Crimen y castigo

Crimen y castigo Símbolos, Alegoría y Motivos

El último botón de la levita de Mermeládov (Símbolo)

A pesar de que Mermeládov se encuentra en una situación sumamente vergonzosa, Dostoyevski destaca los últimos indicios de dignidad en él: “Vestía una vieja levita negra toda rota y con los botones arrancados. En el único que aún colgaba, se abrochaba la prenda con el claro deseo de salvar las apariencias” (p.77). Mermeládov tuvo un mejor pasar en el pasado, pero ahora su estado es ruinoso, consecuencia del alcoholismo que lo llevó a perderlo todo. El último botón de su levita simboliza, de este modo, sus tiempos de dignidad y prosperidad, cuando aún tenía los ingresos suficientes para mostrarse de un modo decente en sociedad.

La moneda de Raskólnikov (Símbolo)

Raskólnikov recibe un latigazo por parte de un cochero a la salida de la comisaría. Adolorido, se detiene para recuperarse de la conmoción en la calle. En ese momento, una mujer le da una moneda de veinte kopeks como limosna porque se compadece al ver toda la escena. Raskólnikov decide tirar la moneda al río.

La moneda simboliza lo bajo que ha caído Raskólnikov en sociedad: por su ropa ajada y su comportamiento errático, las personas comienzan a creer que es un mendigo o un borracho. Por otra parte, el gesto de tirar la moneda al río simboliza lo que Raskólnikov piensa de sí mismo. A pesar de las circunstancias, él se siente una persona extraordinaria, superior al resto por atreverse a llevar a cabo un plan criminal y salirse con la suya. Finalmente, este gesto replica lo que ha hecho con los objetos que robó en lo de la prestamista: en realidad, el dinero no le importa ni es el móvil de su crimen, solo es una excusa entre las tantas que él se pone a sí mismo.

Los puentes (Motivo)

Varias escenas de la novela suceden en los puentes. Los puentes son parte del paisaje de la ciudad de San Petersburgo y en ese sentido son ineludibles en una novela que trascurre allí.

Pero además, el puente como motivo asociado a la transformación interna, a un cambio de valores o de estadios en un personaje se encuentra muy presente en toda la tradición literaria occidental. Aquí, los puentes reflejan el estado psicológico y emocional de Raskólnikov: el protagonista de la novela está en un constante vaivén en cuando a la toma de decisiones y al tipo de persona que desea ser, por lo que termina estancado en un sitio intermedio. Por momentos, desea acercarse a los otros seres humanos a través de la caridad y el servicio, pero otros momentos solo desea aislarse y vivir incomunicado. Como consecuencia, Raskólnikov se queda a medio camino entre la comunión y la misantropía. Asimismo, por momentos se decide a acabar con todo su sufrimiento y confesar su crimen; no obstante, pronto vuelve a regodearse con la fantasía de que es capaz de engañar a todos. Esa indecisión lo deja nuevamente en un estado intermedio de violentos movimientos antitéticos.

Quizás, el puente más significativo en la vida de Raskólnikov sea el que le permita elegir entre dirigirse hacia la perdición total o la redención. Este se encarna literalmente en un puente de la obra: se trata del que Raskólnikov debe cruzar para ir a asesinar a Aliona, la prestamista< el mismo que luego deber'a atravesar para dirigirse a casa de Sonia y confesar su crimen.

El agua (Símbolo)

El agua es un símbolo recurrente en esta novela. Además, tiene una larga tradición en la cultura occidental, sobre todo debido a la influencia del pensamiento católico, para el cual el agua es un elemento purificador, asociado al bautismo, que puede lavar las manchas y conducir a la redención.

Este aspecto simbólico del agua se presenta en la novela cuando Raskólnikov, en el intento de eliminar las huellas de su asesinato, decide arrojar al río los objetos que ha robado. Aunque su acto tiene como objeto evitar toda prueba física que pueda comprometerlo con la ley, es también una clara manifestación del su deseo de limpiar su alma y su conciencia.

Previo a su crimen, Raskólnikov había soñado que bebía agua clara y fresca en el oasis de un desierto, luego de ver a Lizaveta en la plaza Sennáia y decidirse a cometer el crimen: “Se hallaba en algún lugar de África, en Egipto, en un oasis. La caravana descansaba… En cuanto a él, bebía agua de un arroyo que fluía susurrando, allí mismo, a su lado” (p.141). En el desierto, es agua simboliza la vida y es un claro indicador de la resistencia que siente el propio Raskólnikov ante la inminencia de su propio crimen.

La ropa (Motivo)

La ropa es un motivo recurrente en la obra. No solo sabemos en detalle cómo van vestidos casi todos los personajes, sino que, a veces, sus atuendos son un tema de conversación o de conflicto.

Al principio, Raskólnikov se siente avergonzado del estado de su ropa. De hecho, deja de dar clases porque no tiene botas sin agujeros para presentarse ante sus alumnos. Además, su sombrero está roto y no coincide con la moda actual, por lo que llama la atención y lo avergüenza. De hecho, uno de los modos en los que Razumijin intenta ayudar a su amigo a salir de su enfermedad es regalándole un ajuar completo.

En este mismo sentido, una de las escenas más conmovedoras de la novela, cuando Sonia llega al cuarto de los Marmeládov porque su padre ha sido atropellado, vuelve a evidenciar la centralidad de este motivo. Allí, su vestimenta contrasta porque es demasiado colorida y está fuera de lugar (por ejemplo, lleva un parasol a pesar de que es de noche), debido a que está vestida para ejercer la prostitución.

Más aún, una de las principales causas por las que Razumijin despecia a Luzhin es su necesidad de ostentar constantemente su vestimenta. Toda la ropa de Luzhin es nueva y está recién salida del sastre, e incluso llega al punto de portar un par de guantes, sin usarlos, solo para mostrar que los tiene.

En definitiva, el motivo de la ropa le sirve a Dostoyevski para pintar un retrato más completo y realista de los personajes.