La plaza del Diamante

La plaza del Diamante Resumen y Análisis Capítulos 13-23

Resumen

Capítulo 13

Hacen el palomar en el terrado, con ayuda de Mateu y Cintet. Los hombres hablan de la importancia de pintarlo, para evitar que la lluvia arruine la madera, pero termina haciéndolo Natalia, que además debe seguir cuidando a Antoni.

Con la pintura ya seca, dejan salir a las palomas y Quimet dice que son felices. Luego, les consigue ponederos nuevos y empieza a traer parejas de palomas de otras especies.

Capítulo 14

Natalia describe un recorrido que hace por su barrio y el mercado local.

Cuenta que se produce un quiebre en su vida con la caída de la monarquía y la instauración de la Segunda República, en abril del año 1931.

Cintet y Mateu los visitan a menudo. Mateu dice estar enamorado de Griselda y solo habla de ella. Quimet y Cintet se burlan de él y le aconsejan hacer otras actividades, pero sin dejar de “contentar” a su mujer. Sin embargo, frente a ella, no se animan a decir esas cosas y hablan de otros temas, como la República y las palomas.

Cintet propone liberar a las palomas, a pesar del miedo de Quimet. Cuando lo hacen, las palomas se muestran desconfiadas y temerosas. Solo vuelan algunas, apenas por encima del tejado. Eso deja tranquilo a Quimet. Luego, las aves se cansan y vuelven a meterse en el palomar.

Capítulo 15

Quimet dice que el niño necesita aire y carretera, por lo que empieza a llevarlo de paseo en moto. Natalia lo sufre.

Un año y medio después del nacimiento de Antoni, Natalia vuelve a estar embarazada, otra vez con dificultades. Nace una niña llamada Rita, y Antoni se pone celoso. Para distraerlo, Quimet le regala un revólver de juguete y una porra de madera. Le dice al nene que lo use para asustar a la abuela, con quien está enojado por cómo lo trata.

Antoni es caprichoso e imita la renguera de su padre. Usa el revólver de juguete para “matar” a Enriqueta y a su abuela cada vez que los visitan.

Capítulo 16

Quimet se siente mal; padece de lombriz solitaria. Preocupada tras encontrar un trozo del gusano, Natalia lo visita en el taller junto a los niños. Él dice que consiguió una medicina en la farmacia y que no le cuente a nadie.

El domingo, tras la visita de Cintet y Mateu, Quimet toma la medicina y luego siente mareos y deambula por la casa. Entrada la noche, expulsa el gusano. Lo guardan en un frasco y lo dejan arriba de un armario pequeño.

Al día siguiente, Natalia escucha llorar a su hija y la encuentra cubierta con el gusano. Ve al niño corriendo y riendo con un trozo de este. Al enterarse, Quimet se enoja y quiere pegarle, pero Natalia le dice que la culpa es de ellos por haberlo dejado en un lugar accesible.

Capítulo 17

Natalia percibe que la situación social empeora: hay menos trabajo y más hambre, la gente está alterada, su casa está más sucia y abandonada. Decide buscar un trabajo a tiempo parcial, por las mañanas.

Por recomendación de Enriqueta, va a una entrevista en la casa de una familia que necesita una empleada interina. Allí, describe una casa grande, con lugares espaciosos, balcones, patio y un jardín lleno de árboles.

La recibe un señor con guardapolvo que le dice que allí viven él con su esposa, su hijo y sus suegros. También le explica la forma de pago y, aunque Natalia confiesa que la marea, llegan a un acuerdo.

Capítulo 18

Natalia va a conocer en profundidad la casa donde trabajará. La recibe la señora más vieja de la familia y la guía en un recorrido por todo el lugar. Las acompaña el niño pequeño.

Natalia describe una casa muy grande, con estilo, muebles y objetos de calidad, materiales de primera línea, aunque también señala que gran parte del lugar está sucio y descuidado.

Además de mostrarle todo y enseñarle algunas mañas de la casa, la señora le cuenta a Natalia que su hija -la madre del niño- está descansando en un cuarto porque tiene una enfermedad.

Capítulo 19

Quimet acepta la idea de Natalia de trabajar por su cuenta y dice que él se va a dedicar a la cría de palomas, que eso los hará ricos.

Natalia acuerda con la señora Enriqueta dejar a los niños a su cuidado durante las mañanas en que tiene que trabajar.

Natalia relata su primer día de trabajo en la casa de sus nuevos patrones. Se queda sin agua mientras lava los platos, así que la señora vieja le pide que mientras su yerno intenta solucionar el tema del agua, quite el polvo del comedor. El problema con el agua persiste, así que la señora le ordena que lleve unos baldes para terminar de lavar los platos. Luego, hace las camas y limpia las ventanas, tras indicaciones de la señora vieja sobre cómo mover los barrotes del enrejado para hacerlo mejor. Además, la señora le cuenta que el enrejado les costó mucho más barato gracias a una maniobra de su yerno.

A la una, Natalia recibe su pago y vuelve a buscar a sus hijos, que se han portado bien bajo el cuidado de Enriqueta.

Capítulo 20

Al día siguiente, viene el hombre del agua y soluciona el problema.

Luego de tres días, Natalia entra sin llamar a la casa donde trabaja y ve que el señor del guardapolvo tiene un ojo morado. La señora le cuenta que su yerno tuvo un altercado con un inquilino a quien habían querido subirle el alquiler.

Tocan el timbre y la señora le pide a Natalia que abra y que, si es alguien por el anuncio, le diga que solo admiten personas sin niños. Ella abre la puerta y recibe a una pareja de viejos, bien vestidos, que quieren alquilar “la torre” para su hijo y sus nietos. Se van enojados cuando Natalia les dice que no se admiten niños. Más tarde, hay otra visita por el anuncio. Natalia dice que los señores siempre tienen casas para alquilar, pero que tardan en hacerlo debido a que son muy exigentes.

Antoni se queja por quedarse con Enriqueta; quiere estar en su casa. Por lo tanto, Natalia empieza a dejar a los niños solos en el departamento.

Un día, Quimet pasa a buscar a Natalia por la casa donde trabaja y ella se lo presenta a la señora.

Capítulo 21

Natalia está cansada. Descubre que los niños suelen estar tranquilos y quietos en su ausencia para no espantar a las palomas que bajan al piso desde el palomar y les hacen compañía.

Quimet decide poner palomas en la habitación pequeña pese a la negativa de Natalia y los consejos de Mateu. Coloca ponederos abajo y, con la trampa y una escalera, acostumbra a las parejas a moverse por un solo lugar y vivir a oscuras.

Después de que nacen pichones, Quimet se entusiasma con el negocio de las palomas y proyecta cerrar la tienda, construir una casa en la parte alta de Barcelona, volverse conocido por la cría de palomas y seguir trabajando como ebanista, pero solo para los amigos.

Un día, la señora Enriqueta le advierte a Natalia que mientras ella trabaja tanto, Quimet regala muchas de sus palomas.

Capítulo 22

Natalia se siente agotada por el trabajo y saturada por su convivencia con las palomas. Las ve, las oye, las huele, las siente por todas partes. Se lamenta porque ha descuidado a sus hijos y su casa. La señora Enriqueta la critica por no tener carácter para negarse a las ideas de su marido.

La madre de Quimet, que está avejentada y ya no se mueve tanto, los visita un día, curiosa por las palomas. Se queja de que su hijo y sus nietos solo le hablan de eso. Se horroriza por lo que ve. Mientras tanto, Natalia dice que las palomas se comportan como personas y hacen lo que quieren.

Capítulo 23

Una semana después, muere la madre de Quimet. Dejan a los niños en casa de Enriqueta y van a la casa de fallecida. Natalia describe la escena: cintas negras, la muerta en la habitación vestida de negro, acompañada por tres vecinas y una corona de hojas verdes, sin flores.

Una de las vecinas explica que la corona sin flores la hizo su hijo y que la había pedido la madre de Quimet. También les cuenta que los últimos días la madre había estado con vahídos, asustada, sintiéndose mal y sin querer salir; que la última noche llamó a su casa y ella y su hijo tuvieron que regresarla a la suya y acostarla en la cama. Otra vecina cuenta que, tras la muerte, la limpiaron y la vistieron, y que mosén Eladi le hizo la “Santa Cruz”. También le dicen que su madre era una persona muy querida.

Quimet se muestra muy agradecido, incluso a pesar de que una vecina le dice que su madre siempre había tenido la ilusión de tener una hija. Él recuerda que de chico lo vestía de niña.

Análisis

Como se anticipó en el capítulo 12, esa primera paloma, en apariencia insignificante, marca una nueva etapa en la vida de Natalia. No es la primera señal que da la autora de la importancia que tendrá este animal: el apodo Colometa significa “palomita” en catalán. La instalación del palomar y la progresiva ocupación de los espacios de la casa van generando un desplazamiento de la propia Natalia, cada vez más sofocada por el entorno. Ya desde el momento en que lo empiezan a construir, dice Cintet: “a la Colometa la estamos echando de casa” (p. 73).

El terrado, antes del palomar, constituye el único espacio de relativa libertad para Natalia: un lugar fuera del interior de la casa (espacio de sometimiento del esposo, del cuidado de los niños y las tareas hogareñas), pero, al mismo tiempo, dentro del ámbito privado y seguro del hogar (no hubiera sido posible para Natalia salir a pasear sola sin su marido y sin alguna excusa concreta). Tal es así que únicamente en esa terraza, sola, se permite ser ella misma. Así lo demuestra esta escena previa al palomar, donde se queja por primera vez: “Sentada en el terrado, sola con la tarde y rodeada de barandillas, de viento y de azul, me miraba los pies y mientras me miraba los pies sin acabar de entenderlo, me quejé por primera vez” (p. 63). Al ser desplazada de ese espacio, Natalia queda despojada de la poca autonomía y libertad que le queda.

Existe un paralelismo, además, entre las palomas y el contexto histórico de la novela. Las palomas simbolizan universalmente la libertad y la esperanza; la construcción del palomar coincide justamente con la llegada de la Segunda República de España. Este nuevo régimen democrático sustituye a la monarquía, por lo que muchos trabajadores se muestran entusiasmados, como es el caso de Quimet.

Este episodio da cuenta además del estilo psicologista de la novela, ya que no narra simplemente el hecho de que Quimet estaba contento y festejaba, sino que cuenta la impresión que ese momento dejó en Natalia, la forma en que lo percibió: "Todavía me acuerdo de aquel aire fresco, un aire, cada vez que me acuerdo, que no lo he podido sentir nunca más. Nunca más" (p. 78).

Las palomas funcionan a varios niveles. Más allá del paralelismo con la llegada y el posterior fracaso de la Segunda República, representan ellas mismas un símbolo universal: el de la libertad. Por eso es relevante que Natalia (Colometa: palomita) se identifique con estas aves y se sienta cada vez más sofocada y angustiada ante su presencia. Por ejemplo, cuando les abren la puerta a las palomas para que salgan a volar y estas, en lugar de salir, se quedan tiesas y desconfiadas, dice Natalia: “Les pasaba que no estaban acostumbradas a la libertad y tardaban en meterse en ella” (p. 80). Además, la elección de la peculiar frase “meterse en ella” para hablar de la libertad, cuando usualmente se usa el verbo salir (“salió en libertad”), representa la psiquis de Natalia, tan habituada a los espacios que la constriñen y la encierran que ni siquiera es capaz de concebir la imagen mental de la libertad como un “afuera”.

En este tipo de novelas, con un marco realista pero enfocadas en retratar la experiencia subjetiva de los acontecimientos, es común encontrar las clásicas descripciones pormenorizadas de espacios, objetos y personas, pero con un significado añadido. En La Plaza del Diamante, cada sitio que se describe con detalle tiene una importancia especial para la psiquis del personaje o simboliza algo. Esto se puede ver claramente en la frase que cierra los dos capítulos en los que se describe pormenorizadamente la casa donde empieza a trabajar Natalia: “Y si hablo tanto de la casa, es porque todavía la veo como un rompecabezas, con las voces de ellos que, cuando me llamaban, nunca sabía de dónde venían” (p. 102). La descripción de la casa no es un mero elemento para la construcción del verosímil, sino que evoca la percepción que tiene la protagonista de ese lugar y su experiencia en ese espacio en particular. Otro ejemplo se da la primera vez que va a trabajar, angustiada por la situación económica y por tener que dejar a sus hijos solos: “Y cuando iba, las calles, que eran como siempre, me parecían estrechas” (p. 103). Y más adelante, el mismo día: “Lloviznaba. No sé por qué sería pero cada vez que iba a ver a la señora Enriqueta era una casualidad que no lloviese” (p. 103).

Estas descripciones no intentan que el lector sepa de manera precisa cómo eran los lugares y ambientes que aparecen en la historia, sino que pueda introducirse en la psiquis y el punto de vista subjetivo de la persona que los transita en un momento significativo de su vida. El estado de ánimo de Natalia se conecta y superpone con la percepción de fenómenos objetivos, como puede ser el clima o las dimensiones de una calle.

La abundancia de imágenes (visuales, pero también auditivas, olfativas y sensoriales), asímismo, responde al punto de vista subjetivo. El cansancio físico y espiritual de Natalia, la angustia, el sofocamiento de una vida dedicada a servir a los otros, etc., en paralelo con la invasión de las palomas, se manifiesta en ella con un olor y un sonido:

No podía decirle que sólo oía a las palomas, que tenía en las manos el tufo a azufre de los bebederos, el olor de las arvejas que resbalaban dentro de los comederos. (...) No le podía decir que mis hijos eran como flores mal cuidadas y que mi casa, que había sido un cielo, ahora era un batiburrillo, y que por las noches, cuando llevaba a los niños a dormir y les levantaba el camisón y les hacía ring-ring en el ombligo para hacerles reír, sentía el zureo de las palomas y tenía la nariz llena de olor de fiebre de paloma. Me parecía que toda yo, pelo, piel y vestido, olía a paloma. Cuando no me veía nadie me olía los brazos y me olía el pelo cuando me peinaba y no comprendía cómo podía llevar pegado a la nariz aquel olor, de paloma y de pichón, que casi me ahogaba (p. 119-120).

En esta parte de la historia, el desborde de Natalia va creciendo y las condiciones del palomar -y de su vida en general- empeoran en paralelo con la situación social que se vive de cara a la inminente caída de la Segunda República.