La vida es sueño

La vida es sueño Resumen y Análisis Jornada III, Parte 2

Resumen

Cuando Clotaldo y Rosaura salen, entra Segismundo con Clarín y un grupo de soldados. Momentos después, Clarín señala a Rosaura, que vuelve a entrar blandiendo su espada. Se acerca a Segismundo y se pone a su merced. Le dice que es una mujer muy desgraciada y que, aunque se encontró tres veces con Segismundo, él nunca supo quién es realmente. La primera vez que se encontraron, en la cárcel, ella estaba vestida de hombre, y la segunda vez como una de las damas de compañía de Estrella. Ahora espera que él acceda a protegerla.

Rosaura le cuenta a Segismundo que es hija de una noble de Moscovia. Su madre, Violante, fue seducida por los cumplidos de un hombre, que le prometió casarse con ella. La mujer se entregó a él tan completamente que los consideró ya casados. Él la dejó sola, pero le dejó su espada. Rosaura nació después y es una copia de su madre, tanto en su suerte como en los hechos, ya que Astolfó le robó su honor, tal como le ocurrió a Violante. Vino a ofrecerle a Segismundo su ayuda, y espera que juntos puedan impedir la boda de Astolfo y Estrella. Ya considera a Astolfo su marido, y no puede permitir que se case con otra.

Segismundo jura restaurar el honor de Rosaura antes de tomar la corona, y le dice a la mujer que sus acciones serán más fuertes que cualquier palabra.

El sonido de los tambores anuncia un ataque al palacio, y los hombres comienzan a luchar. Mientras Clarín corre a esconderse, Basilio entra con Clotaldo y Astolfo, retirándose de la lucha. Los hombres de Basilio fueron derrotados por los partidarios de Segismundo, y le dice a Clotaldo que es hora de huir. Los disparos estallan y Clarín sale de su escondite, sangrando.

Finalmente, cae muerto al suelo, y Basilio afirma que es la voluntad de Dios. En ese momento, suena otra alarma y entra Segismundo. Clotaldo le dice a Basilio que corra, pero el rey se niega. En su lugar, se arroja a los pies de Segismundo y le pide clemencia.

Segismundo se dirige al pueblo con Basilio a sus pies. Afirma que su padre, el rey, lo convirtió en una bestia humana. Agrega que, si hubiera sido tratado con amabilidad, podría haber crecido y convertirse en un hombre bondadoso y humilde. Sin embargo, dice Segismundo, el destino no se vence con venganzas ni injusticias, sino con prudencia. Por esto, le dice a su padre que se levante y se arroja a los pies de Basilio, rendido.

Debido a la buena voluntad de Segismundo, Basilio le nombra inmediatamente rey de Polonia. Como primer acto como rey, Segismundo ordena a Astolfo que se case con Rosaura y le devuelva así su honor. Astolfo, sin embargo, duda. Dice que Rosaura no es de sangre real, pero Clotaldo lo interrumpe y la reclama como su hija. Satisfecho al saber que Rosaura proviene de un linaje distinguido, Astolfo acepta casarse con ella. Segismundo declara que hará lo mismo con Estrella y la consagrará como su reina. Basilio se sorprende de la inteligencia de Segismundo. El protagonista afirma que un sueño le enseñó todo lo que sabe, y que incluso ahora tiene miedo de despertar una vez más en su celda. Así, Segismundo dice que toda la dicha humana pasa al final como un sueño, y por esto hay que aprovecharla el tiempo que dure.

Análisis

En el final de la obra, confluyen de manera exitosa la trama principal, que tiene a Segismundo y su experiencia como protagonistas, con la historia paralela de Rosaura y la venganza de su honor ultrajado. Para reparar ambos conflictos, es imprescindible la decisión de Segismundo de casar a Rosaura con Astolfo como solución frente a la deshonra que sufrió la mujer.

En este sentido, el final de La vida es sueño muestra una resolución de la tensión central entre libre albedrío y predestinación. El protagonista logra prevalecer sobre sí mismo cuando logra dominar sus impulsos más salvajes. Así, a pesar de los presagios sobre su nacimiento, Segismundo demuestra que el ser humano posee la voluntad necesaria para sobreponerse a los designios del destino. Sin embargo, esto no ocurre de manera accidental: Segismundo demuestra tener las condiciones necesarias para ser un buen monarca.

En la obra, el peso de la fortuna solo puede ser vencido por Segismundo gracias a un esfuerzo deliberado y voluntario, que consiste en la aplicación de dos virtudes fundamentales: la prudencia y la templanza. La victoria de la libertad sobre la predestinación se produce cuando Segismundo hace uso en sus acciones de estos dos valores morales: “La Fortuna no se vence/ con injusticia y venganza,/ porque antes se incita más;/ y así, quien vencer aguarda/ a su fortuna, ha de ser /con prudencia y con templanza” (p.112). El cambio de actitud del protagonista surge cuando es consciente de que no se puede vencer al destino por medio de la tiranía, sino que se requieren acciones sensatas.

En este último acto, hay dos hechos que subrayan la sabiduría de Segismundo. Por un lado, su rendición frente a la autoridad de Basilio ratifica que el príncipe es capaz de dominar sus ambiciones personales y reconocer la legitimidad del rey. “Rendido estoy a tus plantas” (p.113), le dice Segismundo a su padre. A través de su clemencia, queda claro que la obra no busca denunciar las irregularidades del sistema monárquico sino los problemas que conlleva la existencia de un mal rey. De esta manera, los errores de Basilio se deben a las decisiones tomadas al creer que puede, de alguna manera, manejar la voluntad de las estrellas y de los humanos. Segismundo, en cambio, se erige como el modelo de monarca porque imparte justicia de forma adecuada gracias a la moderación de sus pasiones.

El segundo hecho fundamental para analizar la transformación de Segismundo es su reparación del honor de Rosaura. El personaje se ve obligado a reprimir sus instintos amorosos: a pesar de que él se enamoró de la mujer, como rey debe olvidar su deseo y salvar el honor de Rosaura al casarla con Astolfo, quien la ha deshonrado.

Esta disposición de Segismundo se corresponde con el objetivo prioritario de Rosaura. A lo largo de toda la obra, la motivación principal de la mujer se desarrolla en torno a este deseo y no en torno a una unión amorosa con Segismundo. Así, el protagonista prefiere renunciar al amor para devolverle a Rosaura la vida y el estatus social que perdió por la deshonra de Astolfo. En este punto, resuena el diálogo entre la muchacha y Clotaldo, en el que ella deja en claro su intención de morir antes de continuar viviendo ultrajada. Esta renuncia de Segismundo al amor de Rosaura es entendida como un acto pleno de amor, pero no en el sentido romántico de la palabra. La obra muestra que hay otras maneras de entender lo amoroso: Segismundo prioriza el bienestar de Rosaura antes que el suyo propio. Esta conducta desinteresada y carente de egoísmo es también un gesto de amor.

Es interesante preguntarse por qué Segismundo prioriza el bienestar de Rosaura antes que el suyo propio. A lo largo de la obra, el protagonista corre constantemente el peligro de recaer en los impulsos que coartan su libertad de ser racional y de disponer de su voluntad. Como “fiera humana” (p.111), es un personaje híbrido, que contiene en su esencia los principios civilizatorios y la naturaleza indomable de lo salvaje. Haberse enamorado de Rosaura le representaba un desafío. Por un lado, era la oportunidad de poder afirmar su propia humanidad y entender que la voluntad de la mujer no era necesariamente la suya. Por otro lado, Segismundo podría haber despreciado el pedido de Rosaura y priorizado su bienestar de manera egoísta. La elección de una salida racional subraya la nueva personalidad del protagonista; queda poco de la fiera del primer acto en este Segismundo del final. Es ahora un rey legítimo que logró superarse a sí mismo y vencer el destino que los astros predecían para él.

Al final de La vida es sueño, la mujer recupera su honor casándose con Astolfo y demuestra que no está condenada a repetir los errores de su madre. En este sentido, Rosaura y Segismundo presentan profundas semejanzas: ambos protagonistas pueden conocer su identidad y, de esta manera, ocupar el puesto que les corresponde naturalmente en la sociedad como hijos de la nobleza.

Así como los protagonistas sostienen un carácter de semejanza a lo largo de todo el texto por desconocer su origen, también la obra pone de manifiesto las similitudes entre los padres de ambos, Clotaldo y Basilio. Si bien desde el comienzo de la obra ellos condenan a sus descendientes a ignorar su verdadera identidad, al final esta situación se invierte completamente. Aunque los lectores sabemos desde el primer acto que Clotaldo es el progenitor de Rosaura, la muchacha se entera recién en esta tercera jornada. “Pero, en fin, es hija mía” (p.114), dice el hombre, y con esta revelación legitima el desenlace matrimonial que coloca a cada uno en la posición social que merece.

Es fundamental subrayar que el destino de Rosaura y Segismundo se resuelve gracias a las decisiones sensatas del príncipe, que perdona a su padre y obliga a Astolfo a casarse con Rosaura. Para entender el cambio del protagonista, es indispensable la experimentación de la vida como sueño, que aparece desde el soliloquio que da fin a la Segunda Jornada. La certeza de vivir el mundo como una vana ilusión en la que los sentidos pueden confundirlo le otorga una sabiduría especial. Para el personaje, este aprendizaje lo obliga a poner en perspectiva los hechos vividos y la forma de entenderlos. En este sentido, Calderón de la Barca utiliza la experiencia de Segismundo para plantear un postulado moral: actuar de manera noble conlleva necesariamente felicidad: “Pues así llegué a saber/ que toda la dicha humana,/ en fin, pasa como sueño,/ y quiero hoy aprovecharla/ el tiempo que me durare” (p.115). Con esta declaración, Segismundo explicita el vínculo entre una acción moral y la dicha. Así, los actos buenos conducen al sujeto a un estado de alegría. Como esto solo dura un momento, la enseñanza es aún más trascendental: hay que disfrutar de la vida. En este sentido, en la obra la felicidad no es otra cosa que el estado anímico que nace a partir del uso correcto de la libertad del ser humano.

Con este desenlace, Calderón de la Barca deja en claro la potestad que tiene el ser humano sobre sí mismo. Tanto el tirano Basilio como el gentil Segismundo constituyen dos extremos en los que se muestra que el libre albedrío permite decidir éticamente sobre nuestro actuar en el mundo. Además, se pone en un segundo plano la relevancia que tienen las fuerzas externas a la hora de imponer un destino específico. Segismundo demuestra que el ser humano tiene una naturaleza dual y que la construcción de su vida depende plenamente de sus decisiones. Si se somete a sus pasiones e instintos más primitivos, se convierte en déspota salvaje, pero también puede ser prudente y consolidarse como una autoridad respetada socialmente. Esta representación de la libertad va de la mano con una mirada católica sobre el ser humano. Segismundo es un héroe moral de este movimiento religioso, ya que logra vencer al determinismo natural que plantea el protestantismo. Así, la obra destaca que la virtud del hombre se revela cuando logra sobreponerse al destino que las divinidades quieren para él.