Poemas de Gabriela Mistral

Poemas de Gabriela Mistral Resumen y Análisis Desolación

Resumen

Desolación, el primer poemario de Gabriela Mistral, se publica en Nueva York en 1922. La autora dedica esta obra a Pedro Aguirre Cerda, importante político chileno, reconocido sobre todo por su labor en educación. Si bien la obra se publica cuando la autora cuenta con veintitrés años, la mayor parte de los poemas los escribió diez años antes, entre sus trece y sus quince años.

En su mayoría, los poemas están compuestos por versos dodecasílabos (de doce sílabas) y predomina una rima consonante.

La obra cuenta con cinco secciones. He aquí un detalle de cada una:

Vida

Las temáticas dominantes de esta sección son la religión, la tristeza y la muerte, y predomina en ella un tono existencialista.

Entre los poemas más representativos de esta sección se encuentra “El pensador de Rodin”. En este poema, Mistral toma como punto de partida la escultura El pensador del escultor francés Auguste Rodin. A través de sus versos construye la idea de que este personaje está cavilando sobre la proximidad de la muerte y el fin de su existencia.

Escuela

Tal como lo indica su nombre, los poemas de esta sección están ligados a la escolaridad de los niños.

Dos de los poemas más representativos de esta sección son “La maestra rural” y “El corro luminoso”. En “La maestra rural”, Mistral construye la figura de una maestra pobre y abnegada que da la vida por educar a las niñas. En “El corro luminoso” vemos cómo esa maestra recibe un cariño infinito por parte de esas niñas a las que educa.

Infantiles

Aquí, Mistral aborda un tema clásico de su literatura: la infancia.

Uno de los poemas más importantes de esta sección es “Manitas”. Este poema está dedicado a las manos de los niños que deben pedir limosna para sobrevivir.

Dolor

En esta sección predominan los poemas románticos, en los que el yo lírico expresa su angustia generada por el desamor. Aquí, Mistral incluyó sus premiados “Sonetos de la muerte”.

Entre los poemas destacados de esta sección están “El amor que calla”, “Éxtasis”, “Balada” y “Coplas”. En “El amor que calla”, Mistral lamenta no poder transmitirle su amor a un hombre insensible. En “Éxtasis”, el yo lírico se dirige a Cristo para pedirle que termine con su vida, ya que ha terminado una relación amorosa y no le encuentra sentido alguno a vivir. En “Balada”, el yo lírico se lamenta porque su amado está con otra persona, con la que vivirá por toda la eternidad. En “Coplas”, por su parte, el yo lírico se lamenta porque su cobardía no le permite confesar su amor y eso lo condena a estar en soledad.

Naturaleza

Tal como lo indica su título, en esta sección aparecen varios poemas dedicados a diferentes paisajes y elementos de la naturaleza.

Entre los poemas que forman parte de esta sección caben destacar “Desolación”, poema que le da título al libro y en el que el yo lírico describe un paisaje inhóspito de la Patagonia chilena; “Árbol muerto”, en el que el yo lírico afirma que un árbol muerto es buscado por las raíces de los árboles aledaños con “angustia humana” (Tomo I, p. 197); y “El Ixtlazihuatl”, poema dedicado al volcán mexicano homónimo, al que el yo lírico afirma llevar en su corazón.

Análisis

Desolación, la primera obra poética de Gabriela Mistral, se enmarca dentro del movimiento literario llamado “modernismo latinoamericano”. El modernismo latinoamericano nace en Nicaragua en la década de 1880 y tiene una enorme influencia en la poesía del continente hasta la segunda década del siglo XX, cuando comienza a caer en desuso. Su máximo exponente es el escritor nicaragüense Rubén Darío, a quien Mistral afirma haber leído con devoción. El modernismo latinoamericano es una recapitulación y una mezcla de tres corrientes literarias europeas: el romanticismo, el simbolismo y el parnasianismo. El romanticismo es una corriente nacida en el siglo XVIII que se caracteriza principalmente por la expresión exaltada de los sentimientos; el simbolismo nace a principios del siglo XIX, y es un movimiento oscuro, que percibe el universo como un misterio al que se debe descifrar a través de los símbolos; el parnasianismo, por su parte, también nace en el siglo XIX, y se caracteriza por desligar al arte de cualquier tipo de compromiso social y político.

Entre las características más importantes del modernismo latinoamericano destacan el culturalismo, la ruptura de la métrica, la expresión de las pasiones internas y la valoración de lo nativo. Veamos entonces cómo estas características aparecen en la primera obra poética de Gabriela Mistral.

Comencemos por el culturalismo, término que alude al uso constante de referencias culturales y palabras propias de un léxico refinado. El culturalismo se hace presente de inmediato en Desolación, cuyo primer poema se llama “El pensador de Rodin”. Dice:

Con el mentón caído sobre la mano ruda
el Pensador se acuerda que es carne de la huesa
carne fatal, delante del destino desnuda,
carne que odia la muerte, y tembló de belleza.
(…)
Se hiende como la hoja de otoño, al Señor fuerte
que le llama en los bronces… Y no hay árbol torcido
de sol en la llanura, ni león de flanco herido,
crispados como este hombre que medita en la muerte (Tomo I, p. 51).

Este poema está enteramente constituido a partir de una referencia cultural. El pensador es una de las esculturas más famosas de Auguste Rodin. Consiste en la figura de un hombre que se encuentra pensando con el mentón apoyado sobre el dorso de su mano. En “El pensador de Rodin”, Gabriela Mistral da a entender que el pensador está cavilando sobre su muerte. Como vemos, conocer la referencia cultural es fundamental para poder apreciar y comprender el poema en profundidad. Algo similar sucede con “La cruz de Bistolfi”, poema que alude a otra escultura (en este caso creada por el italiano Leonardo Bistolfi); pero también con “Canciones de Solveig”, poema que alude a una serie de composiciones musicales clásicas creadas por Peer Gynt; y “Ruth”, poema que alude a un personaje bíblico. Todos ellos son ejemplos del uso del culturalismo en este primer poemario de Gabriela Mistral.

Veamos ahora qué sucede con la métrica. El poema citado previamente tiene, a priori, la forma de un soneto. Está conformado por cuatro estrofas, de las cuales las primeras dos tienen cuatro versos, y las últimas dos tienen tres. La rima, tal como en los sonetos clásicos, es consonante. La métrica de la mayoría de los versos es de catorce sílabas. Es decir, son versos alejandrinos.

Hasta aquí, todo responde a la forma clásica de un soneto. Sin embargo, si analizamos con detenimiento descubriremos que en medio de los versos alejandrinos aparecen algunos versos que no se adaptan a esta métrica. Por ejemplo: “Se/ hien/de/ co/mo/ la/ ho/ja /de/ o/to/ño/ al/ Se/ñor/ fuer/te” y “cris/pa/dos/ co/mo/ es/te/ hom/bre/ que/ me/di/ta/ en/ la/ muer/te” son versos de diecisiete sílabas. Para que estos versos tengan la métrica alejandrina deberían ser leídos ignorando los hiatos, como se conoce en poesía a la separación de las sílabas en el lugar en que coinciden determinadas vocales. En suma, Mistral, a la usanza del modernismo latinoamericano, utiliza de base una forma clásica como el soneto, pero introduce rupturas formales en la métrica que obedecen a construir un sonido y un ritmo propios.

La tercera característica del modernismo latinoamericano que tiene una fuerte presencia en Desolación es la expresión de las pasiones internas. Veamos un ejemplo:

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro!
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho (“El amor que calla”, Tomo I, p. 148).

Este poema pertenece a la sección “Dolor”. En él, el yo lírico expresa, precisamente, su dolor por amar a un hombre que, por su insensibilidad masculina, no es permeable a sentir dicho amor. El yo lírico se lamenta por no poder odiar a ese hombre. Cree que si pudiera odiarlo y transmitirle dicho odio a través de duras palabras (“alaridos”), él al menos sentiría algo. Hemos dicho previamente que el modernismo latinoamericano es una confluencia de distintas corrientes literarias, de las cuales una es el romanticismo. Sin dudas, la esencia de este poema es romántica. La demostración trágica de los sentimientos (sobre todo del amor), la exaltación de la fantasía y la imaginación, la atracción por la muerte y la soledad, y la idea de que la belleza se halla ligada a lo terrible son algunas de las características de este movimiento, heredadas luego por el modernismo latinoamericano y presentes en este poema de Mistral y en muchos otros del libro.

Por otra parte, la valoración de lo nativo es otra característica del modernismo latinoamericano que no solo es fundamental en Desolación, sino en toda la obra de Mistral. De hecho, el Premio Nobel le fue otorgado a la autora por “su obra lírica que inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano” (2018). Gabriela Mistral es considerada una de las primeras poetas abocadas a darle una entidad literaria al continente sudamericano. En Desolación, dedica una sección entera, llamada “Naturaleza”, a describir precisamente la naturaleza del sur de Chile.

En esta línea, el poema “Desolación”, que le da título al libro, describe un crudo paisaje patagónico a través de los siguientes versos:

Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa;
miro crecer la niebla como el agonizante,
y por no enloquecer no cuento los instantes
porque la noche larga ahora tan solo empieza (Tomo I, p. 195).

Tal como se ve en los versos citados, la descripción de la naturaleza nativa se presenta con el tono trágico y existencialista que atraviesa toda la obra.

Además de las características que enmarcan a Desolación como una obra perteneciente al modernismo latinoamericano, otras cualidades de este primer poemario de Mistral serán fundamentales en toda su obra poética: el fervor religioso, la tematización de lo escolar y la tematización de lo infantil son algunas de ellas.

En cuento al primer punto, cabe mencionar que Gabriela Mistral, además de ser católica, fue una gran estudiosa de la Biblia. La religión aparece de manera recurrente en Desolación, aunque de diferentes formas. Por un lado, el yo lírico suplica o invoca a Dios y a Cristo en numerosos poemas. En “Éxtasis”, por ejemplo, dice:

Ahora, Cristo, bájame los párpados,
pon en la boca escarcha,
que están de sobra ya todas las horas
y fueron dichas todas las palabras (Tomo I, p. 149).

Más aún, diferentes pasajes de la Biblia sirven de base para múltiples poemas de la obra. En “Al oído de Cristo”, el yo lírico describe el calvario de Jesucristo en la cruz:

¡Garfios, hierros, zarpas, que sus carnes hiendan
tal como se hienden quemadas gavillas;
llamas que a su gajo caduco se prendan,
llamas de suplicio: argollas, cuchillas! (Tomo I, p. 54).

Mistral, además, utiliza un lenguaje religioso a lo largo de toda la obra. Incluso en poemas que no ponen el foco en la religión, aparecen símbolos, parábolas y sintagmas bíblicos. Por ejemplo, en “Himno al árbol”, el yo lírico, en segunda persona del singular, como si estuviera rezando un padre nuestro, se dirige así al árbol:

Hazme piadoso hacia la escoria
de cuyos limos me mantengo
(…)
Haz que revele mi presencia
en las praderas de la vida” (Tomo I, p. 108).

Detengámonos ahora en la tematización de lo escolar. Gabriela Mistral, además de ser reconocida como poeta, fue y es considerada una prominente educadora. De hecho, dedicó gran parte de su vida a la docencia, fue maestra en escuelas rurales de diferentes zonas de Chile y trabajó en México en la campaña educativa del presidente José Vasconcelos para democratizar la educación.

Esa faceta de educadora tiene una importantísima presencia en toda la obra poética de Gabriela Mistral. En Desolación en particular le dedica una sección denominada “La escuela”. Esta sección cuenta con tres poemas: “La maestra rural”, “La encina” y “El corro luminoso”. Los primeros dos poemas se caracterizan por destacar el esfuerzo y la entrega de las maestras. Este esfuerzo es presentado con el tono trágico que caracteriza el total de la obra:

La maestra era pobre. Su reino no es humano
(Así en el doloroso sembrador de Israel).
Vestía sayas pardas, no enjoyaba su mano,
¡y era todo su espíritu un inmenso joyel!

La maestra era alegre. ¡Pobre mujer herida!
Su sonrisa fue un modo de llorar con bondad.
Por sobre la sandalia rota y enrojecida,
tal sonrisa, la insigne flor de su santidad (Tomo I, p. 91).

Como hemos dicho previamente, el lenguaje religioso y las alusiones a La Biblia atraviesan toda la obra de Mistral. Aquí, por ejemplo, en la primera estrofa de este poema dedicado a la escolaridad, el yo lírico destaca el sacrificio realizado por la maestra aludiendo a la parábola bíblica de Jesús denominada “Parábola del sembrador”.

El tercer poema de la sección “La escuela” no hace hincapié en el sufrimiento del docente, sino en el rédito que este obtiene de su entrega: el amor y la felicidad de los niños. Sufrimiento y goce son los dos sentimientos extremos que caracterizan los poemas escolares de Mistral. La educación entonces se presenta en su obra como una labor religiosa que precisa de sacrificio y entrega dicha plena. Así dice el yo lírico en “El corro luminoso”:

Corro de las niñas,
corro de mil niñas
a mi alrededor:
¡oh Dios, yo soy dueña
de este resplandor! (Tomo I, p. 95).

Por último, en la sección “Infantiles”, Mistral despliega otro tipo de poética que se volverá fundamental en toda su obra (tanto que varios de los poemas de esta sección reaparecen en otros poemarios). Utilizando un tono por momentos infantil, por momentos solemne y grave, elabora poemas en los que aborda el sufrimiento de los niños (sobre todo a causa de la pobreza), la presencia de la religión en la infancia, y destaca el cuidado y la conexión de los niños con la naturaleza. Veamos un ejemplo:

Manitas de los niños,
manitas pedigüeñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.

Manitas de los niños
que hacia el árbol se tienden,
por vosotros los frutos
se encienden (“Manitas”, Tomo I, p. 103).

Mistral combina el tono infantil, que aparece en el diminutivo “manitas”, con el tono grave que denuncia que dichas manos de niños se encuentran en condición de pobreza, pidiendo limosna. En realidad, estas manos deberían ser dueñas de los valles del mundo y dan vida a la naturaleza. El constante señalamiento de las injusticias y las inclemencias sufridas por los niños es uno de los valores que se destacan de toda la obra poética de Gabriela Mistral. En próximas secciones, veremos como este tópico vuelve a presentarse en otros poemarios.