Réquiem por un campesino español

Réquiem por un campesino español Ironía

"Pero Mosén Millán es un santo" (p.30). (Ironía verbal)

El zapatero dice esto luego de que sostiene que los curas son las personas que más duramente trabajan para no trabajar. El zapatero no tiene una mirada positiva sobre el cura y la Iglesia. De hecho, cuando dice que Mosén Millán es un santo se asegura de hacerlo "con una veneración exagerada para que nadie pudiera pensar que hablaba en serio" (p.30).

Don Valeriano asiste a la misa de réquiem de Paco para olvidar lo que ocurrió, justamente, con Paco. (Ironía situacional)

La misa de réquiem también se conoce como misa de difuntos y tiene como propósito recordar al muerto. Don Valeriano asiste a la misa de Paco y explica al cura por qué: "dijo usted en el púlpito que había que olvidar. Olvidar no es fácil, pero aquí estoy el primero" (p.60). Es irónico que asista a un réquiem para olvidar. No obstante, queda claro que para don Valeriano es necesario el olvido para que sea posible una reconciliación con el pueblo.

Paco está seguro de que va a lograr imponer sus reformas frente al duque. (Ironía dramática)

Cuando don Valeriano y Paco se reúnen para hablar sobre el traspaso de los bienes de señorío al municipio, Paco no está dispuesto a ceder. Él quiere que se cumpla la ley que se ha decidido en Madrid por el gobierno republicano. Al final de la conversación, Paco, desafiante, le dice a don Valeriano lo siguiente: "dígale al duque que si tiene tantos derechos, puede venir a defenderlos él mismo, pero que traiga un rifle, porque los de los guardas los tenemos nosotros" (pp.97-98). Los lectores saben cómo termina la historia no solo por los hechos históricos, sino porque a través del romance que recita el monaguillo sabemos que a Paco lo van a fusilar. Esa actitud desafiante, por lo tanto, nos mueve a la compasión porque sabemos quién va a vencer en esa pulseada de antemano.

El zapatero es el primero en morir a manos de los falangista a pesar de no estar comprometido con ninguna facción. (Ironía situacional)

El zapatero representa a un librepensador. Si bien en un momento se siente entusiasmado con los cambios que se avecinan con la república, muy pronto se decepciona de las nuevas autoridades. Por ese motivo, es irónico que sea él, alguien que no militaba para ningún bando, una de las primeras víctimas de los señoritos. Asimismo, al tratarse de una novela que recrea un período histórico que para muchos lectores es conocido, estos saben que las ilusiones del zapatero, por ejemplo, cuando dice que en la república no van a emplumar a las brujas, son vanas porque, precisamente, se avecinan tiempos de persecución y represión. En este caso se trata de una ironía dramática.