Poemas de Antonio Machado

Poemas de Antonio Machado Citas y Análisis

¡Alegría infantil en los rincones

de las ciudades muertas!

Y algo nuestro de ayer, que todavía

vemos vagar por estas calles viejas.

Yo lírico, "La plaza y los naranjos encendidos", p. 5.

En el análisis de la cita previa, hemos afirmado que dentro del yo lírico machadiano conviven aquel que fue con el que es.

Necesariamente esta concepción del ser debe afectar la concepción del tiempo. Si el ser es también lo que fue, aquello que lo rodea también debe serlo. Como vemos en la cita, no importa que el tiempo haya pasado, la alegría infantil sigue viva pese a que las ciudades estén muertas. El ayer del yo lírico sigue vagando en las calles.

Es como si todos los tiempos fueran uno solo y el yo lírico pudiera captar esa convivencia simultánea entre los diferentes momentos. En Machado, no hay una jerarquía superior del presente en relación al recuerdo. La alegría de la infancia sigue siendo aunque en el presente la ciudad esté muerta porque, en definitiva, nada muere ni desaparece mientras es recordado y, por ende, vivido.

Una tarde parda y fría de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Yo lírico, "Recuerdo infantil", p. 6.

Una característica particular de los poemas machadianos acerca de España es la construcción de imágenes fijas. La poesía de Machado construye distintas representaciones de su tierra natal como si fueran cuadros. El yo lírico, desde una posición estática, observa o recuerda determinado paisaje o situación y lo describe en profundidad. Los paisajes o las costumbres españolas, en los versos de Machado, no están sometidas a los cambios por el paso del tiempo.

“Recuerdo infantil”, por ejemplo, se propone fijar un cuadro costumbrista de España. Los alumnos están aprendiendo la lección mientras llueve, en una tarde monótona. El yo lírico construye su recuerdo de manera circular, comenzando y terminando el poema con los cuatro versos citados. Así busca el efecto de que la imagen llegue al lector como algo que no deja de suceder, que se repite infinitamente, que representa, por lo tanto, de manera definitiva la situación de ir a clases. No solo es un poema, es un cuadro, una imagen consolidada.

El viento me ha traído

tu nombre en la mañana

el eco de tus pasos

repite la montaña.

Yo lírico, "Amada, el aura dice", p. 11.

En esta cita aparece una de las características clásicas del modernismo de Machado: la evocación a los paisajes naturales como reflejo del estado de ánimo del yo lírico. En este poema, precisamente, el yo lírico extraña la presencia de su amada y ese anhelo aparece en las acciones del viento y de la montaña, que traen su nombre y hacen sonar sus pasos.

Esta característica de la poética de Machado será heredada por importantes poetas de generaciones posteriores como, por ejemplo, Pablo Neruda.

Así voy yo, borracho melancólico

guitarrista lunático, poeta

y pobre hombre en sueños

siempre buscando a Dios entre la niebla.

Yo lírico, "Es una tarde cenicienta y mustia", p. 43.

Uno de los aspectos más importantes de la poesía existencialista de Machado es el de la multiplicidad del ser. El yo lírico de Machado nunca es un sujeto definido, sino que su ser va cambiando a lo largo del recorrido (o de los recorridos) de su vida. Se encuentra en una búsqueda constante de sí mismo, con la certeza paradójica de que cuando se encuentre, ya será otro.

En esta cita, esto se ve reflejado en los múltiples modos en los que el yo lírico se concibe a sí mismo: borracho melancólico, guitarrista, poeta, pobre hombre en sueños. E incluso, antes del comienzo de esta enumeración, el yo lírico se compara con un perro y con un niño. Esta convivencia múltiple dentro de su ser lo lleva hacia la desesperación y la búsqueda de alguna certeza, la búsqueda de Dios.

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Yo lírico, "Caminante, no hay camino", p. 106.

Este verso es, sin dudas, el más conocido del autor. Esto no se debe solamente a la popularización que le otorgó la canción de Joan Manuel Serrat, sino a que en él puede encontrarse prácticamente una síntesis del pensamiento machadiano.

En la poesía del autor, el camino es el símbolo que aparece con mayor frecuencia. Simboliza el curso de la vida: la que se va dejando atrás y la que está por delante. Por supuesto, el camino aparece siempre ligado al caminante, aquel que vive.

En este verso, Machado propone que para aquel que vive no hay una senda trazada, no hay un destino, sino que ese destino se va conformando al vivir.

Este postulado es rupturista dentro de la época del autor, en donde aún prevalecía la idea romántica del destino, lo esencial del ser y lo inmutable. Además, este postulado va ligado a otro, que también es rupturista: así como el destino no es uno, previo, sino que se va configurando, el ser tampoco es uno, sino que se va construyendo, mutando y multiplicando a lo largo de su vida. Dentro del yo lírico machadiano conviven aquel que fue, el que es, y el que sueña y soñó ser. Aquel que recorrió tal camino, aquel que recorrió tal otro, y aquel que está caminando en el tiempo presente.

Era mi cuerpo juvenil, el que subía

de tres en tres peldaños la escalera.

-Hola, galgo de ayer (...)

-¿Tú conmigo, rapaz?

-Contigo, viejo.

Yo lírico, "Últimas lamentaciones de Abel Martín", p. 195.

Un concepto clave en la poesía de Abel Martín es de la multiplicidad del ser. Este no solo aparece en sus versos, sino que Machado incluso le adjudicó a Martín una obra (ficticia, inexistente) que se llama, precisamente De la esencial heterogeneidad del ser. Según explica Juan Mairena, Martín concibe al yo como múltiple. Esta concepción nace de la certeza de la soledad del yo (nadie puede definirlo desde afuera, ni Dios ni su amada), y de su esencia cambiante (no tiene un destino). El yo, entonces, convive solamente con él mismo, pero de manera múltiple: con aquel que fue, con el que es y que no deja de cambiar. Esta concepción es muy similar a la que aparece en poemas existenciales de Machado como “Caminante, no hay camino”.

Los versos citados pertenecen a un sueño en el que Martín dialoga consigo mismo, evidenciando esta convivencia interior entre su yo del pasado y su yo del presente. Su cuerpo juvenil está con el viejo y, juntos, se preparan para recibir la muerte (de allí el título del poema).

Con la copa de sombra bien colmada

con este nunca lleno corazón

honremos al Señor que hizo la Nada

y ha esculpido en la fe nuestra razón.

Yo lírico, "Siesta", p. 196.

El concepto filosófico más importante dentro de la obra de Abel Martín es el de la Nada (a la que nombra con mayúscula). Martín la considera la creación sustancial más importante del universo. Dentro de su concepción, la Nada es, incluso, una creación divina. Por eso, en los versos citados, pide un brindis (con las copas llenas de sombra, de Nada) por ese Señor que creó, precisamente, la Nada.

Guiomar, Guiomar

mírame en ti castigado:

reo de haberte creado

ya no te puedo olvidar.

Yo lírico, "Canciones a Guiomar", p. 206.

El amor en Machado es, como suele ser dentro del Modernismo, imposible. La amada del yo lírico siempre está ausente (incluso si está junto a él, aparece como inaccesible, como se ve en el poema "Arde en tus ojos"). En consecuencia, el amor en Machado suele ser vivido por el yo lírico más como un sueño que como una realidad.

Esta cita es muy clara en relación a lo recientemente mencionado. El yo lírico le pide a Guiomar que lo mire, aunque ella no está allí junto a él. Preso de su ensoñación, el yo lírico imagina un encuentro con esa mujer que, incluso, parece haber no existido nunca como su amada. Puede deducirse que el yo lírico creó la idea de que ella es o era su amada y ahora quedó atrapado dentro de su propia creación.

Mi Sevilla infantil, ¡tan sevillana!

¡Cuál muerde el tiempo tu memoria en vano!

¡Tan nuestra! Avisa tu recuerdo, hermano

No sabemos de quién va a ser mañana.

Yo lírico, "Otra vez el ayer", p. 250.

"Otra vez el ayer" forma parte del poemario La guerra, en el que Machado pone en primer lugar la representación de los horrores y las injusticias del franquismo durante la Guerra Civil Española.

Ahora bien, el hecho de que dedique sus versos a representar la guerra, a capturar lo que sucede en el mundo exterior, no conduce a Machado a dejar de lado la importancia de la intimidad y la representación de los sentimientos del yo lírico, que caracterizan la mayor parte de su obra. Incluso, el autor, en gran parte de estos poemas, toma como punto de partida la intimidad del yo para abordar desde allí el tema de la guerra.

En los versos citados, por ejemplo, el yo lírico comienza evocando su Sevilla de la infancia, como si el recuerdo lo invadiera. Luego, de este primer movimiento que refleja sus sentimientos íntimos, aborda el tema de la guerra. En este poema, en particular, denuncia que España está siendo vendida a Alemania e Italia. El sentimiento nostálgico, sembrado en estos primeros versos, contribuye a darle mayor gravedad a su denuncia política, demostrando cómo la guerra afecta no solo la vida material de las personas, sino también su vida sentimental. El yo lírico no está ni siquiera en Sevilla, pero sufre al saber que su tierra está pasando a manos ajenas.

Mataron a Federico

cuando la luz asomaba

El pelotón de verdugos

no osó mirarle la cara.

Yo lírico, "El crimen fue en Granada", p. 251.

En relación a este poema y los versos citados, es fundamental destacar su anclaje histórico. “El crimen fue en Granada” está dedicado por Machado a Federico García Lorca y, efectivamente, narra el momento en el que este fue asesinado por los falangistas.

Machado y García Lorca se conocieron en 1916 en Baeza, y a partir de allí forjaron una amistad atravesada por la admiración mutua. García Lorca, republicano como Machado, fue asesinado en 1936 en Granada, su tierra natal, a la que había regresado desde Madrid para visitar a su familia. El informe de la Jefatura Superior de Policía de Granada, que salió a la luz recién en 1965, afirma que Lorca fue condenado por ser socialista, masón y homosexual.

El poema de Machado, como se advierte en los versos citados, construye una escena en la que los soldados falangistas tienen vergüenza de lo que están haciendo. No son siquiera capaces de mirar a Lorca en el momento en el que lo fusilan. De este modo, Machado escribe un poema que es una suerte de homenaje a su amigo y de documento acerca de los horrores perpetrados por el franquismo durante la Guerra Civil Española.