Poemas de Antonio Machado

Poemas de Antonio Machado Resumen y Análisis Poemas de Abel Martín

Resumen

“Muerte de Abel Martín

Este poema tiene un epígrafe de Juan de Mairena, el otro heterónimo creado por Machado. Allí, Mairena habla acerca de las últimas palabras de Abel Martín. El poema está narrado en tercera persona del singular. La primera parte sitúa a Abel Martín, en una tarde, en la que alrededor de él los niños gritan. Martín le ruega a Dios que lo libere del griterío y lo lleve hacia la Nada. En la segunda parte, un ángel, que sabe lo que Martín ruega, aparece. Martín le da su dinero. Se siento solo. En la tercera parte, Abel ve a la muerte. Le agradece la compañía que le hizo. La muerte quiere sonreírle, pero no sabe cómo hacerlo. En la cuarta parte, Martín reflexiona acerca de su vida y sus creaciones poéticas. En la quinta parte, finalmente, Martín le ruega a Dios que termine con la espera y haga llegar su muerte; cosa que sucede. Cada parte está constituida por diferentes cantidades de estrofas y versos. Estos son, en su mayoría, endecasílabos, y la rima es consonante. Este poema fue publicado en De un cancionero apócrifo en 1926.

“Últimas lamentaciones de Abel Martín”

Este poema está en primera persona del singular. El yo lírico (y ficticio autor) es Abel Martín. Martín comienza narrando un sueño en el que mantiene un diálogo con su yo de la juventud. Luego aparecen imágenes de su infancia. Después, el yo lírico, ya fuera del relato de su sueño, le habla al Tiempo. Afirma que este lo acompaña en su vida, tejiendo esperanzas e impaciencias. Finalmente, siente que ha llegado su hora de la muerte, y le pide a la Naturaleza poder estar en paz. Los versos impares son heptasílabos y los pares, endecasílabos. La rima es, en su mayoría, consonante. Este poema fue publicado en De un cancionero apócrifo en 1926.

“Al gran cero”

Este poema está atribuido a Abel Martín. Está narrado en tercera persona del singular. Es una reflexión acerca de la creación de la nada por parte del Ser, y una celebración a esa nada a la que llama “gran cero”. Este poema tiene la forma de un soneto: está dividido en cuatro estrofas, las dos primeras de cuatro versos y las dos últimas de tres versos. La métrica es endecasílaba y su rima es consonante. Fue publicado en De un cancionero apócrifo en 1926.

“Los complementarios”

El poema describe, en tercera persona del singular, a un hombre que sueña que está acostado sobre el pecho de su amada. Dentro de su sueño, le grita a su amada que despierte, pero entonces despierta él y advierte que está solo. El primer verso es heptasílabo, y el resto son endecasílabos. La rima es consonante. Este poema fue publicado en De un cancionero apócrifo en 1926.

“Siesta”

Este poema está dedicado a la memoria de Abel Martín y fue publicado en en De un cancionero apócrifo en 1926. El yo lírico, en tercera persona, pide que se honre al dios de la distancia y de la ausencia, al Señor que creó la Nada. Los versos son endecasílabos y la rima es consonante.

Análisis

Como hemos visto en los análisis previos, la poesía de Machado se caracteriza por la sencillez de su lenguaje y de sus imágenes. La profundidad de sus versos no radica en una escritura críptica, difícil de comprender. De hecho, si bien las perspctivas filosóficas de su poesía existencial pueden deducirse al analizar un conjunto de poemas, no es necesario conocer a la perfección estas perspectivas para la comprensión de dichos poemas.

De hecho, Machado tenía una importante formación filosófica, pero en gran parte de su obra se vedó a sí mismo la posibilidad de plantear sus conocimientos o intereses filosóficos en su poesía. La búsqueda de la sencillez, que era un mandato para el autor, condicionó esta posibilidad. Hasta que, en 1926, Machado resuelve este dilema a través de la creación de dos heterónimos: Abel Martín y Juan de Mairena.

Un heterónimo es un nombre falso adoptado por un autor y utilizado para publicar determinadas obras. Los autores de carne y hueso suelen otorgarle a sus heterónimos un carácter y un modo propio de pensar la vida y el arte. Los heterónimos creados por Machado tienen varias características en común: son sevillanos (como el mismo Machado), son docentes de filosofía, y son escritores. Sus obras literarias, al contrario de lo que sucede con Machado, están atravesadas por los planteos filosóficos. Aquí, entonces, Machado, bajo otro nombre, se atreve a publicar poemas complejos, crípticos, que ponen en primer lugar el planteo filosófico, por sobre la sencillez de los versos.

En esta guía, nos centraremos en la figura de Abel Martín (tanto en poemas escritos por él como en poemas escritos sobre él) ya que su obra es, precisamente, poética. La obra de Juan de Mairena, por el contrario, es prosaica (en la sección “Otro” de esta misma guía puede encontrarse una revisión sobre la obra de Mairena y más datos acerca de la construcción de estos heterónimos). Algunas reflexiones de Mairena sobre la poesía y la filosofía de Martín nos serán útiles para clarificar algunos conceptos complejos.

Empecemos, entonces, revisando brevemente quién fue Abel Martín, cuál fue la vida y la historia ficticia que le creó Machado: Abel Martín nace en Sevilla en 1840. Es poeta y filósofo. En 1896, junto a Mairena (de quien fue mentor), se compromete en el proyecto de fundar una Escuela Popular de Sabiduría Superior en Sevilla. Allí, él estaría a cargo de una cátedra de Metafísica. Sin embargo, en 1898, en un viaje realizado a Madrid para formar parte de un tribunal de Filosofía, muere a causa de un problema hepático. Su obra consta de cuatro tratados filosóficos: "Las cinco formas de la objetividad", "De lo uno a lo otro", "Lo universal cualitativo", y "De la esencial heterogeneidad del ser" (estas obras no fueron publicadas realmente, son parte de la biografía ficticia, y algunos fragmentos se encuentran en las obras enumeradas en el párrafo siguiente). Además de estos tratados, Martín, por supuesto, escribió numerosos poemas que reunió en un poemario llamado Los complementarios y fue publicado en 1884 (esto es, por supuesto, ficticio).

¿Cuándo aparece Martín en la obra de Machado? En 1926, en la obra llamada De un cancionero apócrifo (de la que extraemos los poemas que analizamos en esta sección). En esta obra, hay poemas escritos por Martín, reflexiones de Mairena sobre la poesía de Martín, y otros poemas que, al referirse a Martín en tercera persona o narrar su muerte, no pueden haber sido escritos por él mismo. Estos poemas son adjudicados, entonces, al autor de carne y hueso, Machado. Luego, en la obra llamada Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, publicada en 1936, aparecen algunos fragmentos poéticos de Martín. También en Los complementarios, obra póstuma, publicada en 1957 (que no debe confundirse con la obra ficcional de Martín), aparecen otros poemas inéditos del autor. Es importante destacar que, en varios casos, los textos que aparecen en cada una de estas obras habían sido previamente publicados por Machado en periódicos o revistas volviendo muy difícil de rastrear el año de publicación de cada poema o fragmento.

Hecha esta introducción biográfica, podemos ingresar al análisis de la obra de Machado firmada con el nombre de Martín. Hemos dicho que su característica principal es la prevalencia del pensamiento filosófico. Ahora bien, ¿cuáles son las características de ese pensamiento filosófico que aparece en sus versos?

En primer lugar, Martín le da una gran importancia al concepto de la Nada. En su obra poética, la Nada (a la que nombra con mayúscula) es considerada la creación sustancial más importante del universo. Dentro de su concepción, la Nada es una creación de Dios, es una creación divina. Así lo vemos, por ejemplo, en “Siesta”: “Con la copa de sombra bien colmada/ con este nunca lleno corazón/ honremos al Señor que hizo la Nada/ y ha esculpido en la fe nuestra razón” (p. 196). “Al gran cero”, por su parte, comienza con estos versos: “Cuando el ser que es hizo la nada/ y reposó, que bien lo merecía/ ya tuvo el día noche, y compañía/ tuvo el hombre en la ausencia de la amada” (p. 181).

Juan de Mairena reflexiona acerca del concepto de la Nada de su mentor Martín afirmando que para él no existe ningún problema en lo que es, sino que solo lo que no es puede ser un problema. La Nada es la solución a este problema, dado que es concebida por Martín como un “algo”, que puede cambiar de forma. En “Al gran cero”, por ejemplo, la Nada acompaña al hombre que no está con su amada reemplazándola. El hombre no está solo, está con la Nada (que tiene la forma de su amada).

En “Siesta”, por su parte, aparece la afirmación de que la aparición de la Nada significa la aparición de la razón en el hombre de fe. La Nada es un concepto racional que le da al hombre la posibilidad de entender la ausencia. El hombre sin su amada de “Al gran cero” estaría verdaderamente solo, si no conociera el concepto de la Nada y no comprendiera, entonces, que en ese momento su amada es la Nada que lo acompaña, existe en el vacío, es una creación “increada”. En “Muerte de Abel Martín”, el yo lírico cita estas palabras de Martín: “A fin, solo es creación tu pura nada/ tu sombra de gigante/ el divino cegar de tu mirada” (p. 208).

Otro tema, íntimamente relacionado con la Nada, que aparece recurrentemente en los poemas de Martín (y los poemas sobre él) es la muerte. Más precisamente, su muerte. El interés por la muerte de Martín nace, precisamente, de su relación con la Nada: ¿cómo recibe su muerte aquel que concibió, durante su vida, a la Nada como la esencia de la existencia?

En “Muerte de Abel Martín”, el yo lírico afirma que Abel, antes de su fallecimiento exclamaba: “Antes me llegue, si me llega, el Día/ la luz que ve, increada/ ahógame esta mala gritería/ Señor, con las esencias de tu Nada” (p. 209). En este caso, la muerte aparece como un consuelo. Martín, en este poema, está cansado de los gritos de los niños que merodean alrededor del campanario. La Nada es el silencio, es lo que lo alejará definitivamente del mundo material, llevándolo hacia lo esencial.

La muerte, además, es la Nada que acompaña al ser durante toda su existencia. Su llegada, en realidad, no existe, ya que ella aparece en el mismo momento del nacimiento del ser. Es decir, una vez que el ser nace, comienza a morir. Por eso, en “Muerte de Abel Martín”, Martín le dice a la muerte: “Te quiero mirar y agradecerte/ lo mucho que me hiciste compañía/ con tu frío desdén” (p. 208).

Otro concepto clave en la poesía de Abel Martín es de la multiplicidad del ser. Este no solo aparece en sus versos, sino que Machado le adjudicó a Martín una obra (ficticia, inexistente) que se llama, precisamente "De la esencial heterogeneidad del ser". Según explica Juan Mairena, Martín concibe al yo como múltiple. Esta concepción nace de la certeza de la soledad del yo, la imposibilidad de estar con el Otro (ya sea Dios o su amada), y de su esencia cambiante. El yo, entonces, convive solamente con él mismo, pero de manera múltiple: convive con aquel que fue, con el que es y que no deja de cambiar, y con los Otros que son inalcanzables. Esta concepción es muy similar a la que aparece en poemas existenciales de Machado como “Caminante, no hay camino”.

En “Últimas lamentaciones de Abel Martín” (otro poema que pone en escena la muerte del poeta), Martín narra un sueño en el que dialoga con su yo de la juventud, evidenciando esta convivencia interior entre su yo del pasado y su yo del presente: “Era mi cuerpo juvenil, el que subía/ de tres en tres peldaños la escalera./ -Hola, galgo de ayer (...)/ -¿Tú conmigo, rapaz?/ -Contigo, viejo” (p. 195).

Por su parte, en “Los complementarios”, vemos con claridad cómo la soledad del yo, esa imposibilidad de estar con su amada, se manifiesta, justamente, en la multiplicidad del yo, que dentro de su mente está junto a ella: “Gritó, en sueños: ‘¡Despierta, amada mía!’/ Y él fue quien despertó; porque tenía/ su propio corazón por almohada” (p. 178). Al respecto de este poema, Juan de Mairena afirma que Martín piensa en la existencia de un gran ojo que todo lo ve al verse a sí mismo. Es decir, el yo es múltiple porque incluso las otras personas habitan dentro de él, en su conciencia. La Nada que acompaña al yo es, como hemos visto aquí y en “Al gran cero”, la amada que está junto al hombre cuando no está con él. Es el yo que, en su conciencia, es también su amada ausente.