Dormir en Tierra Citas

Citas

“En aquel cuarto de la Bella Durmiente, del perro de San Bernardo, de las cortinas con adornos ingenuos, como si Alicia no hubiera dejado de pertenecer desde hacía tiempo a esa alcoba y hasta la enfermera, ¡aun ella!, se empeñase con sus largos suspiros en no sacarla de ahí, sin querer aceptar, negándose a que pudiera existir, un contrasentido entre Alicia y el carácter de su habitación, de su encubridora habitación”.

Narrador de "La palabra sagrada"

Este fragmento, correspondiente al primer cuento del libro, nos presenta la hipocresía de una niña que aparenta inocencia y fragilidad. Ella permite que acusen al maestro Mendizábal de algo que no ha hecho, sin contar la verdad de la situación.

La mención de la 'encubridora habitación' remite al hecho de que Alicia ya no es una niña inocente, aunque su cuarto ostenta figuras y dibujos de infancia. La muchacha ya ha estado con otros hombres, e incluso se dedica a la prostitución. Pero sigue habitando en ese cuarto de la casa de sus padres, que la presenta como una niña todavía infantil y virgen, ajena a la práctica sexual.

“Como todo el resto, como todos los hombres todavía no tocados por la luz de la muerte, aquellos no tenían entre sí otro medio de comunicación que la palabra. Su territorio era la palabra. Su patria era la palabra. Su habitación era la palabra. Pero nada más. ¿Cómo comunicarles, entonces, la verdad de la muerte, si él poseía ahora un lenguaje extraño y antiguo, no comprensible para nadie sobre la tierra?”.

Narrador de "La frontera increíble"

En su lecho de muerte, el hombre moribundo parece acceder a un lenguaje diferente, ya no hecho de palabras terrenales.

La cita exacerba el vínculo que tenemos los seres humanos con el lenguaje, como si no nos diéramos cuenta de que existen otras formas de comunicarnos. En este sentido, el cuento entero nos enfrenta a la frontera infranqueable entre la vida y la muerte, pero no es así porque no se pueda tener conocimiento de lo que sucede del otro lado, sino porque es imposible comunicarlo con el lenguaje de los que aún están del lado de la vida.

“Tres días sin moverse, torturados por el hambre y el frío, sin que ninguno pudiera saber en qué lugar se encontraría su compañero más próximo, ni el enemigo, cada quien a solas, a solas con su vida y su cuerpo, sin nadie, cada quien con la conciencia de su propia soledad, cada quien víctima de una desvinculación, una desvinculación definitiva, total, envueltos en aquello sin sentido, sin lógica, que ya era algo más que la guerra, algo que estaba más allá de la guerra, y que, sin embargo, era la guerra, y era la sociedad, y eran los hombres, solo que todo ello visto hasta lo más desnudo del ser, hasta lo más exacto de su desnudez”.

Narrador de “Los hombres en el pantano”

Este cuento revela lo ilógico de las guerras. Nos presenta a tres hombres que luchan contra frío, sueño y miedo con tal de no morir en manos de los enemigos.

A juzgar por las referencias a los japoneses y a una perdida isla en el Océano Pacífico, el contexto de este cuento es el de la Segunda Guerra Mundial. En él se resalta la soledad a la que se enfrentan los soldados cuando están en medio del campo de batalla, acechados por el enemigo.

Sin embargo, describe también cierta extraña belleza en el acto mismo del enfrentamiento, puesto que en un momento ya no se trata de matarse por odio, sino por una suerte de juego que debe jugarse hasta el final. El narrador extiende este sinsentido a la sociedad entera, a la humanidad.

“Pronto sería la madrugada. Dentro de algunas cuantas horas el cuerpo de Rebecca saldría con destino al crematorio. —Te juro que para mí aún es un caso increíble. ¿Quiere decir que se puede amar, matar, sufrir, por cosas que no sean la guerra? ¿Quiere decir que no somos del todo unas bestias y que aún podemos conmovernos con la muerte? ¿O quiere decir todo lo contrario? ¿Qué quiere decir?”.

Narrador de “Noche de epifanía”

Estas palabras revelan la total consternación que sienten los personajes del cuento ante un crimen pasional cometido en medio de la guerra. Remarcando una clara contradicción, el personaje que aquí toma la palabra se pregunta por el significado de una muerte así. En medio de la incomprensión, se pregunta si acaso somos o no somos bestias. En algún punto, termina resaltando sutilmente que no existe motivo alguno que justifique el asesinato de otro ser humano.

“Nada tan hermoso como vivir, nada tan sustantivo, nada tan penetrante al tacto como vivir. Si era posible hacer que el espíritu guardase silencio, al instante se percibían, uno a uno, todos los ínfimos rumores que unidos constituyen el entero y sinfín rumor del universo: las hormigas con sus relojes de arena subterráneos; las flores con sus cálices nupciales, corintios, jónicos, etruscos, góticos, y con el oro aéreo de su polen, apenas voluptuoso; todo lo capilar de la tierra, césped, las airosas barbas de las enredaderas, la hierbabuena, las plantas salobres o agrias o dulces. Todo lo que musita y late ordenado por la silenciosa música de la vida”.

Narrador de “La hermana enemiga”

En esta detallada descripción encontramos el enorme contraste entre la vida que late en la naturaleza y la muerte en vida que sufre la niña protagonista del cuento. En un sueño, la niña accede a este mundo lleno de belleza y alegría, pero se evidencia ante los ojos del lector que claramente le está vedado por alguna misteriosa razón.

En el sueño mismo ella experimentará una terrible sensación de culpa al dejar caer, accidentalmente, el nido de unas aves que estaba contemplando. Atormentada por su vida real, así como por la intensidad de esta pesadilla, la niña se suicida al despertarse.

“Carmelo sintió algo muy raro y muy triste por dentro, como con ganas de llorar, una soledad inmensa, al darse cuenta de que no disponía de palabras para darse a entender de doña Aquilina; que sus palabras eran otra cosa y siempre serían entendidas en un sentido opuesto en virtud de quién sabe qué extraña y desgraciada maldición que lo perseguiría por toda la vida, tal vez la maldición de ser tan pobre, el más pobre de todos los pobres de que se pudiera hablar”.

Narrador de “El lenguaje de nadie”

Haciéndose eco del punto de vista del protagonista -un indio inocente y honrado del cual se burlan los criollos-, el narrador nos presenta la tristeza profunda de Carmelo. Sin darse cuenta de que en realidad se burlan de él, este se pregunta por la 'extraña' razón, la desgraciada 'maldición' que hace que los demás no le entiendan cuando habla. De esta forma, el autor nos revela con gran dolor y empatía la injusticia y la discriminación social que han sufrido los habitantes de América.

“Ella lo miró con una atención cargada de presentimientos. Ahora lo veía más encorvado y más viejo, pero con ese brillo humilde en los ojos y esa dulzura torpe en los labios que eran como un índice extraño, como un augurio sin nombre. ‘Es un anuncio de la muerte. No puede ser sino la muerte. Pero, ¿cómo decírselo? ¿Cómo darle consuelo? ¿Cómo prepararlo para el pavoroso instante?’”.

Narrador de “Lo que solo uno escucha”

En consonancia con el resto de los cuentos, "Lo que solo uno escucha" nos presenta a un hombre al borde de la muerte. Pero él no lo sabe, en realidad, ya que experimenta la dulce sensación y mejoría que a veces resulta típica del momento previo al deceso. Solo su esposa es capaz de ver en sus ojos la cercanía de la muerte. Las preguntas que se hace la mujer resultan retóricas, ya que no obtienen ni parecen tener respuesta posible. Acaso nunca nos sea dado prepararnos para ese momento final.

“Era curioso verlas a cada una, sucias palomas impuras, en aquellos palomares sórdidos, no todos con escaleras sino muchos de ellos tan solo con unos travesaños clavados en los horcones sobre los que descansaba la casa, quietas y opacas, pero con algo que no era del todo lo que corresponde a una prostituta, cierta cosa no envilecida por completo, tal vez la actitud infantil de jugar como si fuesen chiquillas, o por el contrario, como si se tratara de chiquillas que se habían entregado a la prostitución y aún no estaban seguras, todavía no dominaban de un modo absoluto los secretos del oficio”.

Narrador de “Dormir en tierra”

Nuevamente desde el punto de vista de los marginados, el narrador describe aquí a las prostitutas desde la actitud infantil y la inocencia. En un pueblo donde los obreros quedan sin trabajo y las mujeres desean tener tan solo un plato de comida, las prostitutas no aparecen totalmente envilecidas. De hecho, se las aprecia como mujeres valientes, que pueden desdoblarse de su actividad sexual y mostrar un comportamiento alegre y genuino, como si aún conservaran el aspecto fresco de quien no ha tenido que sucumbir a la bajeza de vender sus cuerpos por dinero.

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