Rayuela

Rayuela Resumen y Análisis Parte 10

Resumen

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 78

Oliveira reflexiona sobre la relación entre Traveler y Talita, y dice que cada vez que los deja siente ganas de quedarse cerca, viéndolos vivir. Luego hace referencia solo a Talita y la define como una especie de guía que marca un camino, a pesar de ser modesta. Oliveira luego a pasa a analizar su situación personal ahora que regresó a Buenos Aires, y entiende que va a tener que conseguir trabajo o acceder a acostarse con Gekrepten, una mujer que lo ha esperado a Horacio durante su estadía en París, a cambio de vivir en una piecita cerca de los Traveler.

Oliveira insiste con la idea de quedarse cerca de Traveler y Talita, y define esta intención como “una tentativa para apoderarse de lo inapoderable” (p. 424), es decir, de los presentes, de la forma de ver de sus amigos. Luego también hace referencia al riesgo de que, una vez más, él haya aparecido para estropearle la vida a dos personas tranquilas.

Del lado de acá, Capítulo 40

Oliveira se instala con Gekrepten en un hotel frente a la pensión donde viven Talita y Traveler. Dentro de los aspectos positivos que tiene la relación, las cualidades domésticas de Gekrepten le dejan bastante tiempo a Horacio para pensar. Una de esas reflexiones se centra en el sentimiento de lejanía que siente hacia Buenos Aires; incluso mayor a la que sentía cuando estaba en Europa. Traveler y Talita al principio no logran entender por qué Horacio tiene una actitud tan despectiva hacia Buenos Aires, pero luego comprenden que, paradójicamente, se trata de un profundo amor hacia su ciudad.

Entre Traveler, Talita y Oliveira se dan grandes discusiones en torno a escritores, pintores y cineastas. A partir de estas discusiones, Horacio y la esposa de su amigo comienzan a respetarse. A los tres les gusta jugar con las palabras, y una vez Oliveira y Traveler le dedican un poema épico a Talita en el que hordas de farmacéuticos invaden Cataluña.

Traveler le ha preguntado al director del circo si puede contratar a Oliveira, pero el hombre no quiere saber nada con tener otro empleado. Por otro lado, tanto Traveler como Oliveira comienzan a juntarse en el patio de Don Crespo a tomar mate y escuchar discos viejos. Cada tanto, Traveler le recrimina que nunca habla de su período en Francia, y Horacio siempre responde que no hay nada de interés allá. Traveler, que siempre ha querido viajar y no ha podido, se enoja con Oliveira por no hablar de París. Cuando ocurre esto, Traveler agarra su guitarra y comienza a tocar unos tangos; Talita mira de reojo a Horacio, un poco resentida.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 59

Este capítulo es un fragmento del libro Tristes Tropiques, de Claude Lévi-Strauss. En él se reflexiona respecto de que la gente pesca, para pasar el tiempo, peces no comestibles que luego deben enterrar en la arena para que no se pudran.

Del lado de acá, Capítulo 41

Oliveira está en su piso, totalmente compenetrado en enderezar clavos torcidos martillándolos en una baldosa. A partir de las dos de la tarde, el sol le da en la cara y el calor de Buenos Aires se siente con mucha mayor intensidad. Horacio se aburre y ni siquiera le queda yerba para tomarse unos mates. Piensa en despertar a Traveler, cuya ventana está justo enfrente. Al cabo de un rato, Traveler se despierta. Horacio le explica la situación y le pide que le lance de ventana a ventana algunos clavos derechos y yerba. Traveler lleva todo hasta su ventana, pero no confía en su puntería y dice que es peligroso y demasiado arriesgado lanzar las cosas. Le recomienda a Horacio que vaya a buscar las cosas a su casa. Oliveira no está dispuesto a bajar tres pisos, cruzar la calle y subir tres pisos solo para buscar un par de clavos y un poco de yerba. A raíz de esto, Oliveira y Traveler se ponen de acuerdo en que la solución radica en fabricar un puente con tablones de madera que una las dos ventanas. Cada uno comenzará a construirlo desde su lado, y de paso le darán un buen uso a los clavos. En este punto, aparece Talita, que acaba de salir de la ducha y tiene puesta una bata de baño que deja entrever que está desnuda.

Una vez que los tablones están relativamente firmes de cada lado, entienden que el próximo paso fundamental es atarlos en el medio. Oliveira dice que él no puede hacerlo ya que sufre de vértigo. Entonces Traveler le dice a Talita que debe hacerlo ella. Talita, por su parte, trata de negarse diciendo que no sabe hacer buenos nudos, pero Traveler la convence diciendo que ellos le darán las instrucciones necesarias. Talita avanza temerosa sobre el tablón de su lado y logra atar los dos tablones juntos. Así y todo, siente que va a desmayarse en cualquier momento. Oliveira le dice que siga avanzando, que se pase al tablón del lado de él. Talita tiene miedo y, junto con Traveler, deciden que lo mejor será arrojarle el paquete a Oliveira desde ese punto del puente de tablones en el que se encuentra ella. El paquete entra por la ventana de Oliveira y estalla contra el ropero. Talita regresa por el inestable puente de tablones hacia su ventana; ni bien llega, se larga a llorar contra el hombro de Traveler. Los vecinos que han seguido la secuencia los tratan de locos, y la señora Gatusso, le comenta a Grekrepten, que acaba de llegar, que Talita ha dado todo un espectáculo y que si los niños están cantando groserías no son culpables ya que, después de todo, ellos solo cantan lo que han visto.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 148

Este capítulo es un fragmento del texto Noches áticas del escritor y abogado romano del siglo II Aulo Gelio. En el pasaje elegido, Gelio hace referencia a la etimología de la palabra persona según Gabio Basso, un gramático romano de la época de Cícero. Según Basso, la palabra persona viene del verbo personare, o sea, retener. Al mismo tiempo, el gramático romano afirma que la máscara que cubre el rostro de una persona tiene un solo orificio, la boca, para que la voz no se disperse y salga más fuerte y penetrante.

Del lado de acá, Capítulo 42

Finalmente Oliveira entra a trabajar en el circo con Traveler y Talita. El trabajo consiste en impedir que los chicos se cuelen por debajo de la carpa y dar una mano con los animales si pasa algo, entre otras cosas. Horacio y Traveler van a tomar una cerveza al bar de la esquina, satisfechos de ser compañeros de trabajo. Todo está yendo realmente bien.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 75

Oliveira está frente al espejo, a punto de lavarse los dientes, rememorando sensaciones que ha tenido en Buenos Aires, “la capital del miedo” (p. 418), tiempo atrás. De repente, en vez de llevarse el cepillo de dientes hacia su boca, lo lleva hacia la boca de su reflejo en el espejo, y dibuja un corazón, hasta que entra Gekrepten con una esponja en la mano.

Del lado de acá, Capítulo 43

En este capítulo se describe la primera noche que Oliveira trabaja en el circo. En esa oportunidad, Talita le explica por qué Traveler le consiguió el trabajo. Horacio ya lo sabía, pero así y todo, el hecho de que se lo diga ella, lo hace sentir demasiado metido y obligado en la situación del trabajo. Luego comienza una discusión entre Talita y Oliveira, en la que ella le dice que Traveler ya no sabe qué hacer con Horacio, y que si le consiguió el trabajo es porque lo considera como un hermano y no puede dejarlo solo, aunque la realidad es que le gustaría no tenerlo ahí con ellos. Oliveira, por su parte, define a Traveler como un idiota y acusa a Talita de ser consciente de eso. Talita le pregunta a Oliveira por qué no se va, y Horacio le dice que no le podría hacer eso a Traveler. A la hora del gato calculista, Talita y Oliveira se asoman a ver su actuación. Luego Horacio se queda mirando el cielo a través del hueco de la carpa, pensando.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 125

Este capítulo es una reflexión un tanto errática sobre el hombre y su búsqueda. Comienza con un hombre que fuma en un puente mientras observa a una chica acomodándose la media. Tiene la noción de ser un perro entre los hombres. Aparece la idea de que nunca será el mejor, como las letras alfa y omega, sino que siempre estará en el medio, como la letra pi. Al mismo tiempo, se hace referencia a que es imposible decidir aislarse del resto de la especie. El hombre sigue en su búsqueda, pero ¿qué es lo que realmente busca? El narrador se pregunta si aquello que está intentando alcanzar el hombre es la individualidad. Se dice también que en realidad ya no hay búsqueda, puesto que el hombre ya se ha encontrado. El problema radica en que, a pesar de esto, todavía no tiene sentido. En un momento, también se habla de la conciliación como la única forma de que la vida no sea un oscuro absurdo; y el narrador interpreta el hecho de que la chica ya se haya terminado de acomodar la media como un gesto conciliador.

Del lado de acá, Capítulo 44

Este capítulo comienza con una breve descripción de ciertos hábitos de pareja de Traveler y Talita como, por ejemplo, cómo él se abraza a ella en medio de la noche mientras duermen, o cuánto a ella le gusta cocinar pato una vez cada quince días. También se hace referencia a que el Director del circo tiene todo encaminado para la compra de un manicomio. Oliveira pasa la mayor parte del tiempo fumando y leyendo en su habitación, aprovechando que Gekrepten trabaja todo el día. De vez en cuando, cruza a lo de los Traveler a tomar unos mates.

Traveler suele dormir mal y Talita indaga al respecto. Se lo pregunta directamente: “¿Por qué dormís tan mal, Manú?” (p. 297), a lo que su esposo responde que él no duerme mal; de hecho no duerme nada porque se la pasa meditando sobre un libro. Talita se ofende porque es la primera vez desde que se casaron que Traveler le esconde una lectura. Luego ella le pide que le corte la cabeza al pato, ya que le da impresión.

Se da una discusión entre ellos en la que Traveler confiesa que duerme mal por otro motivo que no es ese libro. Talita se da cuenta de que está hablando de Horacio. Le pregunta si realmente piensa que Oliveira la busca, y que ella se deja buscar, a lo que su esposo dice que sabe que a Horacio ella no le importa un pito, y que lo que le preocupa es otra cosa, aunque no sabe exactamente qué es.

De otros lados (Capítulos prescindibles), Capítulo 102

En este capítulo, accedemos a dos citas que encontraron Wong y Ronald en libros de la biblioteca de Morelli. El primer fragmento es del escritor austríaco Robert Musil y es un párrafo reflexivo respecto de la perspectiva del mundo y de sí mismo que tiene el narrador. Dice que, para él, el mundo está lleno de voces silenciosas, y no logra discernir si es un vidente o si tiene alucinaciones. El segundo fragmento corresponde a otro escritor austríaco, Hugo von Hofmannsthal, y trata sobre una persona cuya visión de los hombres y sus acciones ha quedado fragmentada, y ya no puede captar nada a través de una noción definida.

Del lado de acá, Capítulo 45

Traveler se levanta en medio de la noche y se asoma a la ventana, esperando encontrar a Oliveira en la suya, fumando y a la expectativa de que aparezca Talita. Pero no lo ve y regresa a la cama. Traveler especula respecto de qué estará haciendo en ese momento Horacio, probablemente decepcionado porque fue él quien apareció en vez de Talita.

Por la mañana, Talita se despierta sobresaltada y despierta violentamente a su esposo. Le cuenta que ha soñado con un museo espantoso y que era Traveler quien la llevaba. Ante el estado de aturdimiento de él, ella le pregunta por qué se levantó de la cama a la noche, a lo que Traveler, después de intentar eludir la pregunta, confiesa que se levantó para ver si Oliveira estaba despierto. Talita dice que toda la situación con Horacio no debería durar ni un minuto más. Traveler, por su parte, dice que “Las amputaciones violentas son malas” (p. 304).

Análisis

Oliveira regresa a su país, a su ciudad, con su gran amigo y, sin embargo, no puede evitar sentirse fuera de lugar, ajeno a todo. Por momentos daría la impresión de que Horacio se resigna a un destino en el que está condenado a estropearle la vida a los demás y cuya única patria es el lenguaje. Por otro lado, como lo menciona el propio Oliveira en el capítulo 78, el hecho de querer permanecer cerca de Talita y Traveler puede responder a esa “tentativa para apoderarse de lo inapoderable” (p. 424), es decir, a una búsqueda superlativa, idealizada. Oliveira quiere poder ver el mundo también a través de los ojos de sus amigos, unificar todas las perspectivas, condensar todos los presentes, fusionar todas las realidades en una, purísima, sublime, total.

En el capítulo 40, se pone en relieve esta sensación de lejanía que posee Oliveira respecto de Buenos Aires, incluso mayor a la que tenía cuando estaba en París. De alguna manera, es como si Horacio, efectivamente como decía Gregorovius, perdiera las cosas para después buscarlas como loco; el problema sería que cada vez que las pierde, las busca para no encontrarlas. Es la búsqueda lo que mueve a Horacio, no el éxito de esa búsqueda. Podemos decir que ama a la Maga (en esa forma retorcida que Oliveira tiene de amar); podemos decir también que siente un amor profundo por Buenos Aires; pero está claro que ese amor es incomunicable desde el momento en que la única forma de hacerlo es a través de un instrumento tan defectuoso como el lenguaje. De esta forma, amar se vuelve frustrante.

En este capítulo 40 también vuelve a aparecer el tema del arte, no solo desde un punto de vista reflexivo, sino también como puente entre los personajes. De la misma forma que en el Club de la Serpiente tanto Morelli como tantos otros artistas eran la base del vínculo entre sus integrantes, ahora en Buenos Aires, Talita profundiza la relación con Oliveira a partir de grandes discusiones en torno a escritores, pintores y cineastas. El arte es, entonces, el territorio en común de los personajes, un sentido de pertenencia a partir del cual pueden relacionarse de una manera más trascendente.

El capítulo 41 contiene una de las escenas más memorables de Rayuela: como Oliveira no está dispuesto a bajar tres pisos, cruzar la calle y subir tres pisos para buscar yerba en lo de los Traveler, él y su amigo construyen un puente con tablones entre sus ventanas; Talita es la encargada de subirse a ese puente y pasarle la yerba a Horacio. En esta escena hay varios aspectos a analizar.

En primer lugar, la idea de construir un puente con tablones entre las dos ventanas quiebra todos los lazos de la lógica; así y todo, Cortázar nos propone este absurdo con el tono habitual de lo cotidiano, lo que produce una sensación de absurdo aún mayor. En segundo lugar, podemos pensar el puente-tablón como un paso de una dimensión a otra, es decir, un pasaje más allá de lo puramente físico: Talita, en medio del puente, en bata de baño, tiene que decidir si avanza hacia Oliveira (el futuro, lo nuevo, una ruptura con lo cotidiano) o regresa a Traveler (el pasado, lo conocido, una consolidación de su realidad habitual). El hecho de que Talita regrese hacia su esposo refuerza su adhesión a la costumbre, a su vida porteña junto a Traveler. Por otro lado, también pone aún más en relieve la soledad de Oliveira. Al mismo tiempo, ese puente-tablón representa la inestabilidad de la relación entre Oliveira y Traveler, separados por un vacío, cada uno posicionado en una realidad antagónica: Traveler enquistado en Buenos Aires, deseoso de viajar, casado con Talita; Oliveira recién llegado de París, luego de haber perdido a la Maga, a Pola y a sus amigos del Club de la Serpiente.

Por último, cabe destacar la insistente presencia de puentes en la obra de Cortázar en general, y en Rayuela en particular. Con la Maga solían encontrarse en su puente favorito, el Pont des Arts; Oliveira desciende a su propio infierno debajo de un puente con Emmanuele; aquí, en la escena con Traveler y Talita, construye un puente precario para que su amigo le pase un poco de yerba. Los puentes constituyen un motivo que se repite a lo largo de toda la novela y que tienen una fuerte carga simbólica. El puente une dos extremos, los reconcilia; es el territorio en el que coexisten dos realidades opuestas. Quizás por eso Oliveira se empecina en no cruzarlos. Él no quiere sacrificar ninguna realidad. En ese sentido, daría la impresión de que Horacio habita los puentes como una forma de quedarse en una dimensión absoluta, y que, al hacerlo, acaba por no estar en ninguna parte; habitar una transición eterna, sin punto de apoyo en una realidad concreta.

También vale la pena hacer un breve comentario sobre Grekrepten, ese lazo con una realidad más operativa que Oliveira necesita para no caer en la disfuncionalidad total. Grekrepten, al igual que varios personajes femeninos en Rayuela, se muestra condescendiente hacia Horacio, y su voluntad está desdibujada, siempre en función de la de su amado. Sin juzgar la estrategia literaria que el propio Cortázar haya decidido para sus personajes femeninos, es imposible no percibir cierta lógica patriarcal que tiñe a las mujeres de esta novela y las posiciona en un lugar de sumisión y, muchas veces, las convierte en víctimas de los caprichos de Oliveira.

En el capítulo 43 vuelve a ponerse en relieve uno de los rasgos más inquietantes de Oliveira: él es consciente de que está interfieriendo con la vida de Traveler, incluso con la relación entre él y Talita, y aun así no está dispuesto a dar un paso al costado. También era consciente del daño que le estaba provocando a la Maga en su momento y siguió insistiendo en estar con ella, por lo menos hasta la muerte de Rocamadour. Sería simplista decir que Horacio es egoísta y punto. Oliveira encarna un modelo de humanidad en el que su fracaso personal (cuya búsqueda hipercrítica, egoísta y escéptica concluirá en un nihilismo de manicomio) puede ser atribuido a su individualismo impulsado por una racionalidad que podríamos definir como "cartesiana" (en el sentido de metódica y extremadamente lógica), y una duda radical que lo gobierna todo. Dicho esto, Horacio parecería utilizar esa ofensiva metafísica que lo barre todo para sobrellevar las tragedias de lo cotidiano, ya sea el daño que le puede estar provocando a sus amigos como la muerte del hijo de la Maga: "Terrible tarea la de chapotear en un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, por decirlo escolásticamente. ¿Qué se busca? ¿Qué se busca? Repetirlo quince mil veces, como martillazos en la pared. ¿Qué se busca? ¿Qué es esa conciliación sin la cual la vida no pasa de una oscura tomada de pelo?" (p. 528). Esta cita corresponde al capítulo 125, en el que el narrador despliega un vertiginoso monólogo interior reflexionando sobre el hombre y su búsqueda. Si bien varios de estos fragmentos pueden ser atribuidos a Oliveira, faltan argumentos decisivos para darlo por sentado. Aun así, está claro que están reflejando parte del conflicto interno de Horacio. En esta cita podemos apreciar cómo se habla de la búsqueda como si se tratara de un mantra caótico que invade la mente del hombre, que lo condiciona, y que puede derivar en la conclusión de que la vida es un absurdo, o una "oscura tomada de pelo", como la define el propio narrador. De esta conclusión también podemos descifrar parte del comportamiento de Oliveira, que, frente a ese absurdo existencial, se posiciona de una forma desesperanzada, casi apática, y que apenas logra combatirlo por momentos a partir de esa ofensiva metafísica que mencionábamos en el párrafo anterior.

Por otra parte, en el capítulo 102, a partir de las citas de los escritores austríacos, también podemos apreciar ciertos conflictos filosóficos que están presentes en la angustia existencial de Oliveira. En primer lugar, se hace referencia a que el mundo está lleno de "voces silenciosas" (p. 489) que provocan un estado de confusión tal que los límites entre la lucidez y la alucinación se desdibujan hasta fundirse en una gran dimensión imprecisa y caótica. Como veremos más adelante, esta perturbación de los límites será clave en el desenalce de Oliveira. En segundo lugar, esa visión fragmentada de los hombres y sus acciones da cuenta de la imposibilidad de alcanzar esa realidad total que persigue Horacio. Una vez más, en este caso a través de uno de los tantos hipertextos que propone Rayuela, Cortázar le da textura al complejo entramado psíquico de Oliveira, que, por lo demás, se muestra cada vez más enredado y decadente.