Los santos inocentes

Los santos inocentes Resumen

El Azarías es un hombre de sesenta y un años, con capacidades cognitivas deficientes y de aspecto físico muy descuidado, que trabaja como criado del señorito de la Jara. Tiene hábitos escatológicos, como orinarse las manos, y actitudes infantiles, razón por la cual suele ser incomprendido por los demás criados de la Jara. El hombre mantiene un lazo muy estrecho con la naturaleza, especialmente con las aves: cuida a un búho con mucha dedicación y lo trata tiernamente, llamándolo “milana bonita”. Pero un día la milana se muestra enferma y el Azarías le pide al señorito que llame al médico. Ante esta propuesta, el señorito ríe cruelmente, insensible a la tristeza de su criado. Los demás criados, al igual que el señorito, se burlan de esa ocurrencia. Un rato más tarde, Azarías encuentra a su milana muerta. Atravesado por el dolor, se dirige con el cadáver de la milana a la casa de su hermana, Régula, quien trabaja de criada en otras tierras, en el Cortijo del señorito Iván, y a quien Azarías suele visitar asiduamente.

La Régula lo recibe y, al ver el cadáver del ave que Azarías lleva en sus brazos, le ordena que lo saque de su casa. Azarías obedece, pero regresa a la casa para llevarse consigo a la Niña Chica, la hija mayor de Régula, una niña con una discapacidad física y cognitiva que la obliga a estar postrada. Azarías, que siente un lazo estrecho con la niña, la toma tiernamente en brazos y la lleva afuera, donde se dedica a enterrar a la milana. Una vez que lo hace, vuelve a alzar a su sobrina y, rascándole la frente tal como hacía con su ave, la llama “milana bonita”.

Paco, el Bajo, es esposo de la Régula y secretario del señorito Iván. Él y Régula aspiran a escolarizar a sus hijos, con la esperanza de que eso pueda brindarles una oportunidad para salir de la pobreza. Sin embargo, esas esperanzas se ven frustradas cuando don Pedro, el Périto, y doña Pura, los capataces que cuidan el Cortijo cuando los señores no están presentes, les ordenan poner a sus hijos, ya crecidos, al servicio de los señores. Nieves, la hija menor de Paco y Régula, a pesar de sus capacidades intelectuales destacadas, se ve obligada a convertirse en sirvienta de los señores.

Un día el hijo mayor de Iván, Carlos Alberto, toma su Comunión y Nieves, fascinada por el joven, le dice a su padre, Paco, que quiere también ella tomar la Comunión. Sin embargo, cuando don Pedro y Purita se enteran de esa idea, se ríen a carcajadas, pues creen que Nieves no tiene suficientes conocimientos para hacerlo. Días después, en un almuerzo en la casa de los señores, Purita y el señorito Iván coquetean groseramente en la mesa, como de costumbre. Carcomido por los celos, don Pedro intenta tapar su humillación desviando la atención hacia Nieves, y comenta que la niña quiere hacer la Comunión. Al escuchar la ocurrencia, todos en la mesa se burlan de ella y la humillan. El señorito Iván asegura que la culpa de eso no la tiene ella sino el Concilio Vaticano II, que les hace creer a los pobres que deben ser tratados como personas.

Más tarde, don Pedro y Purita discuten, como es de costumbre, por el coqueteo entre ella y el señorito Iván. Purita, cínica y frívola, se hace la desentendida y Pedro se enfurece y la amenaza, pero ella le dice que es demasiado cobarde y él termina llorando en la cama como un niño. En una oportunidad, Nieves descubre a Purita y al señorito Iván besándose apasionadamente. Al día siguiente, don Pedro denuncia en el Cortijo la desaparición de su mujer y, si bien aparenta tranquilidad, da a entender que cree que su esposa se ha fugado con el señorito Iván. Purita no aparece e Iván, al regresar al Cortijo, niega conocer el paradero de su mujer y se burla cínicamente de la paranoia de Pedro.

Un día, el Azarías se presenta en lo de Régula y le cuenta que el señorito de la Jara lo ha despedido por estar muy viejo. Paco, el Bajo, acude a la Jara para explicarle al señorito que Azarías ha dedicado su vida entera al servicio de esa familia, pero el señorito le dice violentamente que su cuñado es un anormal y un inútil, y que no puede seguir manteniéndolo. A pesar de la miseria en la que viven, Régula y Paco deben asilar en su casa al Azarías, a quien deben cuidar como si fuera una criatura, razón por la cual su hermana dice que es un inocente. Para mantenerlo ocupado, uno de los hijos de Régula le regala a Azarías un ave, que el hombre empieza a cuidar y a llamar otra vez “milana bonita”.

Entretanto, Paco, el Bajo, se desempeña como secretario de Iván y se destaca por sus habilidades para asistirlo en la caza y, sobre todo, por su naturaleza extremadamente sumisa. Un día, en plena caza, Paco tiene un accidente y se fractura una pierna. El señorito Iván, insensible a los padecimientos de Paco, le exige que siga forzándose para ayudarlo a cazar. Paco siente culpa por defraudar a su amo y pone en riesgo su vida en numerosas ocasiones hasta que, finalmente, termina lastimándose más gravemente, e Iván debe conseguir otro secretario. Prueba con Quirce, uno de los hijos de Paco, pero lo descarta por su insumisión y desprecio por las jerarquías sociales. Entonces Iván termina proponiéndole a Paco pedirle ayuda a su cuñado retrasado.

Iván y el Azarías salen de caza una mañana pero no tienen suerte. De regreso al Cortijo, Azarías ve volando en el cielo una bandada de grajillas, entre las que reconoce a su milana y la llama con ternura, mostrándole su vuelo al señorito. Este, sediento de caza, apunta al ave con la escopeta y desoye los alaridos asustados de Azarías, que le pide que no mate a su milana. El ave cae muerta y el Azarías llora, desconsolado. Iván se ríe de la idiotez del hombre e imposta remordimiento.

Por la tarde, Iván vuelve a llevar a Azarías a la caza, para probar mejor suerte. Azarías parece otro, tranquilo como si nada hubiera ocurrido. Una vez en la sierra, el criado se sube a un árbol con una soga gruesa y le encarga al señorito que le alcance una jaula. Pero cuando Iván lo hace, Azarías pone en práctica su plan: aprovecha para pasarle la soga por el cuello al señorito. Sin comprender, Iván intenta desprenderse y lo trata de loco, pero Azarías tira de la soga hasta dejar colgando al señorito que, luego de un rato, muere. Azarías sonríe tiernamente al cielo, mientras una bandada de pájaros atraviesa el cielo.