Encender un fuego

Encender un fuego Resumen y Análisis Primera parte

Resumen

Una mañana extremadamente fría y gris, un hombre abandona el sendero principal en el Yukón, Alaska. Examina la tundra helada y nevada. El frío no parece perturbar al hombre, recién llegado al Yukón; rara vez traduce hechos concretos, como el frío extremo, a ideas más significativas, como la fragilidad y la mortalidad del ser humano. El hombre escupe y su saliva se congela en el aire, lo que indica una temperatura inferior a los cuarenta y cinco grados bajo cero. Se encoge de hombros. Se va a encontrar con "los muchachos", a las seis en punto, en la horqueta izquierda del arroyo Henderson. Ha tomado una ruta alternativa para evaluar la posibilidad de explotar la madera de las islas del Yukón la próxima primavera. Palpa su almuerzo de panecillos dentro de su chaqueta, calentándose contra su piel.

El hombre camina a través de la espesa nieve, con los pómulos desprotegidos y la nariz entumecida. Un perro esquimal lo sigue, instintivamente abrumado por el frío. El vaho de su propia respiración le deja una fina capa de escarcha sobre el bigote y la barba. Anda varios kilómetros más y desciende por un barranco hasta el cauce de un riachuelo, donde planea almorzar. La cantidad de nieve que cubre las huellas de los últimos trineos indica que no ha pasado nadie desde hace un mes, pero al hombre no le importa. Aun así, ocasionalmente piensa que hace mucho frío y se frota, mecánicamente y sin éxito, los pómulos y la nariz, para calentarlos. Se da cuenta de que sus mejillas están heladas y lamenta no haberse preparado para esto, pero decide que unas mejillas heladas solo duelen un poco; nada grave.

Aunque el hombre es "poco dado al pensamiento", observa las curvas y la posibilidad de manantiales peligrosos bajo la nieve a medida que avanza. Si pisara sobre alguno, podría mojarse hasta la cintura. Solo los pies mojados, en un día tan frío, serían extremadamente peligrosos. A medida que continúa, evita varias trampas. En un momento, presintiendo el peligro, empuja al perro, reacio, para que vaya primero. El hielo de hecho se quiebra, el perro se moja las patas e, instintivamente, se lame y se arranca a mordiscos el hielo que se forma entre las uñas. El hombre lo ayuda, quitándose brevemente la manopla en el frío entumecedor.

Poco después del mediodía, el hombre saca su almuerzo, pero la mordaza de hielo alrededor de su boca no le permite comer. Además, los dedos de sus manos y de sus pies están entumecidos, por lo que decide encender un fuego. Piensa en el hombre de Arroyo Salado que le dio consejos sobre el frío; él mismo entonces se había echado a reír. Saca sus fósforos, recoge ramitas y enciende un fuego. Se descongela la cara y come sus panecillos. El perro se calienta cerca del fuego. Después, el hombre continúa por un sendero a lo largo de la orilla del riachuelo. El perro quiere permanecer cerca del fuego o al menos acurrucarse en un agujero en la nieve, pero como no existe una "relación de intimidad" entre ellos, el perro no trata de comunicarle al hombre sus temores; solo le preocupa su propia seguridad. Aún así, sigue al hombre, pegado a sus talones.

Análisis

"Encender un fuego", también traducido ampliamente como "Encender una hoguera" o "Para encender un fuego", es el cuento naturalista por excelencia. El naturalismo es un movimiento literario desarrollado en gran parte por Émile Zola, Theodore Dreiser, Edith Wharton, Stephen Crane y Jack London a fines del siglo XIX. Sus temas principales, que explicaremos y desarrollaremos con más profundidad en este análisis, son el determinismo (en contraposición a una idea del libre albedrío), la indiferencia del entorno, la supervivencia, la amoralidad, la prevalencia del instinto sobre el intelecto, cierta fascinación por los procesos. Asimismo, se observa en esta corriente un énfasis en la narrativa más que en los personajes, una predilección por representar personajes de clase baja y el uso de un lenguaje más realista, acorde a dichos personajes y escenarios.

Este cuento revela mucho sobre sí mismo y sobre su carácter naturalista ya en su título. "Encender un fuego" suena casi como un manual de instrucciones, y la historia le enseña al lector, de hecho, ciertos procedimientos tales como encender una hoguera, sortear manantiales peligrosos mientras se camina sobre hielo y navegar en un arroyo. Al igual que en Moby Dick, de Herman Melville (que no es considerada una novela naturalista, pero comparte con esta muchos de sus intereses), donde el lector aprende todo sobre la caza de ballenas, cuando terminamos de leer este cuento de London lo hacemos con una noción de ciertos procesos que operan en el mundo narrado.

El título también apela a la necesidad de supervivencia. El naturalismo está interesado en conflictos profundos que ponen de manifiesto los instintos más bajos y brutos del hombre. La historia de London ofrece uno de los conflictos más antiguos de la literatura y de la vida: el hombre contra la naturaleza. En el cuento, el protagonista está en constante riesgo de congelarse en el frío brutal, y pronto la mera supervivencia, más que la posibilidad de encontrar oro, se convertirá en su única preocupación.

El protagonista claramente no es un experimentado aventurero del Yukón. Ignora todas las señales que indican peligro: subestima el frío, ignora la ausencia de viajeros en el último mes, no presta atención al congelamiento de sus pómulos. Una vez más, los procesos son importantes: el hombre no realiza ningún proceso mental que implique tomar los hechos y asignarles creciente importancia. Si bien esto puede parecer, en principio, un déficit intelectual, lo que realmente le falta al hombre es instinto, es decir, la comprensión inconsciente de lo que significan los diversos hechos.

El perro, por otro lado, es puro instinto. Si bien no puede intelectualizar el frío como el hombre, que le asigna valores numéricos a la temperatura, ha heredado un conocimiento sobre el frío. Sin pensarlo, el perro sabe que este es peligroso y que los manantiales son traicioneros; se muerde el hielo que se forma entre las uñas de las patas, e incluso evita acercarse demasiado al fuego por miedo a chamuscarse.

Si bien el conflicto principal aquí es el del hombre contra la naturaleza, sería inexacto decir que la naturaleza ataca activamente al hombre. La naturaleza no se esfuerza por lastimarlo; haría el mismo frío si este no estuviera allí. Más bien, el entorno natural es indiferente al hombre, como sucede con frecuencia en la literatura naturalista. El amargo contexto no ayuda al hombre de ninguna manera, y no se verá afectado si este perece. Del mismo modo, tampoco el perro se preocupa por él, salvo como fuente de seguridad y comida para sí mismo.

Ni siquiera al narrador parece importarle demasiado el hombre. Más precisamente, no hace ningún juicio moral manifiesto sobre él. Simplemente relata hechos objetivos, independientemente de lo pesimistas que puedan resultar para el hombre. Por ejemplo, al describir su incapacidad de dar saltos mentales, el narrador solo declara que "Ninguna de estas cosas -la ruta larga, fina y misteriosa, la ausencia de sol en el cielo, el frío atroz y lo extraño que todo resultaba en su conjunto- impresionaban al hombre en absoluto". Nunca denuncia abiertamente la necedad del hombre; su comentario más agresivo, "su problema era que carecía de imaginación", no es un juicio negativo sino solo una pista de que el hombre tendrá problemas debido a este defecto.

Del mismo modo, el narrador mantiene un aire de neutralidad con su prosa, objetiva y periodística. Se centra principalmente en la historia y poco en el mundo interior y la vida del hombre. De ​​hecho, ni siquiera sabemos el nombre del protagonista o del perro. Más que un individuo, el hombre es un representante de la humanidad, especialmente de la humanidad en su lucha contra la naturaleza. También coherente con la tradición naturalista, este hombre no es miembro de la clase alta. Al igual que "los muchachos", espera hacerse rico encontrando oro, como lo hicieron muchos durante la fiebre del oro del Yukón a fines del siglo XIX, o vendiendo troncos.

El determinismo, otro elemento central del naturalismo, cobrará más importancia en la siguiente parte de la historia.