El Otro Cielo Análisis

El Otro Cielo Análisis

El cuento "El otro cielo", de Julio Cortázar, está incluido en el libro de cuentos titulado Todos los fuegos el fuego, y se divide en dos apartados encabezados cada uno por un epígrafe en francés.

El primero de los epígrafes podría traducirse de la siguiente manera: "Estos ojos no son tuyos... ¿dónde los conseguiste?". Y el segundo: "¿Adónde han ido las lámparas de gas? ¿Qué ha sido de ellos, los vendedores del amor?".

El primero se puede relacionar con la percepción alterada del protagonista al cambiar de espacio-tiempo, en el sentido de que al viajar en el tiempo parece haber encarnado los ojos de alguien más que le permiten ver la vida de una ciudad y una época que de otro modo no podría conocer. El segundo epígrafe parece referir a la época de 1870 en París y al encanto que muchos han atribuido a la ciudad en términos de sus bares, sus calles, su iluminación nocturna y su simbología amorosa o romántica.

En cuanto a la división en dos apartados del cuento, y en vínculo con el significado de ambos epígrafes, se podría pensar que el primero se enfoca en el cambio de percepción que se produce cuando el protagonista logra viajar en el tiempo y el espacio. Y, por su parte, el segundo referiría a la nostalgia y la melancolía que comienzan a aparecer cuando este fenómeno va llegando a su fin. Una primera mitad, entonces, dedicada a la novedad; una segunda mitad, dedicada al "duelo" de perder esa conexión con otra ciudad, otro tiempo, otra mujer, otro ritmo de vida más libre.

El cuento posee un narrador protagonista en primera persona. Su punto de vista es el de un hombre de mediana edad que vive una vida promedio en la Ciudad de Buenos Aires, y que trabaja en la Bolsa de Valores de Buenos Aires. Parece sentirse insatisfecho con el aparente conformismo de la clase media argentina de la década del 40 del siglo XX, en medio de las presiones sociales, de la herencia laboral de su padre -pues él también trabajaba en la Bolsa-, de un ritmo de vida algo letárgico que le resulta aburrido o demasiado pronosticable. Su potencial imaginación o algo especial en él le hace viajar en el tiempo y el espacio, entregándose de esta manera a los placeres de otra ciudad, de otras calles, de otra mujer y de otra compañía.

Según la clasificación de Tzvetan Todorov, podríamos incluir este cuento en el subgénero del fantástico puro. En este sentido, se trata de un cuento en el que no se puede decidir si se trata de un fenómeno sobrenatural o de un hecho aparentemente extraño que tiene una explicación racional. En el primer caso, existiría una forma no cotidiana, no realista, de pasar de una ciudad a otra, de viajar en el tiempo, a través de una guirnalda que aparece en el pasaje oculto de una ciudad. En el segundo caso, podríamos pensar que el protagonista bebe mucho alcohol en el Pasaje Güemes, ve imágenes del pasado parisino en una guirnalda que le gusta y le llama la atención, e imagina todas sus vivencias, creyendo que son verdaderas.

Esta duda acerca de la naturaleza del fenómeno es lo que nos permite pensar a este cuento como participante del fantástico puro, subgénero de cuentos muy habitual en otros cuentos del autor, Julio Cortázar. Se menciona la palabra 'participar', pues en Teoría Literaria se suele utilizar este término en lugar del más conservador 'pertenece', ya que en caso de 'pertenecer' a un género específico, un texto quedaría cerrado a esa interpretación, sin acceso a otras posibles. En cambio, aseverar que 'participa' permite asignarle al mismo tiempo otras lecturas distintas y más abiertas en un sentido de análisis teórico.

En cuanto al título, "El otro cielo", parece referir al cruce entre espacios. El narrador camina por el Pasaje Güemes de Buenos Aires y aparece en la Galerie Vivienne de París. Dos cielos, dos modos de mirar la realidad, de vivir la vida cotidiana. El cielo de Buenos Aires parece un cielo más conservador, donde lo que ocurre es en algún sentido lo esperable para un hombre adulto pero joven aún: estar de novio, trabajar de empleado, vivir aún con la madre, casarse, tener hijos. El otro cielo, el de París, muestra un lado más creativo, liviano, divertido, sensual, incierto, atrevido, incluso peligroso, donde las cosas suceden a otro ritmo y con una percepción más vital.

Hacia el final de la narración, el protagonista acaba quedándose en el cielo de Buenos Aires, no queda claro si por convicción o por conformismo. Pero de un modo u otro, el pasaje que le permitía cambiar de ciudad y de época parece haberse cerrado luego de que él prefiriese pasar más tiempo con su madre y su novia.

El elemento fantástico por excelencia del cuento es la guirnalda a la que en numerosas ocasiones hace referencia el protagonista. Parece contener una suerte de cualidad especial, así como un período en que brinda sus dones y otros en que no. En este sentido, el narrador se refiere, hacia el final del cuento, a que "Nunca he querido admitir que la guirnalda estuviera definitivamente cerrada y que no volvería a encontrarme con Josiane en los pasajes o los bulevares".

Por otro lado, es muy importante en la narración la abundancia de referencias históricas, tanto con respecto a la Buenos Aires de la década de 1940 como a la París de 1870. Si bien el cuento comienza refiriéndose al año 1928 en Buenos Aires, lo hace solo para comentar que en esos años el protagonista era un adolescente que ya recorría el Pasaje Güemes, pero la historia que cuenta tiene lugar siendo ya él un adulto. Cuando conoce a Josiane, por tanto, parece tener más de 30 años. Si en 1928 contaba con aproximadamente 15 o 16 años, y la fecha en que transcurren los hechos en Buenos Aires es aproximadamente 1945 -pues se menciona la caída de la bomba en Hiroshima o el fin de la Segunda Guerra Mundial, hechos que tuvieron lugar en ese año-, entonces, cuando conoce a Josiane, tiene unos 32 años.

En la Argentina de ese momento tenía lugar la autoproclamada "Revolución del 43", que tuvo una duración de 3 años, hasta 1946. Luego de la Segunda Guerra Mundial, el país debía votar, y las dos opciones más importantes eran Tamborini o Perón. De estos dos políticos hace mención el narrador, hacia el final del cuento, cuando dice que no sabe por cuál votará, o si votará por alguno de ellos. Se lo muestra como un personaje algo desinteresado de la política en términos de su acción social. Sin embargo, este trasfondo influye en la trama, puesto que, por ejemplo, dado el desajuste económico posterior a la Segunda Guerra, debe quedarse más tiempo trabajando en la Bolsa de Valores de Buenos Aires, y no puede concurrir a las galerías tanto como quisiera.

Por su parte, encontramos el espacio de la París de 1870, en momentos previos y durante la guerra franco-prusiana. Si bien el texto nunca menciona la fecha, sí hace referencia a esta galería, llamada Galerie Vivienne, que existe efectivamente en la vida real, y cuyo auge fue aproximadamente en esos años. Al mismo tiempo, el estilo de vida, las lámparas de gas, las guirnaldas y otros elementos de decoración, así como las prostitutas que recorren esa zona, remiten a esta fecha en particular. Pero el dato más importante es la presencia de los prusianos como un elemento que perturba la paz de París, lo cual también coincide, por tanto, con la guerra que históricamente tuvo lugar entre 1870 y 1871 en Francia. Asimismo, es una época en la que era muy común la presencia y circulación de asesinos seriales, como así también el uso de la guillotina para realizar ejecuciones públicas.

En cuanto al lenguaje utilizado, el cuento prolifera en imágenes retóricas -olfativas, auditivas, visuales-, así como en comparaciones y críticas algo veladas a la sociedad del momento en Buenos Aires.

Resulta interesante destacar, por último, el carácter del protagonista, dividido entre dos mundos -o dos cielos- y sin claridad con respecto a cuál le gusta más realmente. Parece que la atracción de París tiene que ver con que es un espacio otro, más libre que aquel en el que trabaja y tiene obligaciones sociales. Sin embargo, a la hora de decidir un ritmo de vida, elige la estabilidad que encuentra en Buenos Aires, así como ocuparse de su trabajo y de su familia.

Por su parte, el final nos deja un cierto sabor de nostalgia por aquellas galerías a las que ya no podrá acceder. Pareciera que el personaje comienza el cuento siendo libre y lo concluye habiendo dejado de serlo, al menos en un sentido relacionado con el placer y la diversión mundana, incluso artística o estética.

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