La isla desierta

La isla desierta Resumen

La isla desierta pone en escena a un grupo de trabajadores de la contabilidad que se encuentran aburridos y frustrados por la tediosa rutina que implica su trabajo, y fabulan sobre un posible escape a una isla desierta.

La acción se desarrolla en una oficina de Buenos Aires ubicada en el décimo piso. Los oficinistas desarrollan sus tareas en esta “oficina rectangular blanquísima, con ventanal a todo lo ancho del salón, enmarcando un cielo infinito caldeado en azul” (125). El jefe reprende a varios empleados por errores en sus tareas. Pasan buques por el río y los empleados los miran por la ventana.

Manuel dice que no es posible trabajar allí y culpa a los buques de sus equivocaciones. Varios compañeros de oficina le comentan al jefe que, desde que dejaron el subsuelo y se mudaron al décimo piso, están teniendo dificultades para concentrarse y cumplir sus objetivos.

Agobiados por la repetición de las tareas diarias que realizan hace años, los trabajadores empiezan a soñar con un viaje, con un modo distinto de vida. Los relatos de Cipriano, personal de limpieza, los ayudan a fantasear con otras maneras de vivir. El mulato les cuenta historias de aventuras en barcos, de distintos trabajos, de un estilo más dinámico y espontáneo de vivir.

Aunque algunos empleados se mantienen escépticos ante la veracidad de los relatos de viajes de Cipriano, Manuel es el primero en determinar que va a irse de la oficina “a correr mundo. A vivir la vida” (144). Luego confiesa que él ha sido el que le contaba siempre los chismes al jefe. Da un largo monólogo sobre cómo las cosas en el subsuelo no se sentían del mismo modo, como si estuvieran anestesiados, aislados de la vida real, y cómo la mudanza al décimo piso y la vista a la ventana hacia el movimiento portuario lo despertaron.

Manuel expresa su deseo de vivir en una isla desierta. Varios compañeros se suman a su plan de liberación de la rutina. Discuten sobre dónde encontrarían una isla desierta. Cipriano habla de playas de coral y cuenta sobre los negros que tocan el tambor. A continuación los imita, usando la máquina de escribir como una percusión. Sugestionados por el ritmo, "van entrando todos en la danza” (149). El entusiasmo por el escape va creciendo hasta explotar. Entonces, los trabajadores pierden noción de que están en la oficina y empiezan a bailar como una tribu. Cipriano canta, los hombres se sacan las camisas y las muchachas se quitan los zapatos y se levantan las polleras para sumarse al baile. Todo este ritual delirante es interrumpido por el jefe, que aparece en la oficina con el Director. Finalmente, este los despide a todos e indica que se pongan vidrios opacos en la ventana.