Enrique IV, parte 1

Enrique IV, parte 1 Resumen y Análisis Acto III

Resumen

Escena I

Esta escena transcurre en una sala del Palacio de Glendower. Allí están reunidos los rebeldes. Glendower afirma una y otra vez que tiene poderes sobrenaturales, y que por eso el Rey Enrique IV nunca pudo vencerlo. Hotspur se burla una y otra vez de él.

Después de esta discusión inicial, los hombres miran un mapa de Gran Bretaña y lo dividen en tres partes. Tras deponer al rey, Inglaterra pertenecerá a Mortimer, Escocia a Hotspur y Gales a Glendower. Hotspur y Glendower vuelven a discutir. Esta vez, por una porción de territorio que ambos consideran que deben pertenecerles.

Luego de hacer todos los preparativos para la batalla, los hombres llaman a sus mujeres para despedirse. La esposa de Mortimer, que es la hija de Glendower, es galesa y, como Mortimer no habla galés, es Glendower quien debe hacer de traductor para que la pareja se comunique entre sí. Antes de que finalice la escena, la mujer de Mortimer canta una canción en Galés mientras Hotspur y Lady Percy vuelven a discutir cómicamente. Después, los hombres parten hacia Shrewsbury, en donde instalarán el campamento rebelde.

Escena II

Esta escena transcurre en una sala del Palacio Real. Allí se reúnen el Rey Enrique IV y su hijo, el príncipe Hal. El rey se pregunta en voz alta por qué ha sido castigado con un hijo tan descarriado como el príncipe, quien le pide indulgencia. Afirma que en poco tiempo estará redimido de todas las faltas que cometió. El rey hace oídos sordos a este pedido y continúa lamentándose en voz alta. Ahora se compara con su hijo. Afirma que si él hubiera sido un descarriado como el príncipe, nunca habría conseguido hacerse con la corona. Él era admirado y respetado por todo el mundo. Se compara a sí mismo con Hotspur, y compara a su hijo con Ricardo II, a quien supo deponer.

Tras esta larga disertación, el rey le da detalles al príncipe acerca de la rebelión que se está llevando a cabo en su contra. Luego, lo pone al mando de un ejército y le ordena que parta hacia Shrewsbury.

Escena III

Esta escena transcurre en la Taberna del Cerdo. Allí están Falstaff y Bardolfo. Discurren sobre el calamitoso estado físico de Falstaff. Entra en escena la posadera y le exige a Falstaff que le pague lo que le debe. Falstaff le responde que no puede pagarle porque la noche anterior le robaron mientras dormía allí, en la taberna. La posadera le responde que el anillo que le robaron era de cobre, por lo que no tenía ningún valor, y le vuelve a exigir el pago.

Llega el príncipe. Le dice a Falstaff que fue él quien le robó sus pertenencias, y que también se encargó de devolver los marcos de oro robados para salvarlo de la horca. Luego, el príncipe pone a Falstaff al mando de un ejército de infantería y salen rumbo a la batalla.

Análisis

Al comienzo del tercer acto, Shakespeare reúne a los rebeldes y pone en escena sus defectos. Hotspur, además de ser iracundo, carece de cautela. Quiere salir ya mismo a combatir y le resta importancia a cualquier preparativo estratégico. Para él, la batalla no se gana con la mente, sino con la espada.

Glendower, por su parte, se considera imbatible gracias a los poderes mágicos que cree tener de nacimiento. Al respecto, es interesante destacar que el personaje histórico de Glendower se caracterizaba por su exotismo y su estilo de vida salvaje. Además, tal como su personaje de ficción, se consideraba a sí mismo un ser sobrenatural. Desde finales del siglo XIX, Glendower es considerado un héroe nacional y padre del nacionalismo galés.

Mortimer es presentado como un hombre dominado por la pasión erótica. Tiene una mujer galesa a la que no le entiende ni una palabra (Glendower debe hacer de traductor), pero por la que siente una atracción irrefrenable. El hecho de que Mortimer no aparezca en el campo de batalla en el último acto sugiere que su relación con su esposa lo ha distraído de sus responsabilidades políticas.

Como vemos, ninguno de los tres líderes de la rebelión actúa racionalmente. Diferentes emociones o creencias los dominan. Esta irracionalidad tiene graves consecuencias: por un lado, los rebeldes no realizan un planeamiento estratégico adecuado y, por otro, discuten entre sí constantemente. Es decir, no están verdaderamente unidos contra el rey. Además, la irracionalidad de los rebeldes se contrapone, nuevamente, a la racionalidad del Príncipe Hal. El espectador aún no sabe qué hará el príncipe en la batalla, pero su pensamiento analítico y perspicaz prefigura buenas decisiones y buenos resultados.

Otra cuestión fundamental que aparece con claridad en este acto es la separación entre los diferentes territorios de Gran Bretaña. Inglaterra se erige como el centro de la civilización y el poder. Por el contrario, Escocia y Gales son presentados como territorios dominados por el exotismo y la barbarie. El lenguaje galés, particularmente, es presentado como un idioma incomprensible, propio de los salvajes. Hotspur, como hemos dicho previamente, es el conde de Northumberland, un territorio que linda con Escocia, y que también era considerado bárbaro. Esta diferenciación interna entre los territorios de Gran Bretaña sigue siendo aún hoy, seiscientos años después, conflictiva (ver más aquí). El mapa anexo muestra la división política actual, pero sirve de referencia para ubicar a Gales, Escocia y Northumberland (también llamado Northumbria).

El otro momento clave de este acto es, por supuesto, el de la reunión entre el rey y el príncipe. Enrique IV da un largo discurso con el fin de aleccionar a su hijo. Sin embargo, este ya conoce la lección. Es conciente de sus faltas a la perfección, y sabe que ha llegado su momento de redimirse. Tras escuchar la primera parte del discurso de su padre, el príncipe responde: “Si es del agrado de Vuestra Majestad, querría y podría justificarme de todas mis faltas” (p. 85). Pero el rey no lo escucha. Poseído por la ira y la indignación, sigue adelante con su discurso moralizador.

Esa terquedad iracunda asemeja al rey con Hotspur. En el primer acto, habíamos visto al rebelde poseído por la ira, discurriendo sin parar, sin prestar atención a quienes lo rodeaban e intentaban dialogar con él. El rey hace lo mismo. Él también es un guerrero medieval, que se guía por la fuerza, por la ira, por el honor y el deseo de combatir. De hecho, más adelante en su discurso, se compara a sí mismo, orgullosamente, con Hotspur. El príncipe se presenta entonces como el único personaje realmente pensante dentro de la obra. Es el único personaje renacentista, que comprende que, para reinar, es más importante la razón que la fuerza. En otro momento del diálogo, el rey le dice: “Déjame asombrarme, Harry, de tus afecciones, que toman una dirección contraria al vuelo de las de tus antepasados” (p. 85). Esta crítica que el rey pronuncia con carácter negativo remite para el príncipe, en realidad, a un atributo positivo. Él es, de hecho, diferente a sus antepasados, y ha llegado el momento de demostrarlo.

Tal como lo había anunciado en el primer acto, el príncipe abandona la vida descarriada para hacerse cargo del reino. Este momento, en el que su padre es incapaz de gobernar, en el que una batalla le da la posibilidad de mostrar sus dotes como líder, es su momento de comenzar a convertirse en rey. Esta es otra de las cuestiones fundamentales que narra la obra: la transformación del Príncipe Enrique en el futuro Enrique V.

En esta escena, además, el príncipe se presenta a sí mismo como el salvador del reino. Le dice a su padre: “Quiero redimir todo esto sobre la cabeza de Percy y, al fin de alguna gloriosa jornada, atreverme a deciros que soy vuestro hijo; entonces vestiré un traje todo de sangre y ocultará mi cara una sangrienta máscara que, una vez lavada, se llevará mi vergüenza con ella” (p. 87). Esta cita proviene de la Biblia, más precisamente del Apocalipsis 19:13, donde se dice que Cristo, al llegar al final de los tiempos, estará vestido con ropa teñida con la sangre de sus enemigos.

En este diálogo entre el rey y el príncipe la obra llega a su clímax. Todos los elementos de la pieza ya han sido presentados, y el conflicto ha llegado al punto en el que debe resolverse. Ahora, el príncipe, a cargo de un ejército, deberá partir rumbo a la batalla para enfrentarse a Hotspur y demostrar quién es verdaderamente.

En la última escena del acto vemos al príncipe en su entorno de siempre, la Taberna del Cerdo, pero actuando de una manera totalmente diferente a la de siempre. No va allí para bromear junto a Falstaff y los demás ladrones, sino para poner orden. Afirma que devolvió el dinero del robo e ignora la sugerencia de Bardolfo y Falstaff de robar la caja real. Le da un puesto a su amigo en la infantería, y lidera a sus amigos hacia la batalla.