Cien años de soledad

Cien años de soledad Resumen y Análisis Capítulos 5-6

Resumen

Capítulo 5

Aureliano y Remedios se casan un domingo en un altar improvisado por el padre Nicanor Reyna. Ese día, todos la pasan bien salvo Rebeca. El casamiento estaba pactado para ella y Pietro Crespi, pero fue frustrado cuando recibieron una carta diciendo que la madre de Pietro había muerto. Por ese motivo, Pietro tuvo que viajar de imprevisto a su tierra natal. Aunque Amaranta lo niegue, Úrsula le echa la culpa del incidente.

El padre Nicanor llega a Macondo para la boda invitado por don Apolinar Moscote, pero decide quedarse a construir un templo cuando descubre la falta de fe en el pueblo. Para juntar el dinero necesario para su faena, comienza a realizar misas improvisadas en las que levita, luego de tomar una taza de chocolate caliente, a cambio de diezmos. En una de esas misas, celebrada en la casa de los Buendía, conoce a José Arcadio en el castaño y comienzan una breve amistad en la que ambos intentan convencerse mutuamente de adoptar sus intereses espirituales. Es tal la afinidad entre ellos que, cuando el padre descubre que José Arcadio está loco, se preocupa por su propia cordura y deja de visitarlo.

Un último obstáculo termina por frustrar el casamiento de Rebeca y causa un profundo sentimiento de culpa en Amaranta: la pequeña Remedios, de tan solo catorce años y encinta, muere desangrada a causa del embarazo. Su muerte sume a la familia Buendía y a los Moscote en la tristeza y el duelo. Todos estaban encariñados con la niña y el matrimonio había hecho posible la amistad entre ambas familias. Además, pensar ahora en una fecha para la boda de Rebeca resulta inapropiado, lo cual desgasta la pasión entre los novios y provoca la desmoralización de ella, que vuelve a comer tierra.

Producto de la amistad con los Buendía, don Apolinar Moscote adquiere mayor poder en el pueblo y logra construir una escuela, pintar la mayoría de las casas de azul e ingresar seis policías armados a Macondo.

El duelo de Remedios se interrumpe con el regreso de José Arcadio hijo, quien empuja con tal fuerza la puerta de la casa que todos piensan “que un temblor de tierra la estaba desquiciando” (110). José Arcadio se ha transformado en su viaje en un hombre monumental. Tatuado de pies a cabeza y con una fuerza increíble, vive del dinero que gana al prostituirse con mujeres gracias a la atracción que produce su inmensa anatomía. Aunque al principio Úrsula y la familia están felices por verlo, con el tiempo sus malos modales comienzan a molestar a todos. Rebeca no está molesta sino que, por el contrario, queda encantada con su fisionomía y lo busca por la casa hasta que tienen un encuentro amoroso. Tres días después, se casan en una misa. Indignada, Úrsula los echa de la casa y ellos se van a vivir frente al cementerio. El único que se preocupa por ellos es Aureliano, que los ayuda con dinero y los visita hasta que José Arcadio comienza a trabajar las tierras de su parcela.

Pietro Crespi sigue visitando la casa a pedido de Úrsula y comienza a entablar relación con Amaranta. Pronto se enamora de su ternura y sensibilidad, y le propone matrimonio. Sin embargo, ella le dice que es mejor esperar a que se sigan conociendo.

Mientras tanto, Aureliano se entera por medio de don Apolinar Moscote de las disputas políticas entre liberales y conservadores que se vienen llevando a cabo en el país. Su suegro, que es conservador, le dice que los liberales se oponen a la iglesia, pregonan el matrimonio civil, el divorcio, el reconocimiento de los hijos ilegítimos y el fin del federalismo como sistema político. Los conservadores, en cambio, intentan conservar el orden moral familiar y cristiano, al tiempo que defienden la fe de Cristo como principio de autoridad política. Aunque Aureliano se siente más atraído por los principios liberales, no le dice nada a su suegro.

En este contexto, llega el periodo de elecciones a Macondo y don Apolinar manda a llamar soldados para que decomisen armas de cacería, machetes y hasta los utensilios de cocina de todo el pueblo. Las elecciones suceden con tranquilidad y ambas facciones reciben una cantidad similar de votos, pero don Apolinar Moscote hace fraude para que pierdan los liberales. No contento con eso, se queda con las armas decomisadas para presentarlas como prueba de que los liberales se preparan para la guerra.

El proceder de Moscote convence aún más a Aureliano de su afinidad con los liberales. El interés en la política lo acerca a dos amigos del pueblo, Magnífico Visbal y Gerineldo Márquez, quienes comparten los mismos ideales políticos. Por ellos se entera de que un fraudulento médico homeopático del pueblo, Alirio Noguera, comanda una subversión liberal en Macondo. Sin embargo, pronto descubre que la intención de Noguera es matar a todos los conservadores del lugar, incluida la familia Moscote.

Finalmente, el ejército oficial llega a Macondo y Noguera es fusilado en la plaza central. Luego impulsan el toque de queda, golpean al padre Nicanor y matan a culatazos a una mujer frente a su familia. Impulsado por la violencia oficial, Aureliano reúne a sus dos amigos y a un grupo de rebeldes, asesinan al capitán del ejército y a los soldados responsables del asesinato de la mujer, y juntos salen de Macondo para unirse a las fuerzas del general revolucionario Víctor Medina. Antes de irse por largos años, Aureliano es nombrado coronel en la plaza central.

Su contacto con la familia se mantiene a partir de entonces gracias a los distintos mensajeros y correspondencias que envía a la casa de los Buendía, acompañados de los pescaditos de oro que sigue elaborando durante la guerra.

Capítulo 6

Antes de irse, el coronel Aureliano Buendía deja a Arcadio a cargo del gobierno, ahora liberal, de Macondo. El muchacho se convierte rápidamente en un déspota, instaura el servicio militar obligatorio, recluye al padre Nicanor y le prohíbe realizar la misa, y hasta manda a fusilar a un trompetista que se ríe de él en la tienda de Catarino. Cuando don Apolinar Moscote se entera de ello, difunde comentarios en su contra, lo que provoca que Arcadio lo encarcele y ordene su ejecución. En el preciso momento en que están por fusilarlo, Úrsula se presenta, detiene la orden y comienza a azotar con furia a Arcadio hasta llevarlo a la casa de los Buendía.

A partir de entonces, Úrsula empieza a ser una referente en el pueblo, aunque sufre en secreto la soledad y el vacío que hay en la casa. Durante ese tiempo vuelve a visitar al viejo José Arcadio, que sigue atado en el castaño. Finalmente termina por desatarlo, pero él no ingresa a la casa ya que está cómodo viviendo en la naturaleza.

La relación entre Pietro Crespi y Amaranta continúa afianzándose y todo parece indicar que van a casarse. Sin embargo, cuando finalmente Pietro le pide la mano, ella lo rechaza: “Ni muerta me casaré contigo” (131). Desolado y sin comprender, el hombre busca en vano mil formas de acercarse a ella otra vez. Finalmente, se suicida cortándose las manos. Úrsula no se lo perdona a Amaranta, ni siquiera cuando esta intenta acallar el remordimiento y el dolor interno hundiendo su mano en “las brasas del fogón” (133).

En esos días, Arcadio intenta aproximarse a Pilar Ternera, a quien desea desde que tiene memoria, sin saber que en realidad es su madre. Un día intenta forzarla para que esté con él y, para liberarse, Pilar le dice que lo irá a buscar a su casa por la noche. Él accede, pero la mujer que llega esa noche no es Pilar sino Santa Sofía de la Piedad, una joven que atiende un negocio del pueblo. Para convencerla de ir, Pilar Ternera le dio a ella y a sus padres los ahorros de toda su vida. Meses más tarde, enamorados y en pareja, se casan y tienen una hija.

Del casamiento solo se enteran José Arcadio y Rebeca, los únicos de la familia con quienes Arcadio mantiene vínculo. Bajo el carácter firme de Rebeca, José Arcadio se transforma en un hombre trabajador. Sin embargo, también le roba tierras a los campos vecinos con la excusa de que los títulos distribuidos por su padre durante la fundación no eran válidos, debido a que él estaba loco. Arcadio, notificado por una denuncia, se presenta en lo de su padre. No le interesa hacer justicia sino crear una oficina para registrar las propiedades a cambio de que le delegue al gobierno local -o sea, a él mismo- el derecho a cobrar las contribuciones. Así es como José Arcadio se queda con una gran cantidad de terrenos y Arcadio se enriquece a costa de cobrarle al resto del pueblo. Aunque todos en Macondo lo saben, eligen no contarle a Úrsula para evitarle mayores angustias.

Tiempo después, cuando Arcadio ya tiene una hija de seis meses y Santa Sofía de la Piedad está encinta nuevamente, llegan los ejércitos conservadores a exterminar a los liberales de Macondo. Aunque Arcadio es notificado por el oficial encubierto Gregorio Stevenson, quien trae la orden del coronel Aureliano de rendirse ante las tropas elige no hacerle caso. Cuando las tropas se presentan, la resistencia de Arcadio no dura ni media hora. Todos sus soldados, incluido Gregorio, son asesinados por los militares, quienes también condenan a Arcadio a muerte.

Aunque Arcadio creció odiando a su familia, durante el tiempo que pasa antes de que lo fusilen comprende “cuánto quería en realidad a las personas que más había odiado” (142). Cuando van a fusilarlo en el cementerio, pide que llamen Úrsula a su hija, como la abuela, y José Arcadio al que está por nacer, por su abuelo. En el momento en que están por disparar, Rebeca sale por casualidad de su casa, que da al cementerio, y se encuentra con la escena del pelotón. Llegan a despedirse con la mano justo antes de que Arcadio caiga fulminado al piso. Agonizando, lamenta no haber pedido que llamen Remedios al próximo bebé.

Análisis

A lo largo de estos capítulos se consolida un nuevo orden social y político de Macondo, en parte, gracias al casamiento entre el coronel Aureliano Buendía y la pequeña Remedios. Su matrimonio hace posible la amistad de la familia con los Moscote, lo que le facilita la participación política a don Apolinar en el pueblo. A partir de este momento, Macondo se transforma en un territorio de reconocimiento estatal, en el cual comienzan a darse las primeras disputas políticas y votaciones.

Cabe mencionar que las tensiones narradas en la novela entre los partidos liberales y conservadores tienen un referente real Latinoamérica, donde se presentaron en forma generalizada a lo largo del siglo XIX. Estas tensiones giraban en torno a la retención del poder político heredado por las aristocracias conservadoras. Mientras que los conservadores defendían las instituciones tradicionales como la familia natural y la unificación entre iglesia y el Estado, los liberales buscaban producir cambios en la distribución del poder político, al tiempo que pregonaban la conformación de un Estado laico.

Como consecuencia de estas disputas se produce un punto de inflexión en el personaje de Aureliano, que se refleja de un modo contundente a partir de la nueva forma en que comienza a ser nombrado: desde el final del Capítulo 6 y hasta su muerte, el antes tímido y retraído hijo de Úrsula y José Arcadio pasará a ser presentado bajo el rango de coronel Aureliano Buendía.

Aunque adhiere al ideal liberal, la verdadera razón del involucramiento de Aureliano en la política reside en los sentimientos humanitarios que le despierta la violencia excesiva de los militares conservadores. De hecho, el momento cúlmine que lo lleva a tomar las armas se produce cuando los oficiales del ejército golpean al padre Nicanor Reyna y asesinan a culatazos a una mujer del pueblo.

Poco quedará de la imagen que la familia tiene del coronel Aureliano antes de la guerra. Sin embargo, aún en batalla persistirá en él la afición juvenil por la producción de los pescaditos de oro. Este elemento distintivo, motivo que remite a un Aureliano tímido, laborioso y ensimismado, le servirá al coronel para acreditar su identidad con los distintos mensajeros y correspondencias que le envíe a la familia.

No solo el coronel Aureliano atraviesa un punto de inflexión en estos capítulos; algo semejante sucede con el personaje de Amaranta. Si la nueva personalidad del coronel Aureliano se nos explicita mediante la modificación de su nombre, podemos advertir el cambio de Amaranta a través de la venda negra que cubre su mano quemada luego del suicidio de Pietro Crespi: “La única huella externa que le dejó la tragedia fue la venda de gasa negra que se puso en la mano quemada, y que había de llevar hasta la muerte” (133). Este accesorio funciona en el personaje como un símbolo externo de su propia amargura y soledad interior.

Aquí, la relación entre amor y fatalidad -que ya hemos analizado en secciones anteriores- se renueva a partir de la muerte de Pietro Crespi y Remedios Moscote. El primero se suicida como consecuencia de los continuos rechazos de Amaranta. En el caso de Remedios, su muerte se debe al embarazo concebido con el coronel Aureliano Buendía. En este punto, podríamos vincular esta tragedia a la poca edad de Remedios en el momento de consumar su matrimonio con Aureliano. Cabe mencionar, en este punto, que la cuestión de la pederastía se presentará en varias ocasiones a lo largo de la novela.

La muerte de Remedios y Pietro, además, inaugura en la casa de los Buendía una temporada de superposición de duelos que permanecerá durante varios años. Desde la creación del cementerio con la sepultura de Melquíades, la imagen de las vestimentas negras -forma muy extendida de simbolizar el respeto y el dolor ante la muerte- se presentará como una constante en el hogar de la familia.

Por otro lado, la presencia de lo sobrenatural aparece en estos capítulos tematizada principalmente a través de la figura del padre Nicanor Reyna, quien despierta la fe entre los macondinos al levitar luego de haber tomado una taza de chocolate caliente. Mario Vargas Llosa clasifica este tipo de acontecimientos dentro de la categoría de lo milagroso, puesto que la levitación del cura presupone la existencia de un dios que le otorga el poder. Sin embargo, la necesidad de una taza de chocolate para efectuar el acto de fe le proporciona un tinte ridículo a la manifestación del milagro.

Al llegar, Nicanor conoce a José Arcadio en el castaño de los Buendía y establece con él una breve amistad, producto de la afinidad intelectual que le produce oírlo hablar en latín, lengua tradicionalmente utilizada para la celebración de la misa cristiana. Un día, al percatarse de de la inteligencia de José Arcadio, se nos ofrece el siguiente pasaje:

Cada vez más asombrado de la lucidez de José Arcadio Buendía, le preguntó cómo era posible que lo tuvieran amarrado a un árbol.

—Hoc est simplicisimum —contestó él—: porque estoy loco.

Desde entonces, preocupado por su propia fe, el cura no volvió a visitarlo”.

(103-104)

La respuesta de José Arcadio lleva al padre a dudar de su propia cordura, motivo por el que decide dejar de ir a la casa. Este pasaje tematiza el vínculo entre el conocimiento y la locura. Muchas veces, en Cien años de soledad, el conocimiento llevado a su grado más extremo produce la aniquilación: la pérdida de la fe en el caso de Nicanor, y la de la razón en el caso de José Arcadio Buendía.