Cien años de soledad

Técnica narrativa

En Cien años de soledad se utiliza una técnica narrativa que recurre a un tono, un espacio y un ritmo novelesco particulares. En conjunto, estos tres elementos permiten que el lector se familiarice con facilidad en la historia.

El tono narrativo es claramente definido por una tercera persona o narrador pasivo heterodiegético (externo a la historia) u omnisciente, el cual va relatando los acontecimientos sin formular juicios y sin marcar una diferencia entre lo real y lo fantástico. Desde el principio, el narrador conoce la historia y la cuenta en forma imperturbable y con naturalidad, incluso en aquellos episodios en los que se relatan sucesos trágicos. Esta distancia frente a los hechos permite mantener una objetividad del narrador a lo largo de la obra.

El espacio novelesco es el universo mostrado por el narrador, en el cual transcurren los acontecimientos. Macondo nace y muere en la obra, en donde se incluyen los personajes y en el cual se observa que todo lo que ocurre externamente es menos denso y consistente dentro del relato.

Cabe decir, que el mensaje de esta historia es muy claro pero a la vez complejo, el mundo en sus orígenes era un mundo de paz y tranquilidad pero, con el transcurso de los años, se va destruyendo con la tecnología. Cuando el gobierno y la autoridad, quien antes era José Arcadio Buendía, tratan de organizar el pueblo traen consigo la destrucción de sí mismos y lo único que logran es transformar aquel pueblo que alguna vez era un paraíso.

Podemos afirmar esto, cuando se dice que nadie había muerto en Macondo pero desde que la disputa entre liberales y conservadores llega y la fuerza militar aparece, Macondo se ve envuelto en un caos de matanza total.

La historia transcurre en un pueblo llamado Macondo, creado por Gabriel García Márquez. Es aquí donde suceden los hechos, que si bien se apoyan de hechos reales, se transforma en ideal por la fantasía del autor, donde todo es posible: seres más que centenarios, lluvias que duran más de cuatro años, apariciones y diálogos con muertos, alfombras que vuelan, etc.

En sus comienzos, Macondo, era un "mundo ideal", un paraíso: "Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos".

"En pocos años, Macondo fue la aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era de verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto".

Pero en el transcurso de la historia este mundo de realidades mágicas se ve afectado cuando entra "el mal" en Macondo, las guerras civiles, la fiebre del banano, la llegada de gente de distintos lugares a raíz de la empresa bananera, el odio político, pobreza, las matanzas, las sequías, la llegada del ferrocarril, lo que solo trae desgracias y muertes. Así, lo imaginario y lo real se enlazan con la historia de Colombia y con los males que afectan a toda América Latina. Y terminando con el exterminio total de Macondo.

"Macondo estaba en ruinas. En los pantanos de las calles quedaban muebles despedazados, esqueletos de animales cubiertos de lirios colorados, últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron de Macondo tan atolondradamente como habían llegado". "Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros...".

Finalmente el ritmo narrativo le imprime a la historia un dinamismo que se complementa con el tono. En pocas palabras el narrador cuenta muchas cosas, condensando la información y mostrando los detalles esenciales de la historia.

A lo largo de la obra se recurre a diversas figuras literarias:

  • Oxímoron (presenta exageraciones utilizando palabras incongruentes y contradictorias): «La región encantada que exploró José Arcadio Buendía en los tiempos de la fundación, y donde luego prosperaran las plantaciones de banano, era un tremedal de cepas putrefactas».
  • Sinestesia (metáfora que presenta sensaciones corporales de un sentido en otro): «delicado viento de luz».
  • Anáfora (repetición de una palabra para dar más énfasis a la frase): «...veía los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños que iban a ser arrojados al mar como banano de rechazo».
  • Símil (comparación directa): «Amaranta Úrsula fue cerrando los dedos como un molusco».
  • Epifonema (frase que quiere dejar una enseñanza): «El coronel Aureliano Buendía apenas sí comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad».

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