Rayuela

Rayuela Símbolos, Alegoría y Motivos

El mate (Motivo)

El mate está presente durante toda la novela, tanto en el "lado de allá" (París) como en el "lado de acá" (Buenos Aires). Es un rasgo identitario de Oliveira y el resto de los personajes sudamericanos (la Maga, Talita, Traveler). Cada vez que Oliveira toma mate en París (por lo general, con la Maga) representa, de alguna manera, una reivindicación de su cultura y sus raíces. El mate es un motivo tan fuerte en la novela que, en el capítulo 41, motiva una situación tan absurda como peligrosa: ya en Buenos Aires, Oliveira le propone a Traveler hacer un puente con tablones entre sus dos ventanas para que su amigo le pase un poco de yerba.

Por otra parte, tan enquistado está el mate en el personaje de Oliveira que varias veces el propio Horacio le confiere propiedades metafísicas, por ejemplo en el capítulo 28: "Pero este mate es como un indulto, che, algo increíblemente conciliatorio. Madre mía, cuánta agua en los zapatos. Mirá, un mate es como un punto y aparte. Uno lo toma y después se puede empezar un nuevo párrafo" (p. 168). Acto seguido, Gregorovius le dice a Oliveira que él ignorará siempre "esas delicias pampeanas" (p. 168). Aquí podemos apreciar cómo el mate representa un sentido de pertenencia para unos y un enigma indescifrable para los que no son portadores de esa cultura.

El cigarrillo (Motivo)

Son muy pocos los personajes de Rayuela que no fuman. Al igual que el mate, el cigarrillo también crea un sentido de pertenencia, aunque no específicamente de la cultura de una región, sino más bien de esa atmósfera bohemia que se cierne sobre la novela y que, en buena medida, le podemos atribuir a la ciudad de París en esa época. De hecho, hay una descripción de París que realiza la Maga en su carta a Rocamadour en la que propone el cigarrillo como un rasgo característico de la capital francesa: "[París,] donde la gente hace todo el tiempo el amor y después fríe huevos y pone discos de Vivaldi, enciende los cigarrillos y habla como Horacio y Gregorovius y Wong y yo, Rocamadour, y como Perico y Ronald y Babs, todos hacemos el amor y freímos huevos y fumamos, ah, no puedes saber todo lo que fumamos (...)" (p. 212).

En cada reunión del Club de la Serpiente, en cada momento a solas entre Oliveira y la Maga, en los cafés parisinos, el tabaco está presente. También el cigarrillo, en tanto rasgo identitario del personaje de Horacio, es utilizado como parte de sus construcciones metafóricas: "Llevarse de la mano a la Maga, llevársela bajo la lluvia como si fuera el humo del cigarrillo, algo que es parte de uno, bajo la lluvia" (p. 91).

Por otro lado, en la sección "Del lado de acá", Oliveira comparte varias discusiones literarias con Traveler y Talita mientras fuman. En ese sentido, el cigarrillo también está ligado a la intelectualidad. Tan característico es el cigarrillo en Horacio que, por ejemplo, en el capítulo 45, cuando el narrador nos plantea un posible encuentro nocturno de ventana a ventana entre Oliveira y Talita, presenta esta imagen: "(...) entonces él estaría allí en su ventana, fumando para espantar los mosquitos y esperando que Talita sonámbula se desgajara suavemente del cuerpo de Traveler para asomarse y mirarlo de oscuridad a oscuridad. Tal vez con lentos movimientos de la mano él dibujaría signos con la brasa del cigarrillo" (p. 301).

La rayuela (Símbolo)

Antes de adentrarnos en la simbología específica que tiene el juego de la rayuela en esta novela, vale la pena dedicarle unas pocas líneas al origen del mismo. Si bien se han encontrado algunas versiones primitivas de la rayuela en los márgenes del Mediterráneo, la versión que hoy conocemos de este juego proviene del Renacimiento y se inspiró en la Divina Comedia del escritor Dante Alighieri. De esta manera, el niño o la niña que entra en este juego estaría imitando el viaje de Dante, desde el Purgatorio hasta el Paraíso, atravesando diferentes pruebas relacionadas con el infierno. Dicho esto podríamos decir que el juego de la rayuela absorbe parte de la simbología que tiene la Divina Comedia y alude a la travesía del autoconocimiento, es decir, un viaje introspectivo en el que, luego de atravesar los diferentes círculos de nuestro propio infierno, nos permite alcanzar un estado de paz y armonía.

Ahora bien, si bien parte de esta simbología está presente en la novela, en el texto de Cortázar la rayuela también simboliza el proceso lúdico que esa introspección demanda. Al mismo tiempo, también da cuenta de la desorientación del hombre respecto de su destino. Oliveira va saltando de un lugar a otro (de París a Buenos Aires), de un personaje a otro (de la Maga a Pola, de Pola a Talita), de un estado a otro (de la razón a la locura), como un niño haciendo equilibrio en un pie por los diferentes casilleros de una rayuela. Por otra parte, ese "cielo" al final del camino, simboliza, en buena medida, ese imposible detrás del cual Oliveira está corriendo permanentemente, el motor de su búsqueda.

El sótano de la clínica donde funciona la morgue (Símbolo)

El sótano de la clínica donde funciona la morgue simboliza el infierno. Y en el capítulo 54, el hecho de que Talita baje con Oliveira a este lugar en el montacarga del manicomio simboliza, justamente, un descenso a ese infierno. Una vez allí, Horacio besará a la mujer de su mejor amigo, lo que representa el cruce de un límite desde un punto de vista moral. Ese sótano simboliza el infierno no solo porque es el lugar al que van a parar los internos que mueren, sino porque es el espacio en el que Oliveira se siente impune en tanto pecador.

París (Símbolo)

A París también se la conoce como la Ciudad de la Luz. Esto responde a que durante el siglo XVIII fue considerada la capital mundial de la Ilustración a partir de grandes pensadores como Montesquieu, Rousseau, Diderot y Voltaire. Ahora bien, también existe otra teoría para esta etiqueta: durante el siglo XIX, un ingeniero y químico francés llamado Philippe Lebon desarrolló un sistema de alumbrado basado en el gas, que produjo que todas las calles parisinas estuvieran perfectamente iluminadas durante la noche. Esto motivó que los europeos que viajaban a París quedaran maravillados, en particular los ingleses, quienes la bautizaron como la City of Lights (Ciudad de la Luz). Dicho esto, París simboliza tanto ese faro intelectual para el mundo como la modernidad.

Por otro lado, París también está considerada la ciudad el amor, sin mayores argumentos que el contexto favorable que su atmósfera genera para el enamoramiento, al menos desde el punto de vista del inconsciente colectivo. Así las cosas, París también simboliza el amor romántico.

La primera parte de Rayuela, "Del lado de allá", transcurre en París. Oliveira, el protagonista, se junta con sus amigos bohemios del Club de la Serpiente a charlar sobre arte y filosofía; al mismo tiempo, mantiene una relación amorosa con la Maga y tiene una amante: Pola. En ese sentido, podemos decir que Horacio está en el lugar indicado: la ciudad del amor y la ilustración. Horacio vaga por las calles de París, y el narrador nos brinda una descripción minuciosa de la ciudad, poniendo énfasis en la atmósfera bohemia y romántica del lugar.

Los puentes (Motivo)

Los puentes constituyen un motivo que se repite en diversos momentos de Rayuela. En principio, estos son una constante en el paisaje urbano de París: "Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga" (p. 21). En esta cita, el puente se describe a partir de una metáfora: pensar al puente como un cuerpo y entrar en su "delgada cintura". También se utiliza la imagen de un puente para describir ciertos rasgos de personalidad de la Maga, por ejemplo cuando Oliveira dice: "Era de las que rompen los puentes con sólo cruzarlos (...)" (p. 26).

Por otro lado, la escena entre Oliveira y la clochard también se da debajo de un puente: "Como no era de los que se tiran, buscó un puente para meterse debajo y pensar un rato (...)" (p. 228). A partir de esta imagen en la que vemos a Horacio metiéndose debajo de un puente para pensar, empieza a desarrollarse la escena en la que él acabará teniendo sexo con Emmanuele. Aquí el puente funciona como una refugio para Oliveira, que busca procesar la actitud reprochable que acaba de tener con la Maga en relación con la muerte de Rocamadour.

Ahora bien, los puentes también constituyen un motivo a partir de la cual Cortázar construye algunas metáforas como, por ejemplo, en el capítulo 23, cuando se hace referencia al deseo de Berthe Trépat de fusionar los estilos compositivos de Délibes y Saint-Saëns:

En efecto, su sensibilidad había captado afinidades que escapaban al común de los oyentes y asumido la noble aunque ardua misión de convertirse en puente mediúmnico a través del cual pudiera consumarse en encuentro de los dos grandes hijos de Francia (p. 123).

En la segunda sección de la novela, "Del lado de acá", también podemos apreciar este motivo del puente en el puente-tablón que construyen Traveler y Oliveira para que el primero le pase un poco de yerba al segundo. Talita sentada en medio de ese puente-tablón, a tres pisos de altura de la calle, teniendo que decidir si sigue hacia el otro lado, hacia Oliveira, o regresa a Traveler es una imagen muy potente que, al mismo tiempo, tiene una fuerte carga simbólica: cortar con el pasado e ir hacia lo desconocido (Oliveira) o regresar al lugar seguro, a lo cotidiano (Traveler). De esta forma, los puentes en Rayuela no se circunscriben a ser tan solo un motivo, sino que además irradian una fuerte carga simbólica y, en más de una oportunidad, son utilizados como elementos de metáforas.

En síntesis, el puente une dos extremos, los reconcilia; es el territorio en el que coexisten dos realidades opuestas. Quizás por eso Oliveira se empecina en no cruzarlos. Él no quiere sacrificar ninguna realidad. En ese sentido, daría la impresión de que Horacio habita los puentes como una forma de quedarse en una dimensión absoluta, y que al hacerlo, acaba por no estar en ninguna parte, habitando una transición eterna, sin punto de apoyo en una realidad concreta.