Viento del pueblo

Viento del pueblo Resumen y Análisis Primera parte

Resumen

Elegía primera. A Federico García Lorca

Este poema está dedicado a Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español que murió asesinado por las fuerzas franquistas en 1936 en Granada. El informe de la Jefatura Superior de Policía de Granada afirma que Lorca fue condenado por ser socialista, masón y homosexual.

En estos versos, el yo lírico lo imagina atravesando la muerte heroicamente, vestido “en traje de cañón” (p. 3). Luego se lamenta por la tristeza general que se ha impuesto a la hora de su muerte. El yo lírico describe un pozo en el que se esconde frecuentemente para llorar a los muertos queridos. Posteriormente, se dirige en segunda persona a García Lorca, destaca su alegría, su creatividad y su humanidad y afirma que la muerte no podrá callar su voz. A continuación, el yo lírico describe cómo el mundo se resiente cada vez que muere un poeta y, por último, afirma que la agonía le cierra la gargant y siente morirse en cada día de su vida.

Sentado sobre los muertos

El yo lírico expresa metafóricamente que habrá de cantar sus versos sentado sobre aquellos que han muerto en los últimos dos meses. Ruega que su voz tenga la fuerza necesaria para subir a los montes y tronar. Le pide al pueblo que se acerque a él y afirma que ha nacido para cantar las desdichas de los pobres. A continuación, dice que el pueblo está desnudo y hambriento, sometido por los fusiles, y le ruega que no deje de luchar, aun en esas terribles condiciones. Le pide que muera de cara a las balas.

Vientos del pueblo me llevan

El yo lírico afirma que los vientos del pueblo son los que lo arrastran hacia adelante y lo hacen cantar. Él no pertenece a un pueblo de bueyes sumisos ante los leones. Los españoles no se dejan someter. Luego destaca las virtudes de los pobladores de las diferentes zonas de España. A continuación, pide que si ha de morirse sea con la frente en alto, y afirma que espera a la muerte cantando en medio de los fusiles.

El niño yuntero

El yo lírico describe a un niño que ha nacido humillado y esclavizado. Lo compara con una herramienta que ha sido destinada a los golpes. Cuando empieza a vivir, el niño yuntero también empieza a morir. La vida se le presenta como una guerra. No sabe ni siquiera contar sus años. Pasa su tiempo entero trabajando y se alimenta de pedazos de pan duro. El yo lírico expresa el dolor que le causa ver a este pobre niño y se pregunta quién podrá salvarlo: “¿De dónde saldrá el martillo / verdugo de esta cadena?” (p. 12). Pide entonces que ese martillo salga del corazón de los jornaleros que, en su pasado, fueron niños yunteros.

Los cobardes

El yo lírico describe a unos hombres que aparentan ser hombres, fumando y usando barba, pero en realidad son liebres, gallinas o galgos. Son cobardes que en épocas de paz simulan ser valientes, pero huyen cuando escuchan el estruendo de una bala a cien leguas. El yo lírico les pregunta entonces a dónde escaparán si el único lugar al que se puede ir es a la muerte. Les pregunta si no les da vergüenza huir viendo a tantas mujeres que se mantienen allí, serenas, en medio de la guerra. El yo lírico afirma que estos cobardes se merecen un tiro por cada uno de sus dientes y, finalmente, les pide que barran con sus propias nalgas “la mierda que vais dejando / donde colocáis la planta” (p. 14).

Análisis

Viento del pueblo es una obra que nace en las entrañas de la Guerra civil española. Este conflicto bélico se desata el 17 de julio de 1936, cuando una parte de las fuerzas armadas españolas, lideradas por el general Francisco Franco, realiza un golpe de Estado fallido contra el Gobierno electo de la Segunda República. Tras el fracaso de este golpe de Estado, Hitler (mandatario nazi alemán) y Mussolini (mandatario fascista italiano) mandan tropas para colaborar con Francisco Franco. A partir de entonces comienza una guerra encarnizada entre el bando republicano, conformado por diferentes facciones de izquierda, grupos obreros y campesinos; y el bando nacional, también llamado “falangista”, conformado por parte del ejército español, y que cuenta con un importante apoyo de la Iglesia Católica y de la monarquía.

La Guerra civil española dura dos años, ocho meses y quince días, y termina el 1 de abril de 1939 con la victoria de los falangistas. Se estima que murieron 200.000 personas. 110.000 republicanos y 90.000 falangistas. Tras el fin de la guerra, Francisco Franco se convierte en el primer mandatario de España y gobierna hasta que muere en 1975.

Miguel Hernández tiene una participación activa en la Guerra civil española. Apenas esta comienza, en 1936, el autor se alista en el ejército republicano y se afilia al Partido Comunista de España. Hasta entonces, Hernández había escrito dos poemarios (Perito en lunas y El rayo que no cesa) con un tono intimista y sentimental. En plena guerra, Hernández cambia su estilo y comienza a escribir los poemas de Viento del pueblo.

Desde esta obra en adelante, todo lo que escribe Hernández está profundamente atravesado por la situación política de España. Hernández es considerado el autor más importante de la denominada “Generación del 36”, un movimiento literario que se formó en España entre 1936 y 1941. La mayor parte de los escritores de esta generación sufrió en carne propia las consecuencias políticas de la Guerra civil española. Muchos de ellos, como Hernández, fueron censurados, perseguidos y encarcelados. Entre las características fundamentales de la literatura de la generación del 36’ cabe destacar la tematización de los conflictos sociales y la preponderancia del realismo.

Así como Hernández es el autor más importante de la generación del 36’, Viento del pueblo es la obra más representativa de este movimiento. Sus poemas retratan y denuncian la opresión que sufre el pueblo español durante la Guerra civil española. En Viento del pueblo, el mensaje político es más importante que la estética. De hecho, la estética está al servicio del mensaje político.

La obra comienza con una elegía, un poema que se compone en memoria de alguien que ha fallecido o de algún otro acontecimiento triste. En este caso, la elegía está dedicada a Federico García Lorca. A través de estos versos, Hernández destaca, por un lado, el coraje, la alegría y la humanidad de García Lorca. Lo construye como un representante ideal del pueblo español. Como un símbolo del mismo. Además, García Lorca es un poeta que murió asesinado por el franquismo, y esto le permite a Hernández reflexionar sobre el rol del poeta en la sociedad, uno de los temas más importantes de la obra.

Para Hernández, el poeta tiene diversas responsabilidades políticas: por un lado, es aquel que debe propagar y dar a conocer las injusticias que sufre el pueblo; por otro lado, tiene la función de concientizar a los oprimidos y arengarlos a luchar; además, debe celebrar el coraje y la entrega de los que luchan y han dado su vida en la batalla; y, por supuesto, debe luchar también con las armas, no solo con la palabra.

Cabe destacar que Hernández y García Lorca frecuentaban los mismos círculos literarios en Madrid. Ciertos estudiosos de la época afirman que Hernández admiraba a Lorca, pero Lorca no lo toleraba. Le parecía un mal poeta, un hombre que carecía de buenos modales y se le acercaba para obtener prestigio. Entre 1933 y 1935, Hernández le escribe cuatro cartas a García Lorca. Este le responde solamente una, en la que le dice que no le ha contestado las demás cartas porque se encuentra muy ocupado, aunque lo trata con cariño y respeto.

Tras este primer poema dedicado a Lorca, aparece el poema “Sentado sobre los muertos”. Aquí, nuevamente, el yo lírico destaca su labor como poeta. Deja en claro que la muerte que lo rodea no apagará su canto, sino todo lo contrario. Su voz, más que nunca, debe tener vigor para ser escuchada por el pueblo español. El poeta se construye a sí mismo como un líder de masas. Se asemeja a un general que tiene el poder de convocar a sus seguidores para que luchen junto a él.

En este poema, además, el yo lírico se presenta como alguien perteneciente al pueblo. Afirma que él ha nacido en medio de la pobreza y la desdicha. Eso es lo que le da el derecho de cantar y convocar a la lucha a sus hermanos oprimidos.

Tal como señalamos en la sección Temas, durante toda la obra el pueblo aparece como una figura romantizada por Hernández. Se presenta como un conjunto uniforme de personas solidarias, llenas de amor y coraje. No hay fisura alguna en el pueblo, sino que el yo lírico lo idealiza al punto de creerlo capaz de vencer a los opresores aun sin contar con los medios adecuados. Como si las virtudes espirituales compensaran las carencias materiales, Hernández insta a pelear al pueblo aunque este no tenga armas. Lo insta a luchar usando sus puños y a morir “con el pecho ante las balas” (p. 8).

En cuanto al tercer poema de esta sección, vale decir de que de él surge el título de la obra: “Vientos del pueblo me llevan”. En este poema, Hernández utiliza varios símbolos que serán recurrentes dentro del poemario.

En primer lugar, debemos considerar la figura del viento, que funciona en el total de la obra como un símbolo de la fuerza y el arrojo. Tanto el título del poema como su primer verso homónimo dan a entender que la fuerza y el arrojo del yo lírico, para luchar y cantar, provienen del pueblo.

Por otro lado, tenemos las presencias simbólicas de los bueyes y los leones:

Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa (p. 9).

Como podemos apreciar, los bueyes funcionan dentro de Viento del pueblo como un símbolo de la sumisión, mientras que los leones son tanto un símbolo de la tiranía como uno de la violencia (en otras ocasiones, veremos, los leones son símbolo de coraje. Tras ello, el yo lírico afirma que su pueblo no es un pueblo de bueyes y nombra meticulosamente a las diferentes poblaciones de España destacando a cada una de ellas por alguna virtud de su personalidad. Por ejemplo, elogia a los asturianos por su braveza, a los valencianos por su alegría y a los catalanes por su firmeza. De esta manera, el yo lírico se dirige a toda España para pedirle unión ante los opresores.

En el cuarto poema, Hernández elige un actor social específico: el niño yuntero. Este niño es una víctima absoluta del sistema, obligado a trabajar en condiciones de esclavitud desde que nace y alimentado a base de pan duro. Hernández modifica aquí su estrategia para conmover al pueblo y conducirlo a la lucha: en lugar de dar cuenta de la gravedad del conflicto por cantidad, aludiendo a la enorme cantidad de muertos y crueldades que llevan a cabo los opresores, muestra un caso puntual, es tan terrible en sí mismo que debería bastar para conmover al pueblo. Además, sobre el final apunta a conmover directamente a los jornaleros, de quienes dice que “antes de ser hombres son / y han sido niños yunteros” (p. 12).

El quinto poema es uno de los más directos y agresivos del poemario. Es el único poema en el que Hernández no se dirige a su pueblo combativo o a los opresores, sino a un tercer actor social: los hombres imparciales. El yo lírico considera que aquellos hombres que no participan activamente de la resistencia son unos cobardes. En Viento del pueblo no hay medias tintas: o se es víctima o se es verdugo. No existe la posibilidad de que haya personas que estén en desacuerdo tanto con los franquistas como con los republicanos, y que por eso no luchen. Los imparciales que no luchan contra el franquismo son cobardes y se merecen el mismo desprecio que los franquistas. El lenguaje con el que el yo lírico se dirige a ellos es llano e incluso escatológico. Los llama “cacas”, dice que el miedo les alborota del ano y que deberían usar sus nalgas como escoba para barrer sus propias heces. Dice, además, que se merecen un tiro por cada diente.

Algo interesante a destacar, que aparece en este poema por primera vez, pero se repite a lo largo del poemario, es la diferenciación de género que hace el yo lírico. En este caso, por ejemplo, los cobardes son los hombres. La mujer no puede ser considerada cobarde porque en su esencia está el hecho de tener miedo. Por eso, el yo lírico les pregunta a los cobardes:

¿No os avergüenza mirar
en tanto lugar de España
a tanta mujer serena
bajo tantas amenazas? (p. 13).

Lo que se da a entender aquí es que la mujer serena es una extrañeza. A los hombres cobardes les debería dar vergüenza que haya mujeres que están serenas mientras ellos tienen miedo. Esta diferenciación patriarcal de género, en la que el hombre es considerado esencialmente valiente y adecuado para el combate, mientras que la mujer es considerada esencialmente cobarde e inadecuada para ello, se mantendrá a lo largo de todo el poemario.