Sab Imágenes

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Descripción del camino de Cubitas (imagen visual)

"El sol terrible de la zona tórrida se acercaba a su ocaso entre ondeantes nubes de púrpura y de plata, y sus últimos rayos, ya tibios y pálidos, vestían de un colorido melancólico los campos vírgenes de aquella joven naturaleza, cuya vigorosa y lozana vegetación parecía acoger con regocijo la brisa apacible de la tarde, que comenzaba a agitar las copas frondosas de los árboles agostados por el calor del día".

Al comienzo de la novela, Enrique se encuentra a mitad de camino entre Cubitas y Puerto Príncipe. Allí detiene su caballo para poder contemplar el paisaje que lo rodea. Vemos mucha vegetación, sol y calor, así como árboles moviéndose al compás de la brisa.

Descripción de Carlota (imagen visual)

"Su hermosa y pura frente descansaba en una de sus manos, apoyando el brazo en el antepecho de la ventana; y sus cabellos castaños, divididos en dos mitades iguales, caían formando multitud de rizos en torno de un rostro de diez y siete años. Examinado escrupulosamente a la luz del día, aquel rostro acaso no hubiera presentado un modelo de perfección; pero el conjunto de sus delicadas facciones, y la mirada llena de alma de dos grandes y hermosos ojos pardos, daban a su fisonomía, alumbrada por la luna, un no sé qué de angélico y penetrante imposible de describir".

En esta primera aparición de Carlota podemos ver cómo la narradora la presenta como un ser angelical y puro. Es una joven adolescente, entrando ya a la adultez, que muestra un aspecto soñador y nostálgico. Como podemos ver, a lo largo de la novela esta imagen irá sufriendo sus cambios, a medida que la experiencia le va mostrando cómo son las personas en realidad.

Murmullo del viento (imagen auditiva)

"Era un recinto de poca extensión defendido del ardiente viento del sur por triples hileras de altas cañas de hermoso verde oscuro, conocidas en el país con el nombre de Pitos, que batidas ligeramente por la brisa formaban un murmullo dulce y melancólico, como el de la ligera corriente de un arroyo".

En esta imagen auditiva, la narradora compara el sonido que hace el viento entre las cañas con el sonido del agua cuando corre por un arroyo. Describe el sonido como 'dulce y melancólico', adjetivos que riman a la perfección con el carácter de Carlota, la protagonista de la historia.

Descripción de la vieja Martina (imagen visual)

"Rayaba Martina en los sesenta años, que se echaban de ver en las arrugas que surcaban en todas direcciones su rostro enjuto y su cuello largo y nervioso, pero que no habían impreso su sello en los cabellos, que si bien no cubrían sino la parte posterior del cráneo, dejando descubierta la frente que se prolongaba hasta la mitad de la cabeza, eran no obstante de un negro perfecto. Colgaba este mechón de pelo sobre la espalda descarnada de Martina, y la parte calva de su cabeza contrastaba de una manera singular, por su lustre y blancura, con el color casi cetrino de su rostro. Este color empero era todo lo que podía alegar a favor de sus pretensiones de india, pues ninguno de los rasgos de su fisonomía parecía corresponder a su pretendido origen".

Martina es una mujer que vive en Cubitas y que según ella es descendiente de pueblos originarios de América. Esta mujer adoptó por hijo a Sab, quien la cuida como si fuera su madre. Asimismo, D. Carlos, el padre de Carlota, siempre la asiste cuando ella lo necesita.

Cuando viajan con Enrique a Cubitas, bajo la guía de Sab, todos se dirigen a casa de Martina, para visitarla a ella y a su nieto enfermo. Allí, entonces, la narradora la describe detalladamente como observamos en esta cita.

Agonía de Luis (imagen visual)

"En un pequeño catre de lienzo, entre sábanas gruesas pero muy limpias, aparecía la cara enjuta y cadavérica de una criatura, al parecer de pocos años, pues el bulto de su cuerpo apenas se distinguía en el catre. La inmovilidad de aquel cuerpo era tan completa que se le hubiera creído muerto, a no ser por el aliento que se le oía exhalar con trabajo por sus labios blancos y entreabiertos. Junto al lecho, sentada en una silla de madera, estaba una mujer anciana de color cobrizo, fijos sus ojos en la lívida cara del enfermo, y cruzados los brazos sobre el pecho con muestras de triste resignación. Un perro estaba echado a sus pies".

En esta escena, asistimos a la agonía de Luis, el nieto de Martina, quien se encuentra enfermo hace tiempo y ya se encuentra en su última noche de vida. De una forma naturalista, la narradora detalla minuciosamente el aspecto físico de este niño pronto a morir.

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