El burlador de Sevilla y convidado de piedra

El burlador de Sevilla y convidado de piedra Resumen y Análisis Jornada tercera (vv. 1812-2111)

Resumen

Batricio reflexiona en soledad sobre los celos, recuerda cómo don Juan se sentó al lado de su novia en el banquete e insiste en que la presencia del caballero presagia sucesos desfavorables. Entonces, se presenta el burlador y le dice una mentira: afirma que hace un tiempo ha tenido relaciones sexuales con Aminta y ella le escribió una carta pidiéndole que vaya a verla. Batricio cree inmediatamente la mentira y decide abandonar a su futura esposa para evitar que su propio honor quede en entredicho.

Mientras tanto, Aminta dialoga con Belisa y muestra preocupación por abatimiento que observó en Batricio durante el transcurso día. Luego, don Juan acuerda con Gaseno el matrimonio con su hija, Aminta y, después de que el anciano se retira, el primero le ordena a su criado que ensille los caballos para partir al amanecer hacia Sevilla. Catalinón desaprueba la burla que don Juan planea realizar, pero este desestima la advertencia, objetando que su padre es “el dueño de la justicia” (v. 1975). Luego, Catalinón se refiere a la finitud de la vida y el burlador afirma socarronamente: “Si tan largo me lo fías / vengan engaños” (vv. 1993-1994).

De noche, don Juan se presenta en la habitación de Aminta, quien, al comienzo, rechaza su visita, argumentando que está casada con Batricio. Don Juan expresa su determinación de ser su esposo, afirma que Batricio la abandonó y que, por eso, su matrimonio está anulado. También explica que él es un caballero de la familia Tenorio y su padre ocupa un puesto privilegiado en la corte. Entonces, don Juan le pide la mano a Aminta como forma de afirmar su consentimiento de ser su esposa, y ella le pide él que jure que cumplirá su promesa de matrimonio. El burlador jura y le pide a Dios que si falta a su palabra lo mate un hombre, pero agrega, hablando para sí, que sea un hombre muerto. Así, Aminta declara ser su esposa y afirma que hará lo que él desee.

Análisis

La “Jornada tercera” se abre con un soliloquio de Batricio en el que expresa su desconfianza y sus celos hacia don Juan. Su descripción de la cena se conecta con final del acto precedente y con ella Batricio alude a las intenciones sexuales de don Juan, implícitas en el gesto de sentarse a comer con su novia y no permitirle a él “en el plato meter la mano” (vv. 1830-1831). Finalmente, Batricio se pregunta si también don Juan los acompañará al lecho matrimonial: “Con los dos, ¿más que a dormir / se ha de ir también, si porfía, / con nosotros (…)?” (vv. 1859-1861). De esta manera, la burla del banquete sugiere y anticipa la burla sexual de don Juan que tendrá lugar poco después.

Batricio es la antifigura del burlador. En el acto precedente, el personaje se presenta como un hombre realmente enamorado de Aminta, que afirma sobre ella: “Con deseos la he ganado, / con obras la he merecido” (II, 1693-1694). En esta jornada observamos que el personaje está dispuesto a pagar un precio muy alto por conservar su honor y que don Juan se aprovecha de la virtud de él (que considera una debilidad) para alcanzar sus propios objetivos. Así, don Juan afirma:

Con el honor le vencí,
porque siempre los villanos
tienen su honor en las manos
y siempre miran por sí (vv. 1912-1915).

A través del personaje de Batricio también se presenta el tema de la oposición entre los valores que rigen en aldea y en la corte. Tal como afirmamos con anterioridad, en las obras del Siglo de Oro se presentaba con frecuencia una visión idealizada de las formas de vida en las aldeas, en oposición al comportamiento inmoral de las personas que pertenecían al ámbito cortesano y de las urbes en general. Así, don Juan representa el estilo de vida licencioso que caracterizaba en las obras a esta última esfera, pero también otros personajes responden a dicha caracterización: como la duquesa Isabela o el marqués de la Mota, aunque en diferentes medidas. A través de estos personajes se presenta una visión crítica y negativa del ámbito cortesano, en donde el honor parece un valor en decadencia, y prevalece la corrupción y el desenfreno. En este sentido, don Juan afirma: “Es bien que se entienda y crea / que el honor se fue al aldea / huyendo de las ciudades” (vv. 1917-1919).

Por otro lado, para realizar la última de las burlas don Juan engaña previamente a dos personas, a Batricio y al padre de la novia, Gaseno. El padre de Aminta se había retratado en el acto anterior con tintes ridículos, por mostrar un orgullo pueril por la presencia de un noble en la boda de su hija. En el acto final, se infiere que el padre acepta la propuesta de matrimonio de don Juan con su hija por su deseo de emparentarse con la nobleza. De esta manera, don Juan consigue burlar a Aminta, gracias, en parte, a la desconfianza del novio y a las ambiciones de su padre.

Aminta, por su parte, se retrata como una mujer honrada, prudente, enamorada de su novio y obediente a su padre. Así, vemos que en la jornada anterior ella rechaza a don Juan cuando él pretende tomar su mano. Luego se muestra preocupada por el ánimo abatido de su novio, y rechaza, inicialmente, la visita de don Juan a su alcoba. Además, ella es la única que critica la inversión de los valores en la clase noble española: en el breve diálogo que mantiene con Belisa, comenta:

Di, ¿qué caballero es este
que de mi esposo me priva?
La desvergüenza en España
se ha hecho caballería (vv. 1940-1943).

Esta afirmación pone de manifiesto una crítica social que apunta sobre todo a la decadencia moral de la nobleza y al favoritismo que prevalece en la corte, que da lugar a los nobles a actuar impunemente. La misma crítica se refuerza poco después, cuando Catalinón se muestra temeroso por las consecuencias que la última burla puede ocasionar y don Juan afirma:

Si es mi padre
el dueño de la justicia
y es la privanza del rey,
¿qué temes? (vv. 1974-1977).

Este comentario constituye, además, una crítica abierta a los privados del rey, quienes pueden ejercer una influencia desmedida en las decisiones del soberano. Así, a la crítica a la decadencia moral de la nobleza se añade una crítica a la incompetencia del rey y de otras personas con autoridad, a quienes se muestra como incapaces de detener las repetidas fechorías del burlador.

Finalmente, en su última burla y como en los casos anteriores, don Juan pide la mano de Aminta. En esta ocasión, el juramento que hace el burlador es el desencadenante de su castigo final, además de anticipar la forma en que va a morir. Como veremos en la próxima sección, don Juan pide a Dios que si falta a su palabra le “dé muerte un hombre” (v. 2092), pero agrega, en un aparte, “Muerto” (Ibid.).

Esta última burla, que se vincula a los episodios de las burlas anteriores por su contenido análogo, crea el efecto de una repetición constante y de un ritmo acelerado de los engaños de don Juan. Con esta última escena concluye lo que puede considerarse la parte del drama enfocada en las burlas de don Juan y la destrucción del orden en la sociedad. A continuación, el argumento de la segunda parte de esta jornada hace foco en los intentos de las mujeres por recuperar su honor y los eventos que conciernen a la conclusión de la historia: la venganza del convidado de piedra. En esta parte veremos cómo el tono y la atmósfera de la obra cambian para presentar el castigo del burlador.

Por último, cabe señalar que el personaje de don Juan evoca en esta obra la figura del demonio de la tradición judeocristiana. Esta imagen demoníaca se construye a través de diferentes símiles, metáforas y alusiones. En algunos casos, se compara al burlador con una serpiente, un animal tradicionalmente asociado al diablo. Por ejemplo, en la “Jornada primera”, don Pedro Tenorio alude a la naturaleza demoníaca del burlador al referirse a una “enroscada culebra” (v. 140) que fue hallada en la huerta del palacio real. En el acto segundo, tanto Batricio como Catalinón señalan la naturaleza demoníaca de don Juan. El primero afirma: “Imagino que el demonio lo envió” (vv.1737-1738). Ante ello, Catalinón comenta en un aparte: “Desdichado tú, que has dado / en manos de Lucifer!” (vv. 1789-1790). Aquí, en la “Jornada tercera”, cuando Aminta se sorprende por la visita de don Juan en su habitación durante la noche, él afirma: “Estas son las horas mías” (v. 2019). La expresión evoca también una imagen demoníaca, puesto que al diablo se lo representa a menudo como príncipe de la noche. Finalmente, en la segunda parte de este acto, Tisbea comparará a don Juan con una víbora cuando le explique a Isabela que su huésped la traicionó: “Víbora fue a mi planta” (v. 2201).