Las cosas que perdimos en el fuego

Las cosas que perdimos en el fuego Metáforas y Símiles

"Y a veces me quedo mirando la calle, sobre todo la esquina donde duermen el chico sucio y su madre, totalmente quietos, como muertos sin nombre" (Símil) (p.15)

La descripción que hace la narradora de la mujer y su hijo, en este relato, se asemeja a la de los "muertos vivos" o zombies. Algo similar sucede en otro relato, “Bajo el agua negra”, donde los habitantes de la villa también son descritos con un tinte similar.

En este caso, la quietud del chico y su madre es comparada no solo con la figura del cadáver, sino con el cadáver anónimo. Esto recrudece la imagen pero, a su vez, reafirma la crítica social que impregna la literatura de Enriquez, al destacar el hecho de que la gente de la calle se encuentra sumida en tal despersonalización que carece de nombre.

“La casa era una cáscara, decían. Todas las paredes interiores habían sido demolidas. Recuerdo que escuché decir «máscara, no «cáscara». La casa es una máscara, escuché” (Metáfora) (p.78)

La metáfora de la máscara aplica a la perfección a la casa tanto como la de la cáscara, y es por eso que la narradora se confunde. Efectivamente, la casa es una cáscara, ya que, según los adultos, por dentro hay solo escombros, porque fue completamente demolida. Sin embargo, para los niños es una máscara, en el sentido de que la casa no es lo que parece: esconde puertas, muebles, uñas y dientes y, finalmente, a Adela.

“(...) era un chico de la terminal de ómnibus, (...) aunque tenía siete años, era duro como un veterano de guerra —peor que un veterano, no tenía nada de orgullo—” (Símil) (p.143)

La narradora de “El patio del vecino” compara a uno de los chicos que estaba encargada de cuidar con un veterano de guerra. El símil proviene de la relación entre la violencia sufrida en la guerra por parte de los soldados y la que se ejerce sobre los niños que viven en la calle. Ella misma repone el posible pasado de ese joven: prostitución, drogas, violencia física, abandono. La aclaración de que la situación del niño es peor que la de un veterano recae sobre la pérdida del orgullo que, según la narradora, conlleva la agresividad de la calle.

“[La chica del subte] se reía con su boca de reptil” (Metáfora) (p.195)

La cara de la chica del subte en “Las cosas que perdimos en el fuego” está completamente quemada. Su “boca sin labios” (p.185), que “era un tajo” (p.186), sonríe igualmente. Varias veces el narrador hace referencia al carácter monstruoso de la chica. De ahí que “boca de reptil” sea una metáfora de esa monstruosidad a la que se alude.

“(...) cuándo se decidirá Silvinita, sería una quemada hermosa, una verdadera flor de fuego” (Metáfora) (p.197)

El cuento “Las cosas que perdimos en el fuego” comienza describiendo la apariencia horrible y monstruosa de las mujeres quemadas por sus parejas. Sin embargo, a medida que avanza, esta apariencia se transforma en “una belleza nueva” (p.190). Finalmente, el relato culmina con la metáfora de la flor de fuego. La mujer encendida es en realidad una flor, el arquetipo poético de belleza femenina por antonomasia.