesta por parte del robot a un comentario que, en lugar de ser dicho, había sido evocado con la mente.

Ninguno de los cuatro está seguro de cuáles pueden ser las razones que llevan a un robot a adquirir esta habilidad. Por esto mismo, Peter Bogert sostiene que, preventivamente, el asunto debe mantenerse en secreto, inclusive dentro de la misma U.S. Robots. Esto resulta lo más sensato porque, según Calvin, esos años la publicidad contra los robots es muy fuerte. Alfred Lanning, por su parte, cree que lo más importante es encontrar el lugar en la cadena de montaje de Herbie en el que se produce este error. Manda a Susan Calvin a realizar esta tarea con Herbie.

Calvin le lleva a Herbie textos sobre motores hiperatómicos con el objetivo de que él mismo los revise en busca de anomalías en su propia construcción. Sin embargo, Herbie dice estar más interesado en leer textos de ficción, para así comprender mejor la mente de los humanos. La Dra. Calvin se da cuenta, mientras conversa con Herbie, que probablemente el robot esté al tanto de sus propios sentimientos ocultos hacia el Dr. Ashe.

Susan cae en la tentación de preguntarle al robot por los sentimientos de Milton Ashe hacia ella. Herbie le dice que Ashe secretamente la ama. La Dra. Calvin le pregunta quién es entonces la mujer que acompañaba a su colega hace algunas semanas en la planta; el robot le responde que se trata de la prima hermana. Aliviada y eufórica a la vez, Calvin le pide encarecidamente a Herbie que no reproduzca nada de lo que acaban de hablar.

Mientras tanto, Ashe le sugiere a Bogert que le dé sus propios cálculos matemáticos a Herbie, ya que Calvin ha descubierto que el robot puede resolver cualquier problema. El robot revisa los cálculos matemáticos y dice no encontrar errores. Bogert, entonces, comienza a preguntarle a Herbie en privado sobre el futuro del director Alfred Lanning. Herbie sabe que el matemático desea reemplazar a su jefe en el puesto de director, por lo que le dice que, en realidad, Lanning ya ha dimitido, pero no se hace efectiva su renuncia porque antes debe resolver el problema de por qué él mismo, Herbie, puede leer los pensamientos. Ante la pregunta inevitable por parte de Bogert acerca de quién será el sucesor de Lanning, Herbie responde: “Tu eres el próximo director” (p.121).

Al día siguiente, Bogert se siente envalentonado. Enfrenta de modo provocador a Lanning con teorías sobre Herbie, hasta que sus pensamientos son más fuertes que su capacidad de contenerse y le dice a su jefe: “Tengo los triunfos en la mano. Sé que ha dimitido, Herbie me lo ha dicho y lo sabe perfectamente por usted” (p.124). Lanning, sorprendido, le dice que eso no es así, que no piensa renunciar y que deben ir a hablar ambos con Herbie.

Mientras tanto, Milton Ashe y Susan Calvin conversan. Ashe dibuja una casa que está pensando en comprar y le confiesa que la casa no es solo para él, porque se va a casar con una joven. Calvin se paraliza. Sin embargo, lo felicita por su compromiso y sale apresurada de la habitación. Confundida, va inmediatamente a buscar a Herbie y este le asegura, con voz asustada y suplicante, que todo es un sueño, que pronto despertará y que está seguro de que Ashe la ama. Calvin quiere con todas su fuerza creer esto, pero su inteligencia no le permite desentenderse de lo que en realidad está sucediendo con Herbie. En ese mismo momento, Bogert y Lanning irrumpen en la habitación para enfrentarse también al robot y pedirle explicaciones. Bogert le pide a Herbie que por favor repita para todos lo que dijo el día anterior sobre la renuncia de Lanning. El robot permanece mudo, sobre todo ante la presencia de Lanning. Es incapaz de responder a la pregunta.

Calvin empieza a reírse: Bogert y ella han caído en la misma trampa. Explica que, debido a la Primera Ley de la Robótica, Herbie no quería causar por sus palabras una "herida mental" (p.129) en ellos. Por eso le dijo a cada uno lo que quería escuchar. El robot queda, al ser confrontado, atrapado en esta paradoja. Grita y cae al suelo. Calvin les asegura a sus compañeros que, luego de ese colapso, el robot no volverá a hablar, y que debería ser desechado. Cuando los hombres salen de la habitación, ella mira a Herbie durante mucho tiempo antes de decir en voz alta: "¡Embustero!" (p.132).

El relato vuelve luego al marco, en el que el periodista da las gracias a la Dra. Calvin por su historia. Ella permanece en silencio, con el rostro “lívido y frío” (p.133).

Análisis

"¡Embustero!" es otro de los cuentos en el que los humanos están algo confundidos por la condición avanzada de un robot que ellos mismos han creado. Como da a entender Lanning, la perspectiva de un robot que lee la mente aviva los temores humanos. Por esto mismo, la información de que Herbie existe y puede dar fe de los pensamientos de las personas a su alrededor no sale del marco de los cuatro funcionarios de la U.S. Robots.

Aunque Herbie es un caso único, representa claramente a un robot que ha superado con creces la inteligencia de las personas y, por ende, puede ser difícil tener el completo control sobre sus actos. Nuevamente, lo único que limita su voluntad son las Tres Leyes de la Robótica, y este es el único factor que brinda tranquilidad a quienes lo rodean. Como en los otros relatos de la serie, en principio se plantea un enigma o un problema y los científicos tienen que llegar a la resolución: en el caso de Herbie, no logran lo que se proponen. Nunca sabremos qué pieza de un cerebro positrónico o qué clase de comandos provocan que un robot pueda leer la mente. La historia se resuelve, más bien, con el colapso y desaparición de Herbie, al igual que sucederá con Nestor en "Pequeño robot perdido", el siguiente cuento de la serie.

Cuando Calvin o Bogert le piden a Herbie que les diga qué es lo que piensan Milton Ashe o Alfred Lanning, Herbie se encuentra ante una diatriba. Puede decirle a Susan Calvin lo que quiere escuchar, es decir, que Milton Ashe está enamorado de ella. Puede, también, decirle a Bogert lo que desea saber, que Alfred Lanning va a renunciar y cederle su puesto. Ambas son mentiras, como se comprueba más adelante, a pesar de que en el anterior relato se nos dijo claramente que los robots no pueden mentir deliberadamente. Entonces ¿qué pasa con Herbie? Herbie miente porque hay algo más importante que no mentir en su escala de prioridades, y es cumplir con la Primera Ley de la Robótica. Él entiende que decirles la verdad a Calvin o Bogert es provocar en ellos una “herida mental” (p.129). El sentido común sonríe al abordar esta escena; hay algo inclusive de ternura en el robot que desea complacer a todos a su alrededor. "No lastimar siquiera con la verdad" no es, generalmente, algo propio de la conducta humana o, al menos, de sus más generales principios éticos y morales.

Si pensamos en las Tres Leyes de la Robótica como una forma de Asimov de representar el bien que podría traer a la humanidad tener claros algunos límites y principios éticos y morales para conducirnos, en este caso, lo que le sucede a Herbie es que interpreta de forma extrema y absoluta la Primera Ley. En su caso, no dañar a los humanos involucra decirles cualquier cosa que los haga sentir bien, a pesar de que eso falte a la verdad. Al llevar esta actitud a un límite absurdo, Herbie se mete en problemas. Aportar matices y jerarquías a las Tres Leyes es algo que Asimov propone en varios cuentos como necesario, y es una cualidad que los robots van desarrollando poco a poco hasta llegar al último cuento de la serie.

Susan Calvin es, una vez más, quien resuelve el acertijo propuesto en este relato. Ríe cuando se da cuenta de que cae en la trampa de Herbie ilusionándose con el amor que en teoría Ashe le profesa. Dice, dirigiéndose a Bogert: “Este robot lee el pensamiento. ¿Cree usted que no sabe todo lo que se refiere a la herida mental? ¿Supone usted que si le hago una pregunta no me dará exactamente la respuesta que yo deseo oír? ¿No nos heriría cualquier otra respuesta, no lo sabe Herbie muy bien?” (p.129). Susan es una psicóloga de robots y entiende perfectamente que Herbie está sufriendo lo que en los humanos llamamos disonancia cognitiva. Lo que en las personas se traduce como una gran incomodidad al encontrar en nosotros dos ideas que se contradicen mutuamente, o encontrar que nuestros actos no se corresponden con nuestras ideas, en Herbie provoca un fuerte cortocircuito que termina con su existencia. Como seres humanos, como dijimos, interpretamos la realidad y también los principios éticos. De este modo, comprendemos que muchas veces nuestros actos pueden traer dolor, a nosotros o a otras personas. Sin embargo, algunas veces ese dolor es necesario, es parte de la vida, de las contradicciones que habitamos o de la necesidad de generar un pequeño dolor en pos de un bienestar mayor a posteriori. Ante la posibilidad de hacer sufrir a Calvin, Herbie le miente. Es categórico con respecto a no provocar ningún daño en absoluto en un humano. Es claro que el problema radica en su interpretación racional de los aspectos emocionales. Herbie no tiene otras herramientas que los razonamientos deductivos que se nuclean en las Tres Leyes para abordar los vínculos que involucran a humanos, y, por ende, falla.

Así, al final del relato, Susan le da a entender que, si dice la verdad, hiere a unos, y si miente, hiere a otros. Por ende, no herir no es una opción disponible para él. Esto lleva a Herbie a colapsar. Como vimos, en el relato “Sentido giratorio”, el robot Speedy quedaba dando vueltas en el lugar ante la imposibilidad de decidir entre, por un lado, ponerse en peligro al acercarse al pozo de selenio o, por el otro, obedecer la orden de tomar el mineral. En el caso de Herbie sucede algo similar: el robot gira en círculos en su mente al no poder decidir entre herir a unos o herir a otros y sucumbe. Susan Calvin dice: “se ha vuelto loco. Lo he enfrentado con el insoluble dilema y ha sucumbido. Podéis recogerlo ya, porque no volverá a hablar nunca más” (p.132).

Nuevamente la ética y la moralidad se ponen sobre el tablero. Los cuentos de Asimov no solo son relatos sobre ciencia, tecnología y las posibilidades que brinda el futuro. Hay un pensamiento profundo sobre el derecho y el orden jurídico en estos relatos. Por ejemplo, en este caso se explora un debate que al día de hoy ha sido dejado atrás pero que en el siglo XX seguía vigente: la posibilidad de la justicia robotizada, una justicia científica, de datos duros y decisiones categóricas. El juez robot simplemente toma la ley y la aplica, sin matices ni lecturas coyunturales. El hecho de no tener la capacidad de interpretar el contexto y ponderar sus posibilidades hace que Herbie colapse. La imposibilidad también de tomar la Primera Ley y aplicarla sin más lo destruye por dentro. Es por esto que la idea de interpretación de un sistema de normas codificado como lo son las Tres Leyes de la Robótica es muy fuerte en los relatos, y es la capacidad que poco a poco desarrollan las máquinas, como veremos más adelante.