El Túnel

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El existencialismo

El existencialismo es una corriente de pensamiento que se pregunta por la condición existencial del ser humano. Implica interrogarse por el significado de la vida y por la relación del individuo con sus semejantes y con su entorno. Esta corriente tiene diferentes expresiones a lo largo del siglo XIX y el siglo XX. Desde la perspectiva del protagonista de El túnel, toma relevancia la filosofía existencialista de Jean Paul Sartre.

Este filósofo francés sostiene que el ser humano es arrojado al mundo sin un propósito, sin ser parte de un plan divino superior: su existencia precede a su esencia, es decir, existe antes de definirse a sí mismo. Como nada lo determina de antemano, el ser humano está condenado a ser libre. Cada decisión que tome afectará al resto de la humanidad, porque sus actos subjetivos otorgan una imagen de esa humanidad. Por eso, su libertad es un compromiso con el mundo y esa responsabilidad, sostiene Sartre, genera angustia: las personas deben elegir su esencia por sí mismas, en completo desamparo.

Frente a esta angustia inevitable, el ser humano puede abandonarse al quietismo, a la desesperación, u optar por comprometerse con el mundo sin esperar nada a cambio. Desde esta perspectiva, Juan Pablo Castel pertenecería al primer grupo, el de los “malos” existencialistas. Sus acciones son conducidas por una esperanza infructífera que poco tiene que ver con su compromiso subjetivo. En cambio, deposita la posibilidad de trascender en en María y en sus lectores, en quienes proyecta su última posibilidad de ser comprendido. De esta manera, el existencialismo sartreano explica el fracaso de Castel, que se refugia detrás de sus pensamientos oscuros y que no asume las consecuencias de sus actos. Juan Pablo culpa a María de su propia muerte: “Tengo que matarte, María. Me has dejado solo” (163).

El nihilismo

El nihilismo responde a la pregunta existencialista sobre el significado de la vida afirmando que esta no tiene sentido. Este sinsentido afirma el absurdo del mundo y niega la existencia de una divinidad superior que justifique las angustias terrenales. El túnel representa el momento más nihilista de la obra de Sábato. Juan Pablo Castel nos revela su mirada nihilista del mundo cada vez que manifiesta su desprecio por la humanidad, y también cuando reconoce que varios momentos de su vida parecen envueltos en una comedia absurda.

En El mito de Sísifo (1942), Albert Camus sostiene que cuando llegamos a la conciencia del absurdo del mundo, se presenta ante nosotros el problema del suicidio. Camus afirma que el suicidio no es la respuesta, sino que debemos abrazar esta condición existencial aceptando el absurdo y el sinsentido del mundo. Esta aceptación consiste en un acto de rebeldía que nos hace libres y que restituye el valor de la vida.

Castel adopta una actitud rebelde al poner en cuestión el mundo constantemente. Sin embargo, él no logra escapar de la angustia existencial que lo corroe, y se deja llevar por pensamientos suicidas que luego son desplazados hacia los de la aniquilación de María. El protagonista de El túnel reconoce el absurdo de la vida, pero reacciona ante esta de forma destructiva.

La temporalidad subjetiva

El túnel está narrado en primera persona por su protagonista, Juan Pablo Castel. Su particular punto de vista invade la trama y afecta la percepción lineal del tiempo. Aunque la historia se cuenta en orden cronológico, con la excepción de que Castel nos adelanta, al principio, el final de la historia (la muerte de María Iribarne), el avance en los acontecimientos se ve constantemente interrumpido por digresiones reflexivas del narrador, como cuando nos cuenta, en el capítulo 4, que encuentra a María en la calle, y enseguida se demora, a lo largo de varias páginas, en la narración de cómo había imaginado ese encuentro. Estas interrupciones indican que el tiempo de la historia se corresponde con el tiempo subjetivo del personaje. La percepción del tiempo de Castel ralentiza los instantes que son para él fundamentales y acelera los momentos irrelevantes, o aquellos que su memoria ha perdido.

La soledad y la incomunicación

El título de la novela representa el modo en el que Castel percibe el transcurso de su vida en este mundo: a través de un túnel solitario e incomunicado con el resto de las personas. La soledad y la incomunicación son los dos problemas existenciales que el narrador-protagonista busca resolver en su relato. Castel quiere encontrar en su túnel pasajes que lo conecten con otras personas. Estos pasajes aparecen en la novela a través de diferentes medios de comunicación: las cartas, los llamados telefónicos y las conversaciones cara a cara constituyen intentos frustrados de romper momentáneamente las barreras interpuestas entre los individuos.

Su pintura también representa un medio para conectarse con los otros. Gracias a su pintura Maternidad, descubre en María a otro ser que podría comprenderlo. Sin embargo, a Juan Pablo no le alcanza aquella comprensión muda y busca desesperadamente en María otras pruebas de esta conexión. El fracaso de esta búsqueda es lo que vuelve a confirmar la soledad insalvable de su existencia.

El amor absoluto

Juan Pablo Castel tiene una idea del amor como salvación, y cree que María puede rescatarlo de su angustia existencial. En su búsqueda de integración total con el otro percibe el amor como deseo de absoluto: Castel quiere que María lo ame de forma absoluta, pero ella solo manifiesta, en su mirada, formas parciales o relativas del amor. Por eso él la pone a prueba constantemente, como cuando considera que su unión física podrá revelarle si María lo ama como a un hermano o como a un amante. No obstante, el acto sexual no logra sino aumentar la desesperación de Juan Pablo, porque cree que María lo engaña fingiendo placer. Esta desconfianza conduce a Castel a matar a su amada, para preservar la pureza y el absoluto de su amor en la muerte.

La razón vs. la sinrazón

Juan Pablo Castel se ve a sí mismo como una persona racional que somete el mundo a un examen riguroso. Analiza con minuciosidad los actos, los gestos y las palabras de María al punto de convertir cada detalle en una pista que le permite avanzar sobre conjeturas que confunde con deducciones lógicas. Castel representa la confianza ciega de su época en la razón abstracta que enajena al ser humano de la conexión real con el mundo. Los razonamientos de Castel se pierden en hipótesis cada vez más complejas que carecen de valor en una posible aplicación práctica. Aunque él intenta llegar a un conocimiento objetivo de la realidad, sus reflexiones lo conducen a un plano subjetivo abstracto e irreal.

De esta manera, Castel se convence de que María no lo ama verdaderamente, sin más pruebas que las de su desconfianza, porque cree ver en una prostituta un gesto que reconoce en su amada, y eso lo lleva a la conclusión de que María finge su amor. Deduce que ella es amante de Hunter por el tiempo que pasa entre que se enciende una luz en una habitación y luego otra, sin estar seguro de la duración objetiva de ese tiempo. Su razón se transforma en sinrazón porque Castel es víctima de su mente paranoica.

El machismo y la misoginia

La relación de Juan Pablo y María tiene todas las características de un vínculo abusivo de parte del hombre hacia la mujer. Castel agrede física y verbalmente a María y la somete a experimentos mezquinos que le permitan confirmar la entrega total de María hacia su persona. Quiere encontrar en ella un ser desprotegido que dependa de él, y se desilusiona cuando María muestra signos de independencia al no someterse a su incesante interrogatorio. Juan Pablo desea un vínculo de posesión que degrada a María a la condición de objeto. El asesinato no hace sino confirmar que Castel lleva aquel deseo hasta sus últimas consecuencias.

Aunque Castel manifiesta despreciar a hombres y mujeres por igual, algunas partes de la novela nos revelan que su machismo se afirma también en su misoginia, es decir, en su especial aversión hacia las mujeres. El personaje no reconoce esta característica suya, pero nos la revela sin querer cuando discute con la empleada del Correo Central y reconoce que su odio se dirigía también hacia María y Mimí Allende. Por otra parte, aunque no lo exprese de este modo, podríamos afirmar que Castel desconfía de María porque desconfía en las mujeres en general, puesto que observa en estas cierta inclinación al engaño. Esto lo demuestra cuando reconoce despectivamente en una prostituta rasgos compartidos con María.