El hombre que fue jueves

El hombre que fue jueves Elementos Literarios

Genero

Novela.

Configuración y Contexto

La historia se desarrolla durante la transición del siglo XIX al siglo XX, principalmente en la ciudad de Londres. En un momento, las acciones también se trasladan a Francia.

Narrador y Punto de Vista

El narrador es omnisciente y narra en tercera persona. Aunque tiene un punto de vista externo a la historia, presenta muchos de los sucesos a través de la mirada, los sentimientos y las acciones del protagonista, Gabriel Syme. Además, administra la información que da a los lectores para generar suspenso y sorpresa con revelaciones posteriores.

Tono y Estado de Ánimo

El tono que se utiliza en la narración y muchos de los diálogos es principalmente sarcástico y humorístico. Además, tanto el narrador como los personajes usan el lenguaje poético en varias ocasiones.

Protagonista y Antagonista

El protagonista es Gabriel Syme, mientras que el antagonista resulta ser Lucien Gregory. Sin embargo, fiel al estilo del libro, el inicio parece colocar a Gregory como protagonista, aunque luego no reaparece sino hasta el final.

Conflicto Principal

Al tratarse de una novela alegórica hay un conflicto explícito y otro connotado. En el nivel de la trama, el conflicto es la conspiración mundial de un grupo secreto y organizado de neo-anarquistas y los esfuerzos de la policía por detenerlos, infiltrando a varios agentes que no se conocen entre sí en el Consejo Supremo, incluido el protagonista, Gabriel Syme. En el nivel alegórico, el conflicto principal de la novela radica en cómo Syme -en representación del colectivo de los humanos- concibe y se comporta frente al mundo en el que vive: como la humanidad, él ha perdido la fe y debe recuperarla.

Climax

El clímax de la historia ocurre cerca del final, cuando los detectives alcanzan a Domingo y lo enfrentan luego de una larga y penosa persecución. Allí son agasajados, participan de la mascarada y tienen la oportunidad de cuestionarlo y exigirle respuestas.

Presagio

En el comienzo de la novela, el narrador anticipa el significado que tendrá el personaje de Rosamunda y la posibilidad de que todas las peripecias que vive Syme pueden ser parte de un sueño:

“En los increíbles acontecimientos que habían de suceder a este instante, la joven [Rosamunda] no tendría la menor participación. Syme no volvió a verla hasta el desenlace final. Y sin embargo, por entre sus locas aventuras, la imagen de ella había de reaparecer de alguna manera indefinible, como un leit-motiv musical, y la gloria de su extraña cabellera leonada había de correr como un hilo rojo a través de los tenebrosos y mal urdidos tapices de su noche. Porque es tan inverosímil lo que desde entonces le sucedió, que muy bien pudo ser un sueño” (p. 28).

Atenuación

Cuando los detectives son acorralados en la ciudad de Lancy, el coronel Ducroix manifiesta su asombro e incredulidad frente a la violencia de los pobladores, que les disparan directamente. En ese momento, el inspector Ratcliffe utiliza una ironía para atenuar la gravedad de la situación, ya que le pide al coronel que siga hablando de lo "pacífica" que es la ciudad. La escena descrita se resume en la siguiente cita:

"—No, no puedo creerlo. Es muy absurdo. ¡Todo el pueblo de una pacífica ciudad de Francia!...
Pero le interrumpió una detonación y un fulgor que pareció estallar en sus ojos. En su vertiginosa carrera, el auto dejó tras de sí una mota de humo en el aire. Syme había oído silbar una bala.
—¡Dios mío! —dijo el Coronel—. Han disparado sobre nosotros.
—Pero no por eso se interrumpa usted —dijo Ratcliffe, como con encono—. Continúe usted, Coronel. Hablaba, creo, del honrado pueblo de una pacífica ciudad de Francia" (p. 147).

Alusiones

El hombre que fue Jueves incluye un gran número de alusiones. Entre ellas, hay varias relacionadas con la religión católica, específicamente con San Jorge (p. 62, p. 88, p. 118, p. 131), un soldado romano ejecutado a causa de su fe cristiana, y luego devenido en mártir y santo. También hay una alusión a las Cruzadas cristianas cuando Syme es reclutado por el cuerpo secreto de Scotland Yard y recibe una tarjeta azul que dice "La Última Cruzada" (p. 60). Así se compara su misión con las guerras religiosas impulsadas por la Iglesia católica en la Edad Media, cuyo objetivo era recuperar la Cristiandad.
Además de las religiosas, pueden señalarse otro tipo de alusiones. Cuando Gregory lleva a Syme al extraño escondite del Supremo Consejo de la Anarquía, utiliza el nombre Joseph Chamberlain como clave para que lo dejen ingresar:

"En la puerta había una mirilla enrejada. Gregory dio cinco golpes. Una voz robusta y de marcado acento extranjero le preguntó quién era. La respuesta fue inesperada:
—Soy Mr. Joseph Chamberlain.
El nombre era tal vez un santo y seña. Rechinaron los goznes y la puerta comenzó a abrirse" (p. 34).

Posteriormente, Syme opina que hacerse llamar así es una "humillación" (p. 36). La alusión es para Joseph Chamberlain (1836-1914), un controvertido empresario y estadista británico, famoso por su carisma, versatilidad y capacidad de manipulación. En sus comienzos, fue un radical liberal, luego fundó el partido Liberal Unionista y, posteriormente, se convirtió en líder de la facción imperialista y formó una coalición con el Partido Conservador. Es considerado como el máximo exponente del Imperialismo Británico.
Por otro lado, hay una alusión a la canción infantil británica “There Was A Crooked Man”, cuando el narrador dice que la figura avejentada y el modo de andar cansino del profesor De Worms hizo recordar a Syme un verso que cantan los niños: "The crooked man who went a crooked mile [El hombre torcido que caminó una milla torcida]" (p. 87).

Imágenes

Ver sección "Imágenes".

Paradoja

Toda la obra se estructura temática y formalmente en torno al recurso de la paradoja. Para mayor información visitar la sección "Temas".

Paralelismo

Como parte del discurso que da en el Consejo de anarquistas el día de la votación del nuevo Jueves, Gregory hace un paralelismo entre los anarquistas y los cristianos, en el sentido de que ambos colectivos han sido injustamente calumniados y perseguidos:

"El que oye decir que somos una plaga viviente, no oye en cambio nuestra respuesta. Y esta misma noche, en que quisiera mi pasión que mi voz atravesara ese techo, tampoco nos darán oídos. Porque sólo en las profundidades y bajo la tierra pueden reunirse los perseguidos, como en las Catacumbas los antiguos cristianos. Pero si, por algún caso extraordinario, estuviera aquí presente uno de esos hombres que nos desconocen a tal extremo, entonces yo le preguntaría: ¿Qué reputación moral tenían los cristianos de las Catacumbas? ¿Qué atrocidades no se contaban sobre sus crueldades entre los romanos de las clases más educadas? ¡Pues figuraos ahora —le diría yo—, figuraos que estamos puntualmente repitiendo esa paradoja de la historia! ¡Se nos persigue como a los cristianos, porque somos tan inofensivos como ellos; y si como a ellos se nos toma por locos furiosos, es que somos, en el fondo, tan mansos como ellos!" (p. 44-45).

En tanto, puede identificarse otro paralelismo en las palabras del secretario del Consejo, Lunes, cuando compara el funcionamiento de la dinamita con el del pensamiento: “La dinamita se esparce, y sólo mata porque se ensancha; asimismo el pensamiento que sólo destruye porque se difunde y ensancha. ¡El cerebro de un hombre es una bomba!” (p. 75).

Metonimia y Sinecdoque

Entre las metonimias, pueden señalarse las siguientes: "Deseoso de conservar mi reputación, me lo llevé conmigo al Savoy, donde logré ponerlo en completo estado de embriaguez" (p. 109). Aquí, la figura funciona cuando Syme menciona que llevó a alguien al Savoy, sustituyendo así al hotel -el lugar propiamente dicho- por su nombre propio.
Algo similar sucede con el siguiente ejemplo: "Me va usted a permitir que le obsequie con una media botella de Pommery: ya verá usted" (p. 32). En esta cita, que pertenece al momento en que Gregory lleva a Syme al bar donde está el escondite anarquista, la metonimia puede identificarse cuando Gregory le dice a su invitado que le convidará media botella de Pommery, que es la marca y el nombre propio de la bebida.
Por otra parte, la novela permite identificar algunas sinécdoques: “El cuarto era tan pequeño, tan sombrío, que apenas se podía distinguir al camarero, en la vaga sensación de bulto barbado que producía su presencia” (p. 32). En este pasaje, el "bulto barbado" -la parte- representa al camarero -el todo-.
De igual manera, sucede con las siguientes citas: “Con sus largos cabellos rubios y su presuntuosa levita, su silueta frágil y fantástica se deslizaba por la deslumbrante avenida de la muerte” (p. 34); “aquella cara parecía absorta en la contemplación del río.” (p. 63). En ambos casos, se percibe el funcionamiento sinecdótico porque la parte sustituye al todo: tanto la silueta -en el primer fragmento- como la cara -en el segundo- aparecen en reemplazo de la persona.

Personificación

Como sucede con el resto de las figuras retóricas, puede identificarse una buena cantidad de personificaciones en la novela:
“El final quedó ahogado en una catarata de aplausos” (p. 48): Aquí, la cita corresponde al momento en que Syme termina de ofrecer su candidatura como Jueves frente al Consejo. En ella se personifica al final de su discurso cuando se dice que "quedó ahogado", aludiendo a la idea de que los eufóricos aplausos que generó no dejaron escuchar sus últimas palabras.
“Rodó su alma en el vértigo de la indecisión moral” (p. 73): en este pasaje, el narrador personifica el alma del personaje al decir que "rodó". La idea de que el alma pueda rodar de un lado a otro cobra sentido cuando se la contextualiza. Se trata del momento en que Syme es testigo de la planificación del próximo crimen del Consejo, lo que lo coloca frente al dilema moral de acudir a la policía o respetar la promesa que le hizo a Gregory.
“Las verdes colinas de Surrey vieron la tragedia y la final catástrofe de aquel admirable traje gris” (p. 177). Aquí, la personificación se aplica a las colinas del condado de Surrey, a las que se les asigna la capacidad de haber visto el modo en que el traje se destruyó, cuando en realidad no son más que el lugar físico donde ocurre tal suceso.