El Túnel

El Túnel El túnel y el psicoanálisis

Algunos estudiosos de la obra de Sabato consideran que, antes que una novela existencial, El túnel es una novela psicológica que puede ser interpretada mediante la teoría psicoanalítica fundada por Sigmund Freud. Desde esta perspectiva, las angustias metafísicas del protagonista son vistas como estados psicológicos que nos dicen algo sobre el inconsciente del ser humano.

Para el psicoanálisis, una forma de acceder al inconsciente es a través de los sueños. Estos manifiestan de manera alegórica los deseos reprimidos del individuo. En su narración, Juan Pablo Castel incluye cuatro sueños que son claves para comprender mejor la confesión de su crimen. Al abordarlos por orden de aparición, podemos detectar una progresión psicológica que explica la resolución y puesta en acto del asesinato de María.

El primer sueño sucede después de que Castel descubre que María está casada con Allende:

Tuve este sueño: visitaba de noche una vieja casa solitaria. Era una casa en cierto modo conocida e infinitamente ansiada por mí desde la infancia, de manera que al entrar en ella me guiaban algunos recuerdos. Pero a veces me encontraba perdido en la oscuridad o tenía la impresión de enemigos escondidos que podían asaltarme por detrás o de gentes que cuchicheaban y se burlaban de mí, de mi ingenuidad. ¿Quiénes eran esas gentes y qué querían? Y sin embargo, y a pesar de todo, sentía que en esa casa renacían en mí los antiguos amores de la adolescencia, con los mismos temblores y esa sensación de suave locura, de temor y de alegría. Cuando me desperté, comprendí que la casa del sueño era María” (Capítulo 14, 100).

La reflexión final de Castel nos permite relacionar el sueño con el complejo de Edipo: en el inconsciente del protagonista, la casa representa un anhelo de regreso a la infancia o al vientre materno, espacio de protección que Juan Pablo proyecta en María. En relación con esta interpretación, podemos incluir el cuadro que conecta a los amantes, aquel que el pintor ha titulado Maternidad. Este vínculo deseado en el inconsciente se ve acechado por voces desconocidas que intentan destruir su fantasía, y que representan la sospecha de Castel de la existencia de otros amantes.

En el segundo sueño, que Castel tiene después de sentir que algo se ha roto entre él y María cuando lo acusa de engañar a un ciego, también aparece una casa:

Había soñado esto: teníamos que ir, varias personas, a la casa de un señor que nos había citado. Llegué a la casa, que desde fuera parecía como cualquier otra, y entré. Al entrar tuve la certeza instantánea de que no era así, de que era diferente a las demás. El dueño me dijo: –Lo estaba esperando. Intuí que había caído en una trampa y quise huir. Hice un enorme esfuerzo, pero era tarde: mi cuerpo ya no obedecía. Me resigné a presenciar lo que iba a pasar como si fuera un acontecimiento ajeno a mi persona. El hombre aquél comenzó a transformarme en pájaro, en un pájaro de tamaño humano. […] Mi única esperanza estaba ahora en los amigos, que inexplicablemente no habían llegado. Cuando por fin llegaron, sucedió algo que me horrorizó: no notaron mi transformación. Me trataron como siempre, lo que probaba que me veían como siempre. Pensando que el mago los ilusionaba de modo que me vieran como una persona normal, decidí referir lo que me había hecho. […] Entonces observé dos hechos asombrosos: la frase que quería pronunciar salió convertida en un áspero chillido de pájaro, un chillido desesperado y extraño, quizá por lo que encerraba de humano; y, lo que era infinitamente peor, mis amigos no oyeron ese chillido, como no habían visto mi cuerpo de gran pájaro; por el contrario, parecían oír mi voz habitual diciendo cosas habituales, porque en ningún momento mostraron el menor asombro. Me callé, espantado. El dueño de casa me miró entonces con un sarcástico brillo en sus ojos, casi imperceptible y en todo caso sólo advertido por mí. Entonces comprendí que nadie, nunca, sabría que yo había sido transformado en pájaro. Estaba perdido para siempre y el secreto iría conmigo a la tumba (Capítulo 22, 121-122)”.

El enemigo, en este caso, es un mago que lo convierte en un monstruo incapaz de comunicarse. Podemos suponer que Juan Pablo culpa a un agente externo de su incapacidad de conectarse con los otros, del mismo modo que culpa a María de las frustraciones de su amor. Asimismo, el pintor nota que nadie reconoce su condición anormal, lo cual refuerza su carácter de víctima incomprendida.

El tercer sueño consiste en una sucesión de pesadillas en las que Castel se ve a sí mismo caminando por los techos de una catedral. Si la catedral es también una casa y, por lo tanto, una representación de María, estas imágenes oníricas podrían estar manifestando un reconocimiento inconsciente del daño que él infringe en su amada. Juan Pablo acusa a María de “pisotear” su amor, cuando en realidad es él quien “camina” sobre ella.

Para cuando tiene el último sueño, Castel ya está convencido de que María es amante de Hunter, sin tener ningún tipo de evidencia concreta al respecto: “recordé de pronto un sueño que tuve en alguna de esas noches de borrachera: espiando desde un escondite me veía a mí mismo, sentado en una silla en el medio de una habitación sombría, sin muebles ni decorados, y, detrás de mí, a dos personas que se miraban con expresiones de diabólica ironía: una era María; la otra era Hunter” (Capítulo 31, 149).

La falta de evidencia queda representada en el sueño en el hecho de que Juan Pablo se encuentra de espaldas a Hunter y María: en realidad, no los ve. Pero logra observarlos por un desdoblamiento de su propia persona. Podríamos pensar que este otro yo que espía es una manifestación de sus elucubraciones, a las que considera pruebas irrefutables. Castel también se halla en este sueño dentro de un espacio habitacional, pero completamente despojado. De alguna manera, la oscuridad que existía en la casa del primer sueño ha terminado por poseerlo todo hasta convertir el espacio en una materialización onírica de su soledad.

Desde la psiquiatría, varios aspectos de la personalidad de Castel pueden ser analizados como síntomas de su paranoia. La inadaptación social, el predominio de la interpretación en desmedro del contacto con la realidad, los celos excesivos, y el sentirse agraviado y buscar la confrontación por cualquier motivo constituyen rasgos propios de un cuadro clínico paranoico que podemos observar en el protagonista de El túnel. Asimismo, los enemigos que aparecen en sus pesadillas pueden ser vistos como manifestaciones de un delirio persecutorio también característico de la paranoia.