Cien años de soledad

Cien años de soledad Resumen y Análisis Capítulos 17-18

Resumen

Capítulo 17

Luego del diluvio, una árida sequía comienza a secar y a llenar de polvo el ya bastante deteriorado Macondo. El fin de la lluvia detiene por un tiempo los periodos de desvarío de Úrsula, quien lamenta darse cuenta de que ha servido durante años como juguete de Amaranta Úrsula y Aureliano Babilonia. Las termitas, hormigas rojas y polillas empiezan a invadir la casa, y Úrsula intenta detener con sus últimas fuerzas el avance de los insectos. Un día, mientras se afana en la tarea, se cruza con José Arcadio Segundo en el cuarto de Melquíades y lo nota tan parecido al coronel Aureliano que confirma su certeza de que el tiempo no avanza sino que da vueltas sobre sí mismo. Por su parte, José Arcadio Segundo se obstina en no salir de la habitación porque teme cruzarse al ferrocarril con sus tres mil muertos rumbo al mar.

En esos días, llega la noticia de que José Arcadio, el hijo de Fernanda y Aureliano Segundo, volverá de Roma para visitarlos. La buena nueva infunde fuerzas a Fernanda, quien empieza a hacer arreglos en la casa y a revivir las plantas muertas del jardín y los corredores. Aureliano Segundo vuelve a lo de Petra Cotes y juntos renuevan su negocio de rifas, aunque ahora es mucho más precario. Pese a ya no estar para las parrandas que hacían antes del diluvio, el amor entre Petra y él se reinventa en la pobreza y la vejez. Del poco dinero que sacan de las rifas, utilizan un mínimo para ellos y el resto lo disponen para alimentar a Fernanda, ayudar a Santa Sofía de la Piedad y prever los gastos que conllevará la muerte de Úrsula, que presumen pronto.

Cuando llega a la edad de ir a la escuela, Fernanda envía a Amaranta Úrsula a un instituto privado, pero le niega la posibilidad de ir a estudiar a Aureliano Babilonia, quien queda al cuidado de su bisabuela, Santa Sofía de la Piedad.

Finalmente, Úrsula muere luego de que se agraven sus periodos de desvarío. Su muerte ya había sido prevista por Santa Sofía de la Piedad debido a que observó que las plantas de la casa se estaban comportando en forma errática. Pocas personas van a su entierro, en parte porque tenía tantos años que muy pocos la recuerdan en Macondo, en parte porque la gente está concentrada en un extraño suceso: en esos días, los pájaros comienzan a desorientarse y se estrellan contra paredes y casas. Algunos consideran que es a causa del extremo calor, pero otros se lo atribuyen a la presencia del Judío Errante, opinión infundada por el padre Antonio Isabel. Dos semanas más tarde, un monstruo similar a un ángel al que le han arrancado las alas cae en una trampa construida en el pueblo. Todos concuerdan que es el Judío Errante y, aunque lo asesinan en una hoguera creyendo acabar así con la sequía, las olas de calor no se terminan. A fin de ese mismo año, los Buendía se enteran de la muerte de Rebeca.

Fernanda continúa con su intercambio de cartas con los médicos y pactan una fecha para la operación que la cure de sus males uterinos. El día previsto, Fernanda se levanta por la mañana en el cuarto vacío y nota que le han hecho una intervención que le dejó una cicatriz enorme en el abdomen. Días más tarde, recibe una carta de los médicos en la que le dicen que le encontraron un descendimiento del útero causado por el parto de Amaranta Úrsula.

Amaranta Úrsula comienza a dar indicios de potencial para el estudio, por lo que su padre promete pagarle un viaje a Bruselas para que los continúe. En cuanto a Aureliano Babilonia, un día descubre a su tío abuelo, José Arcadio Segundo, en la vieja habitación de Melquíades y empiezan a pasar mucho tiempo juntos. José Arcadio Segundo le enseña a leer y a escribir, lo inicia en el estudio de los manuscritos de Melquíades y le cuenta la historia verdadera de la masacre de la compañía bananera. Ambos descubren que en el viejo cuarto del gitano siempre es marzo y lunes, tal como sostuvo José Arcadio Buendía el día en que lo tomaron por loco y lo ataron al castaño.

En esos días, Aureliano Segundo se despierta con un nudo en la garganta que le dificulta hablar y respirar. Consciente de que se acerca su hora, y para cumplirle la promesa a Amaranta Úrsula de pagarle los estudios en Bruselas, realiza una rifa monumental en la que sortean un terreno de Macondo. Con el dinero obtenido, Amaranta Úrsula se va de la casa para estudiar en el exterior.

Meses después, José Arcadio Segundo muere de bruces sobre los manuscritos de Melquíades y, al mismo tiempo, su gemelo Aureliano Segundo fallece en la cama junto a Fernanda, tal como le había prometido. Como Aureliano Segundo había perdido mucho peso en los últimos años, los dos gemelos “vuelven a ser idénticos en la muerte” (402). En la ceremonia mortuoria, los encargados de enterrar los cuerpos se confunden y los ponen en tumbas equivocadas.

Capítulo 18

Luego de la muerte de su tío abuelo, Aureliano Babilonio no abandona por mucho tiempo el cuarto de Melquíades. Aunque Santa Sofía de la Piedad cree que habla solo, lo cierto es que se la pasa conversando con el fantasma de Melquíades. El espectro le informa que sus oportunidades de volver al cuarto se están acabando, pero está seguro de que Aureliano logrará descifrar sus manuscritos luego de que el joven lo sorprenda al descubrir que estaban escritos en sánscrito. Finalmente, el fantasma desaparece para siempre y el cuarto vuelve a ser vulnerable al paso del tiempo, las alimañas y el clima.

En el hogar no falta la comida, ya que Petra Cotes les hace llegar alimento como lo hacía cuando vivía Aureliano Segundo. Al principio, su gesto busca humillar a Fernanda, quien no le dejó ver el cuerpo de Aureliano Segundo luego de su muerte. Luego lo sostiene por orgullo y, finalmente, por compasión ante la amarga esposa de su amante. Una vez muerta Úrsula, sin nadie que la ayude y con la casa derrumbándose por el paso del tiempo y el avance de la naturaleza, Santa Sofía de la Piedad decide dejar la casa de los Buendía, rendida ante el abrumador trabajo de mantenerla. Aureliano Babilonio, el único que la quiere en la casa, le da catorce de los pescaditos de oro que quedan y nunca se vuelve a saber de ella.

Solos, Fernanda y Aureliano conviven sin intercambiar palabra alguna en la casa. Aureliano se encarga de cocinarle a Fernanda mientras ella pasa los días mandándose cartas con sus hijos. Un día, Aureliano quiere salir de la casa para ir a la tienda del sabio catalán, un viejo negocio de libros. Según le dijo Melquíades, allí conseguiría unos tomos para terminar de descifrar los manuscritos. Cuando le pide permiso a Fernanda, ella se lo niega y cierra las puertas con llaves. Días más tarde, sorprendido de que no haya tocado la comida que le dejó en la noche, Aureliano la encuentra muerta en su habitación, más bella que nunca, y vestida con el traje de reina con el que había llegado a Macondo. Al día siguiente, Aureliano compra el libro en la tienda del sabio catalán.

Cuatro meses más tarde, cuando José Arcadio llega de visita, el cadáver de su madre sigue igual de hermoso, como si estuviera momificado, en la cama. Luego de leer una carta en la que Fernanda confesaba todas las tristezas omitidas en sus correspondencias, José Arcadio descubre el verdadero origen de Aureliano y pasan un tiempo de hostilidad en la casa. Sin embargo, José Arcadio no se molesta por las mentiras de su madre, ya que todo lo que él le contaba a ella era también una farsa. José Arcadio había abandonado sus estudios religiosos desde el momento en que pisó Roma.

Un año más tarde, José Arcadio se toma la costumbre de llevar niños del pueblo a la casa. Allí se entretiene jugando con ellos, durmiendo siestas en la misma cama, y tomando duchas compartidas en las que José Arcadio recrea los baños lujuriosos que le daba su tía bisabuela Amaranta, quien lo trataba de un modo poco apropiado cuando era niño.

Un día, cuatro de sus jóvenes predilectos están en el cuarto de Úrsula cuando el suelo se vuelve transparente y revela el escondite del oro de la estatua de San José que guardaba la tatarabuela hacía años. Hecho con una inmensa fortuna, José Arcadio realiza múltiples parrandas junto a los jóvenes, en la que no mide excesos. Un día, luego de bañarse en champagne con ellos, los encuentra durmiendo desnudos en una habitación destruida. Asqueado de sí mismo, los echa de la casa a las azotadas.

A partir de ese momento, una crisis de asma lo invade y Aureliano comienza a hacerse cargo de él y a cuidarlo. Los primos inician entonces un fuerte vínculo; pasan el tiempo conversando, intercambiando conocimientos y ayudándose mutuamente en las labores de la casa. Un día aparece en la casa el último de los hijos del coronel Aureliano Buendía: Aureliano Amador. Luego de años escapando de las autoridades para que no lo fusilaran, Aureliano Amador pide refugio en el hogar de los Buendía. Sin embargo, los primos creen que es un impostor y lo echan del lugar. En ese mismo momento, unos policías lo interceptan y le disparan dos tiros en la cruz de su frente.

Meses después, José Arcadio está tomando un baño cuando aparecen los cuatro jóvenes que había echado a azotadas. Los niños lo ahogan en el agua y luego se escapan con las tres bolsas de oro que quedaban. Cuando Aureliano lo encuentra, el cadáver aún está “pensando en Amaranta” (425). La tristeza lo domina: “Sólo entonces comprendió cuánto estaba empezando a quererlo” (425).

Análisis

Con la muerte de Úrsula Iguarán en el Capítulo 17, el hogar de los Buendía inicia un proceso de degradación que ni la buena voluntad ni el esfuerzo de Santa Sofía de la Piedad logran evitar. Aquí, y al igual que en capítulos anteriores, la naturaleza vuelve a representar en forma simbólica el poder destructivo del tiempo. Muchos son los pasajes que ilustran el modo en que la naturaleza logra apropiarse de la casa. Por ejemplo, cuando se narra que “Un musgo tierno trepó por las paredes”, que “Santa Sofía de la Piedad se pasaba el día en los dormitorios espantando los lagartos que volvían a meterse por la noche” (405), o que “la maleza rompió por debajo del cemento del corredor, lo resquebrajó como un cristal, y salieron por las grietas las mismas florecitas amarillas que casi un siglo antes había encontrado Úrsula en el vaso donde estaba la dentadura postiza de Melquíades” (406-407).

Además, en estos capítulos cobra centralidad la peligrosa figura de las hormigas coloradas, cuya presencia será protagónica cuando el final llegue para los últimos de la estirpe de los Buendía: “Una mañana vio que las hormigas coloradas abandonaron los cimientos socavados, atravesaron el jardín, subieron por el pasamanos (..) y entraron hasta el fondo de la casa. Trató primero de matarlas con insecticida, y por último con cal, pero al otro día estaban otra vez en el mismo lugar, pasando siempre, tenaces e invencibles” (407).

La correlación entre el paso del tiempo y la naturaleza no solo se presenta en las imágenes de la casa destruida por el avance de la maleza y las alimañas, sino que alcanza también a los personajes que envejecen. Cuando Úrsula muere, por ejemplo, Santa Sofía de la Piedad ya lo había previsto “porque observaba por esos día un cierto aturdimiento de la naturaleza: que las rosas olían a quenopodio, que se le cayó una totuma de garbanzos y los granos quedaron en un orden geométrico perfecto y en forma de estrella de mar (...)” (389). Aquí, al vínculo del tiempo y la naturaleza se le suma el carácter sobrenatural de los hechos narrados.

Este ‘aturdimiento de la naturaleza’, a su vez, se presenta como una manifestación exterior de la senilidad interior que aqueja a Úrsula antes de su muerte. En este punto -que trae a colación el tema del conocimiento-, cabe mencionar que Úrsula siempre presentó un tipo de sabiduría basada en la experiencia y el conocimiento exhaustivo de la historia de su estirpe familiar. Esta sabiduría dejará de acompañarla en sus últimos días: “Llegó a revolver de tal modo el pasado con la actualidad, que las dos o tres ráfagas de lucidez que tuvo antes de morir, nadie supo a ciencia cierta si hablaban de lo que sentía o de lo que recordaba” (388). Con su muerte se pierde también la historia familiar, conocimiento que solo podrá ser recuperado gracias a los manuscritos de Melquíades hacia el final del último capítulo. Este vínculo entre los temas del conocimiento y el tiempo no se agota simplemente en la narración de la mente trastocada de Úrsula, sino que se expande en forma generalizada por todo Macondo. Luego del diluvio, por ejemplo, “La desidia de la gente contrastaba con la voracidad del olvido, que poco a poco iba carcomiendo sin piedad los recuerdos” (392).

El tema de la soledad también ocupa un lugar protagónico a lo largo de estos capítulos, en los que la casa se nos muestra ahora como un espacio vacío, demasiado grande para los pocos que la habitan. Luego de las muertes de Úrsula y José Arcadio Segundo, el viaje de Amaranta Úrsula y el abandono de Santa Sofía de la Piedad, Fernanda del Carpio y su nieto quedan solos en el hogar. Aunque podrían compartir el tiempo, el resentimiento de Fernanda para con su nieto bastardo no permite que la relación prospere. Fernanda llena el vacío de su soledad con la correspondencia plagada de mentiras que le envía a sus hijos, mientras que Aureliano se involucra por completo en la traducción de los manuscritos de Melquíades. Petra Cotes y Aureliano Segundo, por su parte, vuelven a ser felices en la soledad y la pobreza, al punto en que lamentan “cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida” (386). A diferencia de lo que sucede con Fernanda, el tema de la soledad cobra un valor positivo para esta pareja de amantes.

Finalmente, la llegada de José Arcadio luego de la muerte de su madre genera un tiempo de hostilidad en la casa con Aureliano Babilonia. Pronto, sin embargo, la soledad que los caracteriza individualmente termina por acercarlos: “Aquel acercamiento entre dos solitarios de la misma sangre estaba muy lejos de la amistad, pero les permitió a ambos sobrellevar la insondable soledad que al mismo tiempo los separaba y los unía” (423). Al final del Capítulo 18, cuando los cuatro jóvenes asesinan a José Arcadio en la bañera, Aureliano se entristece: “Solo entonces comprendió cuánto había comenzado a quererlo” (425).

Cabe mencionar que la presencia de José Arcadio en la casa trae a colación algo que ya se había presentado en la novela en varias oportunidades: el tópico de la pederastía. Este tópico aparece primero en el casamiento del coronel Aureliano y Remedios, y luego en las relaciones incestuosas que mantiene Amaranta Buendía con su sobrino Aureliano José, en primera instancia, y después con el último José Arcadio de la familia, quien muere “todavía pensando en Amaranta” (245). Cuando el joven regresa de Roma luego de haber dejado sus estudios, comienza a reproducir las escenas compartidas con su tía en el baño con un grupo de niños que invita a la casa. Estos niños terminarán, de hecho, asesinándolo.

Por último, el Capítulo 17 vuelve a tematizar las distintas formas que asume la temporalidad en Cien años de soledad. Esto sucede cuando Aureliano Babilonia descubre junto a su tío abuelo que “siempre era marzo y siempre era lunes” (396) en el cuarto de Melquíades, tal como afirmaba el primer José Arcadio Buendía antes de que lo tomen por loco. En ese momento, Aureliano Babilonia y su tío abuelo comprueban que “también el tiempo sufría tropiezos y accidentes, y por podía tanto astillarse y dejar en un cuarto una fracción eternizada” (396).