Réquiem por un campesino español

Réquiem por un campesino español Resumen y Análisis Parte 5

Resumen

Mosén Millán no abre los ojos para no tener que hablar con don Valeriano. En ese momento, llega don Gumersindo, que le pregunta al monaguillo por quién es la misa. Este, en lugar de contestar, continúa con otros versos del romance sobre Paco. Don Gumersindo le advierte que el alcalde, don Valeriano, lo puede llevar preso por cantar eso, pero a don Valeriano no le parece graciosa la broma.
Dado que el cura sabe que los versos que siguen en el romance hacen referencia a él mismo, le pide al monaguillo que vaya hasta la plaza para ver si ahí hay gente reunida esperando para ir a la iglesia. No quiere escuchar cómo Mosén Millán escucha la confesión de Paco justo antes de que lo fusilen. Don Gumersindo interrumpe los pensamientos del cura para ofrecerse a pagar la misa.

Para distraerse de la compañía, Mosén Millán vuelve a recordar el pasado. Tres semanas después de la boda, se llevan a cabo las elecciones. Los candidatos a concejal son todos del pueblo. Al padre de Paco lo votan para un puesto en el municipio.

Las votaciones dejan perplejo a Mosén Millán, ya que ninguno de los representantes electos es religioso y todos están en contra del sistema de arrendamiento de tierras. Decide consultar con Paco sobre lo que está sucediendo. Para Paco: “a los duques les ha llegado su San Martín” (p.89), es decir, su poder ha llegado a su fin. En cambio, el cura recomienda tacto. La noticia de esa conversación llega al carasol, pero el tenor es otro: se dice que Paco amenazó con que les iban a pasar cuchillo a los reyes, duques y curas.

Cuando llega la confirmación de que el rey ha dejado España, Mosén Millán decide no hablar del tema. Como consecuencia, las personas del pueblo dejan de asistir a la iglesia. Don Valeriano y don Gumersindo no aparecen por el pueblo, y Cástulo Pérez intenta tender puentes con Paco.

Se celebran nuevas elecciones porque don Valeriano denuncia que ha habido fraude. En esta ocasión, el padre de Paco le deja su lugar al hijo quien sale electo. Por este motivo, es Paco quien tiene que ir a hablar con don Valeriano cuando los cinco pueblos que pagaban alquiler al duque deciden dejar de pagar bajo el amparo de una nueva ley emitida en Madrid para transferir las tierras de los señoríos a los municipios. Nuevamente, la noticia sobre la entrevista entre Paco y don Valeriano llega al carasol hiperbolizada.

Cuando el duque se entera de la resolución del municipio sobre el alquiler, manda indicaciones para que se dispare contra cualquiera que entre en sus tierras. Paco propone disolver la guardia civil y buscar nuevos puestos municipales para las tres personas que ejercen como guardias. No queda nadie que acate las indicaciones del duque.

Don Valeriano intenta negociar con Paco para llegar a un acuerdo, pero la respuesta de Paco es: “No hay que negociar, sino bajar la cabeza” (p.95). En medio de la entrevista, los dos hombres pulsean: Paco se muestra firme y orgulloso, mientras que don Valeriano insiste en la tradición y el poder y las conexiones del duque para hacer valer sus derechos. Paco se sirve vino en casa de don Valeriano sin esperar a que se lo ofrezca, actitud que enfurece a don Valeriano. La conversación termina y don Valeriano se va del pueblo.

En la sacristía, el monaguillo recuerda la parte del romance que habla sobre la ejecución de Paco y otros presos que murieron con él.

Análisis

En esta parte de la novela, Sender explora uno de los temas centrales de lo sucedido entre 1931 y 1936: la reforma agraria. Uno de los ejes de la república será la redistribución de las tierras. Para principio del siglo XX, España sigue siendo un país esencialmente agrario con solo tres focos industriales en Cataluña, Asturias y, en menor medida, Madrid. Por este motivo, el tema de las tierras es central para muchos de los movimientos políticos que surgen en ese momento. El establecimiento del gobierno republicano aumenta la expectativa por la reforma y el gobierno no puede realizar cambios estructurales tan profundos al ritmo que esperan los campesinos. Al tratarse de una novela cuya acción sucede en un pueblo sin nombre de una zona rural de España, es lógico que esto ocupe un lugar central en el desarrollo de la trama.

En la obra, el tema del alquiler de tierras se vuelve prioritaria para los nuevos concejales de los municipios en los que el duque cobra por sus bienes de señorío. Estos son derechos que han sido instituidos en la época medieval y en el siglo XX siguen vigentes. Según aparece retratado en la obra, el conservadurismo de España tiene tres apoyos fundamentales: la Iglesia, los señoríos y la guardia. Ni bien se empieza a hablar de una reforma, el primero en expresar su preocupación y en aconsejar dejar las cosas como están es Mosén Millán, quien acá representa a la Iglesia como institución. Asimismo, su silencio tras la partida del rey y el consecuente rechazo por parte de los feligreses ante ese silencio muestra las tensas relaciones entre el pueblo y la Iglesia durante el establecimiento de la república. Si bien en Madrid y en otros centros urbanos proliferan movimientos asociados al comunismo y al anarquismo que predican en contra de la Iglesia, en las zonas rurales de España la situación es distinta. España es esencialmente católica, y la Iglesia es un pilar de la sociedad; sin embargo, el pueblo se siente gradualmente defraudado por la Iglesia cuando no acompaña el deseo de cambio y progreso.

Hasta ese momento, la Iglesia ha gozado de tantos privilegios como los terratenientes. Además, su alianza con la aristocracia le es funcional. Esto lo vemos representado en la novela en el momento en que Mosén Millán cuestiona las intenciones y actitudes de don Valeriano, pero elige callar porque “no conocía el vicio de la ingratitud” (p.100). Acá vemos que el cura se siente en deuda con el duque y don Valeriano porque han costeado reparaciones para la iglesia. Esa complicidad entre la Iglesia y la aristocracia es en la que confían don Valeriano y don Gumersindo cuando se ofrecen a pagar la misa. Hasta ese momento, su dinero siempre ha servido para tener a la Iglesia de su lado.

Lo primero en lo que piensa el duque cuando se entera de que van a dejar de pagar el alquiler es en enviar a la guardia para que controle que nadie entre en sus tierras. Mosén Millán anteriormente ha expresado que sería sumamente grave que el pueblo se quedara sin guardia porque entonces las personas que viven en las cuevas podrían ser un problema. Esto quiere decir que tanto la Iglesia como la aristocracia deposita su confianza en la fuerza policial y militar para poder mantener el statu quo. Finalmente, la aristocracia y todos los que se benefician directamente de ella, como don Valeriano, ejercen toda su influencia para mantener un sistema que les es funcional.

Sender muestra de manera muy clara las dos motivaciones que mueven a los personajes: por un lado, quienes pertenecen al sector que se aprovecha del statu quo y quieren preservarlo; por el otro, quienes buscan una reforma. En la reunión entre don Valeriano y Paco vemos los dos lados de la discusión. Desde su lugar, don Valeriano argumenta que la tradición y la usanza de muchos siglos tiene que valer de algo. Por su parte, Paco considera que esa usanza está hecha por personas y por lo tanto las personas pueden deshacerlas. En lo que se parecen ambos es que tanto don Valeriano como Paco no defienden su postura solo por sí mismos, sino que los hacen en nombre de otros. Don Valeriano pelea por los privilegios del duque; Paco, por los derechos de los de las cuevas. Ahora bien, Paco, al igual que el pueblo, deposita valor en los que trabajan por sí mismo y no cree que el duque tenga derecho sobre tierras que no solo no trabaja, sino que ni siquiera visita. El pueblo, asimismo, valora a Paco porque, si bien su familia tiene tierras propias, las trabaja de sol a sol como cualquier otro campesino.

Por último, en esta sección vemos con más claridad el papel del pueblo en la historia de Paco. Cada vez que Paco hace algo, la historia llega al carasol exagerada de tal manera que Paco parece más revolucionario de lo que es. Si bien su foco está puesto en mejorar las vidas de las personas de las cuevas, en las historias que se cuentan en el carasol, Paco parece estar movido por el propósito de derrocar e incluso castigar al duque e, incluso, a los curas. Paco se convierte en la figura en la que el pueblo deposita sus propias esperanzas, deseos y resentimientos: “Atribuían a Paco todas las arrogancias y desplantes a los que no se atrevían los demás” (p.91). Los lectores ven como Paco se va convirtiendo en un personaje de ficción gracias a lo que el pueblo hace de él, acción que culmina con la composición del romance.

De todas formas, Paco va tomando más valentía. Esto queda claro cuando le demuestra a don Valeriano cómo van cambiando las cosas con el simple gesto de servirse una copa de vino sin que el anfitrión se lo ofrezca. El tono de la conversación y esas actitudes son evidencia de que Paco se siente confiado en que las cosas han cambiado definitivamente y que no es posible que esto se revierta. De todas formas, los lectores saben que no será así.