Enrique IV, parte 1

Enrique IV, parte 1 Resumen y Análisis Acto II

Resumen

Escena I

Esta primera escena transcurre en el patio de una posada. Dos carreteros le exigen al palafrenero que vaya a buscar sus caballos. Entra Gadshill. Les pide a los carreteros una linterna para ir a buscar su caballo, pero estos se niegan argumentando que, como es un ladrón, se las va a robar. Luego entra el camarero. Este le cuenta a Gadshill que un pequeño terrateniente viajará esa misma noche transportando trescientos marcos en oro. Gadshill le agradece ofreciéndole una parte del botín que obtendrán en el atraco.

Escena II

La segunda escena transcurre en un camino. El príncipe, Poins, Peto, Bardolfo y Falstaff esperan allí para realizar su atraco. Para hacer más divertida la espera, le escondieron el caballo a Falstaff. Este se lamenta y ruega que se lo devuelvan, ya que, por su sobrepeso, se cansa demasiado al caminar.

Llegan al camino las futuras víctimas del atraco. El príncipe y Poins se alejan de los demás con la excusa de que esperarán más adelante por si los atracados se escapan.

Falstaff, Peto y Bardolfo realizan el robo con éxito, pero inmediatamente el príncipe y Poins aparecen disfrazados y les roban con facilidad el botín que estos acababan de obtener. El príncipe y Poins se ríen del modo cobarde en que huyó Falstaff al ser atracado.

Escena III

Esta escena transcurre en una sala en un castillo de Warkworth. Hotspur lee en voz alta una carta que informa que la rebelión que se está llevando a cabo es muy peligrosa y que, por lo tanto, quien escribe no se unirá a los rebeldes. No se dice quién es el remitente de la carta.

Entra en escena Lady Percy, la mujer de Hotspur, a quien este se dirige como Kate. Le pregunta a Hotspur por qué está tan sobresaltado. Él se niega a develarle la razón de su sobresalto, y le dice que esa misma noche partirá a caballo. Lady Percy le pregunta los motivos de su partida, pero Hotspur se burla de ella.

Escena IV

Esta escena transcurre en una taberna en Eastcheap. El príncipe y Poins le hacen burlas a un mozo hasta que entra el posadero y les informa que Falstaff y los otros ladrones han llegado.

Apenas entra, Falstaff acusa al príncipe y a Poins de cobardes. Afirma que cien hombres le robaron el botín que él había conseguido. Agrega que luchó valientemente durante dos horas hasta que no pudo resistir más. El príncipe y Poins, entonces, le realizan una serie de preguntas a Falstaff acerca de lo ocurrido, y este comienza a contradecirse. Finalmente, el príncipe lo desenmascara. Le dice que fue él quien le robó y lo acusa de cobarde y mentiroso. Falstaff se defiende afirmando que supo desde el primer momento que quien le robaba era el príncipe, y que huyó porque no puede permitirse herir al heredero de la corona.

Entra en escena la posadera. Le dice al príncipe que el rey quiere reunirse con él para hablar acerca de los problemas que se están gestando en Escocia y Gales.

Tras recibir este anuncio, el príncipe juega con Falstaff a imaginar qué ocurrirá en su reunión con el rey. Deciden actuar la escena. Falstaff hace el papel del rey. Primero, reprende al príncipe por ser un ladrón. Luego le pide que emule el carácter de su robusto compañero. Es decir, Falstaff, haciendo el papel del rey, se elogia a sí mismo. Luego, el príncipe se pone en el papel del rey y lo único que hace es hablar pestes de Falstaff. Se burla de su físico y de su haraganería.

Entra en la taberna el sheriff. Viene con orden de registrar el lugar en busca de un botín que fue robado. El príncipe les ordena a los demás ladrones que se escondan, y luego le pide a la posadera que deje pasar al sheriff. Este le dice al príncipe que fueron robados trescientos marcos de oro y que el ladrón, probablemente, haya sido Falstaff. El príncipe le responde que Falstaff no está allí, pero que él se encargará personalmente de que aquel responda ante la justicia y devuelva el dinero.

Cuando el sheriff se va, el príncipe va a buscar a Falstaff pero lo encuentra dormido en su escondite. Afirma a los gritos que él mismo se hará cargo de que Falstaff devuelva el dinero, sumándole intereses, y que, además, le conseguirá un puesto en la infantería.

Análisis

En este segundo acto, Shakespeare entrelaza con maestría el humor de la comedia teatral con la seriedad de su drama histórico. Las primeras dos escenas, que tienen como protagonistas a los ladrones (entre los que se encuentra el príncipe), son absolutamente cómicas. En ellas preponderan elementos recurrentes de las comedias shakesperianas, como los juegos de palabras, el contraste entre personajes de diferentes géneros o roles sociales, las burlas relacionadas con ciertas características físicas, los gestos o movimientos vulgares, y las alusiones y connotaciones eróticas. Veamos algunos ejemplos.

En el diálogo entre los carreteros que inaugura la primera escena del segundo acto, estos se quejan porque la posada en la que están se encuentra llena de pulgas. Entonces, uno de ellos dice: “Ningún rey de la cristiandad fue nunca mejor chupado que lo que yo he sido desde que cantó el gallo” (p. 53). Por un lado, aquí hay una clara alusión erótica. El carretero da a entender que las pulgas lo están “chupando” desde que amaneció, y se compara con los reyes cristianos, dando a entender que estos también son chupados, aunque no por pulgas. Por otro lado, aquí aparece el contraste entre el modo de vida de un personaje humilde con el de los reyes.

La siguiente cita aparece en la segunda escena de este acto, cuando Falstaff le ruega al príncipe que termine con la broma y le devuelva su caballo. Le pregunta: “¿Qué rabia tenéis de enflaquecerme así?” (p. 57). El príncipe entonces le responde: “No se te enflaquece, se te desengrasa” (p. 57). Las bromas relacionadas con la gordura de Falstaff son una constante dentro de la obra. Más adelante, en ese mismo diálogo, Falstaff dice: “Cuando una broma va tan lejos, sobre todo a pie, la detesto” (p. 57). Aquí se apela a la comicidad a través de un juego de palabras.

Por último, cabe destacar que la segunda escena termina con una broma física. La huida apresurada de Falstaff, un personaje gordo al que le cuesta caminar, es ridícula, y a través de ella se busca generar risa en los espectadores.

La tercera escena es la más seria del acto. Aquí no aparecen los pícaros ladrones, sino el solemne Hotspur, quien se prepara para partir al encuentro de los demás rebeldes e iniciar así la revuelta. Aquí, el espectador vuelve a ver en escena la temeridad de Hotspur. En la carta que este lee en voz alta se le advierte sobre los peligros de la rebelión, pero él desprecia dicha advertencia, y considera que quien le escribe es un cobarde.

Luego, con la entrada en escena de Lady Percy, la obra vuelve a alejarse del tono serio y se acerca nuevamente a la comedia. Como hemos dicho, el contraste entre personajes de diferente género es uno de los modos usuales a través de los que Shakespeare apela a la comicidad. Lady Percy, tras enterarse de la partida de Hotspur, amorosamente le pregunta: “¿Qué es lo que te arrastra lejos de mí?” (p. 61). Hotspur le responde con desdén: “Mi caballo, amor mío, mi caballo” (p. 61). Aquí también hay un juego de palabras: Hotspur responde a la pregunta de su mujer tomando con literalidad el sentido de sus palabras. A partir de esta respuesta, Lady Percy y Hotspur comienzan a discutir cómicamente. “Mono”, “Comadreja” y “Papagayo” son algunos de los insultos que se propinan.

Hotspur, quien se caracteriza por ser un hombre rudo, desprecia a su mujer por su debilidad. En este diálogo llega a decirle: “no es momento de jugar a las muñecas” (p. 61). Shakespeare construye a Hotspur como un ser de mucho coraje pero poca inteligencia y sensibilidad. Es un hombre básico que, como la mayor parte de los hombres de la época, considera a la mujer como un ser inferior. El autor, con una sensibilidad adelantada para su época, expone el machismo de Hotspur como una demostración de su simplicidad y falta de inteligencia.

Por otro lado, una de las características que se destacan del teatro de Shakespeare es el hecho de haber construido personajes femeninos fuertes, con propia valía, que se enfrentan a su rol pasivo y al dominio masculino. En esta escena, Lady Percy no se queda callada ante su marido. Se enfrenta a él, despreciando al gran guerrero al que todos temen.

La cuarta escena de este segundo acto es la más icónica de la obra. Drama y comedia se entrelazan férreamente sobre el escenario. En tono cómico, el príncipe y Falstaff imitan a Hotspur y Lady Percy, y luego actúan el devenir de la seria reunión que tendrá lugar entre Hal y el rey. Ambos imitan con sorna la solemnidad del portador de la corona y la del líder de los rebeldes. El príncipe aprovecha la actuación para burlarse de Hotspur, de su padre y de Falstaff. Maneja a la perfección el tono solemne y medieval que caracterizan al rey y su enemigo, pero este no le pertenece. Pese a la gravedad de la reunión, que tendrá lugar por la incipiente rebelión, los jóvenes no pierden el sentido del humor. Tanto el príncipe como Falstaff comprenden que la vida, incluso en su momento más dramático, tiene una gran dosis de comedia.

La actuación del príncipe y Falstaff pone en escena otro de los recursos característicos de Shakespeare: el uso de la metaficción. Este recurso consiste en poner en escena una ficción dentro de otra. En este caso, además, los actores juegan a representar una escena que tendrá lugar en el siguiente acto, en el que el príncipe y el rey efectivamente se reunirán.

La metaficción se volvió un recurso central en la época renacentista, teniendo a Shakespeare como máximo exponente. Otras obras del autor en las que se destaca el uso de este recurso son La tempestad, Sueño de una noche de verano, Trabajos de amor perdidos y Hamlet. Dentro de cada una de estas obras, la utilización de este recurso tiene sus fines particulares, pero, más allá de cada búsqueda puntual, la constante aparición de la metaficción en Shakespeare demuestra el enorme interés del autor por reflexionar acerca de la relación entre teatro y vida, así como sobre el teatro en sí: los procedimientos de creación, el rol de los actores, y la calidad y veracidad del texto y de las representaciones.