Metamorfosis

Metamorfosis Citas y Análisis

Mi espíritu me inclina a escribir las metamorfosis de los cuerpos en otros nuevos. ¡Oh dioses!, ya que vosotros también los habéis cambiado, inspirad mi empresa y conducid este mi poema...

Ovidio, Libro I, p. 13.

Con este extracto Ovidio comienza su poema. Existe en su pedido la ambición de que su texto sea inspirado por lo divino y que trascienda en el tiempo. Al mismo tiempo, pone de relieve la importancia de los cambios, en tanto el poeta la entiende como una condición indispensable para la evolución de la Historia y de la vida.

La hija de Saturno se dolió por el asunto más de lo justo y condenó por ello a su juez a que sus ojos tuvieran una eterna noche.

Ovidio, Libro III, p. 65.

En esta cita, podemos observar una de las primeras consecuencias de la ira de los dioses. Juno ciega a Tiresias porque él tiene la posibilidad de disfrutar de los placeres de los dos sexos. Asimismo, Júpiter le otorga a Tiresias el don de poder ver el futuro. De esta forma, los mortales son víctimas tanto de la ira como de la compasión de los dioses.

El soberano de los mares la poseyó, según se dice, en un templo de Minerva; la hija de Júpiter se volvió, cubrió con la égida su casto rostro y, para no dejar impune tal atentado, cambió los cabellos de la Gorgona en serpientes abominables.

Ovidio, Libro IV, p. 96.

En esta cita, accedemos a una de las transformaciones más populares de Metamorfosis: la de Medusa. Gorgona ha sido poseída por Neptuno y la hija de Júpiter la castiga convirtiendo sus cabellos en serpientes y privándola de que pueda mirar a alguien a los ojos, ya que, si lo hace, convertirá a la persona en piedra. Este es uno de los tantos ejemplos de Metamorfosis en que el castigo divino no tiene que ver con un error de un humano, sino con la intolerancia caprichosa de un dios.

Después, al marcharse, la rocía con jugos de una hierba de Hécate, y los cabellos, al contacto de la fatal ponzoña, cayeron enseguida, y con ellos la nariz y las orejas; su cabeza se hace pequeñísima (...) así como también todo su cuerpo; a los costados se le adhieren como unos endebles dedos en lugar de piernas, y todo el resto es un vientre; y de él saca, sin embargo, un hilo y, convertida en araña, se dedica, como antes, a tejer sus telas.

Ovidio, Libro VI, p. 118.

En esta cita, observamos una de las tantas transformaciones que sufre un mortal: Aracne es convertida en araña por Atenea luego de afirmar soberbiamente que no había ni mortal ni diosa que tejiera mejor que ella. En ese sentido, la ira de Atenea surge a partir de la soberbia de Aracne, y la consecuencia es una transformación: de mujer tejedora a insecto cuya principal actividad es, justamente, la de tejer.

Aquiles se disponía a despojar al vencido al ver las armas abandonadas, cuando el dios del mar transformó su cuerpo en esa ave blanca cuyo nombre es el que antes tenía: Cigno (cisne).

Ovidio, Libro XII, p. 247.

En esta cita, observamos una de las tantas metamorfosis de un mortal en un ave. En este caso, Neptuno convierte en cisne a Cigno, antes de que Aquiles lo mate. En relación con esto, vale decir que el caso de Cigno es uno de los tantos ejemplos de humanos que son transformados en aves como una forma que los dioses encuentran de salvarlos de la muerte.

Al levantarse la aurora, los compañeros de Ulises, cediendo a la envidia y a la codicia del botín, imaginándose que era de oro, deshicieron las ligaduras que retenían cautivos a los vientos; (...) su nave había vuelto a ganar el puerto del rey Eolio.

Ovidio, Libro XIV, p. 293.

Muchos de los mortales que aparecen en el poema de Ovidio son hombres codiciosos e ignorantes. Los compañeros de Ulises son un ejemplo de esto y es, justamente, esta ambición la que los lleva a la perdición. Asimismo, Ulises, que es un hombre mucho más virtuoso que sus seguidores, logra sortear los peligros que conllevan las acciones de sus hombres, en buena medida, porque algunos dioses lo benefician.

Tacio había muerto, y tú, Rómulo, dabas a ambos pueblos las mismas leyes, cuando Marte, luego de quitarte el yelmo, se dirigió en estos términos al padre de los dioses y de los hombres: "Es tiempo, padre (...) de que, fiel a la promesa que nos hiciste a mí y a tu digno nieto, le saques de la tierra y lo coloques en el cielo".

Ovidio, Libro XIV, pp. 308-309.

Ovidio hace referencia a que Marte le pide a Júpiter que Rómulo, ya muerto, pase a tener estatus de dios, tal y como el propio Júpiter prometió. Aquí podemos observar un aspecto importante del dios más poderoso del Olimpo: su capacidad de convertir en dios a alguien que no lo es.

César es un dios en su propia patria (...) porque, de entre todos los actos de César, no hay ninguno que supere el de haber llegado a ser padre de Augusto.

Ovidio, Libro XV, p. 330.

En esta cita, Ovidio enaltece la figura de Julio César, fundamentalmente en su condición de ser el padre de Augusto. El poeta utiliza la última parte de Metamorfosis para hablar de los atributos de Augusto, en buena medida, porque el emperador es muy generoso con él en términos de apoyo económico.

Y tú, Júpiter, que dominas la cumbre de la fortaleza de Tarpeya, y vosotros, los demás dioses, a quienes el poeta tiene el derecho y el deber de invocar, retardad, alejad más allá de los límites de mi vida el día en que Augusto, habiendo abandonado el mundo que gobierna, subirá al cielo y en su ausencia favorecerá a los que le supliquen.

Ovidio, Libro XV, p. 333.

En esta cita, podemos apreciar cómo Ovidio pide por la eternidad de Augusto de una forma directa y explícita. Este pedido está relacionado con la forma en que el poeta busca enaltecer al emperador. Las últimas páginas del poema están dedicadas a mistificar y realzar la figura de Augusto, quien fue muy generoso con Ovidio, otorgándole apoyo económico y político.

Y ya he dado fin a una obra a la que no podrán destruir ni la cólera de Júpiter, ni el fuego, ni el hierro, ni el tiempo voraz.

Ovidio, Epílogo, p. 333.

Con estas palabras, Ovidio concluye su poema, dejando en claro que posee la ambición de que Metamorfosis trascienda el tiempo y se vuelva un texto eterno, como finalmente ocurre. En ese sentido, si relacionamos esta cita con la primera, podemos observar cómo se pone de relieve la gran ambición y la confianza que poseía Ovidio con respecto a su texto.