Bartleby, el escribiente

Bartleby, el escribiente Símbolos, Alegoría y Motivos

Bartleby (Símbolo)

El protagonista de la historia, el apático escribiente Bartleby, es en sí mismo un signo vacío. Desconocemos casi todo de su pasado y se nos presenta en el relato como una persona sin voluntad ni preferencias positivas –solo prefiere no hacer–, que copia mecánicamente para luego permanecer en un estado inmóvil. Como figura que encarna la falta de sentido, Bartleby es un símbolo de nada.

Sin embargo, el narrador hace de Bartleby también un símbolo de la miseria de la condición humana. Para el abogado, Bartleby transmite un mensaje desesperanzador, porque es un prójimo al que no puede salvar. En última instancia, a los ojos del narrador, Bartleby es un doble de la humanidad entera y, si no puede ser salvado, es la humanidad la que resulta insalvable. De allí que el narrador cierre su relato con este lamento: “¡Ah, Bartleby! ¡Ah, humanidad!”.

“Preferiría no hacerlo” (Motivo)

La frase de Bartleby, “preferiría no hacerlo”, es una forma de negar un tanto extraña: Bartleby no rechaza un pedido, sino que afirma una preferencia a no hacer algo. Su respuesta, que muchas veces acompaña con un profundo silencio, deja estupefacto al narrador, porque lo descoloca de su lugar de jefe a quien, en un contexto ordinario de oficina, se lo obedecería sin demasiados reproches. Incluso cuando el abogado decide posicionarse como amigo o benefactor, Bartleby insiste con su lógica de la preferencia, haciendo que el narrador fracase en sus presunciones de que el escribiente, eventualmente, será sensato, cumplirá sus órdenes o aceptará su ayuda. “[Bartleby] era un hombre más de preferencias que de presunciones” (p.63), afirma el narrador, cuando se da cuenta de que no importa lo que él espere de Bartleby; lo importante es si prefiere hacerlo.

Por otra parte, Bartleby no da alternativas; no prefiere hacer otra cosa, simplemente prefiere no hacer nada. De esta manera, permanece en un estado de pasividad constante que, además, contagia al propio narrador y a los otros empleados de la oficina, que empiezan a utilizar la palabra “preferir” en sus oraciones. De esta manera, la frase de Bartleby se convierte en un leitmotiv del relato, que aparece una y otra vez como si fuera una fórmula o un hechizo con el cual el escribiente trastorna al narrador, amenazando a desestabilizar el mundo que conoce con su extraña lógica de la preferencia.

Nippers y Turkey (Símbolos)

Los otros copistas del narrador, Nippers y Turkey, son dos personajes que simbolizan al hombre de oficina en clave caricaturesca. Uno es la imagen invertida del otro: Nippers es joven y Turkey, viejo; el primero es demasiado ambicioso y el otro, demasiado resignado; uno está irritado por las mañanas y el otro, por las tardes. Su función es la de proveer alivio cómico a una historia más bien sombría y desesperanzadora.

La pared (Símbolo)

Las paredes en el relato representan el paisaje antinatural del mundo empresarial y laboral. La oficina del abogado ubicada en Wall Street (en inglés, wall significa “pared”) tiene vistas a dos paredes, una blanca y otra de ladrillos. Uno de esos extremos da la sensación de que, entre edificio y edificio, se está adentro de un enorme tanque cuadrado, lo que refuerza la idea de encierro de aquel espacio de oficinas, al que el narrador caracteriza como recinto “no consagrado por domésticas asociaciones humanizantes” (p.66). Durante su permanencia en los despachos del abogado, Bartleby se pasa todo el día enfrentando una ventana que da a una “pared muerta” (p.59), por lo que el narrador sospecha que el escribiente decide dejar de copiar por culpa de aquella vista sombría, que le habría dañado los ojos. La conexión de Bartleby con las paredes se refuerza al final, cuando el narrador visita al escribiente en la prisión y lo encuentra, primero, enfrentando una pared y, luego, acurrucado contra su base, ya muerto. De esta manera, las paredes acompañan simbólicamente el recorrido que realiza Bartleby, de copiar mecánicamente frente a la pared, hasta dejar de hacerlo y permanecer, inmóvil, observándola, primero en la oficina y después en la prisión.