Hombres necios que acusáis

Biografía

Véase también: Anexo:Cronología de Sor Juana Inés de la Cruz Sor Juana Inés de la Cruz, por Juan de Miranda (convento de Santa Paula, Sevilla).

Polémica de su nacimiento

Hasta casi mediados del siglo XX, la crítica sorjuanista aceptaba como válido el testimonio de Diego Calleja, primer biógrafo de la monja, sobre su fecha de nacimiento. Según Calleja, Sor Juana habría nacido el 13 de noviembre de 1651 en San Miguel Nepantla.[16]​ En 1952, el descubrimiento de un acta de bautismo que supuestamente pertenecería a Sor Juana adelantó la fecha de nacimiento de la poetisa a 1648. Según dicho documento, Juana Inés habría sido bautizada el 5 de diciembre de 1648.[17]​ Varios críticos, como Octavio Paz,[18]​ Antonio Alatorre,[19]​ y Guillermo Schmidhuber[20]​ aceptan la validez del acta de bautismo y así como Alberto G. Salceda, aunque la estudiosa cubana Georgina Sabat de Rivers considera insuficientes las pruebas que aporta esta acta. Así, según Sabat, la partida de bautismo correspondería a una pariente o a una francesa.[21]​ De acuerdo con Alejandro Soriano Vallés, la fecha más aceptable es la de 1651, porque una de las hermanas de sor Juana supuestamente fue dada a luz el 19 de marzo de 1649, resultando imposible que Juana Inés naciera en noviembre de 1648. (Esta suposición de 1651 no está fundamentada en documentos probatorios, sino en suposiciones que parten de la fecha informada por Diego Calleja en 1700. Sin embargo, el hallazgo de Guillermo Schmidhuber de la Fe de bautizo de "María hija de la Iglesia" en Chimalhuacán fechada el 23 de julio de 1651, perteneciente a la hermana menor de sor Juana, imposibilita el nacimiento de la Décima Musa en 1651 porque el vientre de la madre estaba ocupado por otra niña, es decir, su hermana María).[22]​

La doctora investigadora Lourdes Aguilar Salas, en la biografía que comparte para Universidad del Claustro de Sor Juana, señala 1651 como la más correcta.[23]​ De hecho, lo que sostiene Alejandro Soriano ya lo había manifestado previamente Georgina Sabat de Rivers,[24]​ y él solamente retoma con posterioridad el argumento de la reputada sorjuanista, quien personalmente se inclina por el año de 1651 porque, al saberse la fecha de bautismo de la hermana de sor Juana de nombre Josefa María, 29 de marzo de 1649, la proximidad de fechas impedía pensar en dos partos con una diferencia tan breve (Nota: nunca ha sido localizada la Fe de Bautismo de Josefa María, la fecha del nacimiento de esta niña es una suposición que no ha sido fundamentada en un documento).

Sin embargo, este argumento también se relativiza inevitablemente cuando sabemos que el término entre el nacimiento y el bautizo frecuentemente distaba no solo de días, sino de meses y hasta años, así como sabemos por el historiador Robert McCaa, quien parte de un estudio directo de las fuentes escritas de la época, que las actas de bautismo en las zonas rurales se registraban en los libros habiendo cumplido los infantes desde varios meses hasta uno o varios años de haber sido presentados para su bautismo.[25]​ El hallazgo del acta de Chimalhuacán por el historiador Guillermo Ramírez España fue publicado por Alberto G. Salceda en 1952;[26]​ en ella aparecen los tíos de sor Juana como padrinos de una niña anotada como “hija de la Iglesia”, esto es, ilegítima. Anteriormente solo se tenía como referencia la biografía de sor Juana escrita por el jesuita Diego Calleja y publicada en el tercer volumen de las obras de sor Juana: Fama y obras póstumas (Madrid, 1700). No obstante, los documentos existentes no son definitivos al respecto. Por un lado la biografía de Calleja adolece de inexactitudes típicas de la tendencia hagiográfica de la época en torno a los personajes eclesiásticos destacados; es decir, los datos se modifican posiblemente con intenciones ulteriores.[10]​ Por dar solo un ejemplo, Calleja fija terminantemente en viernes el día del supuesto nacimiento de sor Juana, cuando el 12 de noviembre de 1651, la fecha anotada por él, no fue viernes.[10]​ Por otro lado, el acta de Chimalhuacán hallada en el siglo XX presenta escasos datos acerca de la bautizada; si, como se acepta actualmente, la fecha de diciembre de 1648 es solo la de bautismo, la de nacimiento pudo haber sido varios meses o un año antes. Schmidhuber ha descubierto una segunda partida de bautismo de la parroquia de Chimalhuacán que dice «María hija de la Iglesia», está fechada el 23 de julio de 1651 y el nombre concuerda con la hermana menor de sor Juana; imposible resulta que otra niña naciera el mismo año.[10]​

Hasta el día de hoy, lo más riguroso desde el punto de vista historiográfico es mantenerse en la disyuntiva entre 1648 a 1651, tal como sucede con un sinnúmero de personajes históricos de cuyas fechas de nacimiento o muerte no se tiene absoluta certeza con los documentos habidos en ese momento. Adoptar tal disyuntiva como regla general no afecta los estudios sobre sor Juana ni en su biografía ni en la valoración de su obra.

Primeros años

Aunque se tienen pocos datos de sus padres, Juana Inés fue la segunda de las tres hijas de Pedro de Asuaje y Vargas Machuca (así los escribió Sor Juana en el Libro de Profesiones del Convento de San Jerónimo). Se sabe que los padres nunca se unieron en matrimonio eclesiástico.

Schmidhuber ha probado documentalmente que el padre llegó a la Nueva España cuando niño, como lo prueba el Permiso de Paso de 1598, en compañía de su abuela viuda, María Ramírez de Vargas, su madre Antonia Laura Majuelo y un hermano menor Francisco de Asuaje que llegó a ser fraile dominico.[27]​ Su madre, Isabel Ramírez de Santillana, era hija de Pedro Ramírez de Santillana y Doña Beatriz Ramírez Rendón, residentes en el pueblo de Huichapan, perteneciente al Marquesado del Valle. Hacia 1635 toda la familia emigraría a San Miguel Nepantla, a una hacienda de labor llamada “La Celda”, que Don Pedro Ramírez de Santillana arrendaría a los dominicos.

En San Miguel Nepantla, de la región de Chalco, nació su hija Juana Inés, en la hacienda «La Celda».[28]​ Su madre, al poco tiempo, se separó de Pedro de Asuaje y, posteriormente, procreó otros tres hijos con Diego Ruiz Lozano, a quien tampoco desposó.[29]​

Muchos críticos han manifestado su sorpresa ante la situación civil de los padres de sor Juana. Paz apunta que ello se debió a una «laxitud de la moral sexual en la colonia».[30]​ Se desconoce también el efecto que tuvo en sor Juana el saberse hija ilegítima, aunque se conoce que trató de ocultarlo. Así lo revela su testamento de 1669: «hija legítima de don Pedro de Asuaje y Vargas, difunto, y de doña Isabel Ramírez». El padre Calleja lo ignoraba, pues no hace mención de ello en su estudio biográfico. Su madre en su testamento fechado en 1687 reconoce que todos sus hijos, incluyendo a sor Juana, fueron concebidos fuera del matrimonio.[31]​

Frontispicio de la hacienda Panoaya, en Amecameca, Estado de México, donde sor Juana vivió entre 1648 y 1656.

La niña pasó su infancia entre Amecameca, Yecapixtla, Panoaya —donde su abuelo tenía una hacienda— y Nepantla. Allí aprendió náhuatl con los habitantes de las haciendas de su abuelo, donde se sembraba trigo y maíz. El abuelo de sor Juana murió en 1656, por lo que su madre tomó las riendas de las fincas.[32]​ Asimismo, aprendió a leer y escribir a los tres años, al tomar las lecciones con su hermana mayor a escondidas de su madre.[33]​

Pronto inició su gusto por la lectura, gracias a que descubrió la biblioteca de su abuelo y se aficionó a los libros.[34]​ Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clásicos griegos y romanos, y la teología del momento. Su afán por saber era tal que intentó convencer a su madre de que la enviase a la Universidad disfrazada de hombre, puesto que las mujeres no podían acceder a esta.[35]​ Se dice que al estudiar una lección, cortaba un pedazo de su propio cabello si no la había aprendido correctamente, pues no le parecía bien que la cabeza estuviese cubierta de hermosuras si carecía de ideas.[36]​ A los ocho años, entre 1657 y 1659, ganó un libro por una loa compuesta en honor al Santísimo Sacramento, según cuenta su biógrafo y amigo Diego Calleja.[37]​ Este señala que Juana Inés radicó en la ciudad de México desde los ocho años, aunque se tienen noticias más veraces de que no se asentó allí sino hasta los trece o quince.[38]​

Adolescencia

Retrato de sor Juana, copia de Nicolás Enríquez sobre cuadro original de fray Miguel de Herrera.

Juana Inés vivió con María Ramírez, hermana de su madre, y con su esposo Juan de Mata. Posiblemente haya sido alejada de las haciendas de su madre a causa de la muerte de su abuelo materno. Aproximadamente vivió en casa de los Mata unos ocho años, desde 1656 hasta 1664. Entonces comienza su periodo en la corte, que terminará con su ingreso a la vida religiosa.[39]​

Entre 1664 y 1665, ingresó a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera. La virreina, Leonor de Carreto, se convirtió en una de sus más importantes mecenas. El medio ambiente y la protección de los virreyes marcarán decisivamente la producción literaria de Juana Inés. Por entonces ya era conocida su inteligencia y su sagacidad, pues se cuenta que, por instrucciones del virrey, un grupo de sabios humanistas la evaluaron, y la joven superó el examen en excelentes condiciones.[40]​

La corte virreinal era uno de los lugares más cultos e ilustrados del virreinato. Solían celebrarse fastuosas tertulias a las que acudían teólogos, filósofos, matemáticos, historiadores y todo tipo de humanistas, en su mayoría egresados o profesores de la Real y Pontificia Universidad de México. Allí, como dama de compañía de la virreina, la adolescente Juana desarrolló su intelecto y sus capacidades literarias. En repetidas ocasiones escribía sonetos, poemas y elegías fúnebres que eran bien recibidas en la corte. Chávez señala que a Juana Inés se le conocía como «la muy querida de la virreina», y que el virrey también le tenía un especial aprecio. Leonor de Carreto fue la primera protectora de la niña poetisa.

Poco se conoce de esta etapa en la vida de sor Juana, aunque uno de los testimonios más valiosos para estudiar dicho periodo ha sido la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.[41]​ Esta ausencia de datos ha contribuido a que varios autores hayan querido recrear de manera casi novelesca, la vida adolescente de sor Juana, suponiendo muchas veces la existencia de amores no correspondidos.[42]​

Período de madurez

Diseño del Neptuno alegórico.

A finales de 1666 llamó la atención del padre Núñez de Miranda, confesor de los virreyes, quien, al saber que la jovencita no deseaba casarse, le propuso entrar en una orden religiosa.[43]​ Aprendió latín en veinte lecciones impartidas por Martín de Olivas y probablemente pagadas por Núñez de Miranda.[44]​[45]​ Después de un intento fallido con las carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a enfermarse, ingresó en la Orden de San Jerónimo, donde la disciplina era algo más relajada, y tenía una celda de dos pisos y sirvientas.[46]​ Allí permaneció el resto de su vida, pues los estatutos de la orden le permitían estudiar, escribir, celebrar tertulias y recibir visitas, como las de Leonor de Carreto, que nunca dejó su amistad con la poetisa.[47]​

Fachada de la iglesia de San Jerónimo de la Ciudad de México. En este conjunto conventual sor Juana vivió la mayor parte de su vida.

Muchos críticos y biógrafos atribuyeron su salida de la corte a una decepción amorosa, aunque ella muchas veces expresó no sentirse atraída por el amor y que solo la vida monástica podría permitirle dedicarse a estudios intelectuales.[48]​ Se sabe que sor Juana recibía un pago de la Iglesia por sus villancicos, como también lo obtenía de la Corte al preparar loas u otros espectáculos.[49]​

En 1673 sufre otro golpe: el virrey de Mancera y su esposa son relevados de su cargo y en Tepeaca, durante el trayecto a Veracruz, fallece Leonor de Carreto. A ella dedicó sor Juana varias elegías, entre las que destaca «De la beldad de Laura enamorados», seudónimo de la virreina. En este soneto demuestra su conocimiento y dominio de las pautas y tópicos petrarquistas imperantes.[50]​

En 1680 se produce la sustitución de fray Payo Enríquez de Rivera por Tomás de la Cerda y Aragón al frente del virreinato. A sor Juana se le encomendó la confección del arco triunfal que adornaría la entrada de los virreyes a la capital, para lo que escribió su famoso Neptuno alegórico. Impresionó gratamente a los virreyes, quienes le ofrecieron su protección y amistad, especialmente la virreina María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, condesa de Paredes, quien fue muy cercana a ella: la virreina poseía un retrato de la monja y un anillo que esta le había regalado y a su partida llevó los textos de sor Juana a España para que se imprimieran.[51]​

Su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, le reprochaba que se ocupara tanto de temas mundanos, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de este. Bajo la protección de la marquesa de la Laguna, decidió rechazarlo como confesor.[52]​

Sor Juana (ca. 1680), por Juan de Miranda (UNAM).

El gobierno virreinal del marqués de la Laguna (1680-1686) coincide con la época dorada de la producción de sor Juana. Escribió versos sacros y profanos, villancicos para festividades religiosas, autos sacramentales (El divino Narciso, El cetro de José y El mártir del sacramento) y dos comedias (Los empeños de una casa y Amor es más laberinto). También sirvió como administradora del convento, con buen tino, y realizó experimentos científicos.[53]​

Entre 1690 y 1691 se vio involucrada en una disputa teológica a raíz de una crítica privada que realizó sobre un sermón del muy conocido predicador jesuita António Vieira que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz bajo el título de Carta atenagórica. Él la prologó con el seudónimo de sor Filotea, recomendando a sor Juana que dejara de dedicarse a las «humanas letras» y se dedicase en cambio a las divinas, de las cuales, según el obispo de Puebla, sacaría mayor provecho.[54]​ Esto provocó la reacción de la poetisa a través del escrito Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, donde hace una encendida defensa de su labor intelectual y en la que reclamaba los derechos de la mujer a la educación.[53]​

Última etapa

Estatua de Sor Juana Inés en Madrid, España.Escultura de Sor Juana Inés de la Cruz frente al convento de San Jerónimo, Ciudad de México.

Para 1692 y 1693 comienza el último período de la vida de sor Juana. Sus amigos y protectores han muerto: el conde de Paredes, Juan de Guevara y diez monjas del Convento de San Jerónimo. Las fechas coinciden con una agitación de la Nueva España; se producen rebeliones en el norte del virreinato, la muchedumbre asalta el Real Palacio y las epidemias se ceban con la población novohispana.[55]​

En la poetisa ocurrió un extraño cambio: hacia 1693 dejó de escribir y pareció dedicarse más a labores religiosas. Hasta la fecha no se conoce con precisión el motivo de tal cambio; los críticos católicos han visto en sor Juana una mayor dedicación a las cuestiones sobrenaturales y una entrega mística a Jesucristo, sobre todo a partir de la renovación de sus votos religiosos en 1694.[56]​[57]​ Otros, en cambio, adivinan una conspiración misógina tramada en su contra, tras la cual fue condenada a dejar de escribir y se le obligó a cumplir lo que las autoridades eclesiásticas consideraban las tareas apropiadas de una monja.[58]​[59]​ No han existido datos concluyentes, pero sí se ha avanzado en investigaciones donde se ha descubierto la polémica que causó la Carta atenagórica.[60]​[61]​[62]​[63]​ Su propia penitencia queda expresada en la firma que estampó en el libro del convento: «yo, la peor del mundo», que se ha convertido en una de sus frases más célebres. Algunos afirmaban hasta hace poco que antes de su muerte fue obligada por su confesor (Núñez de Miranda, con quien se había reconciliado) a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Sin embargo, se descubrió en el testamento del padre José de Lombeyda, antiguo amigo de sor Juana, una cláusula donde se refiere cómo ella misma le encargó vender los libros para, dando el dinero al arzobispo Francisco de Aguiar, ayudar a los pobres.[64]​[65]​

A principios de 1695 se desató una epidemia[66]​[67]​[68]​ que causó estragos en toda la capital, pero especialmente en el Convento de San Jerónimo. De cada diez religiosas enfermas, nueve morían. El 17 de febrero falleció Núñez de Miranda. Sor Juana cae enferma poco tiempo más tarde, pues colaboraba cuidando a las monjas enfermas. Fallece a las cuatro de la mañana del 17 de abril. Según un documento,[69]​ dejó 180 volúmenes de obras selectas, muebles, una imagen de la Santísima Trinidad y un Niño Jesús. Todo fue entregado a su familia, con excepción de las imágenes, que ella misma, antes de fallecer, había dejado al arzobispo. Fue enterrada el día de su muerte, con asistencia del cabildo de la catedral. El funeral fue presidido por el canónigo Francisco de Aguilar y la oración fúnebre fue realizada por Carlos de Sigüenza y Góngora. En la lápida se colocó la siguiente inscripción:

En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz el 17 de abril de 1695.

En 1978, durante unas excavaciones rutinarias en el centro de la Ciudad de México, se hallaron sus supuestos restos, a los que se dio gran publicidad. Se realizaron varios eventos en torno al descubrimiento, aunque nunca pudo corroborarse su autenticidad. Actualmente, se encuentran en el Centro Histórico de la Ciudad de México, entre las calles de Isabel la Católica e Izazaga.[70]​


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