Agamenón

Agamenón Resumen y Análisis de Líneas 975-1330

Después que el Rey Agamenón y la Reina Clitemnestra entran a su palacio real en la ciudad de Argos, la mujer troyana capturada, llamada Casandra, permanece sentada en el carro, esperando a ser llevada dentro por los sirvientes de Agamenón, en cuánto él se los ordene. El Coro de Ancianos, aunque está feliz con el fin de la Guerra de Troya, señala que está preocupado por algo. Estos sabios ancianos no saben exactamente qué es lo que exactamente lo que los está afligiendo “... ya no poseo el querido valor de la esperanza. Pero mis entrañas no se equivocan: mi corazón en el vaticinio de mi mente gira y gira con movimientos que se cumplen”. Líneas 992-1000. El coro está seguro que algo terrible ocurrirá pronto, oran a los dioses por consuelo y le piden que el desastre que se avecina sea evitado. No dan detalles precisos sobre su preocupación.

El Coro murmura acerca del destino y de cómo los hombres son incomparables con los dioses, que los humanos están a la merced de ellos. Dicen: “Mas la negra sangre de un hombre, una vez vertida al suelo, ¿quién podría devolverla a la vida con encantos? Al que sabía la recta manera de hacer volver de entre los muertos, ¿no le detuvo Zeus para nuestro bien? Pero si un destino establecido por los dioses no impidiera al propio llevarse más de lo debido”. Líneas 1019-1027. El Coro de Ancianos menciona a un hombre que intentó traer personas desde la muerte y fue castigado por su vanidad, al igual que todo hombre que cuestiona el poder de los dioses. Es la misma referencia que antes hizo Agamenón sobre sí mismo cuando su esposa le rogó que caminara por la alfombra roja, con el fin de que su pueblo pudiera inclinarse y honrarlo. Agamenón temía que este acto ofendiera a los dioses, pero su esposa insistió y el accedió a cumplir con sus deseos. Quizás el Coro está sugiriendo que el destino castigará a Agamenón por sus propios excesos y de ahí su miedo a caminar por la alfombra. Los hombres del coro continúan con sus preocupaciones y lamentos hasta que Clitemnestra reaparece, saliendo desde su palacio.

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La Reina de Argos ignora al Coro y se dirige a Casandra, que aún está sentada sola en el carro. Le ordena a la esclava a ingresar al palacio, porque Zeus decidió que ella debía hacer lo que ordenaran sus captores. Dentro del palacio están esperando a que la joven se les una para hacer una ofrenda en el altar de los dioses. Sin embargo, Casandra no contesta y el Coro se pregunta si la troyana es capaz de entender lo que Clitemnestra le está diciendo ya que Casandra viene de una tierra lejana. Clitemnestra la llama “bárbara” y de manera impaciente le ordena nuevamente que ingrese. “No tengo tiempo que perder ante la puerta; porque en el hogar interior del palacio las ovejas están ya dispuestas para el sacrificio. Tú, si vas a hacer algo de lo que te digo, no te demores. Pero si, incapaz de comprenderme, no aceptas mis palabras, en vez de con tu voz, explícate con tu mano bárbara” Líneas 1055-1061. La Reina está muy ansiosa de que Casandra entre al palacio, pero la joven no contesta. En cierta forma, Clitemnestra actúa como un hombre al decir que no perderá su tiempo con “esta mujer”. Uno podría pensar que Clitemnestra iba a tener mayor compasión por la joven, pero en lugar de eso la trata con el mismo desdén que el Coro y Agamenón. Disgustada por no recibir respuesta de Casandra, Clitemnestra entra nuevamente en su casa.

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Sin embargo, Casandra sale del carro y grita a Apolo. Sorprendidos porque ahora ella se decidió a hablar, el Coro la corrige diciéndole que Apolo no puede hacer nada por ella. Ella continúa gritando en vano “¡Apolo!”, mientras el Coro dice que parece que ella es una profetisa con la habilidad de ver el futuro. Los ancianos se preguntan si ella podrá ver su propia muerte. Casandra grita de forma maníaca que los dioses odian a Agamenón por causa de su propio padre, Atreo, recordando que una vez Atreo cocinó a los hijos de su hermano Tiestes y se los sirvió en un banquete. El Coro dice que no necesitan profetas. Ignorando estas palabras, Casandra habla de forma ambigua acerca de “un gran mal que se trama en esta casa”. Confundidos, los hombres no saben de que está hablando, aun cuando ella menciona a un esposo que ha sido “lavado en el baño” mientras cerca hay una mujer criminal que está por dar a su esposo una “monstruosa muerte”. El Coro de Ancianos comienza a entender que ella dice que Clitemnestra matará a Agamenón y se tornan muy preocupados. Ahora no hay ninguna esperanza, no hay ningún consuelo y el coro grita “la desgracia rápida se acerca”.

La profetisa troyana finalmente habla de modo más preciso: “Aparta el toro de la vaca. Entre vestidos la ha cogido, con un artificio de cuernos negros la hiere y cae en la bañera llena. Te cuento el suceso de un recipiente de sangrienta traición” Líneas 1125-1129. Casandra explica cómo Clitemnestra matará a su esposo, que es el “toro”, que amarrará sus brazos con algún tipo de red, lo apuñalará, hasta que finalmente él morirá en la tina de baño. Advierte sobre la “astucia”o ingenio de Clitemnestra, con los que los ha engañado a todos. El Coro no quiere creer en estas noticias y dice que las profecías son difíciles de comprender. Pero Casandra sigue en su propio mundo, preguntándole a Apolo porqué ella fue elegida para morir junto a Agamenón. Se compara a sí misma con un ruiseñor que vive una vida de paz. Se pregunta porqué su vida ha estado plagada de muerte y violencia. Primero, ve su hogar, Troya, incendiado, su gente asesinada y sus tesoros robados. Ahora ella también morirá a manos de Clitemnestra. Casandra se lamenta por las ovejas inmoladas en Troya, mientras el Coro comienza a preguntarse si alguna vez dejará de quejarse por todas las desgracias que ha padecido, diciendo “No podemos ver el final”.

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Pero Casandra continúa con su lamento, recordando que en el pasado se consumó un terrible pecado en la casa de Atreo. Casandra nunca había venido antes a Argos y no sabía nada acerca de lo hecho por Atreo a los hijos de Tiestes, y expresa que en esa casa, por la injusticia cometida contra Tiestes, hay “espíritus vengadores”. Luego le pregunta al Coro, con algo de sarcasmo, cuál es su reacción a estas palabras: “¿Erré el blanco o lo acierto como un arquero? ¿O soy una falsa adivina que llama de puerta en puerta diciendo necedades? Jura en testimonio de que no has oído y no conoces el viejo crimen de esta casa”. Líneas 1194-1197. El Coro de Ancianos está sorprendido de que ella conozca esa historia. Ella responde que fue Apolo quien le reveló los hechos. El Coro ahora está interesado en oír sobre Casandra y pregunta si Apolo le dio algún hijo. Casandra dice que Apolo quiso ser su amante y que a cambio le dio el don de la profecía, pero después que ella recibió el don, rechazó el amor de Apolo. El dios la castigó por esto y le dejó seguir teniendo el don de la profecía, pero con la maldición de que nadie le creería sus predicciones. Contrariamente a esta afirmación, el Coro de Ancianos señala que cree que la vida de Agamenón está en peligro.

Casandra continúa diciendo con pena que puede ver a los hijos de Tiestes revoloteando por la casa, comiendo su propia carne; está obsesionada con esta horrible visión. Predice que una mujer se atreverá a matar a su propio esposo y menciona a varias mujeres que en el transcurso de la historia han cometido actos violentos. Compara a Clitemnestra con Escila, una joven que fue convertida en una criatura marina de varias cabezas condenada a no moverse de un estrecho paso marítimo, en el que devora navegantes cuando los barcos de estos navegan cerca. En esencia, lo que Casandra dice es que por dentro la Reina de Argos es un monstruo. Dice que no se preocupará más o tratará de advertir a nadie más sobre lo que va a pasar porque nadie escuchará más sus profecías. Insiste que Agamenón y ella están predestinados a morir. Finaliza diciendo que pronto el Coro estará parado frente a su cuerpo muerto y al verla pensará que su predicción estaba acertada. Todo ha sido explicado de manera muy clara por Casandra pero el Coro actúa con una cierta confusión y dice que ha escuchado todo pero no ha entendido lo que significa. El Coro se pregunta qué hombre matará a Agamenón, pero Casandra les recuerda que será una mujer, que será Clitemnestra la que cometerá el asesinato.

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Casandra le grita nuevamente a Apolo, triste porque él ha sido muy cruel con ella, al punto que el Coro no puede salvarla ni evitar su muerte y que los ancianos han comprendido mal su profecía. Señala que ha sobrevivido a la destrucción de Troya, a las muertes de muchos de sus amigos y que ha sobrevivido a tanta desgracia para terminar muriendo en Argos. Pronuncia una nueva profecía que ocurrirá luego de su muerte y de la de Agamenón: “Vendrá un vengador nuestro, un vástago matricida que hará pagar la muerte de su padre. Desterrado, errante, extranjero a esta tierra, vendré para coronar estas desgracias de los suyos; pues los dioses han jurado un gran juramento, que le traerá el cuerpo yacente de su padre. ¿Por qué, entonces, enternecida, gimo así?”, Líneas 1279-1286. Finalmente la profetisa troyana percibe que se ha quejado demasiado y de pronto expresa que nada cambiará. De cualquiera manera, su muerte será vengada por el hijo de Clitemnestra, que un día vengará la muerte de su padre. Casandra acepta que morirá. El Coro de Ancianos le pregunta cómo puede estar en paz sabiendo que será asesinada y la compara con una vaca que será sacrificada en el altar de Dios.

Casandra contesta que no puede cambiar lo que ya está predestinado a ocurrir y se dirige hacia la entrada del palacio. Antes de entrar señala que el palacio huele a “matadero”, a sangre derramada, agregando que se siente como si fuera un “sepulcro abierto”. Con estas palabras, la profetisa troyana entra al palacio, despidiéndose de los miembros del Coro y agregando que después que caiga en manos de Clitemnestra, un día se cumplirá la venganza contra ella. El Coro mira en silencio mientras Casandra camina hacia su muerte, sin hacer nada para evitarlo. Quedan inactivos, llamándola “pobre desgraciada”. Ella habla por última vez antes de ir hacia la muerte, rogando a Apolo, el dios de la luz, “hacia su última luz, imploro: que mis asesinos paguen a mis vengadores la deuda de esta esclava muerta, de tan fácil presa” Líneas 1324-1326. Casandra le pide a Apolo que recuerde a la persona que un día matará a Clitemnestra porque también estará vengando la muerte de ella. Con estas últimas palabras, entra al palacio real de Argos y no se la escucha más. El Coro de Ancianos no entra a la casa. Se queda afuera, esperando y escuchando.

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