Poemas de Fernando Pessoa

Poemas de Fernando Pessoa Resumen

Poemas de Alberto Caeiro

Poema II

En este poema, el yo poético expresa la idea de que es importante mirar al mundo sin pensar y manifiesta su amor por la naturaleza, justamente, porque admira la falta de conciencia de sí que ella tiene. Luego, concluye diciendo que la única inocencia eterna es no pensar.

Poema V

El yo poético afirma que hay bastante metafísica en el hecho de no pensar. Luego, se hace una serie de preguntas retóricas, todas relacionadas con la metafísica. Tras ello expresa las bondades que tienen los elementos de la naturaleza, ya que no tienen conciencia de sí ni saben lo que hacen. También afirma que no cree en Dios porque nunca lo vio y dice que, en todo caso, si Dios es las flores, los árboles, los montes, el sol y el rayo de la luna, no entiende por qué querría que lo llamaran de otro modo. Por último, agrega que lo ama sin pensar en Él y lo piensa viendo y oyendo.

Poema XXXV

En este poema, el yo poético reflexiona sobre la luz de la luna que le llega a través de las altas ramas. En relación con esto, dice que la admira por lo que es: no más que la luz de la luna a través de las altas ramas.

Poema XLIV

El yo poético reflexiona sobre su reloj y cómo su sonido es lo único que se escucha, sofocando toda la existencia. Al mismo tiempo, admite que ese reloj no simboliza otra cosa que una sensación: la de colmar con su pequeñez la noche enorme.

Epitafio

El yo poético expresa que si muere joven, la gente no debería enojarse, porque si así pasa, está bien. Luego afirma que si sus versos son bellos, no quedarán sin publicar: se manifestarán como se manifiesta todo lo bello en la naturaleza. Acto seguido, dice que alguna vez amó y no fue amado, pero fue así porque así tenía que ser. Su biografía, sostiene, es lo más sencillo de escribir: tiene dos fechas, la de su nacimiento y la de su muerte. Por último, se define como un hombre que vio como un maldito, amó las cosas sin sentimentalidad y nunca deseó algo que no pudiera realizar.

Poemas de Álvaro de Campos

Tabaquería

Todo este poema gira en torno a las reflexiones íntimas del yo poético que observa desde la ventana de su casa la tabaquería que está cruzando la calle. Habla de cómo las personas le atribuyen misterio a una calle atravesada por gente, de la misma manera que se lo atribuyen a la muerte o al Destino. En este punto, establece dos realidades: la cosa real por fuera (la tabaquería) y la cosa real por dentro (su casa y su intimidad). Asimismo, afirma no poder saber lo que será, ya que no sabe lo que es. También se dice que no puede ser lo que piensa, puesto que piensa que él es demasiadas cosas.

Más adelante, el yo poético le pide a la naturaleza que le brinde sus elementos: sol, lluvia, viento; el resto de las cosas le da igual si le llegan o no. De pronto entra un hombre a la Tabaquería: es Esteves y no posee metafísica. El yo poético se levanta enérgico; quiere escribir versos que digan lo contrario sobre el hombre, pero, en lugar de eso, se pone a fumar y no escribe. Cuando Esteves se retira, el dueño de la tabaquería se asoma a la puerta. Esteves ve al yo poético y le hace señas de “adiós”. El yo poético le devuelve el saludo diciendo “Adiós, Esteves”, y el universo, dice, se reconstruye sin idea ni esperanza. El dueño de la Tabaquería sonríe.

Lisbon revisited

El yo poético dice no saber lo que desea. Habla de sus problemas de sueño y explica que escribe por lapsos de cansancio y se ve superado por el tedio. Luego afirma no saber qué destino tiene que ver con su angustia, ni qué reconocimiento podrían valerle sus versos. Acto seguido se refiere a su Lisboa natal, ciudad que vuelve a visitar, pero en la que se siente extranjero, como en cualquier parte. En ese sentido, se lamenta de no poder verse a sí mismo en la ciudad de su infancia.

Poema 80

Este poema es una reflexión sobre el cansancio y como este afecta al yo poético. En principio, afirma no saber de qué está cansado, aunque no le serviría de nada saberlo, ya que el cansancio seguiría igualmente ahí. Luego dice haber visto mucho y haber entendido mucho de ello. En ese sentido, expresa que hay un cansancio en esto que produce un cierto placer.

Poema 130

El yo poético hace referencia al insomnio, al que describe como la sustancia de todas sus noches. Luego conjetura acerca de qué habría pasado si hubiera tomado otras decisiones en su vida, si hubiese tenido la claridad que ahora tiene mientras sufre de insomnio. Probablemente él sería otro, aunque sabe que eso ya no es posible. Con respecto a todos esos sueños que no soñó (por no haber tomado otras decisiones) afirma que los enterrará en su corazón.

Barrow-in-Furness

Este poema se compone de cinco sonetos, en los cuales el yo poético reflexiona sobre sí mismo y el mundo que lo rodea. Él está en su barrica, en el río, y le pide a este último que se lleve toda su indiferencia subjetiva al mar. Al mismo tiempo, el yo poético se compara con esa agua del río, fría y sucia, que pasa porque sí. El último soneto concluye con una reflexión del yo poético, que expresa la idea de cuán difícil le resulta a la humanidad decidir si quiere ser río o muelle.

Poemas de Ricardo Reis

Ven a sentarte conmigo, Lidia

El yo poético le habla a Lidia, su amada, y le pide que vaya a sentarse a la orilla del río junto a él. La insta a que piensen juntos acerca del modo en que pasa la vida, al igual que ese río, sin dejar nada ni regresar. Luego afirma que podrían darse besos y abrazos, pero asegura que es mejor estar el uno junto al otro, oyendo y viendo correr el río. Expresa la idea de que sin intercambio de besos y abrazos, nunca fueron más que niños. El yo poético concluye afirmando que si Lidia muriera antes que él, él sufriría al recordarla, pero ese recuerdo sería suave porque ella está a la orilla del río, pagana y triste, con flores en el regazo.

Temo, Lidia, el destino. Nada es cierto

El yo poético le dice a Lidia que le teme al destino y, luego, afirma que nada es cierto. A propósito de esto, afirma que en cualquier momento les puede suceder algo que lo cambie todo. Reconoce que ni él ni Lidia son dioses. Por lo tanto, ciegos como son, deben recelar y anteponer esa parca vida que les dieron a la novedad; es decir, el abismo.

No quieras, Lidia, edificar en el espacio

El yo poético comienza esta oda pidiéndole a Lidia que no edifique en el espacio que ella considera su futuro, ni que se prometa un mañana. Le pide que se concentre en el presente, ya que nadie sabe si entre esa copa vacía que tiene en la mano y la misma copa de nuevo llena la suerte no le interpondrá el abismo.

Bocas moradas de vino

El yo poético comienza el poema con una descripción: bocas moradas de vino, frentes blancas bajo rosas, antebrazos desnudos y blancos sobre la mesa. Así, le explica a Lidia, es el cuadro en que ellos quedan mudos, eternamente inscritos en la conciencia de los dioses. Por último, asegura que los dioses solo socorren con su ejemplo a quienes no pretenden más que ir en el río de las cosas.

Poemas de Fernando Pessoa

Autopsicografía

El yo poético comienza diciendo que el poeta es un fingidor. Tanto es así, que hasta finge que es dolor ese dolor que en verdad siente. Luego de analizar cómo los lectores sienten esos dolores del poeta, concluye diciendo que el corazón del poeta es como un tren sin destino.

Presagio

En este poema, el yo poético reflexiona sobre el amor y su incapacidad de expresarlo. Por un lado, explica, el hecho de no poder hablarle a la amada lo deja solo; pero, por otro lado, si lograra hablarle, ya no tendría que hacerlo, no sentiría ese impulso vital de querer confesarle su amor.

No sé cuántas almas tengo

El yo poético comienza afirmando que no sabe cuántas almas tiene. Acto seguido dice que cambia a cada instante y que continuamente se extraña. Por otro lado, expresa que nunca ni se vio ni se encontró. Así las cosas, reconoce que el hecho de ser le da un alma, y que ella no le permite tener calma.

Esto

El yo poético afirma que todos dicen que él miente o finge cuando escribe, y que eso no es cierto. Luego de decir que él siente con la imaginación, concluye que él no tiene la obligación de sentir nada y que, en todo caso, son quienes leen aquellos que deben sentir.

Prosa poética de Bernardo Soares

Fragmento 1

El yo poético se asume como esa clase de hombres que siempre están al margen de aquello a lo que pertenecen. Luego reflexiona sobre la escritura: afirma que todos sabemos que las obras tienen que ser siempre imperfectas, solo para no cancelar la posibilidad de que puedan ser aún más bellas. Por último, compara la vida con una posada en la que él simplemente espera que le llegue la muerte. En ese sentido, si eso que escribe puede entretener a alguien en la misma espera en la que se encuentra él, estará bien.

Fragmento 6

El yo poético comienza este fragmento quejándose de lo poco que le ha dado la vida. Luego describe el contexto en el que está escribiendo: en su cuarto piso de la Calle de los Doradores, el papel medio escrito, el cigarro barato. Asimismo, expresa que el mundo es de quien no siente; es decir, la condición esencial para ser una persona práctica es la ausencia de sensibilidad. En relación con esto, concluye diciendo que el hombre de acción contempla el mundo exterior como una dimensión compuesta de materia inerte, y que el arte funciona como una fuga hacia la sensibilidad que la acción tuvo que olvidar.

Fragmento 95

El yo poético comienza expresando la idea de que somos, en realidad, quienes no somos, y afirma que la vida es veloz y triste. Luego habla del ruido de las olas por la noche, y afirma que muchas personas habrán oído un ruido similar en su propia alma. Acto seguido reflexiona sobre la dificultad de establecer cuándo las cosas son emociones y cuándo son meros recuerdos. En ese sentido, el yo poético concluye exclamando que muere demasiado si tiene sentimientos hacia todo.

Fragmento 299

En este fragmento, el yo poético reflexiona sobre el hecho de haber creado varias personalidades en él. En relación con esto, confiesa que para poder crearlas ha tenido que destruir.

Fragmento 449

El yo poético afirma que el dolor por su propia existencia se le presenta a veces como una náusea que no logra descifrar si es de tedio o el anuncio de un vómito. Por otro lado, dice que se conforma con dar apenas una impresión de lo que siente, esa mezcla de varias especies de “yo”. Luego enumera una serie de deseos, aunque acaba sentenciando que siempre hay lo que hay y nunca lo que debería haber.