El Túnel

El Túnel Resumen y Análisis de los capítulos 29-33

Resumen

Capítulo 29

Castel cuenta que los días que preceden a la muerte de María son los más atroces de su vida. No recuerda todos los detalles de esa experiencia, porque pasa una parte de ese tiempo alcoholizado. En su memoria se entremezclan imágenes de la estancia, de los bares de mala muerte a los que va y unas pesadillas que tiene, en las que camina por los techos de una catedral. Entre estos recuerdos aparece la figura de una mujer “inmunda” a la que le pega un puñetazo. En uno de esos días, luego de haberse quedado dormido vestido en la bañera, se levanta y le escribe a María una carta hiriente en la que la acusa de ser amante de Hunter. Impulsivamente, lleva la carta al Correo Central y la despacha certificada.

Capítulo 30

En seguida, Juan Pablo se arrepiente de haber despachado la carta. Se da cuenta de que en su escrito no ha explicado por qué dedujo que María era amante de Hunter. Tampoco sabe qué quería lograr exactamente con sus hirientes palabras. Admite que su hipótesis sobre el amorío entre Hunter y María era solo eso, una hipótesis, y no un hecho corroborado. Vuelve entonces al Correo pero sin el recibo del envío, que ha perdido.

En el mostrador de certificaciones se pone a discutir con la empleada de turno. Esta mujer no quiere entregarle la carta porque Castel no tiene el recibo, ni ninguna forma de comprobar que aquella carta era suya. Él describe a la empleada como “solterona” y “harpía”, y la trata con desdén y violencia. Exasperado porque no puede recuperar la carta, estalla en él una furia incontenible, dirigida a la empleada, pero que también alcanza a María y, curiosamente, a Mimí. Le dice a la mujer que se vaya al infierno y sale, pensando que le gustaría prender fuego el lugar.

Capítulo 31

Castel deja de arrepentirse por el asunto de la carta. Reflexiona acerca de las numerosas veces en que le sucedió de luchar incesantemente contra un obstáculo, luego aceptar con rabia la derrota y las elecciones del destino. Se va del Correo y se dirige hacia la Recoleta, que le trae a la memoria momentos compartidos allí con María. Ahora se lamenta de nuevo y dirige su odio hacia él mismo.

Recuerda entonces un sueño que tuvo en alguna de esas noches de borrachera, en el que se veía a sí mismo sentado en el medio de una habitación oscura, y a sus espaldas estaban María y Hunter, quienes se miraban con expresiones de diabólica ironía.

Una vez en el taller, decide llamar a María por teléfono. No repone la conversación que tienen, pero nos cuenta que toma la dirección de siempre: Castel pasa de la ternura al odio cada vez que sus preguntas precisas no obtienen la respuesta deseada. Cuenta que aquel diálogo es más bien un monólogo de parte suya. Finalmente, amenaza con suicidarse si María no vuelve inmediatamente de la estancia para hablar con él. Ella le dice que lo único que lograrán es lastimarse cruelmente una vez más, pero acepta volver. Juan Pablo cuelga el tubo del teléfono con la seguridad de que si ella no regresa, él cumpliría su amenaza para vengarse así de María.

Capítulo 32

Aquel día es una tortura para Castel. Siente entonces un odio impreciso que cree dirigido hacia sí mismo. Vuelve a beber mucho en un bar, en donde se apodera de la mujer “más depravada”, y se pelea con un marinero. Luego lleva a la prostituta a su taller y, cuando están en la cama, observa en ella una expresión que alguna vez vio en María. Se desespera, le grita a la mujer “puta” y la echa de su casa, arrojándole dinero.

Trata de recuperar su riguroso razonamiento. Comprende que si la prostituta simulaba placer, entonces aquella expresión compartida con su amada significa que María también fingió. Aquella conclusión le parece irrefutable. Entonces desfilan en su mente todos los momentos de sospecha, como si se sucedieran con una lógica férrea. Rememora aquella escena en el acantilado y recuerda que María no lo oía. Llega entonces hasta el último recuerdo, el de la prostituta, y cierra el capítulo lamentándose por la humanidad.

Capítulo 33

Aunque Castel está seguro de sus conclusiones, sabe que no las puede demostrar. Por eso se le ocurre conocer la opinión de otras personas. Decide entonces encontrarse con Lartigue, un escritor al que desprecia, pero que es amigo de Hunter. Mientras hablan de sus poemas le pregunta hace cuánto que María Iribarne y Hunter son amantes, a lo que el hombre le responde que de eso no sabe nada. Juan Pablo se despide pensando que aquellas palabras son para él suficientes. Luego telefonea a María, que ya se halla en Buenos Aires. Ella le vuelve a decir con desesperanza que solo lograrán hacerse daño y destruir el débil puente que los comunica. También le cuenta que debería estar en la estancia porque Hunter está enfermo. Castel cree que eso es una mentira. Quedan en verse a las cinco en punto en la plaza de la Recoleta.

Análisis

La última parte de la novela toma un ritmo más vertiginoso. Castel ya no se detiene en aquellas digresiones que nos permitían inferir su apreciación nihilista del mundo, aunque sus lamentos sigan expresando esta filosofía. En cambio, nos relata una serie de eventos que se entrelazan y superponen en sus recuerdos. Juan Pablo admite las lagunas de su memoria, lo que nos lleva a desconfiar de su narración.

De esta manera, observamos una vez más cómo la temporalidad narrativa se ve afectada por los pensamientos y las emociones de Castel. Aunque la historia se nos presente de manera lineal, la cronología pasa a ser un aspecto secundario frente a la subjetividad avasallante del narrador-protagonista, que condiciona los hechos con sus estados de ánimo y sus razonamientos delirantes.

El episodio de la carta nos permite indagar otro aspecto de la mente de Castel: la variación constante entre impulso y razón. Juan Pablo es mucho más impulsivo de lo que cree. Esto se revela a través de una narración que avanza entre arrepentimientos y recalculaciones. En un momento, el pintor reflexiona acerca de su intento de controlarlo todo y de cómo el destino se impone constantemente por sobre sus empedernidos esfuerzos. Pero no todo está determinado por un sino que el protagonista no puede controlar: el destino de María nada tiene que ver con la fatalidad de las circunstancias.

El momento en que Juan Pablo se enfrenta a la empleada del Correo Central nos revela hacia dónde se conducen su violencia y su odio: hacia las mujeres. Esto se esclarece de manera suficiente en aquel instante en que Castel se da cuenta de que su furia no solo se dirige a la mujer del correo, sino también a María y a Mimí. A esto podemos sumar el modo en que Castel maltrata física y verbalmente a las mujeres “de mal vivir” con las que interactúa. Si bien es cierto que Castel desprecia por igual la falsedad de los hombres y de las mujeres, parece encontrar en estas últimas una parte de él que aborrece. Esto se hace manifiesto en su constante ir y venir entre odiar a estas mujeres y odiarse a sí mismo.

Cuando recuerda que en la escena del acantilado María no lo escuchaba, está tergiversando lo que sucedió: según su propio relato previo, era él quién se había extraviado en sus pensamientos destructivos y no la había escuchado a ella. En algún punto, podríamos sugerir que Castel se ve reflejado en María, proyecta sobre ella un doble de su persona. En este sentido, no es extraño que de la idea del suicidio pase al asesinato.