Al igual que Virginia Woolf, con quien mantuvo una relativa amistad, Mansfield, en sus relatos, quería describir la vida cotidiana y las relaciones sociales en las clases medias cultivadas, a las que ambas pertenecían. Pero, por sobre todo, quería ver qué había debajo de esa bonanza. Podía ser algo dramático, la muerte, el término del amor o algo impreciso, un secreto. Combinó, entonces, hermosura y espanto, lo mezquino con lo sublime. Para ello, reflejó la belleza existente en toda vida humana.[2]
Sabiéndose ya enferma tenía miedo de dejar solo esbozos, fragmentos y borradores de lo que agitaba su mente, como dejó escrito en sus diarios.[3]