La tempestad

La tempestad Resumen y Análisis del Acto II

Resumen

Escena 1

El Rey Alonso llega a la isla con Sebastian, Antonio, los nobles Adrian y Francisco, y el consejero Gonzalo. Este último intenta consolar a Alonso remarcando la buena fortuna de haber sobrevivido al naufragio, pero Alonso está afligido: no encuentra a su hijo Ferdinand, al que presume muerto, y teme que por la distancia no podrá volver a ver a su hija, a quien viene de visitar por su casamiento en África. Antonio y Sebastian muestran su destreza para burlarse con juegos de palabas mientras molestan a Gonzalo y Adrian, quienes intentan hablar con franqueza al resto del grupo.

La magia de Ariel hace que todos se duerman, con la excepción de Antonio y Sebastian. Una extraña pesadumbre, generada por Ariel, posee a estos dos personajes. Antonio empieza a fabricar un plan para que Sebastian se quede con el reino de su hermano, lo que sería más sencillo si Ferdinand, el actual heredero, estuviera en verdad muerto, y puesto que la hija de Alonso se encuentra muy lejos en Túnez, Sebastian podría heredar la corona con tan solo dos muertes, la de Alonso y la de Gonzalo. Ariel escucha esta conspiración y despierta a Gonzalo, advirtiéndole del peligro. Próspero quiere mantenerlo a salvo, en apreciación por la ayuda que el consejero le dio en el pasado. Con esto Ariel ha cumplido con el mandato de su amo, a quien le notificará lo ocurrido.

Escena 2

Cáliban maldice a Próspero mientras se acerca a la isla otra tormenta, que considera una señal de la malicia de su amo. Cáliban oye unos ruidos y se oculta, temiendo que quien se acerca sea un espíritu castigador de Próspero. Pero el que llega Trínculo, bufón de la corte de Alonso, y encuentra a Cáliban yaciendo quieto en el suelo y cubierto con una capa, y supone que es un “indio muerto” (II.2. 37). La tormenta continúa acercándose y Trínculo también se esconde, usando la capa como refugio y aplastándose contra el suelo, junto a la forma postrada de Cáliban.

Stefano, el mayordomo borracho de Alonso, entra ebrio y cantando. Se cruza con la extraña visión de los dos hombres bajo la capa y se figura, en su embriaguez, que Trínculo y Cáliban son un monstruo de cuatro patas. Delirante, Cáliban cree que Stefano es uno de los secuaces de Próspero, enviado para su tormento. Stefano piensa que un trago de vino va a curar a Cáliban de sus dolencias, y de a sorbos hace que este también se emborrache. A Stefano le lleva un tiempo reconocer a su viejo amigo Trínculo, a quien Cáliban hasta entonces parece ignorar. Debido a la generosidad de Stefano y de su “licor celestial”, Cáliban toma a este mayordomo como un “dios de maravilla” (II.2. 123). A pesar de la incredulidad de Stefano, Cáliban le ofrece sus servicios, en un acto de abandono del “tirano” Próspero. Stefano acepta su oferta.

Análisis

El segundo acto comienza con un discurso de Gonzalo, similar al que dirige Claudio a Hamlet en el Acto I de la obra homónima. Gonzalo intenta consolar al Rey frente a la posible pérdida de su hijo, diciendo que “es muy común la causa de nuestro dolor” (II.1. 3-4), y hablando de todas las personas que comparten la misma pena. En Hamlet, Claudio utiliza un lenguaje parecido para tranquilizar al protagonista, al mencionar el asunto compartido de la muerte paterna, y rogándole que suelte el pesar que lleva consigo. El tono de estos dos discursos también es similar: ambos se dirigen hacia una persona en particular pero, como su discurso es pronunciado frente a una audiencia mayor, son algo formales, impersonales y diplomáticos. Estos discursos suenan apropiados e impresionan indirectamente a quienes los escuchan.

Alonso responde a estos intentos amables por animarlo pidiéndole a Gonzalo que se calle: “Acepta el consuelo como si fuera caldo frío” (II.1. 10), es el símil que utiliza Sebastián para describir la reacción del Rey. Esta comparación resalta la personalidad soberbia, distante y desconsolada del Rey, identidad que luego se irá modificando hacia una actitud más amable y arrepentida.

En la primera escena del Acto 2, Sebastian y Antonio ponen de manifiesto sus maliciosas destrezas con el lenguaje, el que utilizan para burlarse de Gonzalo y del noble Adrian. Sebastian se mofa del bondadoso consejero al decir que “ya está dando cuerda al reloj de su ingenio. ¡De un momento a otro sonará!” (II.1. 11-12), en el momento en que Gonzalo va a empezar otra súplica dirigida al Rey. Cuando Gonzalo vuelve a abrir su boca para hablar, Sebastian dice “La una”, como si Gonzalo hubiera dado la hora, al igual que un reloj.

Luego, ambos se burlan de Gonzalo diciendo que tiene una lengua “generosa”, como si este personaje fuera parecido al tonto personaje de Polonio en Hamlet. Ambos personajes son consejeros del Rey, pero Polonio es mucho más proclive a la verborragia que Gonzalo, quien hace algunos comentarios que no son de importancia –como cuando dice que sus prendas son frescas–, pero ninguno que suene tan necio como estas palabras de Polonio, en un discurso del Acto II de Hamlet: “la brevedad es el alma del talento” (II.2. 90).

Antonio y Sebastian se distinguen del resto por medio de estas burlas ingeniosas. En oposición, Adrian y Gonzalo intentan hacer un balance de la situación y alentar al grupo; ellos notan que la temperatura de la isla debe ser “suave, gentil y delicada” (II.1 41), e informan que “aquí hay de todo lo que es propicio para la vida” (48). Gonzalo se vuelve optimista, exclamando, por ejemplo: “¡Cuán fresca y briosa crece la yerba! (51). A esto, Antonio y Sebastian responden con: “tiene la tierra un color tostado” (52), contradiciendo así al consejero y tratándolo de mentiroso. En este Acto, se nota que Sebastian y Antonio son caracterizados como distantes, arrogantes y severos en la forma en que se dirigen a sus compañeros, con sus comentarios insultantes. Todos estos defectos, expuestos en esta parte, son importantes para el desarrollo de la acción, porque anticipan las tendencias traicioneras de estos personajes y justifican su eventual castigo.

Varias alusiones a La Eneida se encuentran esparcidas en toda La tempestad. Entre las más prominentes se encuentran los debates sobre la “viuda Dido” y sobre la singularidad de Cartago. Si bien el debate Cartago/Túnez es más bien elusivo, y tal vez absurdo, Gonzalo está en lo correcto cuando dice que “Túnez era Cartago, mi señor” (81), puesto que Túnez se convirtió en el centro político y comercial del Norte de África después de que Cartago fuera destruida, como se describe en La Eneida. La obra de Shakespeare está situada cerca del espacio geográfico de la obra de Virgilio: el barco de Alonso, antes del naufragio, seguía la misma ruta que tomó Eneas, de Cartago a Nápoles. La Eneida aborda la cuestión de la autoridad real y de la legitimidad política, asuntos que están también presentes en la obra de Shakespeare. Estas alusiones son significativas en el período isabelino, en el que se asociaba el carácter fuerte, inteligente y poderoso de la Reina Dido con el carácter igualmente fuerte, inteligente y poderoso de la Reina Isabel.

Puede notarse el contraste entre el lamento de Alonso en las líneas 106-113 de la Escena 2 y la respuesta de Francisco. La sentencia de Alonso tiene algo de vulgar en su despliegue metafórico: dice que su mente “se niega a tragar” todas las palabras de sus acompañantes, relacionando su mente con su estómago. Francisco responde a esta queja con una retórica más elevada, diciendo que él vio cómo el hijo de Alonso “abatía las olas, cabalgando sobre sus lomos” y “cómo fustigaba el agua domando su furia” (114-115). La descripción formal de Francisco es verbalmente más elegante y más cargada de imágenes que la de Alonso. La diferencia en el lenguaje significa una posible distinción entre estos dos personajes en lo que respecta a conocimiento y habilidades comunicativas, y puede ser leída como una inversión de las jerarquías sociales, puesto que coloca al noble Francisco en una mejor posición que la del Rey.

Al igual que en el Acto I, se presentan varias alusiones a proverbios, una de las cuales aparece en el verso 138. “Ulceráis más la herida” (Rub the sore) es una frase popular en los tiempos de Shakespeare que Gonzalo usa para decirle a Sebastian que sus intentos de consolar al rey solamente agravan su pérdida. Este proverbio es más fácil de entender que otras alusiones más oscuras y anticuadas que Shakespeare incluye en su obra.

Una vez que Antonio y Sebastian comienzan su conspiración en la Escena 1, empiezan a surgir paralelos con Macbeth: “Mi desbordada fantasía ve una corona posándose sobre vuestra cabeza” (208-209), le dice Antonio a Sebastian, creando una imagen similar a la que componen las tres brujas frente a Macbeth en el Acto 1, Escena 3, de aquella obra. Otra similitud es la presencia de una conspiración de asesinato contra el Rey. Finalmente, la reacción de Sebastian ante la ambigua visión de Antonio se asemeja al modo en que Macbeth reacciona después de oír a las brujas: ambos personajes tienen pensamientos de muerte.

Antes de que Sebastian acepte seguir los planes de Antonio, exclama que él no es “más que agua estancada” (222), una metáfora de connotación imprecisa. Lo que quiere decir Sebastian con esta comparación es que él está esperando para moverse en otra dirección, y que permanecerá quieto hasta que encuentre su verdadero propósito o motivación. La frase puede estar aludiendo a otro dicho proverbial, aunque es difícil saber a cuál hace referencia.

El Acto II vuelve sobre el tema de la legitimidad del poder que apareció en el primer acto. Mientras Próspero cree firmemente que el único poder legítimo es el que proviene del conocimiento y del trabajo duro, Antonio considera que el poder que le usurpó a su hermano es también legítimo, porque se lo merecía y tenía habilidad para disputarlo. “Ved cuán bien me acomodan mis vestidos; con más primor de lo que acostumbraban” (273-274), le dice Antonio a Sebastian, presumiendo. Es evidente que Antonio no tiene remordimientos por su crimen, y que la arrogancia con la que cree justo su poder anticipa su confrontación con Próspero y la eventual caída de su poder mal habido, en el momento de la revelación de las identidades ocultas del drama.

No obstante, la participación de Ariel demuestra que la conspiración de Antonio y Sebastian es una pieza más del plan de Próspero. El espíritu de aire hace que todos se vayan a dormir, salvo estos dos personajes, a quienes también influye para que realicen su complot. La situación es creada por el propio mago, reforzando así la idea de que su hermano y el de Alonso son villanos, y que actúan como Próspero preveía que lo harían, cual director de escena de la obra. Su proyecto se frustraría si Antonio y Sebastian no armaran ese plan. Así, Próspero se muestra a sí mismo como manipulador de los eventos que transcurren en la obra, determinando su curso desde adentro (teatro dentro del teatro). Esto plantea una ironía dramática, en el hecho de que el público sabe, en esta instancia, más que el resto de los personajes. También resulta irónico que Próspero influencie a su hermano y a Sebastian para que realicen aquello por lo cual él los reprueba.

Los elementos literarios más importantes de la Escena 2 son aquellos que se utilizan para representar a Cáliban. Cuando Trínculo encuentra a Cáliban yaciendo en el suelo dice que podría ser un “indio muerto” con el que hacer una fortuna. Esto se relaciona con el hecho de que, durante el período isabelino, los nativos de otras tierras eran llevados a Inglaterra para ser exhibidos en Londres, hecho por el cual sus captores ganaban una gran cantidad de dinero. El discurso de Trínculo es significativo porque describe a Cáliban como un “pescado” y una “extraña bestia”, poniendo de manifiesto el desprecio y el prejuicio de Occidente hacia personas de diferente color de piel al suyo. Por su parte, Stefano asume que Cáliban es un “aborto lunar” (mooncalf), un término que alude a un cuento popular de la época.

Si bien Cáliban reclama su derecho natural por la autoridad de la isla en el Acto 1, la usurpación de Próspero se ve validada frente a la caracterización de Cáliban como un salvaje que busca un nuevo amo. El isleño demuestra que la visión que Próspero tiene de él como sirviente nato es verdadera, cuando este adopta a Stefano como su nuevo amo inmediatamente. Cáliban es visto como un monstruo tanto por Próspero, como por Trínculo y por Stefano, cuyo desprecio racista es análogo a la visión europea de los nativos de las Antillas y otras colonias. Con este tratamiento de Cáliban, La tempestad provee interesantes reflexiones sobre la colonización.

Cuando esta obra apareció en el primer Folio de la obra de Shakespeare, poco después de la muerte del autor, a comienzos de siglo XVII, la descripción del personaje de Cáliban lo marca como un “esclavo salvaje y deforme”. A pesar de esta descripción, el personaje revela, durante la obra, algunos destellos que dan cuenta de un carácter noble. Este contraste puede verse como una crítica a las valoraciones negativas que comparten varios personajes de la obra, que reflejan los prejuicios sociales del período isabelino. Desde esta perspectiva, Cáliban representa al hombre apartado y discriminado por la sociedad occidental.

Otras reflexiones relacionadas a la colonización aparecen en la descripción utópica que realiza Gonzalo entre las líneas 147 y 164 del Acto II, Escena 1. El discurso de Gonzalo recuerda varias ideas que despliegan Michel de Montaigne en De los caníbales y Tomás Moro en Utopía, y que resumen la visión renacentista sobre el idealismo político y las posibles reformas. Estos tópicos son particularmente relevantes en la época de la obra, en la que la colonización del Nuevo Mundo ofrecía a los europeos la fantasía de empezar de cero, en tierras lejanas, gobiernos y sociedades que siguieran los principios idealistas. Pero la utopía de Gonzalo se muestra también impráctica y contradictoria, y así lo notan rápidamente Antonio y Sebastian. Se puede interpretar que estos comentarios manifiestan, en términos generales, la postura de Shakespeare respecto a la ingenuidad del pensamiento utópico.