La plaza del Diamante

La plaza del Diamante Resumen y Análisis Capítulos 24-32

Resumen

Capítulo 24

Quimet y Cintet quieren volver a ser soldados y formar parte de los “escamots” (ver Glosario). Natalia se opone. Sin embargo, los muchachos se van juntos los domingos y ella sospecha que están haciendo la instrucción.

Una tarde, la visita Mateu. Le habla de las palomas y de la terquedad de Quimet, hasta que confiesa que está angustiado porque se separó de Griselda, que se llevó a su hija a casa de sus padres. Natalia cuenta que es la primera vez que ve llorar a un hombre; se siente apenada pero, a la vez, reconfortada. Por la noche, vuelve a pensar en Mateu y dice haber aprendido cosas.

Capítulo 25

Al día siguiente, Natalia rompe un vaso en casa de sus patrones y se lo hacen pagar. Vuelve a su departamento, le pega a su hijo sin razón y los dos niños acaban llorando. Quimet llega y se queja de la situación.

Natalia se muestra harta y dice que va a terminar con ese modo de vida. Empieza a molestar a las palomas mientras empollan; les roba los huevos, los deja pudrir, los sacude con los pollitos adentro. Las palomas se enconan y levantan fiebre.

Después de unos meses sin crías, Quimet se queja de las palomas y dice que ya no sirven.

Capítulo 26

Mientras Natalia hace su “gran revolución” con las palomas, la situación social empeora: hace calor, la gente anda por las calles, se incendian iglesias, se acaba el gas, hay escasez de provisiones. Quimet se involucra en la lucha armada como miliciano.

En la casa donde trabaja Natalia, reciben las últimas botellas de leche. Su patrón dice que los pobres necesitan de ellos, los ricos. Otro día, la señora cuenta que un miliciano quiso matar a su marido tras confundirlo con un cura. En otra ocasión, se presentan en la casa un hombre y una mujer, acompañados y respaldados por un grupo de milicianos. La pareja reclama la devolución de una propiedad que el patrón de Natalia les quitó por falta de pago. Sin embargo, uno de los señores de Natalia dice que no fue así, se niega a firmar los papeles y, después de un día entero de conversación con el comité revolucionario, logra convencerlos de su versión.

Otra vez, la señora cuenta que les registraron la casa por la noche, tras una denuncia de sus inquilinos de la torre. Dice que su intención era que los echaran para ocupar su casa, pero que no lo lograron porque no se encontró nada.

Natalia señala que cada vez es más difícil conseguir arvejas y que las palomas empiezan a irse.

Capítulo 27

Destrozan el negocio de la señora Enriqueta, que se pone a vender botones y ligas en la calle.

Quimet, que duerme poco en su casa, le cuenta a Natalia que las cosas se complican y debe ir al frente de Aragón. También le dice que lograron hacer escapar a mosén Joan, que como agradecimiento le regaló unas monedas de oro para ella y los niños.

Natalia se queda sola y es despedida por sus patrones, que alegan no poder pagarle por haberse quedado sin inquilinos. Además, le dicen que saben que su marido es miliciano y no quieren tratar con personas así.

Un día, Quimet y Cintet pasan brevemente por la casa para ver a Natalia y a los niños, y dejarles comida. Más tarde, la visita Mateu, también con uniforme y fusil. Él está muy triste por estar separado de Griselda y su hija, se despide porque va al frente y cree que va a morir. Le pide algún recuerdo a Natalia y ella le regala una cinta roja. Natalia le pregunta si conoce a la “María” que nombraba Quimet. Mateu le responde que su amigo nunca conoció a ninguna mujer con ese nombre. Luego, Mateu elogia a Natalia y le aclara que él no solo debe irse por Griselda, sino también por la causa.

Quimet no regresa en mucho tiempo, por lo que Natalia no recibe provisiones. Enriqueta le consigue un trabajo de limpiadora en el Ayuntamiento.

Capítulo 28

Natalia recuerda tiempos pasados: la primera etapa de convivencia con Quimet, su primer hijo, su época de primera juventud, su trabajo en la pastelería.

Un domingo, después de un buen tiempo, llega Quimet con mucha comida. Dice que se llevará colchones a las trincheras, donde se encuentran bien. Aunque se aburren, duermen mucho, no pasan hambre y cuentan con el apoyo de los campesinos locales. Comen en familia y Natalia dice que los niños están “como enamorados de su padre”. Luego, Quimet va a lo del tendero a buscar cuerda para atar los colchones. El tendero le regala unas bolsas para llenar de tierra en las trincheras y le dice que si fuera joven haría la guerra con ellos, que le gusta la forma en que lucha la juventud.

A su regreso, Natalia le cuenta que sus patrones la echaron y ahora trabaja en una cuadrilla de limpieza en el Ayuntamiento. Quimet dice que es mejor así. Ella le comenta que en el terrado solo quedan las palomas más viejas. Él le dice que no se preocupe, que sus vidas cambiaron. Al amanecer, un camión con milicianos viene a buscar a Quimet y los colchones.

Capítulo 29

Tres días después, Cintet visita a Natalia y le deja un cesto lleno de naranjas, leche y café. Tiene uniforme nuevo. Le cuenta de su viaje a Cartagena para buscar billetes de banco. Le pide que haga café; dice que extraña comer en plato de loza y beber en taza de porcelana. Natalia ve a Cintet diferente. Piensa en que la guerra cambia a los hombres. Él le dice que preferiría que ellos no tuvieran que hacer la guerra y la historia. Luego, hablan de Mateu, y Cintet dice que ni él ni Quimet se animan a aconsejarlo porque ya es mayor y porque es mejor aprender a la fuerza.

Cintet pregunta por las palomas. Natalia le cuenta que quedan pocas y le muestra la habitación, que está casi vacía. Antes de irse, él le dice que cuando ganen la guerra la pintará de rosa.

Natalia se queda sola y pensativa, hasta que llegan la señora Enriqueta y los niños.

Capítulo 30

Una mañana, mientras va a trabajar, Natalia se encuentra con su amiga Julieta, vestida de miliciana y algo desmejorada. Esta le cuenta que mataron al pastelero. Acuerdan verse el domingo.

Ese día, la señora Enriqueta se lleva a los niños a merendar a su casa. Julieta visita a Natalia y le cuenta que está muy enamorada de su novio, un compañero de milicia con quien pasó una noche inolvidable en una gran casa vacía, expropiada durante la revolución. Julieta le cuenta los detalles de ese encuentro amoroso: la casa, el jardín, el clima y sus sensaciones. Aclara que, aunque no pasó nada entre ellos, siente que fue una noche única. También describe y elogia a su novio. Natalia le dice que le habría gustado pasar una noche así, enamorada, pero que su realidad se lo impide. Julieta la anima y muestra optimismo sobre el futuro.

Cuando va a buscar a sus hijos, Natalia le cuenta todo a la señora Enriqueta, que se enoja y critica a las “muchachas de la revolución” por ser unas "sinvergüenzas". En el regreso a su hogar, Natalia siente angustia.

Capítulo 31

Bombardean la ciudad desde el mar. La gente pinta de azul los cristales para que no se vean las luces.

Muere el padre de Natalia de un infarto. Su mujer le pide a Natalia ayuda con el entierro. Lo velan y no vuelven a verse.

Un domingo, se presenta Quimet -muy desmejorado-, con comida y siete milicianos. Le cuenta a Natalia que se siente tuberculoso, que en el frente se come poco y que extraña su casa; se lamenta por la guerra. Los niños duermen con él, le demuestran mucho cariño. Pocos días después, Quimet vuelve a irse.

La señora Enriqueta le dice a Natalia que han perdido la guerra. Natalia se lo comenta al tendero, que le dice que no se fíe de nadie.

La visita nuevamente Julieta, que echa la culpa de la derrota a “los viejos”. Natalia le cuenta que cada día tiene menos provisiones y los niños no tienen para comer. Julieta le recomienda meter al niño en una colonia. Natalia decide hacerlo, a pesar de que su hijo no quiere. Un domingo, los vienen a buscar en un camión que consigue Julieta.

Capítulo 32

Llegan a la colonia. Está lleno de niños con la cabeza afeitada. A pesar de que una profesora advierte que a Antoni no le gustará la experiencia, Natalia se mantiene firme. El niño se echa a llorar y le pide por favor que no lo deje. Ella le dice que no exagere, que estará poco tiempo y que lo visitará. Finalmente, lo deja.

La señora Enriqueta lo va a ver cada domingo, pero Natalia no tiene tiempo. Rita puede comer un poco más, pero extraña a su hermano.

Un día, llama a la puerta un miliciano que le informa a Natalia que Cintet y Quimet han muerto en el frente, y le deja el reloj de su marido. Natalia va a asimilar la noticia en el terrado, donde encuentra muerta a la única paloma que quedaba.

Análisis

En los próximos capítulos, continúa el paralelismo entre las palomas y los ideales de libertad que alentó, sobre todo en las clases populares, la llegada de la Segunda República. Ese paralelismo sigue el desarrollo de los acontecimientos, pasando de la fase esperanzadora, idealista (la idea de libertad, la idea de un palomar precioso que los haría ricos) a una fase de desilusión y derrota. A la vez, el clima de tensión y malestar en torno a Natalia y su vínculo con las palomas se agrava y se precipita a su fin, a la par del advenimiento de la guerra.

Como se ha dicho antes, las palomas representan también, a un nivel más personal, a Natalia. Ella se identifica con las palomas y por eso parte de su crecimiento personal implica, necesariamente, repudiarlas. Quimet la bautiza "Palomita" y, a partir de ese momento, la encierra en una jaula simbólica (la casa) y la condena a vivir para reproducirse y cuidar a sus crías (recuérdese la presión que ejercen sobre ella para que quede embarazada) en un ámbito controlado por él, igual que sucede con las palomas. Natalia y las palomas son, entonces, objetos de posesión de Quimet.

A medida que avanza la novela, los paralelismos que se establecen en torno al motivo principal de las palomas son cada vez más complejos. Si bien, desde el sentido común, las palomas representan a la idea de libertad, para Natalia constituyen un elemento esclavizante, algo que la agobia y la somete. Natalia vive algo parecido con su esposo: Quimet es alguien que, en la esfera de lo público, pertenece al grupo de los oprimidos y lucha por la libertad, pero que en el ámbito privado representa al opresor que coarta su autonomía.

Por otro lado, puede decirse que la crisis económica y social de los primeros enfrentamientos entre republicanos y nacionalistas conducen a una crisis análoga en la psiquis de la protagonista. Paradójicamente, el deterioro de las condiciones sociales que conduce a Natalia a tener que trabajar y al cansancio extremo es lo que la lleva a reflexionar y a tomar una decisión sobre su vida que se opone, por primera vez, a un mandato.

Hay una maduración en el personaje de Natalia, que comienza a recuperar autonomía y a adquirir, muy gradualmente, cierto nivel de autoconciencia sobre las cosas que le pasan. Para el afuera, el cambio en el accionar de Natalia es imperceptible: molesta a las palomas para que no puedan empollar y agita los huevos para que mueran las crias. Para ella, en cambio, implica un desafío a la autoridad y una insubordinación que poco antes era inimaginable, y que la desafía a muchos niveles, no solo por las consecuencias concretas de tal accionar (posible represalia de Quimet si la descubre), sino psíquicas. Tal es así que cuando ella relata lo que hace, dice: “Y mientras yo armaba la gran revolución con las palomas vino lo que vino, que parecía una cosa que tenía que ser muy corta” (p. 137).

Eso otro que vino es la Guerra civil española. Hasta ese momento, el conflicto social es algo que le resulta completamente ajeno a Natalia, siempre ocupada con las tareas de la casa y de cuidado. El agotamiento físico que implican esas labores le impide ser capaz de involucrarse o siquiera reflexionar sobre lo que está pasando. Lo dice ella inconscientemente incluso antes de la guerra, cuando los hombres se van a entrenar para ser “escamots”: ellos tienen tiempo de hacer eso porque las mujeres se ocupan de todo lo demás.

La ausencia cada vez más prolongada de Quimet provoca, además de cierta libertad en el hogar, la posibilidad de explorar sus propios pensamientos y formularlos, aunque sea en forma de preguntas. Así sucede en los capítulos que siguen, en diversas conversaciones que tiene con personas que ya conoce, pero con quienes tiene la posibilidad de hablar de otra manera, libre de la mirada censuradora del marido. Pasa primero con Mateu, a quien recibe a solas. En ese encuentro, ella ve por primera vez llorar a un hombre. Él representa una masculinidad que le resulta desconocida: se muestra frágil y vulnerable. Acepta con dignidad y respeto la decisión de su mujer, Griselda, de separarse, aunque la ama. Además, antes de irse para el frente, le dice a Natalia que la valora y la respeta.

Lo que parece un valor básico de convivencia entre humanos -el respeto-, representa algo extraordinario para Natalia: nunca los hombres de su vida demostraron respetarla. En esa misma conversación, de la nada y después de años, se anima a preguntarle a Mateu quién es la misteriosa "María" de la que hablaba Quimet. “Y de repente me salieron de no sé donde ganas de preguntarle una cosa que nunca había tenido ocasión de preguntar…” (p. 145-146). La recuperación paulatina de su integridad y la consciencia de sí desbloquean preguntas que estaban inhabilitadas, pero no habían desaparecido.

El otro diálogo importante es el que tiene con su vieja amiga Julieta, que la viene a visitar. Así como Mateu representa una masculinidad diferente, Julieta representa una feminidad desconocida para Natalia. Aunque tiene la misma edad, participa activamente de las milicias, no tiene hijos ni está casada. En la visita, le cuenta a su amiga una historia de amor con un joven soldado que está en el frente. Con lujo de detalles, Julieta narra un encuentro pasional y mágico, en un escenario hermoso y distópico: una mansión abandonada de unos ricos asesinados por los revolucionarios. Por un lado, esta historia ejemplifica lo que representa la revolución en términos de búsqueda de una vida mejor y no aceptación del estado de las cosas, sobre todo para los jóvenes y los trabajadores. Cuenta Natalia que dice Julieta: “Y que ella, sin la revolución, pobre y trabajadora como era, nunca habría tenido una noche de rico y de amor como la que tuvo” (p. 158). Natalia se angustia, dice que las “cosas bonitas” no están hechas para alguien como ella. Y es que, ante el contacto con estas historias tan distintas a su mundo conocido, la protagonista va adquiriendo consciencia de su doble marginación: no tiene acceso a participar en la revolución porque su opresión no es solo la de la clase social, sino la de su condición de mujer sometida y confinada al ámbito doméstico.

En el capítulo 32, cuando le llega la noticia de la muerte de Quimet, Natalia sale al terrado a respirar y encuentra la última paloma muerta. De este modo, se cierra el arco narrativo que había comenzado con las palomas como símbolo de la promesa de libertad, por un lado, y del poder de Quimet, por el otro.